/ domingo 13 de diciembre de 2020

Café Cultura | El cielo en luces

"Esas constelaciones

con sus millones de pupilas bellas

ven con curiosidad nuestros rincones".

Rubén Darío.

Hace mucho tiempo se les dio nombre a las estrellas más brillantes. Y a cada grupo de estrellas se le llamó constelación, que viene del latín stella –estrella. En aquellas épocas la gente que vivía a campo abierto y contemplaba el firmamento largamente, imaginó que las estrellas formaban figuras en lo altísimo inalcanzable, y se creía en aquellas épocas que estas figuras se asemejaban a objetos de las más variadas formas…

Los nombres de las constelaciones han llegado a nosotros desde el tiempo de los griegos y los romanos y de antes aún. Porque lo que conocieron los griegos de las estrellas vino en parte de lo que se sabía de estas en Babilonia, donde fueron bautizadas las constelaciones con nombres de reyes, reinas, héroes mitológicos y animales. Los griegos cambiaron muchos de estos nombres babilónicos por los de personajes de antiguos mitos como Hércules, Orión, Perseo. Los romanos hicieron también cambios y al recurrirse hoy a esos viejos nombres, no es fácil encontrar en el cielo las figuras que ellos sugerían.

A medida que la tierra gira alrededor del sol, empiezan poco a poco a lucir en el horizonte nuevos grupos de estrellas, y lo mejor para su estudio es observarlos como van apareciendo en las distintas épocas del año. En una noche azul clara se encuentran con facilidad la Osa Mayor, la Osa Menor, el Dragón y Casiopea. La primera citada, muy conocida, visible y hasta entrañable, tiene siete estrellas brillantes colocadas en la forma que puede verse en cualquier mapa, y es referencia para encontrar constelaciones cercanas. Prolongada hacia el norte, en la Osa Menor se encuentra la Estrella Polar, y es menos fácil de observar esta constelación porque sus siete estrellas principales son mucho menos brillantes que las de la Osa Mayor. Cercano a las osas está el Dragón, cuya cabeza la forman cuatro estrellas. Y al otro lado de la Estrella Polar hay un grupo de cinco estrellas fulgentes que dibujan una gran W: es la Silla de Casiopea, parte de la gran constelación con este nombre. Algunas veces se llama transitorias, temporales o novas a ciertas estrellas variables que de pronto aumentan su brillo para después volver a su estado original: son estrellas explosivas, y una de las más esplendentes fue descubierta por Tycho-Brahe en 1572, justo en esta constelación de Casiopea, quedando registrado que brilló tan vivamente como Venus, y visible aún en pleno día, más al cabo de dieciséis meses se fue apagando hasta no verse más.

En 1603 se publicó un famoso atlas de estrellas en que los mapas mostraban las constelaciones representando con un trazo a la persona u objeto que inspiró su nombre, incluyéndose las principales estrellas que las delineaban. Estas observaciones han podido realizarse gracias a que los astrónomos tienen instrumentos diversos que usan en conexión con sus telescopios, como el espectroscopio que se emplea justo para estudiar su espectro y hacer espectrogramas de ellas; la cámara fotográfica usada con el fin de tener una memoria de imágenes; y el interferómetro, que ha permitido determinar el diámetro de ciertas estrellas. Algunas de las más pequeñas se acercan al tamaño de Júpiter, mientras que otras gigantes alcanzan un diámetro quinientas veces mayor que el del sol. Hay también las supernovas, cuya luminosidad aumenta en millones de veces, llegando a creerse que la Nebulosa del Cangrejo se cimienta en los restos de la explosión de una supernova observada en 1054.

En diciembre puede observarse una de las más hermosas constelaciones del cielo boreal: Orión. La constituyen cuatro brillantes estrellas que forman un cuadro en cuyo centro se ven, en línea recta, otras tres igualmente deslumbrantes. La del cuadro que está más al Norte es Betelgeuze, y Rigel la que está más al Sur. Cerca de Orión se halla la constelación del Toro y su estrella roja Aldebarán, que se ha tomado como unidad para el brillo de las estrellas. Muy cerca están las Pléyades, un grupo de estrellitas lucientes muy unidas, llamadas también las siete cabritas (¿verdad Poniatowska?). Después se ve la constelación del Perro Mayor con su estrella, la más brillante del firmamento: Sirio…

En abril ya puede mirarse en el alto cielo la constelación del León que, se admite, representaba el León que fue muerto por Hércules. Muy cerca del león pueden también observarse claramente dos constelaciones: Boyero, con su estrella roja de primera magnitud, Arturo, y la de la Virgen con su mayor estrella, también de primera magnitud, llamada la Espiga.

En julio pueden observarse las constelaciones de la Corona Boreal, que en la mitología griega representaba la corona que Baco puso a Ariadna, y la constelación de la Lira en donde luce otra de las estrellas más esplendentes del cielo: Vega, azul y blanca. Y más al sur se ve la del Escorpión, en la que se encuentra la estrella roja de primera magnitud, Antares.

En septiembre veremos las constelaciones de Pegaso, Andrómeda y Perseo. Estas y todas las demás se encuentran fácilmente en el cielo si se tiene cercano un mapa celeste. Pueden también citarse como muy importantes del hemisferio austral, el Centauro, el Lobo, el Triángulo Astral, la Ballena, el Carnero, la Grulla, Argos, Sagitario y Heridano.

Las constelaciones son grupos celestiales sin tiempos a medir que están muy lejos de la vista, más no del pensamiento, como los Gemelos Pólux y Cástor…

Los amantes inventan

nuevas constelaciones

estrellas milenarias

se deslíen en barro.

