/ sábado 24 de abril de 2021

Ambiente y desarrollo | El agua del futuro

Curiosa y vital es nuestra dependencia del agua. Sabemos que el 70% de nuestro cuerpo es líquido y que de manera análoga todos los seres vivos tienen esta misma proporción y dependencia del vital líquido: agua.

Sin embargo, el hombre no solo depende vitalmente del agua, sino que ha generado una interdependencia hoy crítica del agua para sus labores cotidianas, comerciales, agrícolas, ganaderas e industriales, que exigen un mayor volumen de agua que debemos asegurar para subsistir.

Cada uno de nosotros en promedio utilizamos 250 litros de agua para cubrir nuestras necesidades diarias: bañarnos, lavar platos, lavar ropa, limpieza del hogar, etc. 250 litros de agua es equivalente al consumo de 12 garrafones de agua por día por cada uno de nosotros (quizá no lo habíamos reflexionado de esta manera).

Actividades como la agricultura, ganadería y la industria textilera consumen muchas veces más que nuestro consumo cotidiano y que es difícil encontrar un marco de referencia por dimensionar su impacto, digamos que consumen cientos de miles de garrafones por día respecto al uso humano promedio.

Ante la escasez de agua que estamos enfrentando por la sobreexplotación de acuíferos, la contaminación del agua y los cambios climáticos globales es impostergable que hagamos ya algo a todos los niveles.

¿Cómo podríamos reducir el consumo de agua y su contaminación?

Quizás la respuesta sea muy fácil: con tecnologías innovadoras.

Deberíamos diseñar ropa que no requiera lavarse o que sea desechable (pero degradable); la higiene personal a base de toallas húmedas con desinfectante y de bajo costo; texturas y colores de pinturas que aplicados a los autos no requieran ser lavados continuamente.

Modificar nuestras vanidades, por ejemplo, usemos todos el pelo corto para reducir la necesidad de su lavado y arreglo continuo; manejar una apariencia virtual aprovechando los teléfonos inteligentes y reducir la necesidad de un amplio guardarropa.

Ésta es una visión de un nuevo estilo de vida, de un futuro no muy lejano y quizás predecible o condicionado por las problemáticas ambientales que nos ha obligado a modificar nuestros hábitos de vida.

Una premisa importante debe de ser el reducir el consumo y no incrementar la infraestructura hidráulica por la extracción de más agua; aunque la desalinización es una alternativa factible (cara aún) ésta sólo alentará y aumentará su déficit y su contaminación consecuente.

El agua no se crea ni se destruye, solo se transforma. Hagamos que su transformación no la inutilice y hagamos mejor que sea un patrimonio de la humanidad.

Curiosa y vital es nuestra dependencia del agua. Sabemos que el 70% de nuestro cuerpo es líquido y que de manera análoga todos los seres vivos tienen esta misma proporción y dependencia del vital líquido: agua.

Sin embargo, el hombre no solo depende vitalmente del agua, sino que ha generado una interdependencia hoy crítica del agua para sus labores cotidianas, comerciales, agrícolas, ganaderas e industriales, que exigen un mayor volumen de agua que debemos asegurar para subsistir.

Cada uno de nosotros en promedio utilizamos 250 litros de agua para cubrir nuestras necesidades diarias: bañarnos, lavar platos, lavar ropa, limpieza del hogar, etc. 250 litros de agua es equivalente al consumo de 12 garrafones de agua por día por cada uno de nosotros (quizá no lo habíamos reflexionado de esta manera).

Actividades como la agricultura, ganadería y la industria textilera consumen muchas veces más que nuestro consumo cotidiano y que es difícil encontrar un marco de referencia por dimensionar su impacto, digamos que consumen cientos de miles de garrafones por día respecto al uso humano promedio.

Ante la escasez de agua que estamos enfrentando por la sobreexplotación de acuíferos, la contaminación del agua y los cambios climáticos globales es impostergable que hagamos ya algo a todos los niveles.

¿Cómo podríamos reducir el consumo de agua y su contaminación?

Quizás la respuesta sea muy fácil: con tecnologías innovadoras.

Deberíamos diseñar ropa que no requiera lavarse o que sea desechable (pero degradable); la higiene personal a base de toallas húmedas con desinfectante y de bajo costo; texturas y colores de pinturas que aplicados a los autos no requieran ser lavados continuamente.

Modificar nuestras vanidades, por ejemplo, usemos todos el pelo corto para reducir la necesidad de su lavado y arreglo continuo; manejar una apariencia virtual aprovechando los teléfonos inteligentes y reducir la necesidad de un amplio guardarropa.

Ésta es una visión de un nuevo estilo de vida, de un futuro no muy lejano y quizás predecible o condicionado por las problemáticas ambientales que nos ha obligado a modificar nuestros hábitos de vida.

Una premisa importante debe de ser el reducir el consumo y no incrementar la infraestructura hidráulica por la extracción de más agua; aunque la desalinización es una alternativa factible (cara aún) ésta sólo alentará y aumentará su déficit y su contaminación consecuente.

El agua no se crea ni se destruye, solo se transforma. Hagamos que su transformación no la inutilice y hagamos mejor que sea un patrimonio de la humanidad.