/ domingo 7 de febrero de 2021

Café Cultura | "La Habitación del Poeta"

En la parte alta de la casa hay un área al aire libre, encubierta por un árbol espléndido. Además de mi pequeño estudio que está junto, este lugar es un refugio para la lectura y para el más bello oficio que es el de pensar.

Las tardes son muy breves aquí. No se siente el paso del tiempo ni se oye nada que no sea el silbo de los pájaros y la rumba del viento en el árbol. Bajo sus verdes brazos me gusta leer, así traiga en la cabeza la bruma de los días. Yo no sé si esto que digo pueda interesar a alguien. Voy descalza a la cocina a servirme un café. Al bajar por la escalera está perfumada la casa y roza los escalones la orla de mi falda. Subo de vuelta trayendo bajo el brazo el periódico, que el viento enredador no me deja leer con tranquilidad. El café lo sirvo muy caliente en una taza pequeña y frágil. Lectura y café, el acuerdo perfecto.

Hace ya algunos años pregunté a un amigo escritor qué libro desearía en ese instante leer. Me dio casi en ristre tres o cuatro autores, y resultó que yo poco sabía de ellos. Ya en la Ciudad de México busqué en una buena librería esos títulos. El escritor que más me cautivó fue Robert Walser. De estas lecturas he seleccionado LA HABITACIÓN DEL POETA, del libro con ese nombre que reúne treinta prosas breves, cinco poemas, y cuatro fragmentos que se habían dado por perdidos y fueran publicados en Alemania por primera vez en forma de libro, en 2003. Lo pongo aquí para usted, con el deseo de que Walser le robe, como a mí, muchos instantes…

“A decir verdad, actualmente vivo en un cuarto de baño. El aire es húmedo, pero no importa, porque me gustan los ambientes húmedos y frescos. La habitación es relativamente baja, pero he vivido en habitaciones aún más bajas. El polvo se acumula a porrillo sobre los muebles. Pero con el polvo me pasa lo siguiente: me gusta respirar el aire polvoriento. El aire sucio contiene una cierta magia romántica.

“Mi amiga, la separada, divorciada y desgraciada Frau von Ligerz vive aún con más estrecheces que yo. Lo hace con muchísimas menos comodidades, aunque antiguamente llegó a nadar en la abundancia. Vivió como una princesa en su trono, y ahora, igual que una esclava sin esperanza, se dedica a traducir. ¡Traduce novelas! Su propia vida es una novela. Aunque ella es demasiado exquisita para escribirla.

“La vida de una persona cualquiera es una hermosa y extensa novela; la mía por ejemplo. Por las noches, sentado en mi habitación junto a la lámpara, me siento como un auténtico personaje de novela: “Y entonces apagó la luz y se acostó”. Mi cama es un somier plegable, viejo, húmedo y duro, que me costó trabajo conseguir. Pero en él duermo con una suerte de alegría. Me lo prestó una jornalera. Yo le di para su hijo un par de botas que no puedo ponerme porque me van grandes. Así es como uno da al otro lo que le sobra y recibe un trato recíproco.

“Oh, qué dulce, qué increíblemente hermosa es la miseria de los pobres que trabajan todos los días por un mendrugo de pan. Me alegra de todo corazón figurar en el pueblo llano. Los arrabales de la ciudad son mi lugar de residencia preferido, y la gente pobre que sustrae de vez en cuando cualquier nimiedad con sus hábiles dedos son mis compañeros. Esta Emma, por ejemplo, que cada ocho días pone orden en mis aposentos de escritor.

“Mi estufa es una estufa de baño, calienta que es una maravilla. Menuda habitación tuve hasta hace poco, qué elegante y señorial; tenía el techo alto y las ventanas estrechas. Un conde no podría vivir con más distinción. Sin embargo, al final terminaron por echarme, aunque no importa. Es tan bonito poder soñar con la suntuosidad de antaño. Un par de paños, alfombras y mantas hacen que una habitación sea cálida. Vamos, que con eso tengo de sobra. ¿Acaso no brilla el amable sol lisonjera y pródigamente? Y por la noche, ¿quién es esa muchacha curiosa y agradable que me contempla a la antigua a través de la ventana? ¿Es la luna? Sí, es la buena y noble luna. ¿No debería estar contento? Sí, debería estar contento. Tengo la cabeza clara y el alma rodeada de esperanzas amables y de ojos azules. Nunca, nunca jamás querría una vida distinta de la que tengo. Ésta y no otra distinta. Ni un ápice”.

amparo.gberumen@gmail.com

En la parte alta de la casa hay un área al aire libre, encubierta por un árbol espléndido. Además de mi pequeño estudio que está junto, este lugar es un refugio para la lectura y para el más bello oficio que es el de pensar.

