/ domingo 22 de agosto de 2021

Añoranzas | El arte como terapia

Harta ya de escuchar malas noticias, malos presagios y tragedias me dije: Algo tengo que hacer, no me puedo quedar sentada frente al televisor, en el radio o en el teléfono paralizada de terror y arraigada en mi casa sin querer poner un pie fuera de ella, o lo que es peor, escuchando chismes y rumores sobre el coronavirus y sobre la situación política de nuestro país que tanto mal hace.

Así es que me decidí, me puse mi cubrebocas, puse en mi bolsa el gel antibacterial y pasé por una amiga que estaba en el mismo estado anímico que yo y nos fuimos directamente al taller ICREA de pintura y dibujo de nuestras queridas amigas, la gran pintora Julia y María Julia, su talentosa hija.

Con música suave de jazz de fondo y un ambiente relajado las encantadoras maestras nos invitaron a dibujar lo que nos diera la gana. Dibujen lo que les venga a la mente o simplemente lo que sientan en estos momentos de sus vidas.

Mi amiga empezó a deslizar los colores concentrada, yo hice lo mismo. El grupo convivió toda la mañana en total camaradería compartiendo colores y sacapuntas.

Con el carisma que la caracteriza, Julia nos decía que todo es arte, expresar tu sentir es arte y en todo lo encuentras. Los chinos lo entienden bien, tienen el arte del té, el arte de la jardinería, el arte marcial, el arte de dar un paseo, el arte de dormir la siesta, el arte del amor, el arte de la gastronomía, el arte de convivir con la naturaleza , el arte de conversar, el arte de vivir…

Cuando terminó la clase compartimos felices nuestros dibujos. Yo traté de hacer un caracol que terminó en una montaña con un árbol frondoso muy verde. Para mi sorpresa, mi amiga que estaba tan deprimida dibujó un tranquilo mar azul y en el horizonte un sol amarillo radiante. Salimos felices, relajadas y decididas a continuar dos veces a la semana con nuestra clase de arte.

Terapia pura, alimento para el espíritu. Lo creativo y lo receptivo son el verdadero secreto de los cambios y nosotras ya empezamos.

Por unas horas olvidamos todos nuestros pesares. No se habló de vacunas ni de parientes y amigos muertos, no intercambiamos recetas domésticas para evitar el virus ni hablamos del partido político de nuestra preferencia ni auguramos el desastre económico que se ve venir.

Eludimos los tópicos comunes de estos días que vivimos y que nos puede llevar a la época de los romanos que alentaban al león para que se comiera al cristiano y que puede llevar a un linchamiento salvaje que en nada beneficiaría a nuestra patria.

Así ¿o más claro?

Harta ya de escuchar malas noticias, malos presagios y tragedias me dije: Algo tengo que hacer, no me puedo quedar sentada frente al televisor, en el radio o en el teléfono paralizada de terror y arraigada en mi casa sin querer poner un pie fuera de ella, o lo que es peor, escuchando chismes y rumores sobre el coronavirus y sobre la situación política de nuestro país que tanto mal hace.

Así es que me decidí, me puse mi cubrebocas, puse en mi bolsa el gel antibacterial y pasé por una amiga que estaba en el mismo estado anímico que yo y nos fuimos directamente al taller ICREA de pintura y dibujo de nuestras queridas amigas, la gran pintora Julia y María Julia, su talentosa hija.

Con música suave de jazz de fondo y un ambiente relajado las encantadoras maestras nos invitaron a dibujar lo que nos diera la gana. Dibujen lo que les venga a la mente o simplemente lo que sientan en estos momentos de sus vidas.

Mi amiga empezó a deslizar los colores concentrada, yo hice lo mismo. El grupo convivió toda la mañana en total camaradería compartiendo colores y sacapuntas.

Con el carisma que la caracteriza, Julia nos decía que todo es arte, expresar tu sentir es arte y en todo lo encuentras. Los chinos lo entienden bien, tienen el arte del té, el arte de la jardinería, el arte marcial, el arte de dar un paseo, el arte de dormir la siesta, el arte del amor, el arte de la gastronomía, el arte de convivir con la naturaleza , el arte de conversar, el arte de vivir…

Cuando terminó la clase compartimos felices nuestros dibujos. Yo traté de hacer un caracol que terminó en una montaña con un árbol frondoso muy verde. Para mi sorpresa, mi amiga que estaba tan deprimida dibujó un tranquilo mar azul y en el horizonte un sol amarillo radiante. Salimos felices, relajadas y decididas a continuar dos veces a la semana con nuestra clase de arte.

Terapia pura, alimento para el espíritu. Lo creativo y lo receptivo son el verdadero secreto de los cambios y nosotras ya empezamos.

Por unas horas olvidamos todos nuestros pesares. No se habló de vacunas ni de parientes y amigos muertos, no intercambiamos recetas domésticas para evitar el virus ni hablamos del partido político de nuestra preferencia ni auguramos el desastre económico que se ve venir.

Eludimos los tópicos comunes de estos días que vivimos y que nos puede llevar a la época de los romanos que alentaban al león para que se comiera al cristiano y que puede llevar a un linchamiento salvaje que en nada beneficiaría a nuestra patria.

Así ¿o más claro?