/ domingo 3 de enero de 2021

Añoranzas | Dolce far niente

En casi todos los países los trabajadores llegan a la edad de la jubilación, palabra que se deriva de júbilo, alegría. El trabajo se visualiza como pena o castigo que hay que pagar. “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, sentenció el Señor en el paraíso como castigo a la ambición y a la desobediencia. Nada más lejos de la realidad. Quien trabaja en lo que le gusta ni se cansa ni se aburre, disfruta y es su vida, porque no hay mayor felicidad que desempeñar un trabajo que nos interese, nos gratifique y nos realice.

Generalmente la jubilación llega cuando el empleado aún se siente productivo y capaz, pero la ley es la ley y hay que aceptarlo y prepararnos mentalmente para ese temido o esperado momento. Los italianos tienen una expresión cantarina: “DOLCE FAR NIENTE”, que traducido significa “dulce flojera”, que es lo mismo que dedicarse a la refinada holgazanería, o una vagancia de “poca madre”, diría el gran Clavillazo, o al “producto avícola”, diría la raza.

Al principio el jubilado no encuentra su lugar, siente que estorba y da vueltas como el caballo a la noria por toda la casa metiéndose en asuntos domésticos que antes desconocía, metiendo su “cuchara” en todo acontecimiento con las consabidas broncas familiares que provoca un metiche…

Tiene la opción de dedicarse a la contemplación, a la lectura, a escuchar su música preferida y a ver los programas de la tele que antes no lo dejaban escoger y ya es dueño del control, o puede abandonarse al relax absoluto, aunque esta rutina tiene el inconveniente del desparrame del cuerpo a todo lo ancho. Para felicidad de la señora de la casa, el marido tiene la opción de reunirse a tomar café, de preferencia todas las tardes con amigos jubilados para tratar parte de “arreglar el mundo” con sus broncas casi infantiles, que no llegan a más.

El jubilado vive una nueva etapa en su vida, no con la zozobra y arrojo de la juventud, sino con más reencuentro, más reflexión y más cosecha. Disfrutarla entre la familia, los amigos con optimismo reflejando de cara a los demás que aún se tienen bríos y fuerzas para ser feliz y sobre todo mantener la lujosa esperanza de que el ocio es algo pleno y enriquecedor, la última oportunidad de encontrarse así mismo.

En casi todos los países los trabajadores llegan a la edad de la jubilación, palabra que se deriva de júbilo, alegría. El trabajo se visualiza como pena o castigo que hay que pagar. “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, sentenció el Señor en el paraíso como castigo a la ambición y a la desobediencia. Nada más lejos de la realidad. Quien trabaja en lo que le gusta ni se cansa ni se aburre, disfruta y es su vida, porque no hay mayor felicidad que desempeñar un trabajo que nos interese, nos gratifique y nos realice.

Generalmente la jubilación llega cuando el empleado aún se siente productivo y capaz, pero la ley es la ley y hay que aceptarlo y prepararnos mentalmente para ese temido o esperado momento. Los italianos tienen una expresión cantarina: “DOLCE FAR NIENTE”, que traducido significa “dulce flojera”, que es lo mismo que dedicarse a la refinada holgazanería, o una vagancia de “poca madre”, diría el gran Clavillazo, o al “producto avícola”, diría la raza.

Al principio el jubilado no encuentra su lugar, siente que estorba y da vueltas como el caballo a la noria por toda la casa metiéndose en asuntos domésticos que antes desconocía, metiendo su “cuchara” en todo acontecimiento con las consabidas broncas familiares que provoca un metiche…

Tiene la opción de dedicarse a la contemplación, a la lectura, a escuchar su música preferida y a ver los programas de la tele que antes no lo dejaban escoger y ya es dueño del control, o puede abandonarse al relax absoluto, aunque esta rutina tiene el inconveniente del desparrame del cuerpo a todo lo ancho. Para felicidad de la señora de la casa, el marido tiene la opción de reunirse a tomar café, de preferencia todas las tardes con amigos jubilados para tratar parte de “arreglar el mundo” con sus broncas casi infantiles, que no llegan a más.

El jubilado vive una nueva etapa en su vida, no con la zozobra y arrojo de la juventud, sino con más reencuentro, más reflexión y más cosecha. Disfrutarla entre la familia, los amigos con optimismo reflejando de cara a los demás que aún se tienen bríos y fuerzas para ser feliz y sobre todo mantener la lujosa esperanza de que el ocio es algo pleno y enriquecedor, la última oportunidad de encontrarse así mismo.