I. Díaz Sancho

"Esas constelaciones

con sus millones de pupilas bellas

ven con curiosidad nuestros rincones".

Rubén Darío.

Hace mucho tiempo se les dio nombre a las estrellas más brillantes. Y a cada grupo de estrellas se le llamó constelación, que viene del latín stella –estrella. En aquellas épocas la gente que vivía a campo abierto y contemplaba el firmamento largamente, imaginó que las estrellas formaban figuras en lo altísimo inalcanzable, y se creía en aquellas épocas que estas figuras se asemejaban a objetos de las más variadas formas…

Los nombres de las constelaciones han llegado a nosotros desde el tiempo de los griegos y los romanos y de antes aún. Porque lo que conocieron los griegos de las estrellas vino en parte de lo que se sabía de estas en Babilonia, donde fueron bautizadas las constelaciones con nombres de reyes, reinas, héroes mitológicos y animales. Los griegos cambiaron muchos de estos nombres babilónicos por los de personajes de antiguos mitos como Hércules, Orión, Perseo. Los romanos hicieron también cambios y al recurrirse hoy a esos viejos nombres, no es fácil encontrar en el cielo las figuras que ellos sugerían.

A medida que la tierra gira alrededor del sol, empiezan poco a poco a lucir en el horizonte nuevos grupos de estrellas, y lo mejor para su estudio es observarlos como van apareciendo en las distintas épocas del año. En una noche azul clara se encuentran con facilidad la Osa Mayor, la Osa Menor, el Dragón y Casiopea. La primera citada, muy conocida, visible y hasta entrañable, tiene siete estrellas brillantes colocadas en la forma que puede verse en cualquier mapa, y es referencia para encontrar constelaciones cercanas. Prolongada hacia el norte, en la Osa Menor se encuentra la Estrella Polar, y es menos fácil de observar esta constelación porque sus siete estrellas principales son mucho menos brillantes que las de la Osa Mayor. Cercano a las osas está el Dragón, cuya cabeza la forman cuatro estrellas. Y al otro lado de la Estrella Polar hay un grupo de cinco estrellas fulgentes que dibujan una gran W: es la Silla de Casiopea, parte de la gran constelación con este nombre. Algunas veces se llama transitorias, temporales o novas a ciertas estrellas variables que de pronto aumentan su brillo para después volver a su estado original: son estrellas explosivas, y una de las más esplendentes fue descubierta por Tycho-Brahe en 1572, justo en esta constelación de Casiopea, quedando registrado que brilló tan vivamente como Venus, y visible aún en pleno día, más al cabo de dieciséis meses se fue apagando hasta no verse más.

En 1603 se publicó un famoso atlas de estrellas en que los mapas mostraban las constelaciones representando con un trazo a la persona u objeto que inspiró su nombre, incluyéndose las principales estrellas que las delineaban. Estas observaciones han podido realizarse gracias a que los astrónomos tienen instrumentos diversos que usan en conexión con sus telescopios, como el espectroscopio que se emplea justo para estudiar su espectro y hacer espectrogramas de ellas; la cámara fotográfica usada con el fin de tener una memoria de imágenes; y el interferómetro, que ha permitido determinar el diámetro de ciertas estrellas. Algunas de las más pequeñas se acercan al tamaño de Júpiter, mientras que otras gigantes alcanzan un diámetro quinientas veces mayor que el del sol. Hay también las supernovas, cuya luminosidad aumenta en millones de veces, llegando a creerse que la Nebulosa del Cangrejo se cimienta en los restos de la explosión de una supernova observada en 1054.

En diciembre puede observarse una de las más hermosas constelaciones del cielo boreal: Orión. La constituyen cuatro brillantes estrellas que forman un cuadro en cuyo centro se ven, en línea recta, otras tres igualmente deslumbrantes. La del cuadro que está más al Norte es Betelgeuze, y Rigel la que está más al Sur. Cerca de Orión se halla la constelación del Toro y su estrella roja Aldebarán, que se ha tomado como unidad para el brillo de las estrellas. Muy cerca están las Pléyades, un grupo de estrellitas lucientes muy unidas, llamadas también las siete cabritas (¿verdad Poniatowska?). Después se ve la constelación del Perro Mayor con su estrella, la más brillante del firmamento: Sirio…

En abril ya puede mirarse en el alto cielo la constelación del León que, se admite, representaba el León que fue muerto por Hércules. Muy cerca del león pueden también observarse claramente dos constelaciones: Boyero, con su estrella roja de primera magnitud, Arturo, y la de la Virgen con su mayor estrella, también de primera magnitud, llamada la Espiga.

En julio pueden observarse las constelaciones de la Corona Boreal, que en la mitología griega representaba la corona que Baco puso a Ariadna, y la constelación de la Lira en donde luce otra de las estrellas más esplendentes del cielo: Vega, azul y blanca. Y más al sur se ve la del Escorpión, en la que se encuentra la estrella roja de primera magnitud, Antares.

En septiembre veremos las constelaciones de Pegaso, Andrómeda y Perseo. Estas y todas las demás se encuentran fácilmente en el cielo si se tiene cercano un mapa celeste. Pueden también citarse como muy importantes del hemisferio austral, el Centauro, el Lobo, el Triángulo Astral, la Ballena, el Carnero, la Grulla, Argos, Sagitario y Heridano.

Las constelaciones son grupos celestiales sin tiempos a medir que están muy lejos de la vista, más no del pensamiento, como los Gemelos Pólux y Cástor…

Los amantes inventan

nuevas constelaciones

estrellas milenarias

se deslíen en barro.

I. Díaz Sancho