/ viernes 31 de julio de 2020

Con café y a media luz | Y sí ¡tan poco espacio!

Hace dos o tres entregas, gentil amigo lector, cuando la cantidad de información para conversar con usted sobrepasaba los límites del espacio designado para esta columna y, de haber abusado de esa condición, hubiera servido para robarle minutos valiosos del tiempo, nos propusimos escribir someramente de varias cuestiones sobre las que valía la pena reflexionar.

El primero de esos rubros fue, como seguramente recordará, la llegada del camión frigorífico a las instalaciones de un nosocomio de la localidad con el fin de almacenar los cadáveres de las víctimas del Covid-19 y las afecciones colaterales provocadas por este mal que, a la postre, llevarían a buena parte de los pacientes, al mismo fin.

En aquel espacio reconocimos que tal vez era muy necesaria esta congeladora móvil, en el entendido de que las áreas destinadas como morgues en dicho hospital habían sido rebasadas por los efectos de la pandemia, no obstante, calificamos como escandaloso –en el mejor sentido del vocablo– que se haya expuesto la unidad ante los ojos de la sociedad y de aterradora a la forma en cómo se divulgó el hecho en las redes sociales y el tratamiento que le dieron algunos medios de comunicación a la noticia.

Por último, concluimos que era lamentable que se haya tenido que llegar a esos límites derivado, principalmente, de la incredulidad de algunos miembros de la sociedad en torno a la afectación, los malos hábitos alimenticios y físicos que mantienen comprometida la salud de la mayoría de los mexicanos y, también es necesario reconocer, la política de salud aplicada de forma un tanto tardía por algunas autoridades, así como los exhortos a continuar con una vida normal cuando lo ideal era hacer lo contrario.

Hace dos días, me llegó a mi celular la fotografía de lo que parecía ser una morgue improvisada y mi informante agregaba al gráfico una leyenda que rezaba: “Mira, es el hospital del seguro social de Ciudad Madero”. Leí, observé y –debo admitir que por incredulidad– desestimé la información porque no había fuente seria, ni una evidencia de que se tratara del interior de la clínica del IMSS que usted y yo conocemos.

Le agradecí por su mensaje y borré la conversación.

Minutos más tarde, el mismo amigo me hizo llegar el enlace digital que compartía El Sol de Tampico, con una declaración de un representante de Salud y la explicación de qué parte del edificio se trataba y la razón por la cual, las autoridades de dicho sanatorio se habían visto obligadas a tomar la determinación. Fue entonces cuando le di la credibilidad debida a la información y lo consideré un hecho sólido, valioso y contundente para demostrar la situación que imperaba, no solo en la capital del estado o en la zona fronteriza, sino aquí, en el sur.

Por lo anterior, decidí compartirla en una de mis redes sociales de forma pública. Suponiendo que aquel que la viera, entraría al enlace, observaría las declaraciones y entendería la razón del mortuorio hacinamiento. Fue en cuestión de minutos que la publicación se llenó de mensajes. De todos los comentarios hubo dos, escritos por la misma persona, pero en momentos diferentes.

En el primero, sostenía que los bultos embolsados para su cremación, podían ser cualquier otra cosa menos cadáveres pues, por las formas que adoptaban sobre las camillas, no demostraban que hubiera restos humanos en su interior. Además de señalar que ese no era el depósito del IMSS de Ciudad Madero. En su segundo texto, pasaba de la desacreditación a la ofensa severa y al insulto para todas las personas que se dejaban engañar con esa fotografía. Además de criticar a ciertas autoridades y, por otra parte, innecesariamente, defender a otras. Por razones obvias, no transcribo aquí sus denigrantes palabras.

Por la forma en que “la dama” redactó sus mensajes, es obvio que no abrió el enlace y no leyó su contenido, pues en él, se explicaba que se trataba del salón audiovisual, se había rebasado la capacidad del espacio destinado para el almacenamiento de los cuerpos y se estaba en proceso de rehabilitar uno nuevo. La cantidad de restos era derivada del lento avance en los servicios de cremación que también se han visto superados.

Más tarde, los comentarios hechos por la persona fueron borrados sin ofrecer disculpa o, por lo menos, reconocer el error.

Fue entonces que se repitió en este servidor la pregunta que usted y yo nos hacíamos, gentil amigo: “¿Qué nos está pasando como sociedad?”.

Nuevamente apareció el “desdén” del que conversamos en otra ocasión. Esa infame actitud de no creer lo que ocurre ante nuestros ojos por ignorar lo acontecido y, una vez que se demuestra la realidad, el negarse a aceptarla por la desestimación y un orgullo malentendido justificado con ofensas.

¡Qué sociedad tan compleja es esta en la que vivimos en la que incluso, ya fallecidos, tenemos tan poco espacio en los hospitales y en la conciencia de la población!

