/ jueves 8 de noviembre de 2018

Borges y su amigo Adolfo Bioy (III)

Para mi generación (en especial los que tenían gustos por la literatura universal) Borges era el "Pan nuestro de cada día" por eso me introduje muy joven en el mundo del autor de "La Biblioteca de Babel" y de "La historia universal de la Infamia".

Y fue como aprendí la máxima en el mundo de la literatura que conocen casi todos los que están vinculados con la obra del autor del "Aleph": "que sobre Borges es más lo que se ha escrito que lo que se le ha leído". Es posible que esto sea cierto, porque pareciera ser que cada día que pasa y nos alejamos más del año 1986 en que murió este argentino universal, está más de moda que cualquier escritor contemporáneo. Son varias las biografías que he leído sobre "George" como lo llamó su madre que siempre vivió al lado de él y que lo consideró siempre su bebé que necesitaba de un faro que le iluminara el horizonte en virtud de la ceguera del maestro Borges.

La que pensé era la última biografía es la que redactó un escritor argentino llamado Marcos Ricardo Barmatán, que la denominó "la biografía total". Encontrando en estas facetas y enfoques diferentes de lo que sobre Borges yo había leído. Cada nueva biografía con la que me encuentro me parece un mundo diferente al anterior de cómo lo entendió su biógrafo correspondiente. Por esta razón, Borges recibe una revitalización con el concepto que sobre su vida y su obra argumenta quien se dedica como investigador en un escenario inexistente a localizar los rasgos y los vestigios de quién desde su mundo interno proyectó un universo compuesto de irreverencias y de laberintos inescrutables.

Hace años llegó a México una especie de "mamotreto" consistente en más de 1,500 páginas, era una biografía escrita por el mejor amigo, discípulo y posteriormente consultor de Jorge Luis Borges: Adolfo Bioy Casares. Estupendo escritor argentino fallecido recientemente en los 90's, la única persona en el mundo Borgiano que conoció de cerca las motivaciones que este escritor universal (que justificó y elogió la dictadura de Pinochet) tuvo para cimentar una obra que como lo dije arriba, en la medida que el tiempo transcurre más vigente se convierten sus poemas y sus cuentos.

Cuando Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges se conocieron, había una diferencia de 15 años entre uno y otro. Borges era mayor que Adolfo, pero esto no fue obstáculo para que este acaudalado argentino que escogió el sendero de la literatura entendiera que la única forma de pasar a la inmortalidad era estar cerca de Borges a quien en el principio trató como un maestro, para que con el tiempo Borges lo considerara su "hermanito" a quién tenía confianza de preguntarle las cosas que no alcanzaba a entender el creador del poema que empieza así: "Después de un tiempo uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar el alma. Y uno aprende que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad y uno empieza a aprender... Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas, y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos. (…)".

Adolfo Bioy Casares era íntimo amigo del autor de la "invención de Morel" y otras obra maestras de la literatura fantástica, pero además Adolfo, formó parte junto con Cristina Ocampo, esa extraordinaria y aristócrata argentina que fue durante toda la vida la mujer que financió en las épocas duras a Jorge Luis Borges, editora de la mítica revista "Sur" que fue señera en el mundo de la literatura universal, porque en ella escribieron autores de la talla del maestro Alfonso Reyes, que mientras desempeñaba un cargo diplomático en la República Argentina convenció a Borges de que abandonara ese estilo para escribir donde hacia apología de los "compadritos" (gente de los barrios pobres) para que se iniciara en el mundo de lo irreal, pero que los lectores entienden y convierten en un hecho concreto y absoluto.

