/ domingo 19 de enero de 2020

Aunque usted no lo crea…

Allá por la primera mitad del S.XIX, se hizo mundialmente famosa (viral, se dice hoy en día) una publicación en los diarios de esa época, que con el título original de "Believe or not"

Con sugestivas imágenes e ilustraciones, "Believe or not", presentaba una serie de eventos, datos curiosos y relatos insólitos, por decir lo menos, que atrajeron desde sus inicios, a un público deseoso de conocer sobre sucesos extraños y diferentes.

Su creador fue el estadounidense Robert Ripley, que pudo llegar a través de sus interesantes descripciones y narraciones incluso a la televisión, al cine y a la radio. Un dato relevante es que en nuestro país hubo hasta un museo en el que se expusieron sus investigaciones y relatos, muchos de ellos sin duda extraordinarios.

Si el señor Ripley pudiera ver ahora los sucesos en los que estamos inmersos los hijos de este siglo, dudo mucho que ellos le sorprenderían y desde luego que no los incluiría en su catálogo de eventos sorprendentes. Sería más bien un modelo de narrativa costumbrista de nuestra vida cotidiana no solo en cuanto a la avalancha de adelantos tecnológicos, tan celebrados, sino también por la poca importancia que les hemos dado en orden al perfeccionamiento del ser humano y su trascendencia. Y quizás tampoco le asombraría cómo es que nos hemos habituado a todo eso, sin que nos preocupe ver en que nos estamos convirtiendo. En lobos para los demás hombres, que diría Hobbes.

Porque aunque usted no lo crea, en este nuevo y esplendoroso siglo de las luces y de incontinencia tecnológica, aún existen lugares donde los niños mueren de hambre, mientras que en otros, la comida abunda y se desperdicia sin que a nadie le importe; aún hay reductos de esclavitud donde hombres, mujeres y niños son vendidos y comprados como si fueran ganado mientras que naciones del mundo callan para no perturbar su buena conciencia y muchas veces los países ricos son los compradores. Y no se trata de países en África o Asia. Se han hecho investigaciones de algunas ciudades, por ejemplo en México, algunas incluso cerca de la capital, desde donde se exportan niñas como esclavas sexuales a países del "primer mundo". Y todo eso tristemente es ya casi considerado como “normal”

Todavía en este tiempo, el mejor de todos los tiempos, pero paradójicamente el peor de ellos como diría Ch. Dickens, hay políticos y gobernantes corruptos, infieles a su vocación de servir; trabajadores explotados por empleadores sin conciencia y lideres que los manipulan; medios de comunicación que deforman la opinión pública por motivos económicos; personas incompetentes en puestos que requieren experiencia y capacidad, dados por nepotismo y corrupción, depredadores con piel de oveja, todos ellos reflejo fiel de una sociedad decadente y sin esperanza.

Y así, aunque usted lo crea o no, a los dirigentes del mundo de hoy no les importa gastar millones de dólares para escudriñar el espacio exterior, mientras se olvidan de su espacio interior y en tanto el hombre descubre maravillado las bondades futuras de una supuesta y promisoria inteligencia artificial, deja de lado esa otra maravilla que es la inteligencia humana, deslumbrante arquitectura con que Dios le privilegió y ensimismado por la búsqueda de lo inmediato, no busca trascender el aquí y ahora de la vida, preocupado como está, en su vanidad y su soberbia, por hacer verdad aquella idea, tan deseable pero tan remota que seductora les ofrece: "Seréis como dioses"

Pero por fortuna, y aunque usted no lo crea, aún en este tiempo existen personas cuya misión es hacer de este mundo un mejor lugar para vivir; devotas enfermeras y enfermeros que cuidan a los enfermos y les acompañan compasivos en su dolor; médicos sin fronteras que dejan la tranquilidad de sus ciudades ricas y florecientes para salvar vidas en lugares remotos; misioneras y misioneros que buscan en sitios distantes almas para rescatar de la desesperanza; maestros que no sólo enseñan, sino que también educan e inspiran. Y una pléyade innumerable de almas bien nacidas y generosas que son más que los prefirieron vivir bajo la sombra de la maldad.

Afortunadamente aún han personas que saben disfrutar del dulce mosto de la poesía y poetas que crean la belleza en sus versos; pintores que se atreven a extender su mano para tocar la luz; artistas, músicos, atletas, filósofos y sabios que audaces robaron el fuego del cielo y con su entusiasmo nos han señalado la ruta del sueño que vale la pena de ser soñado y nos han mostrado cómo, a pesar de todo, el hombre sigue siendo la más aquilatada esencia del universo.

Porque así no fuera, el hombre no tendría ya redención ni esperanza y el mundo dejaría de tener sentido, convertido en cenizas por la necedad y la soberbia humana. Pero gracias a esa pléyade de almas bien nacidas y generosas; a esos seres que decidieron con su esfuerzo establecer la diferencia y con ello darle rumbo a la historia humana, es que este hermoso planeta azul, nuestro hogar común, el único que hasta ahora hemos conocido, no se nos ha deshecho aún entre las manos.