Y hasta aquí, pues como decía cierto periodista, “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

Hace dos o tres entregas, gentil amigo lector, cuando la cantidad de información para conversar con usted sobrepasaba los límites del espacio designado para esta columna y, de haber abusado de esa condición, hubiera servido para robarle minutos valiosos del tiempo, nos propusimos escribir someramente de varias cuestiones sobre las que valía la pena reflexionar.

El primero de esos rubros fue, como seguramente recordará, la llegada del camión frigorífico a las instalaciones de un nosocomio de la localidad con el fin de almacenar los cadáveres de las víctimas del Covid-19 y las afecciones colaterales provocadas por este mal que, a la postre, llevarían a buena parte de los pacientes, al mismo fin.

En aquel espacio reconocimos que tal vez era muy necesaria esta congeladora móvil, en el entendido de que las áreas destinadas como morgues en dicho hospital habían sido rebasadas por los efectos de la pandemia, no obstante, calificamos como escandaloso –en el mejor sentido del vocablo– que se haya expuesto la unidad ante los ojos de la sociedad y de aterradora a la forma en cómo se divulgó el hecho en las redes sociales y el tratamiento que le dieron algunos medios de comunicación a la noticia.

Por último, concluimos que era lamentable que se haya tenido que llegar a esos límites derivado, principalmente, de la incredulidad de algunos miembros de la sociedad en torno a la afectación, los malos hábitos alimenticios y físicos que mantienen comprometida la salud de la mayoría de los mexicanos y, también es necesario reconocer, la política de salud aplicada de forma un tanto tardía por algunas autoridades, así como los exhortos a continuar con una vida normal cuando lo ideal era hacer lo contrario.

Hace dos días, me llegó a mi celular la fotografía de lo que parecía ser una morgue improvisada y mi informante agregaba al gráfico una leyenda que rezaba: “Mira, es el hospital del seguro social de Ciudad Madero”. Leí, observé y –debo admitir que por incredulidad– desestimé la información porque no había fuente seria, ni una evidencia de que se tratara del interior de la clínica del IMSS que usted y yo conocemos.

Le agradecí por su mensaje y borré la conversación.

Minutos más tarde, el mismo amigo me hizo llegar el enlace digital que compartía El Sol de Tampico, con una declaración de un representante de Salud y la explicación de qué parte del edificio se trataba y la razón por la cual, las autoridades de dicho sanatorio se habían visto obligadas a tomar la determinación. Fue entonces cuando le di la credibilidad debida a la información y lo consideré un hecho sólido, valioso y contundente para demostrar la situación que imperaba, no solo en la capital del estado o en la zona fronteriza, sino aquí, en el sur.

Por lo anterior, decidí compartirla en una de mis redes sociales de forma pública. Suponiendo que aquel que la viera, entraría al enlace, observaría las declaraciones y entendería la razón del mortuorio hacinamiento. Fue en cuestión de minutos que la publicación se llenó de mensajes. De todos los comentarios hubo dos, escritos por la misma persona, pero en momentos diferentes.

En el primero, sostenía que los bultos embolsados para su cremación, podían ser cualquier otra cosa menos cadáveres pues, por las formas que adoptaban sobre las camillas, no demostraban que hubiera restos humanos en su interior. Además de señalar que ese no era el depósito del IMSS de Ciudad Madero. En su segundo texto, pasaba de la desacreditación a la ofensa severa y al insulto para todas las personas que se dejaban engañar con esa fotografía. Además de criticar a ciertas autoridades y, por otra parte, innecesariamente, defender a otras. Por razones obvias, no transcribo aquí sus denigrantes palabras.

Por la forma en que “la dama” redactó sus mensajes, es obvio que no abrió el enlace y no leyó su contenido, pues en él, se explicaba que se trataba del salón audiovisual, se había rebasado la capacidad del espacio destinado para el almacenamiento de los cuerpos y se estaba en proceso de rehabilitar uno nuevo. La cantidad de restos era derivada del lento avance en los servicios de cremación que también se han visto superados.

Más tarde, los comentarios hechos por la persona fueron borrados sin ofrecer disculpa o, por lo menos, reconocer el error.

Fue entonces que se repitió en este servidor la pregunta que usted y yo nos hacíamos, gentil amigo: “¿Qué nos está pasando como sociedad?”.

Nuevamente apareció el “desdén” del que conversamos en otra ocasión. Esa infame actitud de no creer lo que ocurre ante nuestros ojos por ignorar lo acontecido y, una vez que se demuestra la realidad, el negarse a aceptarla por la desestimación y un orgullo malentendido justificado con ofensas.

¡Qué sociedad tan compleja es esta en la que vivimos en la que incluso, ya fallecidos, tenemos tan poco espacio en los hospitales y en la conciencia de la población!

Y hasta aquí, pues como decía cierto periodista, “El tiempo apremia y el espacio se agota”.