/ domingo 20 de septiembre de 2020

Añoranzas | Con un celular en la mano

Ayer me dejaron a mi cuidado a una vecinita de cinco años mientras sus padres se iban al cine. Lo más fácil que se me ocurrió para entretenerla fue contarle un cuento. Le estaba contando Hanzel y Gretel y cuando llegué a la parte en donde los hermanitos se pierden en el bosque y anochece los hermanitos tiran bolitas de pan como señal para que su papá los encuentre. Haciendo dramática la narración bajé la voz.

Mi vecinita en vez de asustarse me dijo intrigada: ¿Y por qué no le llaman a su papá por el celular? Y por primera vez pensé que los niños de hoy no saben que hubo una vida antes de la telefonía inalámbrica, y descubrí qué espantosa sería la literatura si el celular hubiera existido siempre.

En cualquier historia clásica, Blanca Nieves, Caperucita, Cien años de soledad. En cualquier historia pongamos un celular en el bolsillo de los protagonistas, ¿funciona la trama? ¡Claro que no! Ya que los personajes pueden llamarse de cualquier lugar.

Con un celular en la mano, por ejemplo, Penélope no hubiera esperado con incertidumbre a que su amado guerrero volviera del combate y ya no tejería años aburrida. Con un celular en su canasta, Caperucita Roja alertaría a la abuela a tiempo de que el lobo estaba en camino para comérsela. En el cuento Pinocho, el carpintero Gepetto recibiría un WhatsApp avisándole la maestra que Pinocho no había ido a la escuela. Tom Sawyer no se hubiera perdido en el río Mississippi, de haber tenido uno. La hermosa novela El Coronel no tiene quién le escriba del colombiano Gabriel García Márquez tampoco hubiera podido ser escrita porque con un WhatsApp le avisarían que su pensión ya estaba depositada.

Un enorme porcentaje de las historias escritas tuvieron como principal protagonista la falta de comunicación. Ninguna historia de amor hubiera sido un clásico si los amantes hubieran tenido un teléfono inalámbrico. Existen las historias inmortales gracias a que en el tiempo en que fueron escritas no había comunicación.

La historia más romántica de la literatura universal, Romeo y Julieta, basa todo su dramatismo en la incomunicación. Julieta finge un suicidio, el enamorado la cree muerta y se mata, entonces cuando ella despierta se suicida de verdad. Si hubiera tenido un celular le hubiera escrito a su amado un mensaje de texto: “Romeo, me estoy haciendo la muerta, un beso y nos vemos en Verona”.

Las nuevas historias están perdiendo el brillo, el suspenso, la intriga. Todas, las escritas y las vividas, incluso las imaginadas porque se están convirtiendo en héroes o heroínas descafeinadas, debido al celular.

La historia más romántica de la literatura universal Romeo y Julieta basa todo su dramatismo en la incomunicación

Ayer me dejaron a mi cuidado a una vecinita de cinco años mientras sus padres se iban al cine. Lo más fácil que se me ocurrió para entretenerla fue contarle un cuento. Le estaba contando Hanzel y Gretel y cuando llegué a la parte en donde los hermanitos se pierden en el bosque y anochece los hermanitos tiran bolitas de pan como señal para que su papá los encuentre. Haciendo dramática la narración bajé la voz.

Mi vecinita en vez de asustarse me dijo intrigada: ¿Y por qué no le llaman a su papá por el celular? Y por primera vez pensé que los niños de hoy no saben que hubo una vida antes de la telefonía inalámbrica, y descubrí qué espantosa sería la literatura si el celular hubiera existido siempre.

En cualquier historia clásica, Blanca Nieves, Caperucita, Cien años de soledad. En cualquier historia pongamos un celular en el bolsillo de los protagonistas, ¿funciona la trama? ¡Claro que no! Ya que los personajes pueden llamarse de cualquier lugar.

Con un celular en la mano, por ejemplo, Penélope no hubiera esperado con incertidumbre a que su amado guerrero volviera del combate y ya no tejería años aburrida. Con un celular en su canasta, Caperucita Roja alertaría a la abuela a tiempo de que el lobo estaba en camino para comérsela. En el cuento Pinocho, el carpintero Gepetto recibiría un WhatsApp avisándole la maestra que Pinocho no había ido a la escuela. Tom Sawyer no se hubiera perdido en el río Mississippi, de haber tenido uno. La hermosa novela El Coronel no tiene quién le escriba del colombiano Gabriel García Márquez tampoco hubiera podido ser escrita porque con un WhatsApp le avisarían que su pensión ya estaba depositada.

Un enorme porcentaje de las historias escritas tuvieron como principal protagonista la falta de comunicación. Ninguna historia de amor hubiera sido un clásico si los amantes hubieran tenido un teléfono inalámbrico. Existen las historias inmortales gracias a que en el tiempo en que fueron escritas no había comunicación.

La historia más romántica de la literatura universal, Romeo y Julieta, basa todo su dramatismo en la incomunicación. Julieta finge un suicidio, el enamorado la cree muerta y se mata, entonces cuando ella despierta se suicida de verdad. Si hubiera tenido un celular le hubiera escrito a su amado un mensaje de texto: “Romeo, me estoy haciendo la muerta, un beso y nos vemos en Verona”.

Las nuevas historias están perdiendo el brillo, el suspenso, la intriga. Todas, las escritas y las vividas, incluso las imaginadas porque se están convirtiendo en héroes o heroínas descafeinadas, debido al celular.

La historia más romántica de la literatura universal Romeo y Julieta basa todo su dramatismo en la incomunicación