/ domingo 26 de abril de 2020

Café Cultura | El sueño va sobre el tiempo

He terminado de leer los periódicos igual que cualquier tarde. No pasa un solo día sin que los lea. Tengo en cada uno mis secciones preferidas, mis articulistas, y a otros no los leo ni por error. Apuro el último sorbo de café de mi taza pequeña y frágil, y me echo hacia atrás en el respaldo del sofá.

Fijo la vista en el domo que aclara el techo de mi estudio y me quedo aquí sin medir el tiempo. No hay nada como estar a solas pensando. El domo es traslúcido y rectangular, y le puse una especie de parasol de yutina para impedir que los animosos rayos solares del verano siguieran empalideciendo los lomos de mis libros. Lo venturoso fue que la vista al cielo la sigo teniendo en los extremos y por la noche alcanzan a vislumbrarse las estrellas. Y cuando llueve las gotas de agua retumban allí sus gozos misceláneos. Había decidido no hablar de lo mismo. De eso de estar aquí. Pero la tarde en rojo sigue afuera y en ella entretengo mi pensamiento con sus estampas íntimas. Aquí siento el eco de una cierta seguridad. También el paso inevitable del tiempo. El sueño va sobre el tiempo, / flotando como un velero… –dice Lorca.

Aquí en el estudio tengo siempre algunos libros perdidos y algunas revistas y periódicos. El intento de ordenar un poco me lleva siempre a retomar lecturas a veces olvidadas, como es el caso del libro Sabidurías, que reúne en sus páginas 365 pensamientos de maestros de la India, con reveladoras ilustraciones de esta cultura ancestral, para meditar cada día a lo largo de todo el año. Leo uno de los pensamientos que resguarda La Bhagavad Gita: “En la música yo soy la melodía”. Esta frase la pongo aquí porque me gusta y me hace bailar dando vueltas y vueltas…

Ay, la India! República del Mahatma Gandhi establecida en 1947, al dividirse el territorio de la India Británica en dos naciones independientes. De su preexistencia se tuvo noticia durante los primeros veinticinco años del siglo pasado, gracias a las excavaciones realizadas en Mohenyo Daro y Harappa (Pakistán). En esta vasta extensión territorial que ocupan los dos estados nació, hacia el tercer milenio a. de C., una de las civilizaciones más antiguas que se conocen.

Es con la invasión de las tribus arias durante el segundo milenio a. de C., cuando inicia propiamente su período histórico. Todos estos relatos se encuentran en los libros sagrados, los Vedas, y se esbozan también los componentes de la religión que traían consigo estas tribus inmigrantes entre las que destacaron los kurus, de cuyas raíces en la religión védica se consolidó el hinduismo, y tomó forma el sánscrito clásico, que se convertiría en la lengua nacional durante unos dos mil años. Ya a finales del siglo VI a. de C. aparecieron nuevas doctrinas religiosas e ideológicas como el budismo, que transformaron el clima intelectual del país y marcaron el final del llamado período védico.

Debido a la diversidad de lenguas existentes (más de ochocientas), no puede hablarse con propiedad de una literatura india. Sus textos más pretéritos son de inscripción religiosa y filosófica y están escritos en sánscrito antiguo. Gracias al conocimiento de esta lengua fue posible la constitución de la filología comparada, que recibió en el decimonónico un sólido impulso. Una vasta riqueza literaria distingue a esta cultura milenaria. Las diversas versiones de la vida de Buda fueron escritas, hacia el siglo I a. de C., en una variante del sánscrito. Y algunos siglos antes de iniciarse la era cristiana se conocían ya sus dos grandes poemas épicos: el Mahabarata y el Ramayana. Con los entreveros que se le han hecho, el primero consta de unos 220 mil versos, llamados zlocas. A este período pertenecen también las leyendas de tipo religioso conocidas con el nombre de Puranas, que hablan de los dioses indios y de la creación del mundo. Y los Agama, libros rituales de carácter filosófico.

La rica experiencia religiosa se ha plasmado en su vasta literatura (Mahabarata, Panchatantra,, Ramayana, Upanishads, Vedas) y en una abundante producción dentro de las artes plásticas, como son los primeros templos tallados en el interior de las cavernas y los monumentos circulares destinados a guardar reliquias budistas. Ya en el siglo XII sobresalió Jayadeva en la poesía lírica, con su gran poema dramático, el Gita Govinda, que canta los amores de Krishna y Gopis con un acentuado dejo de exaltación panteísta y sensual.

Es famosa la literatura india por el tratamiento de un género literario de fines didácticos conocido con el nombre de Cuentos o apólogos morales. Las más gloriosas fábulas de este tipo quedaron recogidas en el Panchatantra (Cinco libros), y en el Hitopadesa (Libro de los consejos útiles), circulando dichas obras por el Asia Menor y toda Europa. En Grecia sirvieron de base a las fábulas de Esopo y en Roma a las de Fedro. En la Edad Media circularon en colecciones en prosa como la Gesta Romanorum, y fueron concentradas en el Decamerón de Boccaccio y en Los cuentos de Canterbury, del inglés Chaucer. En el siglo XVII renovaron sus expresiones en Francia con La Fontaine, quien a su vez hizo figura sobre los fabulistas españoles Tomás de Iiriarte y Félix María Samaniego en el siglo XVIII.

Ay, la India! Y el paso del tiempo...

mag_berumen@cafecostenito.com.mx

La Bhagavad Gita

Si ves el alma de cualquier ser vivo, tu visión es verdadera.

