/ domingo 14 de agosto de 2022

Café Cultura | Ritmos y Voces de la Tierra

Volando me vivo, cantor de flores,

compongo cantares, mariposas de canto.

(De un joven tlamatini).

Los instrumentos musicales más antiguos son aquellos que hacen ruido tras un simple golpeteo. Sonajas y rascadores aparecieron en los yacimientos prehistóricos sin que pudiera asegurarse que todos fueron ideados para este fin. Luego se dividieron en dos categorías: los que hacen ruido como el bombo, y los que producen una nota musical definida, de sonido determinado, como el xilófono. Y así empezó la historia... Al detentar una importante función social que culmina haciendo feliz a la Humanidad, la música fue adquiriendo un sello exótico, con instrumentos tan variados que permitieron ampliar el espectro tímbrico… Y los compositores extendieron su arte enriqueciendo la vida cultural de los pueblos.

Junto a la danza, la música es probablemente una de las artes más antiguas por su hilaridad a las manifestaciones corporales, a las sensaciones que seducen y embriagan… Y es probable que al principio el hombre haya bailado en solitario, y en su intuición augural descubriera el hombre que el movimiento rítmico producía en su interior una sensación mística, extática, un estado de expresión desconocido, una emoción que podía revivirse cuantas veces repitiera su baile… La danza surgió entonces de la observación de la Naturaleza y del Universo, y surgieron los ritos y las ceremonias: con cantos y danzas han conseguido los creyentes una buena cosecha, una abundante lluvia, y se han transformado las fuerzas oscuras en energía creadora. ‘Yo tocaré, cantando, el músico instrumento sonoroso’ –dice una variación a Nezahualcóyotl.

De todas estas mociones universales también reavivadas en la fértil Huasteca, emerge la inventiva, la décima de nuestros rimadores huastecos: voces nativas, rasgueo de jaranas, latido íntimo, retumbar de la tierra en sus fibras ancestrales, en sus precoces fermentos expresivos y al cabo, devenir constante e inmutable… Porque así como el antiguo orden pervive en los plantíos de la memoria, así la agenda del tiempo fue dictando al juglar, al versador, el clima interpretativo–escritural, y en esta gradual duplicación aprueba engranajes improvisados, imprevisibles.

Décimas, obras cultas de creación, obras barrocas y luego de otras épocas que han atravesado su propia historia echando mano de ella. Caudal que al paso de los siglos ha ido revelando el sentir más sentido: el canto improvisado de los pueblos campesinos de América. Décima, expresión extendida y latente con presencia en el imaginario colectivo, canto espontáneo y canto organizado que guarda una estrecha relación con lo cotidiano y con todo lo de aquí dentro... ¡Ay, décimas quejumbrosas, juguetonas, melancólicas! Devoción nativa, intrínseca, rescatada de nuestras memorias, cantar de ida y vuelta en las cuerdas de la jarana, de la quinta, en las del violín, y en las voces de los verseadores.

Sólo hoy en los últimos tiempos, han dado nuestras expresiones huastecas señales más claras de una voluntad de afianzamiento. Con su décima de exquisito fraseo, el creador huasteco se viste de música y de canto y nos imbuye su sueño imaginativo. Nos contagia, nos hace cómplices de su alegría, de su ingenio. Al andar los caminos de esta fértil Región, instaló en mis visiones el zapateo de los bailarines a ritmo de huapango, y me han traído sus palabras todos los colores y los olores, y todos los instrumentos con sus cantos ensoñadores. Ellos manejan a voluntad las imágenes, improvisan, son libres. Sus voces dan a la palabra escrita un plano de nobleza: sucesión de mociones repetidas con carácter rítmico, siempre en relación con los afectos humanos, con los entornos emotivos, tonos que permiten al oyente–lector seguir el argumento sin que sea necesaria una narración entreverada, porque la voz que nace de la tierra no necesitó nunca traducciones. Mensajes unísonos, autóctonos, poéticos, fonéticos…

Y si límites tuviera la escritura, y los tuvieran la música y la danza, serían sin duda transgredidos letra a letra, ritmo a ritmo, paso a paso… Y recrear después un todo nuevo de deseos viejos que emergen, percuten, ascienden y descienden. Tensión–relajación porque es así el día a día. Mas en la letra limpia de nuestros cantos originarios, existirá siempre la posibilidad de que algunos hilos sueltos puedan al fin sujetarse…

amparo.gberumen@gmail.com

Volando me vivo, cantor de flores,

compongo cantares, mariposas de canto.