Las tardes son muy breves aquí. No se siente el paso del tiempo ni se oye nada que no sea el silbo de los pájaros y la rumba del viento en el árbol. Bajo sus verdes brazos me gusta leer, así traiga en la cabeza la bruma de los días. Yo no sé si esto que digo pueda interesar a alguien. Voy descalza a la cocina a servirme un café. Al bajar por la escalera está perfumada la casa y roza los escalones la orla de mi falda. Subo de vuelta trayendo bajo el brazo el periódico, que el viento enredador no me deja leer con tranquilidad. El café lo sirvo muy caliente en una taza pequeña y frágil. Lectura y café, el acuerdo perfecto.

Hace ya algunos años pregunté a un amigo escritor qué libro desearía en ese instante leer. Me dio casi en ristre tres o cuatro autores, y resultó que yo poco sabía de ellos. Ya en la Ciudad de México busqué en una buena librería esos títulos. El escritor que más me cautivó fue Robert Walser. De estas lecturas he seleccionado LA HABITACIÓN DEL POETA, del libro con ese nombre que reúne treinta prosas breves, cinco poemas, y cuatro fragmentos que se habían dado por perdidos y fueran publicados en Alemania por primera vez en forma de libro, en 2003. Lo pongo aquí para usted, con el deseo de que Walser le robe, como a mí, muchos instantes…

“A decir verdad, actualmente vivo en un cuarto de baño. El aire es húmedo, pero no importa, porque me gustan los ambientes húmedos y frescos. La habitación es relativamente baja, pero he vivido en habitaciones aún más bajas. El polvo se acumula a porrillo sobre los muebles. Pero con el polvo me pasa lo siguiente: me gusta respirar el aire polvoriento. El aire sucio contiene una cierta magia romántica.

“Mi amiga, la separada, divorciada y desgraciada Frau von Ligerz vive aún con más estrecheces que yo. Lo hace con muchísimas menos comodidades, aunque antiguamente llegó a nadar en la abundancia. Vivió como una princesa en su trono, y ahora, igual que una esclava sin esperanza, se dedica a traducir. ¡Traduce novelas! Su propia vida es una novela. Aunque ella es demasiado exquisita para escribirla.

“La vida de una persona cualquiera es una hermosa y extensa novela; la mía por ejemplo. Por las noches, sentado en mi habitación junto a la lámpara, me siento como un auténtico personaje de novela: “Y entonces apagó la luz y se acostó”. Mi cama es un somier plegable, viejo, húmedo y duro, que me costó trabajo conseguir. Pero en él duermo con una suerte de alegría. Me lo prestó una jornalera. Yo le di para su hijo un par de botas que no puedo ponerme porque me van grandes. Así es como uno da al otro lo que le sobra y recibe un trato recíproco.

“Oh, qué dulce, qué increíblemente hermosa es la miseria de los pobres que trabajan todos los días por un mendrugo de pan. Me alegra de todo corazón figurar en el pueblo llano. Los arrabales de la ciudad son mi lugar de residencia preferido, y la gente pobre que sustrae de vez en cuando cualquier nimiedad con sus hábiles dedos son mis compañeros. Esta Emma, por ejemplo, que cada ocho días pone orden en mis aposentos de escritor.

“Mi estufa es una estufa de baño, calienta que es una maravilla. Menuda habitación tuve hasta hace poco, qué elegante y señorial; tenía el techo alto y las ventanas estrechas. Un conde no podría vivir con más distinción. Sin embargo, al final terminaron por echarme, aunque no importa. Es tan bonito poder soñar con la suntuosidad de antaño. Un par de paños, alfombras y mantas hacen que una habitación sea cálida. Vamos, que con eso tengo de sobra. ¿Acaso no brilla el amable sol lisonjera y pródigamente? Y por la noche, ¿quién es esa muchacha curiosa y agradable que me contempla a la antigua a través de la ventana? ¿Es la luna? Sí, es la buena y noble luna. ¿No debería estar contento? Sí, debería estar contento. Tengo la cabeza clara y el alma rodeada de esperanzas amables y de ojos azules. Nunca, nunca jamás querría una vida distinta de la que tengo. Ésta y no otra distinta. Ni un ápice”.

amparo.gberumen@gmail.com