/ domingo 9 de mayo de 2021

Añoranzas | La capacidad de dar vida

Siempre había pensado que el Día de las Madres es un invento de los grandes almacenes para vender la tienda entera a los hijos de sus progenitoras pero no es así, me acabo de enterar que los antiguos griegos ya lo festejaban aunque el festejo no era precisamente en honor de la autora de sus días, sino a la Diosa Rea, la Madre de todas las batallas.

La costumbre ha trascendido a través del tiempo, el de festejar a la Madre, a la que nos dio el ser, a la que por culpa de Eva al convencer a Adán de comer el fruto prohibido, las mujeres que tienen la capacidad de dar vida y tienen que parir a sus hijos con dolor.

Cuando yo era niña, las monjas me ponían a bordar en punto de cruz un mantel que mi madre al recibirlo ponía cara de sorpresa (aunque ella casi lo había bordado todo) y que por supuesto usaba con maternal orgullo. Cuando fui madre acudí feliz a todos los festivales del día de la Madre. Con gran emoción recibí todas sus cartitas, separadores, mantelitos, imanes para el refrigerador, macetitas, que me trajeron un mes antes corriendo de tienda en tienda comprando el material que pedían las maestras para el regalito que casi siempre y última hora acababa haciéndolo yo, además del disfraz que se pondrían mis hijas ese día tan especial.

Era un día festivo para nosotras y para los niños que emocionados se presentaban en la escuela disfrazados de la mano de su mamá para participar en el evento y cuyo programa de desfile de disfraces, poesías y bailables se habían ensayado hasta el cansancio dirigidas por las festejadas.

Hoy, que nuestros hijos están casados y tienen otra familia, el evento es muy diferente. Las “mamás” somos las invitadas a una reunión familiar para festejarnos. Se acabaron las prisas y los apuros; Para nosotras son los regalos las “mañanitas” los pasteles y los dulces, es la ley del espejo. Sin duda será una celebración diferente, ya que las disfrazadas seremos las “mamás” porque debido a la pandemia y aunque estemos vacunadas, llevamos el horrible “bozal”.

Imposible quitarnos de la mente a las madres mexicanas que han perdido a sus hijos últimamente. Los niños que pierden la lucha contra el cáncer por falta de medicamentos y cuyas madres claman justicia. Los acribillados niños LeBarón de Sonora, infinidad de niños víctimas de la violencia intrafamiliar y el pequeño Brando muerto en el terrible accidente del Metro, que pudo haberse evitado y cuya madre organizará una protesta en un parque de la Cd. de México en protesta por los hijos desaparecidos al igual que las Madres de mayo en Argentina que no se conforman por la desaparición de sus hijos y que claman justicia. Las mueve un dolor que no es comparable con un dolor que no se compara con ninguno. Un dolor en medio del pecho como una daga y que les durará hasta el final de sus días.

Las madres prodigan amor a sus hijos las 24 horas del día los 12 meses del año hasta el día de su muerte. La capacidad de dar vida les brinda una sensación de omnipotencia. La muerte, la oscuridad y las desdichas se alejan porque ponen en el mundo una parte de ellas, y ante este milagro todas las tristezas desaparecen.

Siempre había pensado que el Día de las Madres es un invento de los grandes almacenes para vender la tienda entera a los hijos de sus progenitoras pero no es así, me acabo de enterar que los antiguos griegos ya lo festejaban aunque el festejo no era precisamente en honor de la autora de sus días, sino a la Diosa Rea, la Madre de todas las batallas.

La costumbre ha trascendido a través del tiempo, el de festejar a la Madre, a la que nos dio el ser, a la que por culpa de Eva al convencer a Adán de comer el fruto prohibido, las mujeres que tienen la capacidad de dar vida y tienen que parir a sus hijos con dolor.

Cuando yo era niña, las monjas me ponían a bordar en punto de cruz un mantel que mi madre al recibirlo ponía cara de sorpresa (aunque ella casi lo había bordado todo) y que por supuesto usaba con maternal orgullo. Cuando fui madre acudí feliz a todos los festivales del día de la Madre. Con gran emoción recibí todas sus cartitas, separadores, mantelitos, imanes para el refrigerador, macetitas, que me trajeron un mes antes corriendo de tienda en tienda comprando el material que pedían las maestras para el regalito que casi siempre y última hora acababa haciéndolo yo, además del disfraz que se pondrían mis hijas ese día tan especial.

Era un día festivo para nosotras y para los niños que emocionados se presentaban en la escuela disfrazados de la mano de su mamá para participar en el evento y cuyo programa de desfile de disfraces, poesías y bailables se habían ensayado hasta el cansancio dirigidas por las festejadas.

Hoy, que nuestros hijos están casados y tienen otra familia, el evento es muy diferente. Las “mamás” somos las invitadas a una reunión familiar para festejarnos. Se acabaron las prisas y los apuros; Para nosotras son los regalos las “mañanitas” los pasteles y los dulces, es la ley del espejo. Sin duda será una celebración diferente, ya que las disfrazadas seremos las “mamás” porque debido a la pandemia y aunque estemos vacunadas, llevamos el horrible “bozal”.

Imposible quitarnos de la mente a las madres mexicanas que han perdido a sus hijos últimamente. Los niños que pierden la lucha contra el cáncer por falta de medicamentos y cuyas madres claman justicia. Los acribillados niños LeBarón de Sonora, infinidad de niños víctimas de la violencia intrafamiliar y el pequeño Brando muerto en el terrible accidente del Metro, que pudo haberse evitado y cuya madre organizará una protesta en un parque de la Cd. de México en protesta por los hijos desaparecidos al igual que las Madres de mayo en Argentina que no se conforman por la desaparición de sus hijos y que claman justicia. Las mueve un dolor que no es comparable con un dolor que no se compara con ninguno. Un dolor en medio del pecho como una daga y que les durará hasta el final de sus días.

Las madres prodigan amor a sus hijos las 24 horas del día los 12 meses del año hasta el día de su muerte. La capacidad de dar vida les brinda una sensación de omnipotencia. La muerte, la oscuridad y las desdichas se alejan porque ponen en el mundo una parte de ellas, y ante este milagro todas las tristezas desaparecen.