/ lunes 9 de septiembre de 2019

Asteroide asesino

Hoy, los motivos de preocupación no gravitan hacia el complicado curso financiero planetario y la guerra comercial que llevan a cabo Estados Unidos y China.

Ello conviene a la agenda global que las cúpulas internacionales del poder se encargan de implantar. Ahora, la inquietud apunta a la lluvia de meteoritos que azota a nuestro globo terráqueo en forma constante. Suceso que nos obliga a escudriñar la bóveda cósmica atentamente, en la búsqueda de algún movimiento que parezca sospechoso. La buena noticia es que una colisión de gran alcance, como el suceso de Tunguska, Rusia, donde 2 mil 100 kilómetros quedaron devastados, pasa una vez cada cien años, de acuerdo con científicos.

Lo que causa mayor temor o angustia en este instante es saber que se carece de una arma secreta o de la tecnología como para destruir o modificar la ruta de un meteorito de gran medida, digamos del tamaño de una cancha de futbol en ruta de choque con la superficie terrestre. Esto, por sí solo, nos dice que permanecer durante mucho tiempo en nuestro globo terráqueo es un desafío para la sobrevivencia de la raza humana. Es como poner “todos los huevos en la misma canasta”.

La única forma de librarnos de la suerte de los dinosaurios, condenados al exterminio por un asteroide que cayó hace 65 millones ed años cerca de la península de Yucatan, es iniciar la colonización de otras regiones de nuestro sistema solar. Suena lógico. Sí. ¿Es posible? La tecnología no conoce límites. La pregunta es cuándo y, más que nada, si tendremos tiempo.

La amenaza de un “asteroide asesino” nos conduce a asuntos que parecen de ciencia ficción, propios de un argumento hollywoodiense. Uno es la construcción de una moderna Arca de Noé Galáctica que nos transporte en plan de colonizadores a otros planetas. ¿Suena utópico? Tal vez. Pero lo ideal ante amenazas como el acecho de meteoritos, cometas, el calentamiento global del planeta, epidemias y demás, es encontrar refugio en otros planetas y cuerpos celestes. El contratiempo es que primero hay que llegar a ellos.

Los retos apenas comienzan. En este instante se desarrollan proyectos para crear una colonia de humanos en la Luna (también en Marte). La buena nueva es que en nuestro satélite hay suficiente agua en el subsuelo (sinónimo de oxígeno) como para que miles de humanos vivan ahí cientos de años. La pregunta infaltable en estos proyectos que demandan billones de dólares es: ¿Quién lo llevará a cabo? ¿Quién pondrá el dinero?

Hoy, los motivos de preocupación no gravitan hacia el complicado curso financiero planetario y la guerra comercial que llevan a cabo Estados Unidos y China.

Ello conviene a la agenda global que las cúpulas internacionales del poder se encargan de implantar. Ahora, la inquietud apunta a la lluvia de meteoritos que azota a nuestro globo terráqueo en forma constante. Suceso que nos obliga a escudriñar la bóveda cósmica atentamente, en la búsqueda de algún movimiento que parezca sospechoso. La buena noticia es que una colisión de gran alcance, como el suceso de Tunguska, Rusia, donde 2 mil 100 kilómetros quedaron devastados, pasa una vez cada cien años, de acuerdo con científicos.

Lo que causa mayor temor o angustia en este instante es saber que se carece de una arma secreta o de la tecnología como para destruir o modificar la ruta de un meteorito de gran medida, digamos del tamaño de una cancha de futbol en ruta de choque con la superficie terrestre. Esto, por sí solo, nos dice que permanecer durante mucho tiempo en nuestro globo terráqueo es un desafío para la sobrevivencia de la raza humana. Es como poner “todos los huevos en la misma canasta”.

La única forma de librarnos de la suerte de los dinosaurios, condenados al exterminio por un asteroide que cayó hace 65 millones ed años cerca de la península de Yucatan, es iniciar la colonización de otras regiones de nuestro sistema solar. Suena lógico. Sí. ¿Es posible? La tecnología no conoce límites. La pregunta es cuándo y, más que nada, si tendremos tiempo.

La amenaza de un “asteroide asesino” nos conduce a asuntos que parecen de ciencia ficción, propios de un argumento hollywoodiense. Uno es la construcción de una moderna Arca de Noé Galáctica que nos transporte en plan de colonizadores a otros planetas. ¿Suena utópico? Tal vez. Pero lo ideal ante amenazas como el acecho de meteoritos, cometas, el calentamiento global del planeta, epidemias y demás, es encontrar refugio en otros planetas y cuerpos celestes. El contratiempo es que primero hay que llegar a ellos.

Los retos apenas comienzan. En este instante se desarrollan proyectos para crear una colonia de humanos en la Luna (también en Marte). La buena nueva es que en nuestro satélite hay suficiente agua en el subsuelo (sinónimo de oxígeno) como para que miles de humanos vivan ahí cientos de años. La pregunta infaltable en estos proyectos que demandan billones de dólares es: ¿Quién lo llevará a cabo? ¿Quién pondrá el dinero?