Si ves la inmortalidad en el corazón de cualquier ser mortal, tu visión es verdadera"

He terminado de leer los periódicos igual que cualquier tarde. No pasa un solo día sin que los lea. Tengo en cada uno mis secciones preferidas, mis articulistas, y a otros no los leo ni por error. Apuro el último sorbo de café de mi taza pequeña y frágil, y me echo hacia atrás en el respaldo del sofá.

Fijo la vista en el domo que aclara el techo de mi estudio y me quedo aquí sin medir el tiempo. No hay nada como estar a solas pensando. El domo es traslúcido y rectangular, y le puse una especie de parasol de yutina para impedir que los animosos rayos solares del verano siguieran empalideciendo los lomos de mis libros. Lo venturoso fue que la vista al cielo la sigo teniendo en los extremos y por la noche alcanzan a vislumbrarse las estrellas. Y cuando llueve las gotas de agua retumban allí sus gozos misceláneos. Había decidido no hablar de lo mismo. De eso de estar aquí. Pero la tarde en rojo sigue afuera y en ella entretengo mi pensamiento con sus estampas íntimas. Aquí siento el eco de una cierta seguridad. También el paso inevitable del tiempo. El sueño va sobre el tiempo, / flotando como un velero… –dice Lorca.

Aquí en el estudio tengo siempre algunos libros perdidos y algunas revistas y periódicos. El intento de ordenar un poco me lleva siempre a retomar lecturas a veces olvidadas, como es el caso del libro Sabidurías, que reúne en sus páginas 365 pensamientos de maestros de la India, con reveladoras ilustraciones de esta cultura ancestral, para meditar cada día a lo largo de todo el año. Leo uno de los pensamientos que resguarda La Bhagavad Gita: “En la música yo soy la melodía”. Esta frase la pongo aquí porque me gusta y me hace bailar dando vueltas y vueltas…

Ay, la India! República del Mahatma Gandhi establecida en 1947, al dividirse el territorio de la India Británica en dos naciones independientes. De su preexistencia se tuvo noticia durante los primeros veinticinco años del siglo pasado, gracias a las excavaciones realizadas en Mohenyo Daro y Harappa (Pakistán). En esta vasta extensión territorial que ocupan los dos estados nació, hacia el tercer milenio a. de C., una de las civilizaciones más antiguas que se conocen.

Es con la invasión de las tribus arias durante el segundo milenio a. de C., cuando inicia propiamente su período histórico. Todos estos relatos se encuentran en los libros sagrados, los Vedas, y se esbozan también los componentes de la religión que traían consigo estas tribus inmigrantes entre las que destacaron los kurus, de cuyas raíces en la religión védica se consolidó el hinduismo, y tomó forma el sánscrito clásico, que se convertiría en la lengua nacional durante unos dos mil años. Ya a finales del siglo VI a. de C. aparecieron nuevas doctrinas religiosas e ideológicas como el budismo, que transformaron el clima intelectual del país y marcaron el final del llamado período védico.

Debido a la diversidad de lenguas existentes (más de ochocientas), no puede hablarse con propiedad de una literatura india. Sus textos más pretéritos son de inscripción religiosa y filosófica y están escritos en sánscrito antiguo. Gracias al conocimiento de esta lengua fue posible la constitución de la filología comparada, que recibió en el decimonónico un sólido impulso. Una vasta riqueza literaria distingue a esta cultura milenaria. Las diversas versiones de la vida de Buda fueron escritas, hacia el siglo I a. de C., en una variante del sánscrito. Y algunos siglos antes de iniciarse la era cristiana se conocían ya sus dos grandes poemas épicos: el Mahabarata y el Ramayana. Con los entreveros que se le han hecho, el primero consta de unos 220 mil versos, llamados zlocas. A este período pertenecen también las leyendas de tipo religioso conocidas con el nombre de Puranas, que hablan de los dioses indios y de la creación del mundo. Y los Agama, libros rituales de carácter filosófico.

La rica experiencia religiosa se ha plasmado en su vasta literatura (Mahabarata, Panchatantra,, Ramayana, Upanishads, Vedas) y en una abundante producción dentro de las artes plásticas, como son los primeros templos tallados en el interior de las cavernas y los monumentos circulares destinados a guardar reliquias budistas. Ya en el siglo XII sobresalió Jayadeva en la poesía lírica, con su gran poema dramático, el Gita Govinda, que canta los amores de Krishna y Gopis con un acentuado dejo de exaltación panteísta y sensual.

Es famosa la literatura india por el tratamiento de un género literario de fines didácticos conocido con el nombre de Cuentos o apólogos morales. Las más gloriosas fábulas de este tipo quedaron recogidas en el Panchatantra (Cinco libros), y en el Hitopadesa (Libro de los consejos útiles), circulando dichas obras por el Asia Menor y toda Europa. En Grecia sirvieron de base a las fábulas de Esopo y en Roma a las de Fedro. En la Edad Media circularon en colecciones en prosa como la Gesta Romanorum, y fueron concentradas en el Decamerón de Boccaccio y en Los cuentos de Canterbury, del inglés Chaucer. En el siglo XVII renovaron sus expresiones en Francia con La Fontaine, quien a su vez hizo figura sobre los fabulistas españoles Tomás de Iiriarte y Félix María Samaniego en el siglo XVIII.

Ay, la India! Y el paso del tiempo...

mag_berumen@cafecostenito.com.mx

La Bhagavad Gita

Si ves el alma de cualquier ser vivo, tu visión es verdadera.

Si ves la inmortalidad en el corazón de cualquier ser mortal, tu visión es verdadera"