/ jueves 18 de octubre de 2018

Bacteria asesina.


En diferentes épocas se ha aceptado que los rayos ultravioleta, la putrefacción del aire, la temperatura cálida y la altitud atmosférica provocan malestares y quebrantos.

Una hipótesis sugestiva ( y escalofriante) es que hay virus, dicen, que llegan como viajeros en meteoritos y producen afecciones de origen extraterrestre.

El paso del cometa Halley cerca de la tierra coincide con epidemias virulentas de gripe, cuentan.

Las temperaturas máximas como se ven en estos días también propician la aparición de enfermedades; unas comunes y otras no tanto.

Hace días autoridades de Miami, Florida, llamaron a la población para que eviten comer ostras crudas y exponerse con heridas abiertas al agua salada, ya que estas son las dos formas más comunes de contraer, (aunque no las únicas, como veremos más adelante), la bacteria que provoca la “Fascitis Necrosante”, una infección aguda que se extiende por el tejido celular subcutáneo.

La bacteria asesina o come--gente, bautizada así por sus efectos, prospera en “zonas aisladas de las aguas cálidas del mar”, y resulta potencialmente fatal para víctimas de condiciones de salud crónicas. Los más expuestos –al decir de facultativos--son quienes tienen el sistema inmune débil o padecen enfermedades crónico degenerativas.

En el año de 2004 un doctor de Houston, Texas, padeció una rara infección en la piel tras sufrir una cortada en la mano al abordar su yate en el muelle de esa ciudad. La lesión no mejoró con antibióticos y rápidamente se propago a sus piernas, viéndose los facultativos en la necesidad de amputarle las extremidades. Pese a la abundancia de recursos médicos la lucha fue estéril. Sin importar los esfuerzos, la misteriosa bacteria sin piedad devoró a su indefenso mártir, causando su fallecimiento.

Durante la Guerra Civil de los Estados Unidos, en mil ochocientos ochenta y uno, Joseph Jones estudió más de dos mil quinientos casos de la denominada bacteria carnívora ( infección necrotizante de los tejidos blandos), describiendo que algunos de los peores brotes de esta enfermedad “se producen en zonas asoladas por la guerra y hospitales militares”. Pero no fue hasta mil novecientos veinte que el cirujano Frank L. Meleney demostró que este trastorno era probablemente causado por algún tipo de bacteria, de lo cual habló en un artículo sobre el tema.

En pocas palabras, se sabe de la existencia de algo que puede matar a una persona y destruirle gran parte de los tejidos de su cuerpo en tan solo veinticuatro horas, y el origen de esta dolencia responde a la bacteria estreptococo tipo “A”, que sufre una mutación después de ser infectada por algún virus.

La acción del “bicho” come--gente difícilmente se puede catalogar como epidemia; gracias a la prevención y niveles de higiene que hoy existen. A pesar de todo, el conocimiento público de este tipo de asuntos eventualmente causa temor.

Justo es aclarar que el impacto de la entidad destructora en mención es infrecuente, de acuerdo a la fórmula estadística; aunque es un hecho.



En diferentes épocas se ha aceptado que los rayos ultravioleta, la putrefacción del aire, la temperatura cálida y la altitud atmosférica provocan malestares y quebrantos.

Una hipótesis sugestiva ( y escalofriante) es que hay virus, dicen, que llegan como viajeros en meteoritos y producen afecciones de origen extraterrestre.

El paso del cometa Halley cerca de la tierra coincide con epidemias virulentas de gripe, cuentan.

Las temperaturas máximas como se ven en estos días también propician la aparición de enfermedades; unas comunes y otras no tanto.

Hace días autoridades de Miami, Florida, llamaron a la población para que eviten comer ostras crudas y exponerse con heridas abiertas al agua salada, ya que estas son las dos formas más comunes de contraer, (aunque no las únicas, como veremos más adelante), la bacteria que provoca la “Fascitis Necrosante”, una infección aguda que se extiende por el tejido celular subcutáneo.

La bacteria asesina o come--gente, bautizada así por sus efectos, prospera en “zonas aisladas de las aguas cálidas del mar”, y resulta potencialmente fatal para víctimas de condiciones de salud crónicas. Los más expuestos –al decir de facultativos--son quienes tienen el sistema inmune débil o padecen enfermedades crónico degenerativas.

En el año de 2004 un doctor de Houston, Texas, padeció una rara infección en la piel tras sufrir una cortada en la mano al abordar su yate en el muelle de esa ciudad. La lesión no mejoró con antibióticos y rápidamente se propago a sus piernas, viéndose los facultativos en la necesidad de amputarle las extremidades. Pese a la abundancia de recursos médicos la lucha fue estéril. Sin importar los esfuerzos, la misteriosa bacteria sin piedad devoró a su indefenso mártir, causando su fallecimiento.

Durante la Guerra Civil de los Estados Unidos, en mil ochocientos ochenta y uno, Joseph Jones estudió más de dos mil quinientos casos de la denominada bacteria carnívora ( infección necrotizante de los tejidos blandos), describiendo que algunos de los peores brotes de esta enfermedad “se producen en zonas asoladas por la guerra y hospitales militares”. Pero no fue hasta mil novecientos veinte que el cirujano Frank L. Meleney demostró que este trastorno era probablemente causado por algún tipo de bacteria, de lo cual habló en un artículo sobre el tema.

En pocas palabras, se sabe de la existencia de algo que puede matar a una persona y destruirle gran parte de los tejidos de su cuerpo en tan solo veinticuatro horas, y el origen de esta dolencia responde a la bacteria estreptococo tipo “A”, que sufre una mutación después de ser infectada por algún virus.

La acción del “bicho” come--gente difícilmente se puede catalogar como epidemia; gracias a la prevención y niveles de higiene que hoy existen. A pesar de todo, el conocimiento público de este tipo de asuntos eventualmente causa temor.

Justo es aclarar que el impacto de la entidad destructora en mención es infrecuente, de acuerdo a la fórmula estadística; aunque es un hecho.