/ viernes 3 de julio de 2020

Con café y a media luz | ¡Qué momento tan complejo!

¡Qué momento tan complejo está viviendo la sociedad mexicana! ¡Con un pueblo dividido y polarizado por la ideología política y el proyecto de nación de los protagonistas del aparato burocrático en las administraciones de los diferentes niveles en el marco de una pandemia que, con cada día que transcurre, cobra más vidas y atravesando una etapa de un fenómeno delincuencial que se manifiesta en casi todos los aspectos!

El 1 de julio atendí la transmisión en vivo del resumen de actividades de los últimos diez y ocho meses del presidente Andrés Manuel López Obrador y en casi cincuenta minutos resumió lo que ha dicho en las conferencias mañaneras de, por lo menos, el último año de trabajo. No me sorprendió mucho de lo que dijo, porque el mandatario ya lo había citado con anterioridad; eso habla del proceso de información y de comunicación que AMLO ha buscado crear y mantener con el pueblo de México. Esto es un punto a favor del tabasqueño pues entre las conferencias mañaneras, los mensajes diferidos desde Palacio Nacional, algunos otros grabados desde Palenque y las entrevistas que ha concedido, los mexicanos podemos saber casi todo acerca del avance del país.

A menos que usted opine lo contrario, gentil amigo lector, considero que los temas más álgidos en este momento emanados del Gobierno federal están en materia de lucha contra la corrupción y son tres: El descubrimiento del fraude de las empresas “factureras”; la próxima extradición de Emilio Lozoya y las declaraciones que ha prometido hacer en el tema del caso Odebrecht, y la reciente declaración del fiscal de la república Alejandro Gertz Manero y el desplome de la llamada “verdad histórica” en torno a los desaparecidos de Ayotzinapa.

Ni siquiera las obras de AMLO –la refinería, el tren y el aeropuerto– han paralizado tanto la atención como estos casos y, mientras los sectores sociales se enferman y anteponen su simpatía o antipatía con motes como “Frena”, “Boas”, “amlovers”, “fifís”, “chairos”, “prianistas”, “borolistas”, etcétera, no se percatan que crece una división social en el momento en el que deberíamos estar más unidos que nunca o, por lo menos, más respetuosos para con nuestros connacionales.

Por principio de cuentas, mucho se suponía acerca del alto nivel de corrupción que hubo en el sexenio anterior, y no con esto quiero decir que en el actual no haya, ya que es un mal que no se acaba de la noche a la mañana, sin embargo, tampoco podemos hacer “ojos ciegos” al decir que “ya no hay” y el presidente López se acaba de dar cuenta de ello y lo reconoció ayer en su mañanera, aunque se ha negado a aceptar que figuras muy importantes en su gobierno y cercanas a él están salpicadas en este tenor.

Como le decía, se asumía como un hecho que detrás del caso de los 43 normalistas había “mano negra” y, aunque las autoridades de la administración pasada trataron de convencer a la sociedad de que no era así, dicho esfuerzo no rindió frutos, al grado de que los padres de los jóvenes continuaron con sus marchas y protestas hasta el día de hoy. El resultado hasta este momento es un personaje –señalado como principal encubridor– huyendo y otro –indiciado como autor intelectual y operativo– detenido y antes de 24 horas puesto en libertad, aunque ya se le esperaba afuera de las instalaciones del penal del Altiplano para una nueva detención por otra investigación. El primero porque “alguien” le avisó, y el segundo porque, en palabras del actual Presidente, “hubo dinero de por medio para este acto de corrupción”.

Emilio Lozoya nunca pensó valer tanto para el país. En su momento tenía un peso importante como político y director de Petróleos Mexicanos, sus decisiones podían representar grandes ingresos para la nación. No obstante, lo que sabe, el aceptar la extradición y anunciar su “colaboración voluntaria” con la FGR, le dan una nueva perspectiva de valor ante la actual administración pública federal.

