/ viernes 3 de abril de 2020

Con café y a media luz | Entre treguas y confrontaciones

El presente que vive México no es nada alentador. En materia de salud estamos a punto de entrar a la fase de mayor contagio del Covid-19; hasta el momento en que se escribe la presente entrega las cifras han llegado a casi 1,400 enfermos y casi 40 defunciones. En el estado hay 20 casos, según declaraciones de la propia titular de Salud en Tamaulipas, en tanto que las autoridades del mismo rubro a nivel federal esperan que la curva siga en aumento durante, por lo menos, las próximas dos semanas.

Mientras ocurre esa lucha por salvaguardar la salud de todos y cada uno de los mexicanos se está librando otra que, si bien es cierto, al principio fue silenciosa o, quizá, sumamente discreta pues era opacada por las noticias relacionadas con la enfermedad que sigue su curso; ahora se ha vuelto tan ruidosa que ya está en los ojos de la sociedad en general y, por ende, los representantes de la prensa han empezado a cuestionar al ejecutivo federal. Me refiero a la crisis económica que ya hizo que colapsaran las Mipymes y, si esto sigue, llegará a golpear a los grandes consorcios que tienen capitales monetarios considerables para subsistir, sino es que ya lo está haciendo.

Esta contrariedad entre el representante del Poder Ejecutivo federal y las dependencias relacionadas a la fiscalización de los recursos, por un lado y, por otro, los representantes del sector empresarial de todos los tamaños, cobró fuerza después de que el mandatario, muy a su estilo, contestara a una reportera que “no se harían las cosas como antes, que cada vez que había una crisis se condonaban impuestos o se endeudaba al país pidiéndole un préstamo al Fondo Monetario Internacional”.

Aunque en un primer momento la ideología a la que, de un tiempo a la fecha, le ha sido fiel el tabasqueño –no debemos olvidar su pasado priista, sin que esto sea algo precisamente negativo– pudiera interpretarse como un acto de valentía, arrojo y liderazgo de un mandatario que a pesar de la furia de la tormenta continúa en virtud de sus nobles ideales; en la práctica, los resultados a largo plazo se antojan desastrosos, más que virtuosos.

Los expertos han señalado que la situación lamentable que se vive a nivel mundial ocasionará, “a la vuelta de la esquina”, una recesión que solo soportarán las economías más fuertes, es decir aquellas en las que fluyen las inversiones, se crean empresas, hay estímulos fiscales, tienen programas consolidados para la atracción de capitales y una moneda fortalecida en la bolsa internacional. Curiosamente, las empresas calificadoras han indicado que México y su peso, desde hace un tiempo considerable, no cae en esas condiciones.

Debo confesarle, gentil amigo lector, que me llamó poderosamente la atención el “llamado a tregua” que hizo el presidente López. Creo que fue un acto de madurez y no de sumisión como muchos lo señalaron. Fue un llamado a la solidaridad de políticos y sociedad a “ayudar” a un México que se está enfermando. Sin embargo, también capturó mi atención el hecho de negarse a prorrogar –ya no digo a exentar– la carga fiscal a los actores económicos, pues es tanto como negar “una tregua” que le pidió el sector productivo nacional.

La conducta mostrada en el aeropuerto, al decirle “tómenla” a los presentes, particularmente a los reporteros, cuando le fue evaluada su temperatura corporal que resultó normal, no debe ser satanizada como lo manejaron dos o tres medios de nivel nacional. Si nos ponemos a pensar en la cantidad de sornas y burlas que han circulado en las redes sociales en torno a la salud del mandatario, lo menos que se podía esperar era una respuesta como la que vimos.

Esto último lo traigo a colación porque el tono de voz, la actitud y la forma autosuficiente que ya le conocíamos a AMLO desde sus campañas y mítines, fueron los mismos que usó en la negativa contestada cuando la reportera le cuestionó sobre la posibilidad de un plan de protección fiscal para el empresariado. El discurso lo remató con una de sus consabidas frases “Por el bien de todos, primero los pobres”.

