/ viernes 18 de octubre de 2019

5 años de los 43

Hagamos un ejercicio mental. Imaginemos que de pronto desaparecieran los 31 gobernadores...

La jefa de Gobierno de la Ciudad de México, el presidente del país y diez secretarios de Estado. En total 43. ¿Cuál sería la reacción de la población? No es difícil dilucidar la respuesta.

Al pelar un elote, asarlo y echarle chile y limón. Al hablar un idioma. Al bailar o ir a misa estamos ante un hecho cultural. El hombre es el arquitecto de su propio destino, decía Amado Nervo en su famoso poema En paz. Y origen es destino.

En ese sentido, la forma de pensar - la ideología- también es un acto cultural. Las palabras son actos. ¿Qué provoca una acción? El tránsito, la dialéctica de la cultura.

Si tú me estorbas a mí, ya no somos actos: somos inacción. La inacción es la materia prima de la palabra infamia.

La infamia es uno de los tentáculos del autoritarismo.

Y uno de esos tentáculos se extendió el 26 de septiembre de 2014 para atrapar a 43 estudiantes (la mayoría hijos de familias pobres) de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero.

Hasta el día de hoy no se sabe de ellos. La indignación ha sido generalizada. Es como si de pronto a todos nos hubiesen caído gotas de ácido y de ira en los ojos.

Las líneas de Octavio Paz, a propósito sobre la Matanza del 2 de octubre del 68, son más que vigentes: “La vergüenza es ira/ vuelta contra uno mismo:/ si/ una nación entera se avergüenza/ es león que se agazapa/ para saltar.”

Diógenes Laercio en Vidas de los filósofos más ilustres, apunta: “Museo fue hijo de Eumolpo, y según dicen, el primero que escribió en verso la Generación de los dioses. Dícese que murió en Falera, y se le puso por epitafio esta elegía: En este monumento sepultado/ guarda el suelo falérico a Museo,/ hijo de Eumolpo, muerto cuanto al cuerpo.”

“Muerto cuanto al cuerpo”. La memoria nunca muere. Se perpetúa en el seno de esta patria nuestra.

Te levantas temprano. Es viernes 26. Te desayunas un par de huevos con algo de jamón y una taza de café negro. Mamá te da los últimos cincuenta pesos que tiene para tu camión. Le das un beso. Te despides con los primeros rayos del sol.

Aguardas veinte minutos el autobús de Chilpa a Ayotzinapa. Otros cuarenta minutos y llegas a la Normal. Algo te dicen dos compañeros. Estás de acuerdo. Esto ya no puede esperar.

Al salir de las clases la reunión es en … Por la tarde, lo sabemos, ya no sabemos de ti y de los otros 42. La espera aún continúa…

Si tú me estorbas a mí, ya no somos actos: somos inacción. La inacción es la materia prima de la palabra infamia.

Hagamos un ejercicio mental. Imaginemos que de pronto desaparecieran los 31 gobernadores...

La jefa de Gobierno de la Ciudad de México, el presidente del país y diez secretarios de Estado. En total 43. ¿Cuál sería la reacción de la población? No es difícil dilucidar la respuesta.

Al pelar un elote, asarlo y echarle chile y limón. Al hablar un idioma. Al bailar o ir a misa estamos ante un hecho cultural. El hombre es el arquitecto de su propio destino, decía Amado Nervo en su famoso poema En paz. Y origen es destino.

En ese sentido, la forma de pensar - la ideología- también es un acto cultural. Las palabras son actos. ¿Qué provoca una acción? El tránsito, la dialéctica de la cultura.

Si tú me estorbas a mí, ya no somos actos: somos inacción. La inacción es la materia prima de la palabra infamia.

La infamia es uno de los tentáculos del autoritarismo.

Y uno de esos tentáculos se extendió el 26 de septiembre de 2014 para atrapar a 43 estudiantes (la mayoría hijos de familias pobres) de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero.

Hasta el día de hoy no se sabe de ellos. La indignación ha sido generalizada. Es como si de pronto a todos nos hubiesen caído gotas de ácido y de ira en los ojos.

Las líneas de Octavio Paz, a propósito sobre la Matanza del 2 de octubre del 68, son más que vigentes: “La vergüenza es ira/ vuelta contra uno mismo:/ si/ una nación entera se avergüenza/ es león que se agazapa/ para saltar.”

Diógenes Laercio en Vidas de los filósofos más ilustres, apunta: “Museo fue hijo de Eumolpo, y según dicen, el primero que escribió en verso la Generación de los dioses. Dícese que murió en Falera, y se le puso por epitafio esta elegía: En este monumento sepultado/ guarda el suelo falérico a Museo,/ hijo de Eumolpo, muerto cuanto al cuerpo.”

“Muerto cuanto al cuerpo”. La memoria nunca muere. Se perpetúa en el seno de esta patria nuestra.

Te levantas temprano. Es viernes 26. Te desayunas un par de huevos con algo de jamón y una taza de café negro. Mamá te da los últimos cincuenta pesos que tiene para tu camión. Le das un beso. Te despides con los primeros rayos del sol.

Aguardas veinte minutos el autobús de Chilpa a Ayotzinapa. Otros cuarenta minutos y llegas a la Normal. Algo te dicen dos compañeros. Estás de acuerdo. Esto ya no puede esperar.

Al salir de las clases la reunión es en … Por la tarde, lo sabemos, ya no sabemos de ti y de los otros 42. La espera aún continúa…

Si tú me estorbas a mí, ya no somos actos: somos inacción. La inacción es la materia prima de la palabra infamia.