/ domingo 24 de julio de 2022

Basta de violencia

Los jesuitas han sido parte de mi historia. He sido formada por ellos, he sido parte de su comunidad, he reído con ellos, he aprendido de ellos, he llorado con y por ellos y por eso no puedo sustraerme a sus llamados.

Desde el asesinato de dos de ellos en la lejana Tarahumara he estado pendiente de sus esfuerzos por darle razón a lo que no tiene sentido. La muerte violenta de Jesús Campos S.J. y Joaquin Mora S.J. se suman a miles de homicidios violentos, y de miles de desaparecidos en nuestro país. Pero su caso nos ha hecho reflexionar: a ellos no se les puede acusar de haber estado ligados a algo malo como pasa con la mayoría de los muertos en este país, quizá como muchos de los que sin saber, juzgamos.

Con las palabras Reconciliación y Paz los Jesuitas convocaron no solo a la Conferencia Episcopal Mexicana, que reúne a todos los sacerdotes católicos del país, sino a todos los mexicanos a realizar un gran esfuerzo para crear espacios de diálogo y reflexión para parar esta realidad de sangre y violencia, que parece no tener fin, ni lugar determinado.

Hemos sido testigos desde el pasado domingo en misa, de oraciones para recordar a los sacerdotes muertos a lo largo de los años, para orar por todos los desaparecidos y muertos violentamente, por las víctimas y hasta por los violentadores para que desde la reflexión y la oración cambiemos desde dentro y podamos construir entre todos, las respuestas que nos permitan vivir en paz.

Recordar a los que ya no están, a las víctimas de la violencia, recordar sus historias y hacerlos presentes es esencial para que no olvidemos que no es correcto vivir ignorando lo que le sucede a tantos mexicanos.

Aceptar la responsabilidad de cada uno es el primer paso, cierto es que hay que exigir a las autoridades justicia, deben sin duda esclarecer los hechos, identificar a los culpables, actuar con transparencia en sus investigaciones, dar cuenta a las familias, velar por las víctimas. Pero también es necesario reflexionar en nuestro papel como sociedad.

Ir más allá del castigo, revisar de manera urgente como hemos llegado hasta esto, en cada ciudad, en cada región.

Pacificar el país es tarea de todos y no es tarea simple. No solo es repetir frases sin sentido, sino crear un modelo de reconciliación y seguridad que nos involucre a todos.

Existen ya numerosos diagnósticos en universidades, en colegios, en la misma sociedad civil, en los propios gobiernos y sin duda valiosos.

Hagamos eco de la propuesta, tomemos la palabra. Los Jesuitas están dispuestos, todos los católicos están de acuerdo, ya se sumaron budistas, anglicanos, luteranos, judíos, bautistas. Ya estamos orando juntos. Hagamos algo más.

La violencia en que vivimos nos afecta a todos y es un problema de todos. Exijamos cumplimiento de la ley y justicia a las autoridades, pero también hagamos nuestra parte.

Pacificar el país es tarea de todos y no es tarea simple.

Los jesuitas han sido parte de mi historia. He sido formada por ellos, he sido parte de su comunidad, he reído con ellos, he aprendido de ellos, he llorado con y por ellos y por eso no puedo sustraerme a sus llamados.

Desde el asesinato de dos de ellos en la lejana Tarahumara he estado pendiente de sus esfuerzos por darle razón a lo que no tiene sentido. La muerte violenta de Jesús Campos S.J. y Joaquin Mora S.J. se suman a miles de homicidios violentos, y de miles de desaparecidos en nuestro país. Pero su caso nos ha hecho reflexionar: a ellos no se les puede acusar de haber estado ligados a algo malo como pasa con la mayoría de los muertos en este país, quizá como muchos de los que sin saber, juzgamos.

Con las palabras Reconciliación y Paz los Jesuitas convocaron no solo a la Conferencia Episcopal Mexicana, que reúne a todos los sacerdotes católicos del país, sino a todos los mexicanos a realizar un gran esfuerzo para crear espacios de diálogo y reflexión para parar esta realidad de sangre y violencia, que parece no tener fin, ni lugar determinado.

Hemos sido testigos desde el pasado domingo en misa, de oraciones para recordar a los sacerdotes muertos a lo largo de los años, para orar por todos los desaparecidos y muertos violentamente, por las víctimas y hasta por los violentadores para que desde la reflexión y la oración cambiemos desde dentro y podamos construir entre todos, las respuestas que nos permitan vivir en paz.

Recordar a los que ya no están, a las víctimas de la violencia, recordar sus historias y hacerlos presentes es esencial para que no olvidemos que no es correcto vivir ignorando lo que le sucede a tantos mexicanos.

Aceptar la responsabilidad de cada uno es el primer paso, cierto es que hay que exigir a las autoridades justicia, deben sin duda esclarecer los hechos, identificar a los culpables, actuar con transparencia en sus investigaciones, dar cuenta a las familias, velar por las víctimas. Pero también es necesario reflexionar en nuestro papel como sociedad.

Ir más allá del castigo, revisar de manera urgente como hemos llegado hasta esto, en cada ciudad, en cada región.

Pacificar el país es tarea de todos y no es tarea simple. No solo es repetir frases sin sentido, sino crear un modelo de reconciliación y seguridad que nos involucre a todos.

Existen ya numerosos diagnósticos en universidades, en colegios, en la misma sociedad civil, en los propios gobiernos y sin duda valiosos.

Hagamos eco de la propuesta, tomemos la palabra. Los Jesuitas están dispuestos, todos los católicos están de acuerdo, ya se sumaron budistas, anglicanos, luteranos, judíos, bautistas. Ya estamos orando juntos. Hagamos algo más.

La violencia en que vivimos nos afecta a todos y es un problema de todos. Exijamos cumplimiento de la ley y justicia a las autoridades, pero también hagamos nuestra parte.

Pacificar el país es tarea de todos y no es tarea simple.