Estos “pequeños” grandes detalles de los últimos días, en los que se ha debatido el devenir económico, fiscal y sanitario de nuestro país han logrado incomodar a los miembros del consejo empresarial quienes hoy, se sentirán confundidos -por no decir incómodos- después de aquel pase de charola al que fueron invitados aproximadamente hace un mes en el que degustaron tamales de chipilín.

Y, en el caso de los casi cinco millones de pequeños y medianos empresarios que hay en nuestro país, la situación terrible apenas comienza, pues el capital destinado a pagar sueldos, gastos directos e indirectos, proveedores, fuerza de distribución, etcétera, más temprano que tarde empezará a agotarse. Se sobrevendrá el proceso del pago de contribuciones y, quizá, se tomen medidas drásticas como el despido de trabajadores o declararse en bancarrota. Lo primero que se ve en el horizonte es que esta situación ocasionará que se engrosen las filas del desempleo que, desde un tiempo atrás, cada vez son más numerosas.

Además de eso, le podemos sumar, si usted gusta, la carga moral que ha representado el saber que aparecerán en una “lista negra” de los empresarios que despidieron trabajadores en el mes de la cuarentena a pesar de gastar “… millones de pesos en campañas publicitarias si en una emergencia actuaron de manera egoísta”. La cuestión es que los primeros afectados no pagan “campañas publicitarias”. No manejan grandes capitales. Hacen su “luchita” anunciándose en redes sociales gratuitas y, como lo dije renglones arriba, están siendo los primeros afectados.

Todos en este país, estamos frente a un fenómeno que nos debe dejar una lección de madurez y de responsabilidad. Desde guarecernos en los hogares, aprender a trabajar en línea, aprovechar el tiempo con nuestros hijos y establecer nuevos modelos empresariales, intentar nuevas líneas de distribución, hasta prever un plan emergente de estímulos fiscales, prórrogas y promover la llegada de capitales dejando de lado la autosuficiencia que no nos lleva a nada. De lo contrario, veremos un México enfermo, pobre y conformista.

Y hasta aquí pues, como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

¡Hasta la próxima!

El presente que vive México no es nada alentador. En materia de salud estamos a punto de entrar a la fase de mayor contagio del Covid-19; hasta el momento en que se escribe la presente entrega las cifras han llegado a casi 1,400 enfermos y casi 40 defunciones. En el estado hay 20 casos, según declaraciones de la propia titular de Salud en Tamaulipas, en tanto que las autoridades del mismo rubro a nivel federal esperan que la curva siga en aumento durante, por lo menos, las próximas dos semanas.

Mientras ocurre esa lucha por salvaguardar la salud de todos y cada uno de los mexicanos se está librando otra que, si bien es cierto, al principio fue silenciosa o, quizá, sumamente discreta pues era opacada por las noticias relacionadas con la enfermedad que sigue su curso; ahora se ha vuelto tan ruidosa que ya está en los ojos de la sociedad en general y, por ende, los representantes de la prensa han empezado a cuestionar al ejecutivo federal. Me refiero a la crisis económica que ya hizo que colapsaran las Mipymes y, si esto sigue, llegará a golpear a los grandes consorcios que tienen capitales monetarios considerables para subsistir, sino es que ya lo está haciendo.

Esta contrariedad entre el representante del Poder Ejecutivo federal y las dependencias relacionadas a la fiscalización de los recursos, por un lado y, por otro, los representantes del sector empresarial de todos los tamaños, cobró fuerza después de que el mandatario, muy a su estilo, contestara a una reportera que “no se harían las cosas como antes, que cada vez que había una crisis se condonaban impuestos o se endeudaba al país pidiéndole un préstamo al Fondo Monetario Internacional”.

Aunque en un primer momento la ideología a la que, de un tiempo a la fecha, le ha sido fiel el tabasqueño –no debemos olvidar su pasado priista, sin que esto sea algo precisamente negativo– pudiera interpretarse como un acto de valentía, arrojo y liderazgo de un mandatario que a pesar de la furia de la tormenta continúa en virtud de sus nobles ideales; en la práctica, los resultados a largo plazo se antojan desastrosos, más que virtuosos.