La razón es sencilla. Quizá Emilio Lozoya represente el eslabón faltante que responda al cuestionamiento que los medios nacionales le han lanzado repetidamente a AMLO: “¿Cuándo se verá tras las rejas a tal o cual personaje, pues solo se le señala, pero sigue en libertad?”. Si el otrora titular de la paraestatal habla en torno a la compra de “Agronitrogenados”, los nombres de Enrique Peña Nieto, Luis Videgaray y otros exfuncionarios empezarán a repetirse de manera constante en las ruedas de prensa de cada mañana del presidente López, así como no tiene empacho en citar a Felipe Calderón y los que fueron sus colaboradores, uno en particular, detenido en los Estados Unidos de Norteamérica.

De las “factureras” y el daño al erario público, sabemos que hay empresas y personas físicas engañadas por los “profesionales" de este servicio y pudieron evadir impuestos, así como otros que, sabiendo que incurrían en un delito, se aventuraron por este medio a la procuración de su capital y, aunque en el primer día se mencionó que había exfuncionarios involucrados, posteriormente se evitó tocar ese tema y toda la “artillería” discursiva fue redireccionada a la participación de la iniciativa privada.

Curiosamente, en materia de economía, salud y seguridad, el sustento del discurso de AMLO se fundamentó en la comparativa del pasado con el futuro, obviando la situación presente. La razón es sencilla. En esos tres rubros, los números actuales no favorecen. Hablar de la “V” económica que pronostica AMLO implica detallar tiempos, los cuales son ignotos por el mismo comportamiento de la pandemia que permea en la población mexicana causando más enfermos y cobrando más vidas, lo anterior derivado de la irresponsabilidad e incredulidad de la población que, en lugar de atender las indicaciones sanitarias de las autoridades federal y estatal, prefieren negar la realidad, salir a las calles, hacer su vida normal y enfocar sus esfuerzos en seguir viviendo en esta polarización, sin darnos cuenta de que, en gran parte, somos causa y consecuencia del momento más complejo de la historia del México contemporáneo.

Y hasta aquí pues, como decía cierto periodista, “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

¡Hasta la próxima!

¡Qué momento tan complejo está viviendo la sociedad mexicana! ¡Con un pueblo dividido y polarizado por la ideología política y el proyecto de nación de los protagonistas del aparato burocrático en las administraciones de los diferentes niveles en el marco de una pandemia que, con cada día que transcurre, cobra más vidas y atravesando una etapa de un fenómeno delincuencial que se manifiesta en casi todos los aspectos!

El 1 de julio atendí la transmisión en vivo del resumen de actividades de los últimos diez y ocho meses del presidente Andrés Manuel López Obrador y en casi cincuenta minutos resumió lo que ha dicho en las conferencias mañaneras de, por lo menos, el último año de trabajo. No me sorprendió mucho de lo que dijo, porque el mandatario ya lo había citado con anterioridad; eso habla del proceso de información y de comunicación que AMLO ha buscado crear y mantener con el pueblo de México. Esto es un punto a favor del tabasqueño pues entre las conferencias mañaneras, los mensajes diferidos desde Palacio Nacional, algunos otros grabados desde Palenque y las entrevistas que ha concedido, los mexicanos podemos saber casi todo acerca del avance del país.

A menos que usted opine lo contrario, gentil amigo lector, considero que los temas más álgidos en este momento emanados del Gobierno federal están en materia de lucha contra la corrupción y son tres: El descubrimiento del fraude de las empresas “factureras”; la próxima extradición de Emilio Lozoya y las declaraciones que ha prometido hacer en el tema del caso Odebrecht, y la reciente declaración del fiscal de la república Alejandro Gertz Manero y el desplome de la llamada “verdad histórica” en torno a los desaparecidos de Ayotzinapa.

Ni siquiera las obras de AMLO –la refinería, el tren y el aeropuerto– han paralizado tanto la atención como estos casos y, mientras los sectores sociales se enferman y anteponen su simpatía o antipatía con motes como “Frena”, “Boas”, “amlovers”, “fifís”, “chairos”, “prianistas”, “borolistas”, etcétera, no se percatan que crece una división social en el momento en el que deberíamos estar más unidos que nunca o, por lo menos, más respetuosos para con nuestros connacionales.

