/ miércoles 7 de agosto de 2019

Apostilla de la globalización

Ante los eventos inherentes que trae consigo la globalización, es indispensable reflexionar sobre los impactos que se atomizan en las transgresiones de las barreras culturales y las supuestas catástrofes que se desprenden de ella.

Si nos ajustamos a Levitt, Theodore (1991) en que “la estructura de preferencias del mundo es presionada hacia un punto común homogeneizado”, es que se puede concatenar la importancia que guarda la media (medios de comunicación) en los procesos dialécticos de la identidad y la cultura con la interacción de los citados medios.

Por ello, hay que considerar al proceso cultural como un discurrir de inclusión/exclusión, donde los rasgos identitarios de un núcleo social se tensa y se desgarra en un “espacio estratégico” en un marco global. Y, apoyado en el enfoque de Martín Barbero (2002), se puede asumir que dicho proceso cultural es, en sí, una hibridación de manifestaciones políticas, religiosas, étnicas e, incluso, estéticas donde la diversidad de las experiencias de los pueblos se resisten, pero también negocian e interactúan con la globalización y esta complejidad (de la globalización y sus tensiones culturales) permite que los medios de comunicación adquieran un protagonismo insoslayable en “las construcciones de nuevas visiones del mundo”.

Pero ¿qué podemos entender por cultura en una sociedad mediatizada? Retomando la definición explayada por Giddens (1991) en cuanto a que cultura se refiere “a los valores que comparten los miembros de un grupo dado, a las normas que acatan y a los bienes materiales que producen” es que el enfoque se decanta en tres perspectivas: (a) antropológica, donde la cultura se entiende como una representación de modelos de conducta debido a elementos heredados que influyen en todas las percepciones individuales; (b) psicosociológica donde se bosqueja el problema cognoscitivo de la cultura y su coyuntura existente entre la percepción, los conocimientos y las representaciones cognoscitivas y los comportamientos y (c) sociocultural donde la sociedad se reconoce en “sus productos simbólicos” y asimila valores concretos subyacentes en actitudes y comportamientos específicos.

En los tiempos actuales en que la cultura no es noticia, ¿qué lugar ocupa en los medios de comunicación? Es sabido que la globalización se estructura en las relaciones sociales universales que unen a los pueblos y lo que afecte a una localidad repercutirá en otra que se encuentra alejada y viceversa, sin embargo no es hasta que la cultura o el hecho cultural se extrapola del mismo medio (por un asunto político, social o económico) es que adquiere relevancia.

Aunque la entrada de América Latina a un prurito de modernidad se da fundamentalmente a través de los medios de comunicación, ya que son asumidos por los pueblos como los grandes referentes económico y social…

Ante los eventos inherentes que trae consigo la globalización, es indispensable reflexionar sobre los impactos que se atomizan en las transgresiones de las barreras culturales y las supuestas catástrofes que se desprenden de ella.

Si nos ajustamos a Levitt, Theodore (1991) en que “la estructura de preferencias del mundo es presionada hacia un punto común homogeneizado”, es que se puede concatenar la importancia que guarda la media (medios de comunicación) en los procesos dialécticos de la identidad y la cultura con la interacción de los citados medios.

Por ello, hay que considerar al proceso cultural como un discurrir de inclusión/exclusión, donde los rasgos identitarios de un núcleo social se tensa y se desgarra en un “espacio estratégico” en un marco global. Y, apoyado en el enfoque de Martín Barbero (2002), se puede asumir que dicho proceso cultural es, en sí, una hibridación de manifestaciones políticas, religiosas, étnicas e, incluso, estéticas donde la diversidad de las experiencias de los pueblos se resisten, pero también negocian e interactúan con la globalización y esta complejidad (de la globalización y sus tensiones culturales) permite que los medios de comunicación adquieran un protagonismo insoslayable en “las construcciones de nuevas visiones del mundo”.

Pero ¿qué podemos entender por cultura en una sociedad mediatizada? Retomando la definición explayada por Giddens (1991) en cuanto a que cultura se refiere “a los valores que comparten los miembros de un grupo dado, a las normas que acatan y a los bienes materiales que producen” es que el enfoque se decanta en tres perspectivas: (a) antropológica, donde la cultura se entiende como una representación de modelos de conducta debido a elementos heredados que influyen en todas las percepciones individuales; (b) psicosociológica donde se bosqueja el problema cognoscitivo de la cultura y su coyuntura existente entre la percepción, los conocimientos y las representaciones cognoscitivas y los comportamientos y (c) sociocultural donde la sociedad se reconoce en “sus productos simbólicos” y asimila valores concretos subyacentes en actitudes y comportamientos específicos.

En los tiempos actuales en que la cultura no es noticia, ¿qué lugar ocupa en los medios de comunicación? Es sabido que la globalización se estructura en las relaciones sociales universales que unen a los pueblos y lo que afecte a una localidad repercutirá en otra que se encuentra alejada y viceversa, sin embargo no es hasta que la cultura o el hecho cultural se extrapola del mismo medio (por un asunto político, social o económico) es que adquiere relevancia.

Aunque la entrada de América Latina a un prurito de modernidad se da fundamentalmente a través de los medios de comunicación, ya que son asumidos por los pueblos como los grandes referentes económico y social…