/ domingo 3 de julio de 2022

Café Cultura | Escribir a tiempo

Hay la fuerza de la espada;

pero también existe la fuerza de la pluma.

Yo tenía la conciencia de que mi pluma

vale por muchas espadas.

Unamuno.

Ocupados en el pequeño–gran mundo de nuestras cosas, vivimos hoy la mayoría de los ciudadanos. Cada día más aislados de la Naturaleza en nuestras ciudades redescubrimos, sin embargo, un antiguo código: no pasamos de ser un hilo casi invisible en la intricada urdimbre de seres vivientes que habitamos la Tierra. Cada vez que infringimos el orden de lo natural, aprendemos casi por decreto que los daños causados al tejido que lo abarca todo, son prácticamente irreversibles.

Esta relación entre lo vivo y el medio es la esencia de la Ecología, término inventado hace más de un siglo al unirse dos palabras griegas que significan un pensar dentro de la casa. Y contra lo que pueda creerse, esta nueva ciencia de la Ecología NO emana de las encrucijadas del medio ambiente. Desarrollada con más amplitud hacia mediados del siglo XIX a través de las Ciencias de la Naturaleza, la Ecología permite la recuperación de temas que permanecían invernando en la Teología Natural, en la que habían sido tratados a fondo la unidad, la analogía, la finalidad, y la belleza de la Naturaleza. A través de la Ecología, hoy no se habla del AGUA en general sino de las aguas, los mares, las lagunas, los estanques, los ríos, los arroyos.

No se habla hoy de los gases en general sino de la atmósfera. Tampoco de las tierras y minerales en general sino del suelo, siendo tratados todos como ESPACIOS VITALES.

Más lejos de su natural composición, hoy las aguas son estudiadas en su movilidad y transformación y en su relación con sus lechos pluviales, riveras, superficie.

Aquí se deja atrás el concepto original del agua como reino de vida, para entenderla como un ecosistema, un entorno, un hábitat.

Con algunas diferenciaciones, lo dicho vale también para el SUELO, porque desintegrado el elemento tierra en sus diversas clases y minerales, y en cuanto “suelo” sea considerada la Tierra otra vez como un todo, se desprenderá que siendo el suelo un compartimiento de ecosistemas, asume el alto valor que ello tiene para la siembra de árboles y para el planteamiento de cultivos naturales, por ser portador de humedad vital, pudiendo celebrarse hoy un retorno del elemento tierra, en forma de suelo.

Reiteradamente hemos estado hablando aquí de nuestros espacios vitales, de nuestros entornos, de nuestros ecosistemas, como un conjunto estable de valor incalculable cercano a nosotros con su flora y su fauna.

Y cuando hablamos de salvar el Planeta, hablamos hoy aquí de salvar suelo y lagunas. AGUA Y SUELO AQUÍ. Hablamos en Tampico de una defensa sin tregua porque así como un árbol, una flor o un pájaro tienen características individuales, también en nuestro puerto tenemos maneras distintas de asumir problemas iguales. Esta no es una noticia ni intenta ser el descubrimiento de nada. Es tan solamente un principio universal que habla de rasgos culturales diferentes, de éticas particulares, y esquemas de valores grupales. No en vano se ha dicho hasta el cansancio que el hombre no está capacitado para renunciar a la comodidad, a los recursos, al territorio.

Y pensar que de esto se trata justamente el ideal ecológico: de que cada ciudad, cada estado, cada país ceda con una misma aspiración, algunos de sus bienes para efecto de alcanzar un mayor equilibrio con el medio local y global, por el bien de la Humanidad.

Un principio fundamental dicta que el primer hombre está hecho de la tierra y, después de él, todos los seres humanos han venido de la tierra y por la tierra tienen que ser preservados, porque alimento y bebida proceden de ella. Al hablar del suelo se pueden hacer valer, con toda conciencia, argumentos similares a lo dicho sobre las aguas, porque los suelos son, también, para la ciencia, dinámicos espacios de vida.

Hay que escribir de aquello que signifique una amenaza a nuestras ciudades.

Escribir A TIEMPO. No se puede vivir –decía Don Andrés Henestrosa– sin buscar una explicación a todo lo que pasa alrededor de nosotros. Buscar, encontrar, y luego, escribir.

