/ domingo 25 de octubre de 2020

Añoranzas | Octubre se viste de rosa

Hicimos un juramento el día que nos graduamos de preparatoria, siempre estaríamos en contacto y nos reuniríamos en el mismo lugar cada año porque nuestra amistad debía trascender a través del tiempo y la distancia. En el Internado de las Hermanas del Verbo Encarnado en Monterrey hicimos una gran hermandad, de esa fraternidad que se hace en la adolescencia y que jamás termina, porque es para siempre.

Intercambiamos fotografías, direcciones, teléfonos e infinidad de recuerdos y entre lágrimas y risas nos despedimos con un “hasta pronto”. Regresamos dieciséis amigas a nuestro lugar de origen a seguir nuestro destino. Nos mantendríamos en contacto y nos reuniríamos en Monterrey cada dos años por lo menos.

Y así fueron los primeros años, después nuestros encuentros se fueron espaciando poco a poco. Unas nos casamos, otras trabajaban o seguían una carrera universitaria y ya era difícil coincidir con nuestros encuentros o simplemente tenían su vida complicada. Siempre estuvimos en contacto, porque nunca falta la compañera que se encarga de estos asuntos y se echa la tarea de tenernos al tanto de nuestra hermandad.

A pesar de los impedimentos, tuvimos muchos encuentros. Nuestras reuniones transcurrían entre anécdotas del colegio y “puestas al día” de nuestras vidas, nuestras luchas, logros y fracasos, desencantos, alegrías, y tristezas. Una terapia de grupo invaluable. Hace un par de meses nos volvimos a reunir después de una tregua de cuatro años. Una de ellas ofreció su hermosa casa en la Riviera Maya para nuestro evento. Con gran ilusión preparamos la reunión. Se hizo un emotivo video de nuestros encuentros y un gran póster con fotografías de nuestras familias. La mayoría de nosotras ya venerables abuelas, otras divorciadas o simplemente solas.

Cuando nos volvimos a encontrar nos abrazamos con gran cariño y emoción y un gran dolor al volvernos a reunir. Nos pusimos de acuerdo y todas fuimos vestidas con prendas en tonos ROSA, el color distintivo de la lucha contra el cáncer. A cuatro de nuestras compañeras las había vencido la terrible enfermedad y dos de ellas se encuentran luchando con valor y entereza en contra de un enemigo implacable y cruel: el cáncer de mama.

Durante todo el mes de octubre, los monumentos más representativos de todo el mundo se iluminan de color rosa, un acto simbólico que tiene como principal objetivo concienciar a las mujeres de la prevención y el chequeo periódico con el fin de vencer a un “Caballo Apocalíptico” que nos acecha sin piedad.

A cuatro de nuestras compañeras las había vencido la terrible enfermedad y dos de ellas se encuentran luchando con valor y entereza en contra de un enemigo implacable y cruel: el cáncer de mama.

Hicimos un juramento el día que nos graduamos de preparatoria, siempre estaríamos en contacto y nos reuniríamos en el mismo lugar cada año porque nuestra amistad debía trascender a través del tiempo y la distancia. En el Internado de las Hermanas del Verbo Encarnado en Monterrey hicimos una gran hermandad, de esa fraternidad que se hace en la adolescencia y que jamás termina, porque es para siempre.

Intercambiamos fotografías, direcciones, teléfonos e infinidad de recuerdos y entre lágrimas y risas nos despedimos con un “hasta pronto”. Regresamos dieciséis amigas a nuestro lugar de origen a seguir nuestro destino. Nos mantendríamos en contacto y nos reuniríamos en Monterrey cada dos años por lo menos.

Y así fueron los primeros años, después nuestros encuentros se fueron espaciando poco a poco. Unas nos casamos, otras trabajaban o seguían una carrera universitaria y ya era difícil coincidir con nuestros encuentros o simplemente tenían su vida complicada. Siempre estuvimos en contacto, porque nunca falta la compañera que se encarga de estos asuntos y se echa la tarea de tenernos al tanto de nuestra hermandad.

A pesar de los impedimentos, tuvimos muchos encuentros. Nuestras reuniones transcurrían entre anécdotas del colegio y “puestas al día” de nuestras vidas, nuestras luchas, logros y fracasos, desencantos, alegrías, y tristezas. Una terapia de grupo invaluable. Hace un par de meses nos volvimos a reunir después de una tregua de cuatro años. Una de ellas ofreció su hermosa casa en la Riviera Maya para nuestro evento. Con gran ilusión preparamos la reunión. Se hizo un emotivo video de nuestros encuentros y un gran póster con fotografías de nuestras familias. La mayoría de nosotras ya venerables abuelas, otras divorciadas o simplemente solas.

Cuando nos volvimos a encontrar nos abrazamos con gran cariño y emoción y un gran dolor al volvernos a reunir. Nos pusimos de acuerdo y todas fuimos vestidas con prendas en tonos ROSA, el color distintivo de la lucha contra el cáncer. A cuatro de nuestras compañeras las había vencido la terrible enfermedad y dos de ellas se encuentran luchando con valor y entereza en contra de un enemigo implacable y cruel: el cáncer de mama.

Durante todo el mes de octubre, los monumentos más representativos de todo el mundo se iluminan de color rosa, un acto simbólico que tiene como principal objetivo concienciar a las mujeres de la prevención y el chequeo periódico con el fin de vencer a un “Caballo Apocalíptico” que nos acecha sin piedad.

A cuatro de nuestras compañeras las había vencido la terrible enfermedad y dos de ellas se encuentran luchando con valor y entereza en contra de un enemigo implacable y cruel: el cáncer de mama.