/ domingo 5 de septiembre de 2021

Añoranzas | Sueños de libertad

Era un 11 de noviembre de 1817 a las seis de la mañana y con un frío que calaba hasta los huesos y escoltado por cuatro soldados, Francisco Javier Mina era conducido al Cerro del Bellaco en Pénjamo, Guanajuato, en donde sería fusilado. Su delito, alta traición a España y al Rey Fernando VII.

Con la frente en alto y asumiendo su destino, el condenado a muerte vio pasar su vida entera camino al paredón. Su feliz infancia en las montañas de Ontaño, Navarra, en donde había nacido hacía 29 años. Sus compañeros de juegos y travesuras; el dulce sabor en su boca de la famosa verdura de su huerta familiar, los espárragos, las alcachofas, los pimientos y los tiernos repollos. Por lo tanto, pasó su tierna juventud en el Seminario de Pamplona y el empeño de su madre María tratando de convencerlo para marchar a Zaragoza de enlistarse en el ejército del centro para combatir a Napoleón cuando este invadió España y su lucha contra los franceses en Navarra, Aragón y la Rioja. Javier adquirió madurez, capacidad, dotes de organización y mando a partir de los sitios de Zaragoza y su vida tomaría un camino sin retorno. Tenía veintitrés años y una misión que cumplir, liberar a España de los franceses.

Después de perder la batalla en Zaragoza queda mal herido y humillado. Es llevado preso a Francia cuando la gloria de Napoleón está en su apogeo. Logra fugarse y llega a Inglaterra en donde conoce a Fray Servando Teresa de Mier que al igual que Mina combate contra la tiranía y lucha por la libertad. Lo invita a seguir la lucha con él en otro país.

En su idealista corazón solamente vive una ardiente idea, marchar al Nuevo Mundo, a América, a México a seguir con sus sueños de justicia y libertad. Nada lo convence, nada lo detiene ni las lágrimas de su madre ni la mirada enamorada de su amada.

“Los mexicanos son mis hermanos y merecen tener los mismos derechos de los españoles”, dice Mina y parte a unirse a los insurgentes. Desembarca en Soto la Marina, Tamaulipas, y empieza su lucha en San Luis Potosí, Zacatecas y Guanajuato. En el fuerte del Sombrero todo cambió, es apresado y condenado a muerte. “No soy un traidor yo solo hago la guerra al tirano de España”. Fusilado por la espalda lo último que vio el “General del Ejército Auxiliar de la Independencia” Francisco Javier Mina, fue el bellísimo cielo azul radiante de México. Terminaba así una vida corta e intensa como la vida de los héroes de leyenda.

México lo tiene en su historia como un Héroe de la Independencia, España sigue en deuda con él….

En su idealista corazón solamente vive una ardiente idea, marchar al Nuevo Mundo, a América, a México, a seguir con sus sueños de justicia y libertad. Nada lo convence, nada lo detiene ni las lágrimas de su madre ni la mirada enamorada de su amada.

Era un 11 de noviembre de 1817 a las seis de la mañana y con un frío que calaba hasta los huesos y escoltado por cuatro soldados, Francisco Javier Mina era conducido al Cerro del Bellaco en Pénjamo, Guanajuato, en donde sería fusilado. Su delito, alta traición a España y al Rey Fernando VII.

Con la frente en alto y asumiendo su destino, el condenado a muerte vio pasar su vida entera camino al paredón. Su feliz infancia en las montañas de Ontaño, Navarra, en donde había nacido hacía 29 años. Sus compañeros de juegos y travesuras; el dulce sabor en su boca de la famosa verdura de su huerta familiar, los espárragos, las alcachofas, los pimientos y los tiernos repollos. Por lo tanto, pasó su tierna juventud en el Seminario de Pamplona y el empeño de su madre María tratando de convencerlo para marchar a Zaragoza de enlistarse en el ejército del centro para combatir a Napoleón cuando este invadió España y su lucha contra los franceses en Navarra, Aragón y la Rioja. Javier adquirió madurez, capacidad, dotes de organización y mando a partir de los sitios de Zaragoza y su vida tomaría un camino sin retorno. Tenía veintitrés años y una misión que cumplir, liberar a España de los franceses.

Después de perder la batalla en Zaragoza queda mal herido y humillado. Es llevado preso a Francia cuando la gloria de Napoleón está en su apogeo. Logra fugarse y llega a Inglaterra en donde conoce a Fray Servando Teresa de Mier que al igual que Mina combate contra la tiranía y lucha por la libertad. Lo invita a seguir la lucha con él en otro país.

En su idealista corazón solamente vive una ardiente idea, marchar al Nuevo Mundo, a América, a México a seguir con sus sueños de justicia y libertad. Nada lo convence, nada lo detiene ni las lágrimas de su madre ni la mirada enamorada de su amada.

“Los mexicanos son mis hermanos y merecen tener los mismos derechos de los españoles”, dice Mina y parte a unirse a los insurgentes. Desembarca en Soto la Marina, Tamaulipas, y empieza su lucha en San Luis Potosí, Zacatecas y Guanajuato. En el fuerte del Sombrero todo cambió, es apresado y condenado a muerte. “No soy un traidor yo solo hago la guerra al tirano de España”. Fusilado por la espalda lo último que vio el “General del Ejército Auxiliar de la Independencia” Francisco Javier Mina, fue el bellísimo cielo azul radiante de México. Terminaba así una vida corta e intensa como la vida de los héroes de leyenda.

México lo tiene en su historia como un Héroe de la Independencia, España sigue en deuda con él….

En su idealista corazón solamente vive una ardiente idea, marchar al Nuevo Mundo, a América, a México, a seguir con sus sueños de justicia y libertad. Nada lo convence, nada lo detiene ni las lágrimas de su madre ni la mirada enamorada de su amada.