/ miércoles 1 de abril de 2020

Con café y a media luz | Una reconversión forzada

Sin duda alguna, habrá un nuevo paradigma mundial después de que concluya la pandemia del coronavirus que en estos días ha paralizado –literalmente– la forma de vida de la gran mayoría de los países del orbe, sin importar el poco o mucho poder económico, político, social o militar que puedan tener. Todos los que han sido tocados por el COVID-19 han resentido una merma poblacional terrible y eso termina por destruir las entrañas de cualquier estado.

Esto ha obligado a la población a observar la vida desde la trinchera que representan sus hogares desde diferentes perspectivas.

En el contexto escolar, padres y madres están improvisando técnicas educativas para los diferentes niveles en los que cursan sus hijos y que estos puedan cumplir con el calendario programático de avance escolar. Luchan con los menores para que se queden frente a la televisión a ver el canal educativo improvisado por el gobierno como un apoyo ante la ausencia del maestro y, varios de ellos, no logran tener éxito en esta faena, llevándolos a la frustración.

En el plano laboral, hombres y mujeres están en su hogar explicándole a sus familiares que deben cumplir con ciertos indicadores, metas y proyectos para demostrarle a la empresa que están cumpliendo con la labor encomendada para seguir cobrando el salario que les fue asignado en su momento y, para tal efecto, deben destinar un espacio de su casa y un buen tiempo del día para satisfacer el plan de trabajo.

Más temprano que tarde, la familia resentirá en los recibos de agua, luz, gas y otros servicios el hecho de estar tanto tiempo en su hogar, por ende, habrá que adaptarse a una nueva manera de administrar los recursos de la vivienda.

El mismo gobierno que encabeza el presidente López se vio obligado a reconvertir hospitales, a asignar nuevas labores al ejército mexicano, a distribuir apresuradamente los programas de apoyo a personas de la tercera edad, a pensar en un programa de estímulos emergente y otro tipo de motivadores fiscales para los empresarios que han visto detenida la productividad de sus empresas, y a enfrentar los dichos y promesas de campaña contra una realidad cambiante por el contexto mundial de una pandemia que jamás se imaginó.

En este punto, debemos hacer mención que no es la primera vez que el mandatario “olvida” sus argumentos para sostener lo contrario y, si alguien los recuerda, lo justifica con la habilidad discursiva que ha cultivado con los años de andanza que ha tenido en la política.

Mantener abiertos los puertos marítimos, aeropuertos y fronteras a viandantes internacionales a pesar de que en otros países ya estaban cerrados ante la emergencia, es un tema intocable. Cabe hacer mención que en muchas zonas del país la problemática empezó con un viajero quien, sin saberlo, entró a nuestra nación estando infectado por el Covid-19. Cito como ejemplo el caso de Altamira. En el olvido quedó el discurso de salir a cenar a las fondas a pesar de que el propio subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, insistía públicamente en lo contrario.

Fue hasta que se rebasó la cifra de los ochocientos enfermos que el discurso de AMLO cambió. Al momento de escribir esta columna ya se superaron los mil contagios y estamos a punto de llegar a las treinta defunciones.

No obstante, de lo anterior, quien está en condiciones de sacar el mejor partido en materia de imagen pública es el propio AMLO a pesar de decidir continuar con sus giras, convocar a sus reuniones “mañaneras” en Palacio Nacional, acercarse a saludar a la mamá, abuelita o tía de quien sea, la cancelación de la empresa cervecera, la rifa del avión y la argumentación de otros datos que lo hacen “distinto a los gobiernos pasados”

La razón es sencilla. Cuando se haga el recuento final podrá decir que “pudo haber sido mucho peor; afortunadamente con las medidas que se tomaron el número de contagios y fallecidos fue menor” y un argumento como ese, con una perspectiva reconvertida, es innegable ante la lógica elemental.