Por principio de cuentas, mucho se suponía acerca del alto nivel de corrupción que hubo en el sexenio anterior, y no con esto quiero decir que en el actual no haya, ya que es un mal que no se acaba de la noche a la mañana, sin embargo, tampoco podemos hacer “ojos ciegos” al decir que “ya no hay” y el presidente López se acaba de dar cuenta de ello y lo reconoció ayer en su mañanera, aunque se ha negado a aceptar que figuras muy importantes en su gobierno y cercanas a él están salpicadas en este tenor.

Como le decía, se asumía como un hecho que detrás del caso de los 43 normalistas había “mano negra” y, aunque las autoridades de la administración pasada trataron de convencer a la sociedad de que no era así, dicho esfuerzo no rindió frutos, al grado de que los padres de los jóvenes continuaron con sus marchas y protestas hasta el día de hoy. El resultado hasta este momento es un personaje –señalado como principal encubridor– huyendo y otro –indiciado como autor intelectual y operativo– detenido y antes de 24 horas puesto en libertad, aunque ya se le esperaba afuera de las instalaciones del penal del Altiplano para una nueva detención por otra investigación. El primero porque “alguien” le avisó, y el segundo porque, en palabras del actual Presidente, “hubo dinero de por medio para este acto de corrupción”.

Emilio Lozoya nunca pensó valer tanto para el país. En su momento tenía un peso importante como político y director de Petróleos Mexicanos, sus decisiones podían representar grandes ingresos para la nación. No obstante, lo que sabe, el aceptar la extradición y anunciar su “colaboración voluntaria” con la FGR, le dan una nueva perspectiva de valor ante la actual administración pública federal.

La razón es sencilla. Quizá Emilio Lozoya represente el eslabón faltante que responda al cuestionamiento que los medios nacionales le han lanzado repetidamente a AMLO: “¿Cuándo se verá tras las rejas a tal o cual personaje, pues solo se le señala, pero sigue en libertad?”. Si el otrora titular de la paraestatal habla en torno a la compra de “Agronitrogenados”, los nombres de Enrique Peña Nieto, Luis Videgaray y otros exfuncionarios empezarán a repetirse de manera constante en las ruedas de prensa de cada mañana del presidente López, así como no tiene empacho en citar a Felipe Calderón y los que fueron sus colaboradores, uno en particular, detenido en los Estados Unidos de Norteamérica.

De las “factureras” y el daño al erario público, sabemos que hay empresas y personas físicas engañadas por los “profesionales" de este servicio y pudieron evadir impuestos, así como otros que, sabiendo que incurrían en un delito, se aventuraron por este medio a la procuración de su capital y, aunque en el primer día se mencionó que había exfuncionarios involucrados, posteriormente se evitó tocar ese tema y toda la “artillería” discursiva fue redireccionada a la participación de la iniciativa privada.

Curiosamente, en materia de economía, salud y seguridad, el sustento del discurso de AMLO se fundamentó en la comparativa del pasado con el futuro, obviando la situación presente. La razón es sencilla. En esos tres rubros, los números actuales no favorecen. Hablar de la “V” económica que pronostica AMLO implica detallar tiempos, los cuales son ignotos por el mismo comportamiento de la pandemia que permea en la población mexicana causando más enfermos y cobrando más vidas, lo anterior derivado de la irresponsabilidad e incredulidad de la población que, en lugar de atender las indicaciones sanitarias de las autoridades federal y estatal, prefieren negar la realidad, salir a las calles, hacer su vida normal y enfocar sus esfuerzos en seguir viviendo en esta polarización, sin darnos cuenta de que, en gran parte, somos causa y consecuencia del momento más complejo de la historia del México contemporáneo.

Y hasta aquí pues, como decía cierto periodista, “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

¡Hasta la próxima!