(De un joven tlamatini).

Los instrumentos musicales más antiguos son aquellos que hacen ruido tras un simple golpeteo. Sonajas y rascadores aparecieron en los yacimientos prehistóricos sin que pudiera asegurarse que todos fueron ideados para este fin. Luego se dividieron en dos categorías: los que hacen ruido como el bombo, y los que producen una nota musical definida, de sonido determinado, como el xilófono. Y así empezó la historia... Al detentar una importante función social que culmina haciendo feliz a la Humanidad, la música fue adquiriendo un sello exótico, con instrumentos tan variados que permitieron ampliar el espectro tímbrico… Y los compositores extendieron su arte enriqueciendo la vida cultural de los pueblos.

Junto a la danza, la música es probablemente una de las artes más antiguas por su hilaridad a las manifestaciones corporales, a las sensaciones que seducen y embriagan… Y es probable que al principio el hombre haya bailado en solitario, y en su intuición augural descubriera el hombre que el movimiento rítmico producía en su interior una sensación mística, extática, un estado de expresión desconocido, una emoción que podía revivirse cuantas veces repitiera su baile… La danza surgió entonces de la observación de la Naturaleza y del Universo, y surgieron los ritos y las ceremonias: con cantos y danzas han conseguido los creyentes una buena cosecha, una abundante lluvia, y se han transformado las fuerzas oscuras en energía creadora. ‘Yo tocaré, cantando, el músico instrumento sonoroso’ –dice una variación a Nezahualcóyotl.

De todas estas mociones universales también reavivadas en la fértil Huasteca, emerge la inventiva, la décima de nuestros rimadores huastecos: voces nativas, rasgueo de jaranas, latido íntimo, retumbar de la tierra en sus fibras ancestrales, en sus precoces fermentos expresivos y al cabo, devenir constante e inmutable… Porque así como el antiguo orden pervive en los plantíos de la memoria, así la agenda del tiempo fue dictando al juglar, al versador, el clima interpretativo–escritural, y en esta gradual duplicación aprueba engranajes improvisados, imprevisibles.

Décimas, obras cultas de creación, obras barrocas y luego de otras épocas que han atravesado su propia historia echando mano de ella. Caudal que al paso de los siglos ha ido revelando el sentir más sentido: el canto improvisado de los pueblos campesinos de América. Décima, expresión extendida y latente con presencia en el imaginario colectivo, canto espontáneo y canto organizado que guarda una estrecha relación con lo cotidiano y con todo lo de aquí dentro... ¡Ay, décimas quejumbrosas, juguetonas, melancólicas! Devoción nativa, intrínseca, rescatada de nuestras memorias, cantar de ida y vuelta en las cuerdas de la jarana, de la quinta, en las del violín, y en las voces de los verseadores.

Sólo hoy en los últimos tiempos, han dado nuestras expresiones huastecas señales más claras de una voluntad de afianzamiento. Con su décima de exquisito fraseo, el creador huasteco se viste de música y de canto y nos imbuye su sueño imaginativo. Nos contagia, nos hace cómplices de su alegría, de su ingenio. Al andar los caminos de esta fértil Región, instaló en mis visiones el zapateo de los bailarines a ritmo de huapango, y me han traído sus palabras todos los colores y los olores, y todos los instrumentos con sus cantos ensoñadores. Ellos manejan a voluntad las imágenes, improvisan, son libres. Sus voces dan a la palabra escrita un plano de nobleza: sucesión de mociones repetidas con carácter rítmico, siempre en relación con los afectos humanos, con los entornos emotivos, tonos que permiten al oyente–lector seguir el argumento sin que sea necesaria una narración entreverada, porque la voz que nace de la tierra no necesitó nunca traducciones. Mensajes unísonos, autóctonos, poéticos, fonéticos…

Y si límites tuviera la escritura, y los tuvieran la música y la danza, serían sin duda transgredidos letra a letra, ritmo a ritmo, paso a paso… Y recrear después un todo nuevo de deseos viejos que emergen, percuten, ascienden y descienden. Tensión–relajación porque es así el día a día. Mas en la letra limpia de nuestros cantos originarios, existirá siempre la posibilidad de que algunos hilos sueltos puedan al fin sujetarse…

amparo.gberumen@gmail.com