/ lunes 13 de julio de 2020

Con café y a media luz | Como olla de vapor

Con la disculpa prudente, por el análogo título de carácter culinario que encabeza la entrega de este día, gentil amigo lector, me permito decirle que, hasta el momento, es la mejor comparación que he encontrado para calificar el sentir de la sociedad, por lo menos en el sur de nuestra entidad federativa, por las medidas tomadas por las autoridades con el fin de detener la ola de contagios de Covid-19 que se ha recrudecido en Tamaulipas. Cabe hacer mención que, al momento de escribir la columna, se han cuantificado más de nueve mil enfermos acumulados y casi 700 defunciones.

Si bien es cierto, que aquellos hombres y mujeres que han tenido la oportunidad de mantenerse en casa sin ver mermado su ingreso económico, cito como ejemplo a jubilados y pensionados, así como empresarios y algunos burócratas, no sufren de la angustia económica, también es verdad que su problemática está encaminada al tema de la salud psicológica y anímica, las cuales, inevitablemente, se han visto vulneradas a causa del encierro físico y el aislamiento social.

Sin embargo, ese tipo de cuestiones quedan mejor en la opinión de un experto en la materia que podrá redactar una buena cantidad de consejos y terapias para salir adelante de esa problemática.

Por otra parte, el sector comercial de todos los giros, y eso último me permito subrayarlo, ha sufrido como nunca en esta etapa contemporánea de la humanidad una crisis tan grave y larga que ya se han anunciado cierres anticipados de diversos negocios y diferentes marcas. Desde el pequeño comerciante que, con sus ahorros de toda la vida, se lanzó a la aventura de un emprendimiento, hasta nombres sólidos de franquicias que se establecieron en la zona y han debido decir “adiós” por lo insostenible del contexto.

El tenor arriba descrito, si usted me lo permite, lo ilustraré con dos situaciones.

El pasado sábado, este servidor caminó por las calles aledañas al parque “Pedro J. Méndez”, como usted sabrá por allí se establece un mercado rodante, la curiosidad por saber si habían suspendido su venta una vez más me llevó hasta allá.

Me llamó la atención tres cosas. La primera de ellas es que, mientras que todos los oferentes usaban gorro, guantes y cubrebocas, los “marchantes” asistían sin ninguna medida de protección, ni manteniendo una prudente distancia. Entre el bullicio, aconteció la segunda, una vendedora expresaba a su interlocutor la preocupación de asistir al día siguiente a otra colonia pues, según recalcó, tenían la encomienda de invitar a la ciudadanía a usar los artículos de protección y, a diferencia de los habitantes del centro, en ese otro sector, la gente además de necia era sumamente agresiva, por lo que estaba temerosa ante la reacción que pudieran tener los compradores del domingo.

El tercer detalle fue, también, una conversación. Un comprador aseguraba haber participado en la marcha ocurrida en la avenida Miguel Hidalgo porque, al parecer, el Gobierno seguirá con las medidas de restricción porque “continúa inventando que hay mucho enfermo en la zona” y remató su dicho con la frase “yo aún no conozco a ninguno”.

La segunda situación fue protagonizada por un flamante empresario y expresidente municipal de Tampico quien salió ante los medios de comunicación que “era un error el cerrar los comercios como medida de contención”, aunque entrelíneas se puede leer la preocupación que ha generado la pérdida económica que representa el cierre obligatorio de sus establecimientos por, hasta el momento, cuatro días.

Lo que “calentó los ánimos” fue la medida de retirar de la circulación los vehículos del transporte público cuyos operarios desafiaron la restricción emitida de laborar en este fin de semana. Las redes sociales de inmediato se colmaron de protestas e inconformidades en contra de las autoridades tamaulipecas a quienes se les acusa de carecer de empatía con las necesidades de la población que debe llevar sustento diario a su hogar argumentando que se sienten “entre la espada y la pared”, es decir entre la presencia del virus y la necesidad de trabajar.

Sin embargo –y después de ver las declaraciones del subsecretario de Salud, Dr. Hugo López Gatell– creo que vale la pena reflexionar ¿Quién puso “entre la espada y la pared a quién? ¿El gobierno a la población o la población al gobierno?, ¿Cuántas veces describimos con anterioridad que, por lo menos en la zona sur de Tamaulipas, la gente andaba por las calles como si no hubiera problema alguno?, ¡Cómo los choferes seguían llenando los carros de ruta y los microbuses sin miramientos!

Cuando empezó el proceso de desconfinamiento el fenómeno se intensificó en gran medida por la irresponsabilidad de muchos de nosotros. Los almacenes empezaron a abrir, las medidas se empezaron a relajar, la vida empezó a marchar “normalmente” y las cifras de contagios empezaron a aumentar.

Hoy, la población, con base en su marcada necesidad económica, asegura no poder continuar con esta situación y, además de ello, se siente agraviada por las medidas impuestas por el gobierno. ¿A dónde desembocará todo esto? Solo el tiempo y la madurez social nos lo dirán.

Y hasta aquí, pues como decía cierto periodista, “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

¡Hasta la próxima!