Seguramente, y ante la reconversión forzada, rematará el discurso con cosas que satisfagan la necesidad semiótica de la población, con sentencias como “somos una nación más fuerte que antes”, “la unidad nos hizo salir adelante”, “le demostramos al mundo de lo que estamos hechos los mexicanos” y, para concluir, pechará tres “Viva México” como ha acostumbrado en varios eventos, apelando al sentir patriótico de los ciudadanos.

Los seguidores alabarán su fortaleza y aplaudirán las acciones tomadas. Festejarán con el líder la bonanza de los resultados y encauzarán sus esfuerzos a “una nueva etapa” de la 4T. Los detractores fijarán su vista en los escollos, problemas y omisiones ocasionadas por la acción tardía de las autoridades, la insensibilidad hacendaria y poca capacidad de respuesta mostrada y se sostendrán en el “hubieran sido menos” cuando se hable de enfermos y fenecidos.

Pero, ¿Qué está pasando con aquellos trabajadores que realizan algún oficio por su cuenta y no tienen otra opción para llevar sustento a su hogar? o ¿A qué se están enfrentando las Mipymes que, al carecer de los grandes capitales de inversión, están resintiendo las bajas o nulas ventas y deben seguir pagando sueldos y realizando las contribuciones?, ¿Qué está viviendo el trabajador recién despedido por esa misma condición que detallé en la pregunta anterior y que, por ende, no es contratado en otro lado pues las empresas no desean engrosar una nómina de por sí ya difícil de solventar?

¿Cómo aplicaría en todos esos casos esta reconversión?, ¿En qué rubro caen estas cifras y cómo se contabilizarían?, ¿Cómo se planea remediar estos “daños colaterales” arrojados desde estos días por la crisis sanitaria que actualmente enfrentamos”?

Aún quedan muchas preguntas por hacer y otras más que emergerán con el paso de los días. Por lo pronto, podemos concluir que la lección que nos va a dejar el Covid-19 es que debemos estar listos para reconvertir la forma en la que hacemos “vida”.

Y hasta aquí pues, como decía cierto periodista, “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

¡Hasta la próxima!

Sin duda alguna, habrá un nuevo paradigma mundial después de que concluya la pandemia del coronavirus que en estos días ha paralizado –literalmente– la forma de vida de la gran mayoría de los países del orbe, sin importar el poco o mucho poder económico, político, social o militar que puedan tener. Todos los que han sido tocados por el COVID-19 han resentido una merma poblacional terrible y eso termina por destruir las entrañas de cualquier estado.

Esto ha obligado a la población a observar la vida desde la trinchera que representan sus hogares desde diferentes perspectivas.

En el contexto escolar, padres y madres están improvisando técnicas educativas para los diferentes niveles en los que cursan sus hijos y que estos puedan cumplir con el calendario programático de avance escolar. Luchan con los menores para que se queden frente a la televisión a ver el canal educativo improvisado por el gobierno como un apoyo ante la ausencia del maestro y, varios de ellos, no logran tener éxito en esta faena, llevándolos a la frustración.

En el plano laboral, hombres y mujeres están en su hogar explicándole a sus familiares que deben cumplir con ciertos indicadores, metas y proyectos para demostrarle a la empresa que están cumpliendo con la labor encomendada para seguir cobrando el salario que les fue asignado en su momento y, para tal efecto, deben destinar un espacio de su casa y un buen tiempo del día para satisfacer el plan de trabajo.

Más temprano que tarde, la familia resentirá en los recibos de agua, luz, gas y otros servicios el hecho de estar tanto tiempo en su hogar, por ende, habrá que adaptarse a una nueva manera de administrar los recursos de la vivienda.

El mismo gobierno que encabeza el presidente López se vio obligado a reconvertir hospitales, a asignar nuevas labores al ejército mexicano, a distribuir apresuradamente los programas de apoyo a personas de la tercera edad, a pensar en un programa de estímulos emergente y otro tipo de motivadores fiscales para los empresarios que han visto detenida la productividad de sus empresas, y a enfrentar los dichos y promesas de campaña contra una realidad cambiante por el contexto mundial de una pandemia que jamás se imaginó.

