/ viernes 19 de enero de 2018

Artaud y los mexicanos olvidados

Existen organizaciones, libros, activistas y demás menjurjes burocráticos que dizque fijan su interés supremo en el combate del abandono social en que están pergeñando sus vidas nuestros mexicanos indígenas, los cuales sólo existen, al parecer, en las estadísticas o (como la hipocresía lo dicta) en calidad de sirvientes en casas de ricos y de líderes políticos.

Podemos poner la atención a los mexicanos que están purgando condenas en cárceles o los que están enfermos en hospitales, o los que laboran en condiciones deplorables de sus derechos humanos. Sin embargo, hay mexicanos que se nos borran de la memoria: los locos, clínicamente hablando, que viven recluidos en los manicomios. Quienes hemos tenido algún familiar que ha enfermado de la mente sabemos el sufrimiento que eso conlleva. Por eso, me llama la atención un texto que escribió Antonin Artaud en 1925: “Carta a los médicos directores de manicomios”. A pesar del transcurso de los años, el prurito central de las líneas de Artaud no ha envejecido. A continuación, unos extractos del mismo: “Señores: “Las leyes, las costumbres, les conceden el derecho de medir el espíritu. Esta jurisdicción soberana, temible, ustedes la ejercen con el entendimiento. No nos hagan reír. La credulidad de los pueblos civilizados, de los sabios, de los gobernantes, adornan a la psiquiatría de no se sabe qué luces sobrenaturales. El proceso hecho a la profesión que ustedes ejercen está juzgado de antemano. No pensamos discutir aquí el valor de esa ciencia ni la dudosa existencia de las enfermedades mentales. Pero, por cada cien patogenias presuntuosas en las que se desencadena la confusión de la materia del espíritu, por cada cien calificaciones de las cuales las más vagas son todavía las únicas utilizables, ¿cuántas tentativas nobles se han hecho por aproximarse al mundo cerebral en el que viven tantos de los que tienen prisioneros? ¿Cuántos hay entre ustedes, por ejemplo, para quienes el sueño del demente precoz, las imágenes de las que es presa, no sean otra cosa que una ensalada de palabras?”. “No nos asombramos de encontrarlos inferiores a una tarea para la cual no hay sino pocos predestinados. Pero nos levantamos contra el derecho atribuido a ciertos hombres, limitados o no, a sancionar, mediante la encarcelación perpetua, sus investigaciones en el dominio del espíritu. ¡Y qué encarcelación! Se sabe -no se lo sabe lo suficiente- que los asilos, lejos de ser asilos, son cárceles terribles, en las que los detenidos proporcionan mano de obra gratuita y cómoda y donde la sevicia es la regla, y esto es tolerado por ustedes. El asilo de alienados, bajo la cobertura de la ciencia y de la justicia, es comparable a la caserna, a la prisión, a la cárcel. No nos referiremos aquí a la cuestión de las internaciones arbitrarias para evitarles el trabajo de las fáciles negaciones. Afirmamos que un gran número de asilados, perfectamente locos según la definición oficial, están, también ellos, arbitrariamente internados. No admitimos que se impida el libre desenvolvimiento de un delirio tan legítimo, tan lógico como toda otra sucesión de ideas o de actos humanos.” “Sin insistir sobre el carácter perfectamente genial de las manifestaciones de ciertos locos, en la medida en que somos aptos para apreciarlas, afirmamos la legitimidad absoluta de su concepción de la realidad y de todos los actos que derivan de ella.” “Esperamos que mañana por la mañana a la hora de la visita puedan recordar esto, cuando intenten, sin léxico, conversar con esos hombres sobre los cuales, reconózcanlo, no tienen otra superioridad que la de la fuerza”...

Existen organizaciones, libros, activistas y demás menjurjes burocráticos que dizque fijan su interés supremo en el combate del abandono social en que están pergeñando sus vidas nuestros mexicanos indígenas, los cuales sólo existen, al parecer, en las estadísticas o (como la hipocresía lo dicta) en calidad de sirvientes en casas de ricos y de líderes políticos.

Podemos poner la atención a los mexicanos que están purgando condenas en cárceles o los que están enfermos en hospitales, o los que laboran en condiciones deplorables de sus derechos humanos. Sin embargo, hay mexicanos que se nos borran de la memoria: los locos, clínicamente hablando, que viven recluidos en los manicomios. Quienes hemos tenido algún familiar que ha enfermado de la mente sabemos el sufrimiento que eso conlleva. Por eso, me llama la atención un texto que escribió Antonin Artaud en 1925: “Carta a los médicos directores de manicomios”. A pesar del transcurso de los años, el prurito central de las líneas de Artaud no ha envejecido. A continuación, unos extractos del mismo: “Señores: “Las leyes, las costumbres, les conceden el derecho de medir el espíritu. Esta jurisdicción soberana, temible, ustedes la ejercen con el entendimiento. No nos hagan reír. La credulidad de los pueblos civilizados, de los sabios, de los gobernantes, adornan a la psiquiatría de no se sabe qué luces sobrenaturales. El proceso hecho a la profesión que ustedes ejercen está juzgado de antemano. No pensamos discutir aquí el valor de esa ciencia ni la dudosa existencia de las enfermedades mentales. Pero, por cada cien patogenias presuntuosas en las que se desencadena la confusión de la materia del espíritu, por cada cien calificaciones de las cuales las más vagas son todavía las únicas utilizables, ¿cuántas tentativas nobles se han hecho por aproximarse al mundo cerebral en el que viven tantos de los que tienen prisioneros? ¿Cuántos hay entre ustedes, por ejemplo, para quienes el sueño del demente precoz, las imágenes de las que es presa, no sean otra cosa que una ensalada de palabras?”. “No nos asombramos de encontrarlos inferiores a una tarea para la cual no hay sino pocos predestinados. Pero nos levantamos contra el derecho atribuido a ciertos hombres, limitados o no, a sancionar, mediante la encarcelación perpetua, sus investigaciones en el dominio del espíritu. ¡Y qué encarcelación! Se sabe -no se lo sabe lo suficiente- que los asilos, lejos de ser asilos, son cárceles terribles, en las que los detenidos proporcionan mano de obra gratuita y cómoda y donde la sevicia es la regla, y esto es tolerado por ustedes. El asilo de alienados, bajo la cobertura de la ciencia y de la justicia, es comparable a la caserna, a la prisión, a la cárcel. No nos referiremos aquí a la cuestión de las internaciones arbitrarias para evitarles el trabajo de las fáciles negaciones. Afirmamos que un gran número de asilados, perfectamente locos según la definición oficial, están, también ellos, arbitrariamente internados. No admitimos que se impida el libre desenvolvimiento de un delirio tan legítimo, tan lógico como toda otra sucesión de ideas o de actos humanos.” “Sin insistir sobre el carácter perfectamente genial de las manifestaciones de ciertos locos, en la medida en que somos aptos para apreciarlas, afirmamos la legitimidad absoluta de su concepción de la realidad y de todos los actos que derivan de ella.” “Esperamos que mañana por la mañana a la hora de la visita puedan recordar esto, cuando intenten, sin léxico, conversar con esos hombres sobre los cuales, reconózcanlo, no tienen otra superioridad que la de la fuerza”...