Con la disculpa prudente, por el análogo título de carácter culinario que encabeza la entrega de este día, gentil amigo lector, me permito decirle que, hasta el momento, es la mejor comparación que he encontrado para calificar el sentir de la sociedad, por lo menos en el sur de nuestra entidad federativa, por las medidas tomadas por las autoridades con el fin de detener la ola de contagios de Covid-19 que se ha recrudecido en Tamaulipas. Cabe hacer mención que, al momento de escribir la columna, se han cuantificado más de nueve mil enfermos acumulados y casi 700 defunciones.

Si bien es cierto, que aquellos hombres y mujeres que han tenido la oportunidad de mantenerse en casa sin ver mermado su ingreso económico, cito como ejemplo a jubilados y pensionados, así como empresarios y algunos burócratas, no sufren de la angustia económica, también es verdad que su problemática está encaminada al tema de la salud psicológica y anímica, las cuales, inevitablemente, se han visto vulneradas a causa del encierro físico y el aislamiento social.

Sin embargo, ese tipo de cuestiones quedan mejor en la opinión de un experto en la materia que podrá redactar una buena cantidad de consejos y terapias para salir adelante de esa problemática.

Por otra parte, el sector comercial de todos los giros, y eso último me permito subrayarlo, ha sufrido como nunca en esta etapa contemporánea de la humanidad una crisis tan grave y larga que ya se han anunciado cierres anticipados de diversos negocios y diferentes marcas. Desde el pequeño comerciante que, con sus ahorros de toda la vida, se lanzó a la aventura de un emprendimiento, hasta nombres sólidos de franquicias que se establecieron en la zona y han debido decir “adiós” por lo insostenible del contexto.

El tenor arriba descrito, si usted me lo permite, lo ilustraré con dos situaciones.

El pasado sábado, este servidor caminó por las calles aledañas al parque “Pedro J. Méndez”, como usted sabrá por allí se establece un mercado rodante, la curiosidad por saber si habían suspendido su venta una vez más me llevó hasta allá.

Me llamó la atención tres cosas. La primera de ellas es que, mientras que todos los oferentes usaban gorro, guantes y cubrebocas, los “marchantes” asistían sin ninguna medida de protección, ni manteniendo una prudente distancia. Entre el bullicio, aconteció la segunda, una vendedora expresaba a su interlocutor la preocupación de asistir al día siguiente a otra colonia pues, según recalcó, tenían la encomienda de invitar a la ciudadanía a usar los artículos de protección y, a diferencia de los habitantes del centro, en ese otro sector, la gente además de necia era sumamente agresiva, por lo que estaba temerosa ante la reacción que pudieran tener los compradores del domingo.

El tercer detalle fue, también, una conversación. Un comprador aseguraba haber participado en la marcha ocurrida en la avenida Miguel Hidalgo porque, al parecer, el Gobierno seguirá con las medidas de restricción porque “continúa inventando que hay mucho enfermo en la zona” y remató su dicho con la frase “yo aún no conozco a ninguno”.

La segunda situación fue protagonizada por un flamante empresario y expresidente municipal de Tampico quien salió ante los medios de comunicación que “era un error el cerrar los comercios como medida de contención”, aunque entrelíneas se puede leer la preocupación que ha generado la pérdida económica que representa el cierre obligatorio de sus establecimientos por, hasta el momento, cuatro días.

Lo que “calentó los ánimos” fue la medida de retirar de la circulación los vehículos del transporte público cuyos operarios desafiaron la restricción emitida de laborar en este fin de semana. Las redes sociales de inmediato se colmaron de protestas e inconformidades en contra de las autoridades tamaulipecas a quienes se les acusa de carecer de empatía con las necesidades de la población que debe llevar sustento diario a su hogar argumentando que se sienten “entre la espada y la pared”, es decir entre la presencia del virus y la necesidad de trabajar.

Sin embargo –y después de ver las declaraciones del subsecretario de Salud, Dr. Hugo López Gatell– creo que vale la pena reflexionar ¿Quién puso “entre la espada y la pared a quién? ¿El gobierno a la población o la población al gobierno?, ¿Cuántas veces describimos con anterioridad que, por lo menos en la zona sur de Tamaulipas, la gente andaba por las calles como si no hubiera problema alguno?, ¡Cómo los choferes seguían llenando los carros de ruta y los microbuses sin miramientos!

Cuando empezó el proceso de desconfinamiento el fenómeno se intensificó en gran medida por la irresponsabilidad de muchos de nosotros. Los almacenes empezaron a abrir, las medidas se empezaron a relajar, la vida empezó a marchar “normalmente” y las cifras de contagios empezaron a aumentar.

Hoy, la población, con base en su marcada necesidad económica, asegura no poder continuar con esta situación y, además de ello, se siente agraviada por las medidas impuestas por el gobierno. ¿A dónde desembocará todo esto? Solo el tiempo y la madurez social nos lo dirán.

Y hasta aquí, pues como decía cierto periodista, “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

¡Hasta la próxima!