/ miércoles 15 de agosto de 2018

70 años de “Una familia de tantas”

(Primera de dos partes)

Existe un amplio consenso en el estudio de la antropología en considerar que el espacio geográfico, o si se quiere, el espacio objeto de la geografía, es un espacio social; es decir, un producto de la acción humana que se produce socialmente (debido a la interacción) y, como tal, también históricamente.

En toda época, el espacio social ha estado delimitado por la cultura del grupo social imperante. Así, la acción humana le ha rendido cuentas a eso llamado usos y costumbres, en razón por lo que puede decirse que el mismo desierto, la selva más recóndita y la tundra más gélida pueden ser convertidos (de hecho lo son) en sendos espacios sociales.

En el caso de México, y para fines del presente texto, podemos acotar que en la película de 1948 Una Familia de Tantas, dirigida por Alejandro Galindo, puede apreciarse un espacio social específico: el de la familia clasemediera urbana.

Contextualizando al filme es importante señalar que en la época en que fue realizado, México era gobernado por el PRI y el presidente del país era Miguel Alemán cuya administración se caracterizó por la industrialización de México, así como por una disminución de las exportaciones y un aumento del déficit en la balanza de pagos.

Siempre se dijo que durante el sexenio alemanista el país alcanzó estabilidad económica y se vio fortalecida la clase media. Incluso, la paridad del peso frente al dólar, de 12.50, se prolongó durante tres sexenios. A esta situación se le dio en llamar milagro mexicano.

En tal espacio social germinó en nuestro país una sociedad capaz de adquirir bienes materiales y niveles de esparcimiento nunca antes vistos. La post guerra pintó al mundo en dos colores: los rojos bajo la influencia de la Unión Soviética, los azules bajo el rigor de los Estados Unidos de América.

México, quien toda la vida ha proclamado su neutralidad política de acuerdo a la doctrina diplomática Estrada, de la no intervención, en los años cuarenta tuvo en su relación internacional con los países del orbe un respetuoso intercambio cultural, comercial y político. Aunque llama la atención que el partido gobernante, el PRI, extendía de manera significativa sus tentáculos y redes de intereses sociales para instalarse como un eje de poder cuasi absoluto.

En este ámbito es que la sociedad mexicana de esos años tuvo bajo sus pies una línea claramente divisoria. De un lado podía verse amplios segmentos conservadores; por el otro, sectores digamos progresistas. El avance económico del país no necesariamente tendría que haber reflejado un paralelismo con el devenir social, sin embargo mucho de la inercia que como sociedad se veía está bien capturada por el personaje del vendedor (David Silva) del filme que nos ocupa al endilgarle una aspiradora moderna a la familia Cataño encabezada por el padre despótico (Fernando Soler) quien prácticamente decide qué hagan sus esposa y sus hijos.

Una Familia de Tantas es un reflejo, mejor dicho es una mirada antropológica de la sociedad mexicana de aquella época en el sentido que, mediante la ficción recrea actitudes y prototipos de conductas y personajes representativos de los esquemas sociales del México de finales de la primera mitad del siglo veinte.

La figura del padre, el tlatoani per se de las familias de este país, es representado de forma estupenda por Fernando Soler otorgándole al personaje un aire de verdadero coraje por su manera de ser para con los suyos. Hasta la esposa tiene que “recibir” el permiso del marido para irle a dar las buenas noches a sus hijas a los aposentos. El hijo mayor, tenedor de libros (los que hoy es contador), está sujeto a la tutela emocional e intelectual del padre.

Sin embargo, el personaje toral del filme es el vendedor de aspiradoras el cual significa la modernidad que viene a confrontarse con una familia “empolvada” por las costumbres casi porfirianas (de hecho, hay un retrato de Porfirio Díaz en la sala de la casa de la familia Cataño)…

(Primera de dos partes)

Existe un amplio consenso en el estudio de la antropología en considerar que el espacio geográfico, o si se quiere, el espacio objeto de la geografía, es un espacio social; es decir, un producto de la acción humana que se produce socialmente (debido a la interacción) y, como tal, también históricamente.

En toda época, el espacio social ha estado delimitado por la cultura del grupo social imperante. Así, la acción humana le ha rendido cuentas a eso llamado usos y costumbres, en razón por lo que puede decirse que el mismo desierto, la selva más recóndita y la tundra más gélida pueden ser convertidos (de hecho lo son) en sendos espacios sociales.

En el caso de México, y para fines del presente texto, podemos acotar que en la película de 1948 Una Familia de Tantas, dirigida por Alejandro Galindo, puede apreciarse un espacio social específico: el de la familia clasemediera urbana.

Contextualizando al filme es importante señalar que en la época en que fue realizado, México era gobernado por el PRI y el presidente del país era Miguel Alemán cuya administración se caracterizó por la industrialización de México, así como por una disminución de las exportaciones y un aumento del déficit en la balanza de pagos.

Siempre se dijo que durante el sexenio alemanista el país alcanzó estabilidad económica y se vio fortalecida la clase media. Incluso, la paridad del peso frente al dólar, de 12.50, se prolongó durante tres sexenios. A esta situación se le dio en llamar milagro mexicano.

En tal espacio social germinó en nuestro país una sociedad capaz de adquirir bienes materiales y niveles de esparcimiento nunca antes vistos. La post guerra pintó al mundo en dos colores: los rojos bajo la influencia de la Unión Soviética, los azules bajo el rigor de los Estados Unidos de América.

México, quien toda la vida ha proclamado su neutralidad política de acuerdo a la doctrina diplomática Estrada, de la no intervención, en los años cuarenta tuvo en su relación internacional con los países del orbe un respetuoso intercambio cultural, comercial y político. Aunque llama la atención que el partido gobernante, el PRI, extendía de manera significativa sus tentáculos y redes de intereses sociales para instalarse como un eje de poder cuasi absoluto.

En este ámbito es que la sociedad mexicana de esos años tuvo bajo sus pies una línea claramente divisoria. De un lado podía verse amplios segmentos conservadores; por el otro, sectores digamos progresistas. El avance económico del país no necesariamente tendría que haber reflejado un paralelismo con el devenir social, sin embargo mucho de la inercia que como sociedad se veía está bien capturada por el personaje del vendedor (David Silva) del filme que nos ocupa al endilgarle una aspiradora moderna a la familia Cataño encabezada por el padre despótico (Fernando Soler) quien prácticamente decide qué hagan sus esposa y sus hijos.

Una Familia de Tantas es un reflejo, mejor dicho es una mirada antropológica de la sociedad mexicana de aquella época en el sentido que, mediante la ficción recrea actitudes y prototipos de conductas y personajes representativos de los esquemas sociales del México de finales de la primera mitad del siglo veinte.

La figura del padre, el tlatoani per se de las familias de este país, es representado de forma estupenda por Fernando Soler otorgándole al personaje un aire de verdadero coraje por su manera de ser para con los suyos. Hasta la esposa tiene que “recibir” el permiso del marido para irle a dar las buenas noches a sus hijas a los aposentos. El hijo mayor, tenedor de libros (los que hoy es contador), está sujeto a la tutela emocional e intelectual del padre.

Sin embargo, el personaje toral del filme es el vendedor de aspiradoras el cual significa la modernidad que viene a confrontarse con una familia “empolvada” por las costumbres casi porfirianas (de hecho, hay un retrato de Porfirio Díaz en la sala de la casa de la familia Cataño)…