/ domingo 4 de abril de 2021

Añoranzas | Resucitar 

Quizá no tengamos una imagen satisfactoria de la resurrección de Cristo, porque yo creo que a la mayoría nos hubiera gustado que resucitara de una manera espectacular, con bombos y platillos, rodeada su tumba de una legión de soldados romanos aterrorizados ante el extraordinario suceso.

Pero no fue así: Cuentan que una mañana dos humildes mujeres, tristes y desconsoladas, se dirigieron hacia la tumba de Jesús y se encontraron con la sorpresa de que la losa estaba corrida y el hueco vacío; así, sin más, ni truenos ni relámpagos ni trompetas ni tambores, mucho menos fanfarrias, Jesús resucitó. ¿Será por eso que los descreídos acaso dudan de tan extraordinario acontecimiento? ¿Será que no lo vieron?

Ver para creer, decía Santo Tomás y lo repite el refrán… lo que pasa es que la vista no es el único registro que tenemos de la verdad, ni siquiera el más importante. El testimonio que vale realmente es el del sentimiento, porque nos mueve el corazón y nos da fuerza para seguir luchando. Aquel par de mujeres en aquel lugar solitario sintieron brotar la esperanza y el coraje de vivir, al igual que los apóstoles. Solo Tomás se mantuvo incrédulo hasta que vio vivo a su maestro y lo tocó. Seguramente de pronto no comprendió que no se resucita por fuera sino por dentro.

¿Por qué en este momento de la historia en la que todo parecía resuelto o estaba en proceso de que así fuera, un virus minúsculo nos muestra nuestra pequeñez? No tenemos idea del alcance y las implicaciones reales que esta pandemia tendrá, ni por cuánto tiempo ellas definirán nuestras vidas.

No hay manera de predecir un futuro más o menos estable que ya no hay y no volverá, al menos en el corto plazo. Por lo tanto, lo único que nos queda es mirar a los ojos a los más vulnerables. Se nos estruja el corazón al ver la infamia del que son los aislados pueblos indígenas de nuestro país.

Los niños mexicanos desnutridos y huérfanos de la guerra contra el narcotráfico, el tráfico de órganos, a los tantos inocentes que están perdiendo la vida. La violencia contra la mujer e infinidad de problemas culturales, sociales políticos y naturales del mundo en general, por lo que es lógico que nos hagamos preguntas que no tienen respuesta porque no la hay.

Lo que necesitamos es creer, confiar, intentar resucitar dentro de nuestro corazón y dentro del corazón de los demás, no de todos, porque es imposible, pero sí de quienes están a nuestro alcance. ¿Cómo?, simplemente que una mañana limpiemos el sepulcro de nuestros problemas, o al menos desempolvarla con nuestra presencia fiel. Porque RESUCITAR no es un triunfo individual, ni la arrogancia que causa admiración y asombro a los que nos rodean, sino colaborar todos en vaciar la tumba de nuestras desdichas.

De esta terrible situación que está viviendo el mundo entero enfrentado a un enemigo llamado “Covid-19” sumamente poderoso, cruel, traicionero y tremendamente persistente, algo muy bueno debe aflorar. Unión, solidaridad, generosidad, apoyo y respeto a nuestros semejantes y a la naturaleza, que tanta falta nos hace.

La violencia contra la mujer e infinidad de problemas culturales, sociales políticos y naturales del mundo en general, por lo que es lógico que nos hagamos preguntas que no tienen respuesta porque no la hay

Quizá no tengamos una imagen satisfactoria de la resurrección de Cristo, porque yo creo que a la mayoría nos hubiera gustado que resucitara de una manera espectacular, con bombos y platillos, rodeada su tumba de una legión de soldados romanos aterrorizados ante el extraordinario suceso.

Pero no fue así: Cuentan que una mañana dos humildes mujeres, tristes y desconsoladas, se dirigieron hacia la tumba de Jesús y se encontraron con la sorpresa de que la losa estaba corrida y el hueco vacío; así, sin más, ni truenos ni relámpagos ni trompetas ni tambores, mucho menos fanfarrias, Jesús resucitó. ¿Será por eso que los descreídos acaso dudan de tan extraordinario acontecimiento? ¿Será que no lo vieron?

Ver para creer, decía Santo Tomás y lo repite el refrán… lo que pasa es que la vista no es el único registro que tenemos de la verdad, ni siquiera el más importante. El testimonio que vale realmente es el del sentimiento, porque nos mueve el corazón y nos da fuerza para seguir luchando. Aquel par de mujeres en aquel lugar solitario sintieron brotar la esperanza y el coraje de vivir, al igual que los apóstoles. Solo Tomás se mantuvo incrédulo hasta que vio vivo a su maestro y lo tocó. Seguramente de pronto no comprendió que no se resucita por fuera sino por dentro.

¿Por qué en este momento de la historia en la que todo parecía resuelto o estaba en proceso de que así fuera, un virus minúsculo nos muestra nuestra pequeñez? No tenemos idea del alcance y las implicaciones reales que esta pandemia tendrá, ni por cuánto tiempo ellas definirán nuestras vidas.

No hay manera de predecir un futuro más o menos estable que ya no hay y no volverá, al menos en el corto plazo. Por lo tanto, lo único que nos queda es mirar a los ojos a los más vulnerables. Se nos estruja el corazón al ver la infamia del que son los aislados pueblos indígenas de nuestro país.

Los niños mexicanos desnutridos y huérfanos de la guerra contra el narcotráfico, el tráfico de órganos, a los tantos inocentes que están perdiendo la vida. La violencia contra la mujer e infinidad de problemas culturales, sociales políticos y naturales del mundo en general, por lo que es lógico que nos hagamos preguntas que no tienen respuesta porque no la hay.

Lo que necesitamos es creer, confiar, intentar resucitar dentro de nuestro corazón y dentro del corazón de los demás, no de todos, porque es imposible, pero sí de quienes están a nuestro alcance. ¿Cómo?, simplemente que una mañana limpiemos el sepulcro de nuestros problemas, o al menos desempolvarla con nuestra presencia fiel. Porque RESUCITAR no es un triunfo individual, ni la arrogancia que causa admiración y asombro a los que nos rodean, sino colaborar todos en vaciar la tumba de nuestras desdichas.

De esta terrible situación que está viviendo el mundo entero enfrentado a un enemigo llamado “Covid-19” sumamente poderoso, cruel, traicionero y tremendamente persistente, algo muy bueno debe aflorar. Unión, solidaridad, generosidad, apoyo y respeto a nuestros semejantes y a la naturaleza, que tanta falta nos hace.

La violencia contra la mujer e infinidad de problemas culturales, sociales políticos y naturales del mundo en general, por lo que es lógico que nos hagamos preguntas que no tienen respuesta porque no la hay