/ viernes 31 de enero de 2020

Con café y a media luz | Caídas, firmas y aviones

“Piensa mal y acertarás”, decía el viejo refrán que nuestros abuelos repetían cuando la señorita de la familia se ofrecía de manera insistente a ir por el pan de la media tarde, después de escuchar el silbido del afamado galancete del barrio que cada tercer día se le miraba pasear por las afueras de la casona en que moraba la pretendida.

El anciano algo sospechaba y no tenía empacho en decirlo de manera velada con ese proverbio que debía servir para alertar al padre y madre de la doncella, la cual, en un núbil y ardiente desvarío podría poner en peligro la honra y el buen nombre de la casa al ver mancillada la inocente pureza de la que tanto presumían sus orgullosos progenitores.

La experiencia que da la vida era – y seguirá siendo - el factor fundamental que ha servido siempre a los mayores para poder anticiparse a los resultados que pueda traer consigo alguna macabra jugarreta del destino y así, advertir lo más pronto posible de los mismos, a aquellos que están en riesgo de verse afectados de manera severa y no se han percatado de eso.

Recientemente, un buen amigo de avanzada edad y con la experiencia suficiente plasmada en lo platinado de su pelo me lanzó el mencionado aforismo mientras hablábamos del asunto de la rifa del avión presidencial y, por su experiencia, su profesión y sus años de vida, atendí con respeto y valor el comentario que le siguió al apotegma de nuestros ancestros.

“El presidente Andrés Manuel López Obrador sí puede rifar o vender el avión si así lo desea”, de momento pensé que su argumento estaría amparado por el simple hecho de compartir las corrientes política y filosófica del mandatario, pero no fue así. Mi interlocutor continuó muy serio de la siguiente manera: “La deuda es entre Banobras y la Secretaría de la Defensa Nacional, por tanto, es una situación entre instituciones de un mismo gobierno que lo mismo puede liquidarse que condonarse”.

“Probablemente”, le repliqué de una manera seria, “Es algo que me gustaría averiguar”, rematé la frase. Debo decirle, gentil amigo lector, que esa misma tarde me puse a buscar en la red algún documento que me diera “luz” al respecto y, efectivamente, encontré un reportaje de un conocido medio de comunicación nacional que hace una explicación detallada a este respecto.

“Por otra parte”, continuó mi buen camarada de tardes de café, “Veo un poco atropellado el anuncio de la rifa”, me dijo mientras sacaba por la nariz, el humo del cigarro que tenía entre los dedos. “No hay una normatividad al respecto. No hay reglas claras. Pareciera una rifa simulada pues, aunque te ganes el avión, no serás dueño de él. El fideicomiso y la forma de pago será en parcialidades”.

Y antes de que yo pudiera interrumpirlo me declaró “Hay algo más; otra cosa. Ya lo dice el dicho: Piensa mal y acertarás”, me sostuvo con un tono de suspicacia parecido al que usan los policías en las novelas policiacas.

En el marco de la renombrada rifa del avión presidencial, el INEGI da a conocer a la sociedad que el producto interno bruto ha sufrido un descalabro severo, derivado de una disminución en la producción industrial del 1.7 por ciento. Hecho que, si bien es cierto, no es nuevo y ya lo hemos vivido, también es verdad que no ocurría desde hace aproximadamente diez años.

Este retroceso es parte del fenómeno económico integral que representa una tendencia a la baja en dos trimestres consecutivos, con lo cual, se puede declarar que estamos viviendo una recesión económica.

Me sorprendió de manera parcial la desestimación que el titular del ejecutivo federal Andrés Manuel López Obrador, hizo ante el anuncio del INEGI, al asegurar que “son mediciones neoliberales” y que él – como en ocasiones anteriores - “tenía otros datos”. A esto último obedece la “parcialidad de mi sorpresa”.

Tampoco puedo negar que llamó poderosamente mi atención que este anuncio se hiciera justo después de que Donald Trump, por fin y después de muchos “dimes y diretes”, firmara el nuevo tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá. ¿Simple coincidencia? Tal vez.

Sin embargo, el mensaje que se le está dando al mundo sobre la economía del México de este sexenio no es la mejor, por el contrario, se puede esperar que se incremente el clima de desconfianza que ya existe por parte del sector empresarial internacional para invertir en nuestro país, y eso, a larga, puede traer consecuencias económicas muy graves para la estabilidad nacional.

Después de haber escuchado a mi buen amigo, me retiré pensando en su óptica tan particular y hoy, al momento de escribirle la presente entrega que, al igual que cada tercer día, pongo a su amable consideración, vuelvo a reflexionar sobre ese dicho que nos decían los abuelos y les hacía parecer videntes del futuro cercano: “¡Piensa mal y acertarás!”