En este punto, debemos hacer mención que no es la primera vez que el mandatario “olvida” sus argumentos para sostener lo contrario y, si alguien los recuerda, lo justifica con la habilidad discursiva que ha cultivado con los años de andanza que ha tenido en la política.

Mantener abiertos los puertos marítimos, aeropuertos y fronteras a viandantes internacionales a pesar de que en otros países ya estaban cerrados ante la emergencia, es un tema intocable. Cabe hacer mención que en muchas zonas del país la problemática empezó con un viajero quien, sin saberlo, entró a nuestra nación estando infectado por el Covid-19. Cito como ejemplo el caso de Altamira. En el olvido quedó el discurso de salir a cenar a las fondas a pesar de que el propio subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, insistía públicamente en lo contrario.

Fue hasta que se rebasó la cifra de los ochocientos enfermos que el discurso de AMLO cambió. Al momento de escribir esta columna ya se superaron los mil contagios y estamos a punto de llegar a las treinta defunciones.

No obstante, de lo anterior, quien está en condiciones de sacar el mejor partido en materia de imagen pública es el propio AMLO a pesar de decidir continuar con sus giras, convocar a sus reuniones “mañaneras” en Palacio Nacional, acercarse a saludar a la mamá, abuelita o tía de quien sea, la cancelación de la empresa cervecera, la rifa del avión y la argumentación de otros datos que lo hacen “distinto a los gobiernos pasados”

La razón es sencilla. Cuando se haga el recuento final podrá decir que “pudo haber sido mucho peor; afortunadamente con las medidas que se tomaron el número de contagios y fallecidos fue menor” y un argumento como ese, con una perspectiva reconvertida, es innegable ante la lógica elemental.

Seguramente, y ante la reconversión forzada, rematará el discurso con cosas que satisfagan la necesidad semiótica de la población, con sentencias como “somos una nación más fuerte que antes”, “la unidad nos hizo salir adelante”, “le demostramos al mundo de lo que estamos hechos los mexicanos” y, para concluir, pechará tres “Viva México” como ha acostumbrado en varios eventos, apelando al sentir patriótico de los ciudadanos.

Los seguidores alabarán su fortaleza y aplaudirán las acciones tomadas. Festejarán con el líder la bonanza de los resultados y encauzarán sus esfuerzos a “una nueva etapa” de la 4T. Los detractores fijarán su vista en los escollos, problemas y omisiones ocasionadas por la acción tardía de las autoridades, la insensibilidad hacendaria y poca capacidad de respuesta mostrada y se sostendrán en el “hubieran sido menos” cuando se hable de enfermos y fenecidos.

Pero, ¿Qué está pasando con aquellos trabajadores que realizan algún oficio por su cuenta y no tienen otra opción para llevar sustento a su hogar? o ¿A qué se están enfrentando las Mipymes que, al carecer de los grandes capitales de inversión, están resintiendo las bajas o nulas ventas y deben seguir pagando sueldos y realizando las contribuciones?, ¿Qué está viviendo el trabajador recién despedido por esa misma condición que detallé en la pregunta anterior y que, por ende, no es contratado en otro lado pues las empresas no desean engrosar una nómina de por sí ya difícil de solventar?

¿Cómo aplicaría en todos esos casos esta reconversión?, ¿En qué rubro caen estas cifras y cómo se contabilizarían?, ¿Cómo se planea remediar estos “daños colaterales” arrojados desde estos días por la crisis sanitaria que actualmente enfrentamos”?

Aún quedan muchas preguntas por hacer y otras más que emergerán con el paso de los días. Por lo pronto, podemos concluir que la lección que nos va a dejar el Covid-19 es que debemos estar listos para reconvertir la forma en la que hacemos “vida”.

Y hasta aquí pues, como decía cierto periodista, “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

¡Hasta la próxima!