/ lunes 27 de agosto de 2018

Asunto de comunicación


El día que solucionemos la manera de comunicarnos con los animales y seamos capaces de comprender su lenguaje, quizás nos llevemos una gran sorpresa.


Al saber que las bestias son seres que tienen pensamiento y un punto de vista sobre las cosas, notaríamos que por siglos estuvimos equivocados, que los humanos no somos la única especie capaz de comunicarnos con nuestros semejantes con un lenguaje sonoro, y que los animales como grupo tienen preferencias, juicios y opiniones, tal y como ocurre con el autodenominado ente racional.


Sería ilustrativo conocer la opinión del llamado ente irracional acerca de las condiciones en que viven en gran parte motivado por el egoísmo humano. Se actúa como si se tuviera la potestad y el conocimiento para discernir lo que es conveniente y lo que no es en este mundo, llevándose de corbata al reino animal y vegetal.


En 1950 el científico estadounidense John C. Lilly estableció en las Islas Vírgenes un laboratorio dedicado al estudio y adiestramiento de delfines. Se llegó a la sorprendente conclusión de que estos poseen dos sistemas de comunicación. Uno es verbal mediante el cual pueden establecer comunicación con el ser humano. Sin embargo, el científico en mención suspendió sus investigaciones. El motivo, según el propio Lilly, era que consideraba inmoral seguir haciendo pruebas y manteniendo en cautividad a unos seres tan inteligentes como los delfines. Ello no evitó que a estos animales se les adiestrara para dinamitar barcos enemigos, colocándoles explosivos en su cuerpo, pruebas que no tardaron en fracasar pues algunos cetáceos repentinamente y quizás como venganza se lanzaban contra los navíos de sus desprevenidos entrenadores.


La suerte de convivir cotidianamente con animales nos da testimonio de su natural sabiduría. Llegan a conocernos más lo que nosotros a ellos.

Es revelador la forma en que los delfines se comunican entre sí. La mayoría no participamos de esta conversación. Pero sería un diálogo interesante e indispensable, sin duda. Se podría juzgar con conocimiento de causa lo que dicen y piensan los animales.



El día que solucionemos la manera de comunicarnos con los animales y seamos capaces de comprender su lenguaje, quizás nos llevemos una gran sorpresa.


Al saber que las bestias son seres que tienen pensamiento y un punto de vista sobre las cosas, notaríamos que por siglos estuvimos equivocados, que los humanos no somos la única especie capaz de comunicarnos con nuestros semejantes con un lenguaje sonoro, y que los animales como grupo tienen preferencias, juicios y opiniones, tal y como ocurre con el autodenominado ente racional.


Sería ilustrativo conocer la opinión del llamado ente irracional acerca de las condiciones en que viven en gran parte motivado por el egoísmo humano. Se actúa como si se tuviera la potestad y el conocimiento para discernir lo que es conveniente y lo que no es en este mundo, llevándose de corbata al reino animal y vegetal.


En 1950 el científico estadounidense John C. Lilly estableció en las Islas Vírgenes un laboratorio dedicado al estudio y adiestramiento de delfines. Se llegó a la sorprendente conclusión de que estos poseen dos sistemas de comunicación. Uno es verbal mediante el cual pueden establecer comunicación con el ser humano. Sin embargo, el científico en mención suspendió sus investigaciones. El motivo, según el propio Lilly, era que consideraba inmoral seguir haciendo pruebas y manteniendo en cautividad a unos seres tan inteligentes como los delfines. Ello no evitó que a estos animales se les adiestrara para dinamitar barcos enemigos, colocándoles explosivos en su cuerpo, pruebas que no tardaron en fracasar pues algunos cetáceos repentinamente y quizás como venganza se lanzaban contra los navíos de sus desprevenidos entrenadores.


La suerte de convivir cotidianamente con animales nos da testimonio de su natural sabiduría. Llegan a conocernos más lo que nosotros a ellos.

Es revelador la forma en que los delfines se comunican entre sí. La mayoría no participamos de esta conversación. Pero sería un diálogo interesante e indispensable, sin duda. Se podría juzgar con conocimiento de causa lo que dicen y piensan los animales.