Adolfo además de rico e inteligente, era considerado por las mujeres de la época como un hombre afortunado en cuento a su aspecto físico. Esta condición le permitió casarse con la hermana de Cristina Ocampo, Silvina; quien era también inmensamente rica como a su vez Adolfo Bioy Casares tenía esa condición. Adquirió fama de ser un casanova porteño, de ostentar una cortesía impecable y una inclinación irremediable y refinada por el "Bon Vivant" (como nuestro Joel Vela). Estos privilegios los alternaba con la lectura de los clásicos y los viajes, los juegos de tenis y conquistas amorosas, con las que Borges al escuchar a su amigo contárselas se recreaba en la vida de este distinguido argentino que encontró en su espíritu un espacio mayor para comprender y ubicar dentro de sí una admiración y cariño por el indefenso "George".

Los últimos libros de Adolfo no fueron del todo afortunados, pero en su afán de convertirse en un escritor de la talla de su amigo "George" se transformó en un sabio de toda la literatura universal frecuentando particularmente la inglesa que desarrollaron estupendamente: Butler, Bennett o James Joyce. Sin embargo lo que se considera ahora su obra cumbre permaneció rigurosamente inédita hasta su muerte en 1999. Años después apareció "Descanso de Caminantes", que corrieron la misma suerte desafortunada de los libros que publicó en vida. Entonces su albacea Daniel Martíno decidió publicar la biografía que Adolfo había escrito en forma de diario sobre su intensa relación con Jorge Luis Borges.

En esta biografía se pueden contemplar los temas predilectos a los que afines son los intelectuales y hombres de letras: Capacidad de observación, sentido del humor negro, sensibilidad verbal, especialmente aguda para señalar los defectos y las extravagancias y los despropósitos de los demás y cuenta también su historia como el Don Juan argentino en el que se convirtió. Pero sobre todo relata aspectos interesantes y desconocidos para los que sienten admiración en los detalles de la vida de Borges: Su relación con María Kodama, quien es prácticamente destrozada por Adolfo que la acusa de haber obligado a Borges a que se casara con él a seis meses de su muerte y de hacerlo modificar el testamento donde le había dejado la fortuna inmensa que constituye las utilidades de su obra editorial, que en un principio Borges había heredado a Fanny la fiel empleada doméstica que durante 43 años lo cuido a él y a doña Leonor Acevedo de Borges, madre y faro del escritor argentino.


Para mi generación (en especial los que tenían gustos por la literatura universal) Borges era el "Pan nuestro de cada día" por eso me introduje muy joven en el mundo del autor de "La Biblioteca de Babel" y de "La historia universal de la Infamia".

Y fue como aprendí la máxima en el mundo de la literatura que conocen casi todos los que están vinculados con la obra del autor del "Aleph": "que sobre Borges es más lo que se ha escrito que lo que se le ha leído". Es posible que esto sea cierto, porque pareciera ser que cada día que pasa y nos alejamos más del año 1986 en que murió este argentino universal, está más de moda que cualquier escritor contemporáneo. Son varias las biografías que he leído sobre "George" como lo llamó su madre que siempre vivió al lado de él y que lo consideró siempre su bebé que necesitaba de un faro que le iluminara el horizonte en virtud de la ceguera del maestro Borges.

La que pensé era la última biografía es la que redactó un escritor argentino llamado Marcos Ricardo Barmatán, que la denominó "la biografía total". Encontrando en estas facetas y enfoques diferentes de lo que sobre Borges yo había leído. Cada nueva biografía con la que me encuentro me parece un mundo diferente al anterior de cómo lo entendió su biógrafo correspondiente. Por esta razón, Borges recibe una revitalización con el concepto que sobre su vida y su obra argumenta quien se dedica como investigador en un escenario inexistente a localizar los rasgos y los vestigios de quién desde su mundo interno proyectó un universo compuesto de irreverencias y de laberintos inescrutables.

Hace años llegó a México una especie de "mamotreto" consistente en más de 1,500 páginas, era una biografía escrita por el mejor amigo, discípulo y posteriormente consultor de Jorge Luis Borges: Adolfo Bioy Casares. Estupendo escritor argentino fallecido recientemente en los 90's, la única persona en el mundo Borgiano que conoció de cerca las motivaciones que este escritor universal (que justificó y elogió la dictadura de Pinochet) tuvo para cimentar una obra que como lo dije arriba, en la medida que el tiempo transcurre más vigente se convierten sus poemas y sus cuentos.