E-mail: amparo.gberumen@gmail.com

Hay la fuerza de la espada;

pero también existe la fuerza de la pluma.

Yo tenía la conciencia de que mi pluma

vale por muchas espadas.

Unamuno.

Ocupados en el pequeño–gran mundo de nuestras cosas, vivimos hoy la mayoría de los ciudadanos. Cada día más aislados de la Naturaleza en nuestras ciudades redescubrimos, sin embargo, un antiguo código: no pasamos de ser un hilo casi invisible en la intricada urdimbre de seres vivientes que habitamos la Tierra. Cada vez que infringimos el orden de lo natural, aprendemos casi por decreto que los daños causados al tejido que lo abarca todo, son prácticamente irreversibles.

Esta relación entre lo vivo y el medio es la esencia de la Ecología, término inventado hace más de un siglo al unirse dos palabras griegas que significan un pensar dentro de la casa. Y contra lo que pueda creerse, esta nueva ciencia de la Ecología NO emana de las encrucijadas del medio ambiente. Desarrollada con más amplitud hacia mediados del siglo XIX a través de las Ciencias de la Naturaleza, la Ecología permite la recuperación de temas que permanecían invernando en la Teología Natural, en la que habían sido tratados a fondo la unidad, la analogía, la finalidad, y la belleza de la Naturaleza. A través de la Ecología, hoy no se habla del AGUA en general sino de las aguas, los mares, las lagunas, los estanques, los ríos, los arroyos.

No se habla hoy de los gases en general sino de la atmósfera. Tampoco de las tierras y minerales en general sino del suelo, siendo tratados todos como ESPACIOS VITALES.

Más lejos de su natural composición, hoy las aguas son estudiadas en su movilidad y transformación y en su relación con sus lechos pluviales, riveras, superficie.

Aquí se deja atrás el concepto original del agua como reino de vida, para entenderla como un ecosistema, un entorno, un hábitat.

Con algunas diferenciaciones, lo dicho vale también para el SUELO, porque desintegrado el elemento tierra en sus diversas clases y minerales, y en cuanto “suelo” sea considerada la Tierra otra vez como un todo, se desprenderá que siendo el suelo un compartimiento de ecosistemas, asume el alto valor que ello tiene para la siembra de árboles y para el planteamiento de cultivos naturales, por ser portador de humedad vital, pudiendo celebrarse hoy un retorno del elemento tierra, en forma de suelo.

Reiteradamente hemos estado hablando aquí de nuestros espacios vitales, de nuestros entornos, de nuestros ecosistemas, como un conjunto estable de valor incalculable cercano a nosotros con su flora y su fauna.

Y cuando hablamos de salvar el Planeta, hablamos hoy aquí de salvar suelo y lagunas. AGUA Y SUELO AQUÍ. Hablamos en Tampico de una defensa sin tregua porque así como un árbol, una flor o un pájaro tienen características individuales, también en nuestro puerto tenemos maneras distintas de asumir problemas iguales. Esta no es una noticia ni intenta ser el descubrimiento de nada. Es tan solamente un principio universal que habla de rasgos culturales diferentes, de éticas particulares, y esquemas de valores grupales. No en vano se ha dicho hasta el cansancio que el hombre no está capacitado para renunciar a la comodidad, a los recursos, al territorio.

Y pensar que de esto se trata justamente el ideal ecológico: de que cada ciudad, cada estado, cada país ceda con una misma aspiración, algunos de sus bienes para efecto de alcanzar un mayor equilibrio con el medio local y global, por el bien de la Humanidad.

Un principio fundamental dicta que el primer hombre está hecho de la tierra y, después de él, todos los seres humanos han venido de la tierra y por la tierra tienen que ser preservados, porque alimento y bebida proceden de ella. Al hablar del suelo se pueden hacer valer, con toda conciencia, argumentos similares a lo dicho sobre las aguas, porque los suelos son, también, para la ciencia, dinámicos espacios de vida.

Hay que escribir de aquello que signifique una amenaza a nuestras ciudades.

Escribir A TIEMPO. No se puede vivir –decía Don Andrés Henestrosa– sin buscar una explicación a todo lo que pasa alrededor de nosotros. Buscar, encontrar, y luego, escribir.

E-mail: amparo.gberumen@gmail.com