Aunque usted no lo crea…

…Nuestro mundo está dirigido por un grupo de locos, que a su vez, guía a un conjunto de ciegos…

Shakespeare, El Rey Lear

Allá por la primera mitad del S.XIX, se hizo mundialmente famosa (viral, se dice hoy en día) una publicación en los diarios de esa época, que con el título original de "Believe or not"

Con sugestivas imágenes e ilustraciones, "Believe or not", presentaba una serie de eventos, datos curiosos y relatos insólitos, por decir lo menos, que atrajeron desde sus inicios, a un público deseoso de conocer sobre sucesos extraños y diferentes.

Su creador fue el estadounidense Robert Ripley, que pudo llegar a través de sus interesantes descripciones y narraciones incluso a la televisión, al cine y a la radio. Un dato relevante es que en nuestro país hubo hasta un museo en el que se expusieron sus investigaciones y relatos, muchos de ellos sin duda extraordinarios.

Si el señor Ripley pudiera ver ahora los sucesos en los que estamos inmersos los hijos de este siglo, dudo mucho que ellos le sorprenderían y desde luego que no los incluiría en su catálogo de eventos sorprendentes. Sería más bien un modelo de narrativa costumbrista de nuestra vida cotidiana no solo en cuanto a la avalancha de adelantos tecnológicos, tan celebrados, sino también por la poca importancia que les hemos dado en orden al perfeccionamiento del ser humano y su trascendencia. Y quizás tampoco le asombraría cómo es que nos hemos habituado a todo eso, sin que nos preocupe ver en que nos estamos convirtiendo. En lobos para los demás hombres, que diría Hobbes.

Porque aunque usted no lo crea, en este nuevo y esplendoroso siglo de las luces y de incontinencia tecnológica, aún existen lugares donde los niños mueren de hambre, mientras que en otros, la comida abunda y se desperdicia sin que a nadie le importe; aún hay reductos de esclavitud donde hombres, mujeres y niños son vendidos y comprados como si fueran ganado mientras que naciones del mundo callan para no perturbar su buena conciencia y muchas veces los países ricos son los compradores. Y no se trata de países en África o Asia. Se han hecho investigaciones de algunas ciudades, por ejemplo en México, algunas incluso cerca de la capital, desde donde se exportan niñas como esclavas sexuales a países del "primer mundo". Y todo eso tristemente es ya casi considerado como “normal”

Todavía en este tiempo, el mejor de todos los tiempos, pero paradójicamente el peor de ellos como diría Ch. Dickens, hay políticos y gobernantes corruptos, infieles a su vocación de servir; trabajadores explotados por empleadores sin conciencia y lideres que los manipulan; medios de comunicación que deforman la opinión pública por motivos económicos; personas incompetentes en puestos que requieren experiencia y capacidad, dados por nepotismo y corrupción, depredadores con piel de oveja, todos ellos reflejo fiel de una sociedad decadente y sin esperanza.

Y así, aunque usted lo crea o no, a los dirigentes del mundo de hoy no les importa gastar millones de dólares para escudriñar el espacio exterior, mientras se olvidan de su espacio interior y en tanto el hombre descubre maravillado las bondades futuras de una supuesta y promisoria inteligencia artificial, deja de lado esa otra maravilla que es la inteligencia humana, deslumbrante arquitectura con que Dios le privilegió y ensimismado por la búsqueda de lo inmediato, no busca trascender el aquí y ahora de la vida, preocupado como está, en su vanidad y su soberbia, por hacer verdad aquella idea, tan deseable pero tan remota que seductora les ofrece: "Seréis como dioses"

Pero por fortuna, y aunque usted no lo crea, aún en este tiempo existen personas cuya misión es hacer de este mundo un mejor lugar para vivir; devotas enfermeras y enfermeros que cuidan a los enfermos y les acompañan compasivos en su dolor; médicos sin fronteras que dejan la tranquilidad de sus ciudades ricas y florecientes para salvar vidas en lugares remotos; misioneras y misioneros que buscan en sitios distantes almas para rescatar de la desesperanza; maestros que no sólo enseñan, sino que también educan e inspiran. Y una pléyade innumerable de almas bien nacidas y generosas que son más que los prefirieron vivir bajo la sombra de la maldad.

Afortunadamente aún han personas que saben disfrutar del dulce mosto de la poesía y poetas que crean la belleza en sus versos; pintores que se atreven a extender su mano para tocar la luz; artistas, músicos, atletas, filósofos y sabios que audaces robaron el fuego del cielo y con su entusiasmo nos han señalado la ruta del sueño que vale la pena de ser soñado y nos han mostrado cómo, a pesar de todo, el hombre sigue siendo la más aquilatada esencia del universo.

Porque así no fuera, el hombre no tendría ya redención ni esperanza y el mundo dejaría de tener sentido, convertido en cenizas por la necedad y la soberbia humana. Pero gracias a esa pléyade de almas bien nacidas y generosas; a esos seres que decidieron con su esfuerzo establecer la diferencia y con ello darle rumbo a la historia humana, es que este hermoso planeta azul, nuestro hogar común, el único que hasta ahora hemos conocido, no se nos ha deshecho aún entre las manos.

Aunque usted no lo crea…

…Nuestro mundo está dirigido por un grupo de locos, que a su vez, guía a un conjunto de ciegos…

Shakespeare, El Rey Lear