Cuando Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges se conocieron, había una diferencia de 15 años entre uno y otro. Borges era mayor que Adolfo, pero esto no fue obstáculo para que este acaudalado argentino que escogió el sendero de la literatura entendiera que la única forma de pasar a la inmortalidad era estar cerca de Borges a quien en el principio trató como un maestro, para que con el tiempo Borges lo considerara su "hermanito" a quién tenía confianza de preguntarle las cosas que no alcanzaba a entender el creador del poema que empieza así: "Después de un tiempo uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar el alma. Y uno aprende que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad y uno empieza a aprender... Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas, y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos. (…)".

Adolfo Bioy Casares era íntimo amigo del autor de la "invención de Morel" y otras obra maestras de la literatura fantástica, pero además Adolfo, formó parte junto con Cristina Ocampo, esa extraordinaria y aristócrata argentina que fue durante toda la vida la mujer que financió en las épocas duras a Jorge Luis Borges, editora de la mítica revista "Sur" que fue señera en el mundo de la literatura universal, porque en ella escribieron autores de la talla del maestro Alfonso Reyes, que mientras desempeñaba un cargo diplomático en la República Argentina convenció a Borges de que abandonara ese estilo para escribir donde hacia apología de los "compadritos" (gente de los barrios pobres) para que se iniciara en el mundo de lo irreal, pero que los lectores entienden y convierten en un hecho concreto y absoluto.

Adolfo además de rico e inteligente, era considerado por las mujeres de la época como un hombre afortunado en cuento a su aspecto físico. Esta condición le permitió casarse con la hermana de Cristina Ocampo, Silvina; quien era también inmensamente rica como a su vez Adolfo Bioy Casares tenía esa condición. Adquirió fama de ser un casanova porteño, de ostentar una cortesía impecable y una inclinación irremediable y refinada por el "Bon Vivant" (como nuestro Joel Vela). Estos privilegios los alternaba con la lectura de los clásicos y los viajes, los juegos de tenis y conquistas amorosas, con las que Borges al escuchar a su amigo contárselas se recreaba en la vida de este distinguido argentino que encontró en su espíritu un espacio mayor para comprender y ubicar dentro de sí una admiración y cariño por el indefenso "George".

Los últimos libros de Adolfo no fueron del todo afortunados, pero en su afán de convertirse en un escritor de la talla de su amigo "George" se transformó en un sabio de toda la literatura universal frecuentando particularmente la inglesa que desarrollaron estupendamente: Butler, Bennett o James Joyce. Sin embargo lo que se considera ahora su obra cumbre permaneció rigurosamente inédita hasta su muerte en 1999. Años después apareció "Descanso de Caminantes", que corrieron la misma suerte desafortunada de los libros que publicó en vida. Entonces su albacea Daniel Martíno decidió publicar la biografía que Adolfo había escrito en forma de diario sobre su intensa relación con Jorge Luis Borges.

En esta biografía se pueden contemplar los temas predilectos a los que afines son los intelectuales y hombres de letras: Capacidad de observación, sentido del humor negro, sensibilidad verbal, especialmente aguda para señalar los defectos y las extravagancias y los despropósitos de los demás y cuenta también su historia como el Don Juan argentino en el que se convirtió. Pero sobre todo relata aspectos interesantes y desconocidos para los que sienten admiración en los detalles de la vida de Borges: Su relación con María Kodama, quien es prácticamente destrozada por Adolfo que la acusa de haber obligado a Borges a que se casara con él a seis meses de su muerte y de hacerlo modificar el testamento donde le había dejado la fortuna inmensa que constituye las utilidades de su obra editorial, que en un principio Borges había heredado a Fanny la fiel empleada doméstica que durante 43 años lo cuido a él y a doña Leonor Acevedo de Borges, madre y faro del escritor argentino.