Los expertos han señalado que la situación lamentable que se vive a nivel mundial ocasionará, “a la vuelta de la esquina”, una recesión que solo soportarán las economías más fuertes, es decir aquellas en las que fluyen las inversiones, se crean empresas, hay estímulos fiscales, tienen programas consolidados para la atracción de capitales y una moneda fortalecida en la bolsa internacional. Curiosamente, las empresas calificadoras han indicado que México y su peso, desde hace un tiempo considerable, no cae en esas condiciones.

Debo confesarle, gentil amigo lector, que me llamó poderosamente la atención el “llamado a tregua” que hizo el presidente López. Creo que fue un acto de madurez y no de sumisión como muchos lo señalaron. Fue un llamado a la solidaridad de políticos y sociedad a “ayudar” a un México que se está enfermando. Sin embargo, también capturó mi atención el hecho de negarse a prorrogar –ya no digo a exentar– la carga fiscal a los actores económicos, pues es tanto como negar “una tregua” que le pidió el sector productivo nacional.

La conducta mostrada en el aeropuerto, al decirle “tómenla” a los presentes, particularmente a los reporteros, cuando le fue evaluada su temperatura corporal que resultó normal, no debe ser satanizada como lo manejaron dos o tres medios de nivel nacional. Si nos ponemos a pensar en la cantidad de sornas y burlas que han circulado en las redes sociales en torno a la salud del mandatario, lo menos que se podía esperar era una respuesta como la que vimos.

Esto último lo traigo a colación porque el tono de voz, la actitud y la forma autosuficiente que ya le conocíamos a AMLO desde sus campañas y mítines, fueron los mismos que usó en la negativa contestada cuando la reportera le cuestionó sobre la posibilidad de un plan de protección fiscal para el empresariado. El discurso lo remató con una de sus consabidas frases “Por el bien de todos, primero los pobres”.

Estos “pequeños” grandes detalles de los últimos días, en los que se ha debatido el devenir económico, fiscal y sanitario de nuestro país han logrado incomodar a los miembros del consejo empresarial quienes hoy, se sentirán confundidos -por no decir incómodos- después de aquel pase de charola al que fueron invitados aproximadamente hace un mes en el que degustaron tamales de chipilín.

Y, en el caso de los casi cinco millones de pequeños y medianos empresarios que hay en nuestro país, la situación terrible apenas comienza, pues el capital destinado a pagar sueldos, gastos directos e indirectos, proveedores, fuerza de distribución, etcétera, más temprano que tarde empezará a agotarse. Se sobrevendrá el proceso del pago de contribuciones y, quizá, se tomen medidas drásticas como el despido de trabajadores o declararse en bancarrota. Lo primero que se ve en el horizonte es que esta situación ocasionará que se engrosen las filas del desempleo que, desde un tiempo atrás, cada vez son más numerosas.

Además de eso, le podemos sumar, si usted gusta, la carga moral que ha representado el saber que aparecerán en una “lista negra” de los empresarios que despidieron trabajadores en el mes de la cuarentena a pesar de gastar “… millones de pesos en campañas publicitarias si en una emergencia actuaron de manera egoísta”. La cuestión es que los primeros afectados no pagan “campañas publicitarias”. No manejan grandes capitales. Hacen su “luchita” anunciándose en redes sociales gratuitas y, como lo dije renglones arriba, están siendo los primeros afectados.

Todos en este país, estamos frente a un fenómeno que nos debe dejar una lección de madurez y de responsabilidad. Desde guarecernos en los hogares, aprender a trabajar en línea, aprovechar el tiempo con nuestros hijos y establecer nuevos modelos empresariales, intentar nuevas líneas de distribución, hasta prever un plan emergente de estímulos fiscales, prórrogas y promover la llegada de capitales dejando de lado la autosuficiencia que no nos lleva a nada. De lo contrario, veremos un México enfermo, pobre y conformista.

Y hasta aquí pues, como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

¡Hasta la próxima!