Y hasta aquí, mi querido amigo lector, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

“Piensa mal y acertarás”, decía el viejo refrán que nuestros abuelos repetían cuando la señorita de la familia se ofrecía de manera insistente a ir por el pan de la media tarde, después de escuchar el silbido del afamado galancete del barrio que cada tercer día se le miraba pasear por las afueras de la casona en que moraba la pretendida.

El anciano algo sospechaba y no tenía empacho en decirlo de manera velada con ese proverbio que debía servir para alertar al padre y madre de la doncella, la cual, en un núbil y ardiente desvarío podría poner en peligro la honra y el buen nombre de la casa al ver mancillada la inocente pureza de la que tanto presumían sus orgullosos progenitores.

La experiencia que da la vida era – y seguirá siendo - el factor fundamental que ha servido siempre a los mayores para poder anticiparse a los resultados que pueda traer consigo alguna macabra jugarreta del destino y así, advertir lo más pronto posible de los mismos, a aquellos que están en riesgo de verse afectados de manera severa y no se han percatado de eso.

Recientemente, un buen amigo de avanzada edad y con la experiencia suficiente plasmada en lo platinado de su pelo me lanzó el mencionado aforismo mientras hablábamos del asunto de la rifa del avión presidencial y, por su experiencia, su profesión y sus años de vida, atendí con respeto y valor el comentario que le siguió al apotegma de nuestros ancestros.

“El presidente Andrés Manuel López Obrador sí puede rifar o vender el avión si así lo desea”, de momento pensé que su argumento estaría amparado por el simple hecho de compartir las corrientes política y filosófica del mandatario, pero no fue así. Mi interlocutor continuó muy serio de la siguiente manera: “La deuda es entre Banobras y la Secretaría de la Defensa Nacional, por tanto, es una situación entre instituciones de un mismo gobierno que lo mismo puede liquidarse que condonarse”.

“Probablemente”, le repliqué de una manera seria, “Es algo que me gustaría averiguar”, rematé la frase. Debo decirle, gentil amigo lector, que esa misma tarde me puse a buscar en la red algún documento que me diera “luz” al respecto y, efectivamente, encontré un reportaje de un conocido medio de comunicación nacional que hace una explicación detallada a este respecto.

“Por otra parte”, continuó mi buen camarada de tardes de café, “Veo un poco atropellado el anuncio de la rifa”, me dijo mientras sacaba por la nariz, el humo del cigarro que tenía entre los dedos. “No hay una normatividad al respecto. No hay reglas claras. Pareciera una rifa simulada pues, aunque te ganes el avión, no serás dueño de él. El fideicomiso y la forma de pago será en parcialidades”.

Y antes de que yo pudiera interrumpirlo me declaró “Hay algo más; otra cosa. Ya lo dice el dicho: Piensa mal y acertarás”, me sostuvo con un tono de suspicacia parecido al que usan los policías en las novelas policiacas.

En el marco de la renombrada rifa del avión presidencial, el INEGI da a conocer a la sociedad que el producto interno bruto ha sufrido un descalabro severo, derivado de una disminución en la producción industrial del 1.7 por ciento. Hecho que, si bien es cierto, no es nuevo y ya lo hemos vivido, también es verdad que no ocurría desde hace aproximadamente diez años.

Este retroceso es parte del fenómeno económico integral que representa una tendencia a la baja en dos trimestres consecutivos, con lo cual, se puede declarar que estamos viviendo una recesión económica.

Me sorprendió de manera parcial la desestimación que el titular del ejecutivo federal Andrés Manuel López Obrador, hizo ante el anuncio del INEGI, al asegurar que “son mediciones neoliberales” y que él – como en ocasiones anteriores - “tenía otros datos”. A esto último obedece la “parcialidad de mi sorpresa”.

Tampoco puedo negar que llamó poderosamente mi atención que este anuncio se hiciera justo después de que Donald Trump, por fin y después de muchos “dimes y diretes”, firmara el nuevo tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá. ¿Simple coincidencia? Tal vez.

Sin embargo, el mensaje que se le está dando al mundo sobre la economía del México de este sexenio no es la mejor, por el contrario, se puede esperar que se incremente el clima de desconfianza que ya existe por parte del sector empresarial internacional para invertir en nuestro país, y eso, a larga, puede traer consecuencias económicas muy graves para la estabilidad nacional.

Después de haber escuchado a mi buen amigo, me retiré pensando en su óptica tan particular y hoy, al momento de escribirle la presente entrega que, al igual que cada tercer día, pongo a su amable consideración, vuelvo a reflexionar sobre ese dicho que nos decían los abuelos y les hacía parecer videntes del futuro cercano: “¡Piensa mal y acertarás!”

Y hasta aquí, mi querido amigo lector, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”.