/ domingo 23 de agosto de 2020

Añoranzas | El pan nuestro de cada día

Después de santificar el nombre del Señor y aceptar su voluntad así en la tierra como en el cielo, Jesús nos enseñó a pedir “El pan nuestro de cada día”, el pan bendito que saciar el hambre del hombre. En la celebración de la Eucaristía, el cuerpo del Señor se convierte en pan, y Dios envió el Maná (“pan del cielo”) al pueblo de Israel durante su travesía desde Egipto a la tierra prometida.

Yo considero que el oficio de panadero es muy gratificante y satisface al que lo hace. Seguramente tienen alma de niños porque haciendo el pan es como estar jugando y recordando los días de la infancia cuando hacían figuras de plastilina.

Desde muy temprana hora y siempre de pie, el panadero disfruta y se enorgullece de sus pequeñas y deliciosas obras que dan felicidad al cuerpo y al corazón. ¿A quién le dan pan que llore? Las penas, con pan son menos, dice el refrán, porque al comerlo hasta las lágrimas se evaporan.

Todos tenemos nuestro pan preferido, el mío es el sencillo y delicioso bolillo recién salido del horno, calientito, solito sin nada adentro y a mordidas. Una delicia.

El pan en sus diferentes formas y sabores, está presente en nuestro México y en su cultura. En la celebración que nos define ante el mundo, por su diversidad y belleza, fiesta y solemnidad en el camino al más allá, el pan es también parte del rito. El delicioso y original pan de muertos, adornado con frutas secas, espolvoreado de azúcar y cruzado por unas tibias, es manjar obligado en toda mesa mexicana.

La rosca de Reyes con sus muñequitos escondidos como un juego de azar que convoca a la familia a su alrededor con ingenua algarabía. ¿Quién no ha “sopeado” su churro azucarado en una taza de espumoso chocolate?

Al igual que cuando entramos a una florería nos extasiamos con el aroma de las flores, cuando entramos a una panadería nos envuelve su aroma y se nos hace agua la boca al recorrer charola en mano su estantería.

“Te amo, no cual mito, sino por tu verdad de pan bendito”, escribió López Velarde en su sublime poema “Suave Patria”.

Cuántos romances se han llevado a cabo a la hora de ir por el pan de la merienda, meciendo los enamorados la bolsa de papel de estraza amarrada con un cordoncito...

La variedad es infinita. Conchas, canillas, enamorados, cochinitos de chichimbré, orejas, semitas, polvorones, cuernos, bollos, rieles, margaritas, donas, gendarmes, hojaldres, teleras, bolillos, besos, medias noches, duquesas, etc.

Las panaderías: La Royal, La Yolanda, El Recreo, El Mejor Pan, La Colorada, La Flor de México, El Molino, La Espiga y muchas otras que se escapan a mi memoria.

Algunas de ellas ya han desaparecido y otras continúan con su clientela fiel y recurrente para llevar a su hogar ¡EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA!

Al igual que cuando entramos a una florería nos extasiamos con el aroma de las flores, cuando entramos a una panadería nos envuelve su aroma y se nos hace agua la boca al recorrer charola en mano su estantería

Después de santificar el nombre del Señor y aceptar su voluntad así en la tierra como en el cielo, Jesús nos enseñó a pedir “El pan nuestro de cada día”, el pan bendito que saciar el hambre del hombre. En la celebración de la Eucaristía, el cuerpo del Señor se convierte en pan, y Dios envió el Maná (“pan del cielo”) al pueblo de Israel durante su travesía desde Egipto a la tierra prometida.

Yo considero que el oficio de panadero es muy gratificante y satisface al que lo hace. Seguramente tienen alma de niños porque haciendo el pan es como estar jugando y recordando los días de la infancia cuando hacían figuras de plastilina.

Desde muy temprana hora y siempre de pie, el panadero disfruta y se enorgullece de sus pequeñas y deliciosas obras que dan felicidad al cuerpo y al corazón. ¿A quién le dan pan que llore? Las penas, con pan son menos, dice el refrán, porque al comerlo hasta las lágrimas se evaporan.

Todos tenemos nuestro pan preferido, el mío es el sencillo y delicioso bolillo recién salido del horno, calientito, solito sin nada adentro y a mordidas. Una delicia.

El pan en sus diferentes formas y sabores, está presente en nuestro México y en su cultura. En la celebración que nos define ante el mundo, por su diversidad y belleza, fiesta y solemnidad en el camino al más allá, el pan es también parte del rito. El delicioso y original pan de muertos, adornado con frutas secas, espolvoreado de azúcar y cruzado por unas tibias, es manjar obligado en toda mesa mexicana.

La rosca de Reyes con sus muñequitos escondidos como un juego de azar que convoca a la familia a su alrededor con ingenua algarabía. ¿Quién no ha “sopeado” su churro azucarado en una taza de espumoso chocolate?

Al igual que cuando entramos a una florería nos extasiamos con el aroma de las flores, cuando entramos a una panadería nos envuelve su aroma y se nos hace agua la boca al recorrer charola en mano su estantería.

“Te amo, no cual mito, sino por tu verdad de pan bendito”, escribió López Velarde en su sublime poema “Suave Patria”.

Cuántos romances se han llevado a cabo a la hora de ir por el pan de la merienda, meciendo los enamorados la bolsa de papel de estraza amarrada con un cordoncito...

La variedad es infinita. Conchas, canillas, enamorados, cochinitos de chichimbré, orejas, semitas, polvorones, cuernos, bollos, rieles, margaritas, donas, gendarmes, hojaldres, teleras, bolillos, besos, medias noches, duquesas, etc.

Las panaderías: La Royal, La Yolanda, El Recreo, El Mejor Pan, La Colorada, La Flor de México, El Molino, La Espiga y muchas otras que se escapan a mi memoria.

Algunas de ellas ya han desaparecido y otras continúan con su clientela fiel y recurrente para llevar a su hogar ¡EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA!

Al igual que cuando entramos a una florería nos extasiamos con el aroma de las flores, cuando entramos a una panadería nos envuelve su aroma y se nos hace agua la boca al recorrer charola en mano su estantería