/ domingo 20 de diciembre de 2020

Café Cultura | El Canto de los Ángeles

Pero el ángel les dijo: No tengan miedo. Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor.

Lucas: 2:10-11

Los instrumentos musicales más antiguos son aquellos que hacen ruido tras un simple golpeteo. Sonajas y rascadores aparecieron en los yacimientos prehistóricos sin que haya podido asegurarse que todos fueron ideados para este fin. Después se dividieron en dos categorías: los que hacen ruido como el bombo y los que producen una nota musical definida, de sonido determinado, como el xilófono.

En un contexto alegórico, pudiera decirse que los grupos de instrumentos que ya en la Edad Media tocaban conjuntamente, se habrían definido como “Orquesta”. Dicho término tuvo durante un tiempo estricta relación con el “Concierto”, que hasta finales del Prerrenacimiento –por el siglo XV– significó un conjunto organizado de instrumentos con estructuras muy diversas.

Hablar de instrumentos antiguos en los primeros quince siglos de nuestra era es hablar en general de la Baja Edad Media y el Renacimiento. Las artes de ese tiempo nos legaron documentos que han fundamentado la historia de los instrumentos musicales. Y tendría que llegar la imprenta, a comienzos del siglo XVI, para que se escribiera no solo música instrumental, sino también tratados sobre dichos instrumentos.

Detentando siempre una importante función social que culmina haciendo feliz a la Humanidad, la música fue adquiriendo un sello exótico con instrumentos tan variados, que otra clasificación los agrupa con base en el material de que están hechos: metal, madera, cuero... Y al ampliar el espectro tímbrico, los compositores extendieron su arte enriqueciendo para siempre la vida cultural de los pueblos.

Alguna vez se ha dicho que la frase “me canta al oído” pudiera no referirse a la música, pero al ser pronunciada, la relación es inevitable especialmente si se evoca la tierna canción de cuna, soñolientos sollozos de un infante que inspiraron a Brahms; el suave roce de Aire y Bach; el sol naranja–rojo o el paisaje azuloso que Vivaldi inscribió, o la Muerte del Cisne que acongojó a Saint Saens.

Y heme aquí pensando que si una vibración sonora, manifestación del fenómeno natural, puede mover las mareas o los péndulos, ¿qué no podrá mover la música en nuestro interior? Nacida de ordenar los sonidos desordenados del mundo nos hace vibrar, nos estimula; son como las olas del mar que presentan diseños ondulados, pequeños y encimados, capaces de conservar su tiempo y forma básica. Ola que se convierte en muchas olas, nota que se compone de muchas notas diferentes sonando simultáneamente, hasta llevarnos adonde se les antoja...

La música de voces ancestrales o de tonos actuales ha habitado por siempre mi imaginación; la escucho delicadamente por su capacidad de traer al recuerdo mis escenas de niña y mis otras escenas... Es compañera en la soledad, mar de fe y voluntad contra el cansancio, descubridora del intelecto con sus espejismos, con su fuerza y pasión.

Especialmente en diciembre, la música confiere a la vida un cariz nostálgico. Los himnos universales de esta época despiertan la sensibilidad y evocan con poderosa suavidad el canto de los ángeles anunciando el Nacimiento de Jesús: “Hoy a la Tierra el Cielo envía... Gloria in excelsis Deo”.

Otorgando al espíritu una intraducible sensación de deliciosa libertad, la música permanecerá fiel a sus nobles vibraciones.

E-mail:

amparo.gberumen@gmail.com

Pero el ángel les dijo: No tengan miedo. Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor.

Lucas: 2:10-11

Los instrumentos musicales más antiguos son aquellos que hacen ruido tras un simple golpeteo. Sonajas y rascadores aparecieron en los yacimientos prehistóricos sin que haya podido asegurarse que todos fueron ideados para este fin. Después se dividieron en dos categorías: los que hacen ruido como el bombo y los que producen una nota musical definida, de sonido determinado, como el xilófono.

En un contexto alegórico, pudiera decirse que los grupos de instrumentos que ya en la Edad Media tocaban conjuntamente, se habrían definido como “Orquesta”. Dicho término tuvo durante un tiempo estricta relación con el “Concierto”, que hasta finales del Prerrenacimiento –por el siglo XV– significó un conjunto organizado de instrumentos con estructuras muy diversas.

Hablar de instrumentos antiguos en los primeros quince siglos de nuestra era es hablar en general de la Baja Edad Media y el Renacimiento. Las artes de ese tiempo nos legaron documentos que han fundamentado la historia de los instrumentos musicales. Y tendría que llegar la imprenta, a comienzos del siglo XVI, para que se escribiera no solo música instrumental, sino también tratados sobre dichos instrumentos.

Detentando siempre una importante función social que culmina haciendo feliz a la Humanidad, la música fue adquiriendo un sello exótico con instrumentos tan variados, que otra clasificación los agrupa con base en el material de que están hechos: metal, madera, cuero... Y al ampliar el espectro tímbrico, los compositores extendieron su arte enriqueciendo para siempre la vida cultural de los pueblos.

Alguna vez se ha dicho que la frase “me canta al oído” pudiera no referirse a la música, pero al ser pronunciada, la relación es inevitable especialmente si se evoca la tierna canción de cuna, soñolientos sollozos de un infante que inspiraron a Brahms; el suave roce de Aire y Bach; el sol naranja–rojo o el paisaje azuloso que Vivaldi inscribió, o la Muerte del Cisne que acongojó a Saint Saens.

Y heme aquí pensando que si una vibración sonora, manifestación del fenómeno natural, puede mover las mareas o los péndulos, ¿qué no podrá mover la música en nuestro interior? Nacida de ordenar los sonidos desordenados del mundo nos hace vibrar, nos estimula; son como las olas del mar que presentan diseños ondulados, pequeños y encimados, capaces de conservar su tiempo y forma básica. Ola que se convierte en muchas olas, nota que se compone de muchas notas diferentes sonando simultáneamente, hasta llevarnos adonde se les antoja...

La música de voces ancestrales o de tonos actuales ha habitado por siempre mi imaginación; la escucho delicadamente por su capacidad de traer al recuerdo mis escenas de niña y mis otras escenas... Es compañera en la soledad, mar de fe y voluntad contra el cansancio, descubridora del intelecto con sus espejismos, con su fuerza y pasión.

Especialmente en diciembre, la música confiere a la vida un cariz nostálgico. Los himnos universales de esta época despiertan la sensibilidad y evocan con poderosa suavidad el canto de los ángeles anunciando el Nacimiento de Jesús: “Hoy a la Tierra el Cielo envía... Gloria in excelsis Deo”.

Otorgando al espíritu una intraducible sensación de deliciosa libertad, la música permanecerá fiel a sus nobles vibraciones.

E-mail:

amparo.gberumen@gmail.com