/ domingo 19 de julio de 2020

Café y Cultura | Dalí por Dalí

Usted recordará que, al cumplirse un siglo del nacimiento de Salvador Dalí, España y el mundo lo celebraron con mil y una expresiones, en un afán de acercarse al personaje en guerra de la guerra, al copista fiel de aquel paisaje ampurdanés que taladrara su espíritu–materia...

Bien se ha dicho que la oralidad es la vía de acceso al universo daliniano. Y el punto de partida y la génesis de su personalidad. Porque Dalí quiere comer lo que sea en todas partes, ¡siempre! En comerlo todo se centra el misterio obsesional de su vivencia: "Todo lo que es comestible me exalta... Mordía todo: la remolacha, las cebollas. Soñaba hacer de pan los muros de la casa que habitábamos en Cadaqués. Deseaba que todas las sillas fuesen de chocolate. Es un proyecto al que aún hoy no he renunciado (...) proyectaba construir una gran mesa de huevos duros que se pudiera engullir. Todas mis tomas de conciencia se transformaban en golosinas y todas mis golosinas se transformaban en tomas de conciencia. Toma de conciencia de lo real por las mandíbulas... Yo como a Gala".

Y en esa oralidad obsesiva, al fin los surrealistas entran al remolino: "Salvador Dalí propone que se intente comer también a los surrealistas, porque nosotros surrealistas somos alimento de buena calidad, porque nosotros surrealistas... somos caviar".

Dalí loco de sí mismo, de su oficio de pintar y de sus obras maestras. Loco, cuya habilidad jamás se vio afectada por sus desequilibrios. Dalí loco de ponderación con sus singulares relojes desleídos, sensaciones de un tiempo fuera del tiempo. O con su cráneo atmosférico sodomizando un piano de cola yendo al mar. Loco que ilustró la irrealidad con un meticuloso realismo y describió estas obras como "fotografías de sueños pintadas a mano". Loco que arroja una bañera contra el escaparate de un almacén neoyorquino…

Dalí loco que se adelanta a la sociedad del entretenimiento mediático y a la cultura como argumento, mancillando su arte en un torbellino de propuestas propagandísticas. Al incursionar en el campo de la publicidad con cuatro aceites maravillosos que embellecían cuerpo, rostro, labios y párpados femeninos, dibuja un querubín botticellesco vertiendo aceite en el pecho excitante de una Venus enlazada a una concha, y cedida a contemplarse frente a un espejo. Dalí loco al anunciar las medias traslucientes de una pierna torneada cuyo pie se posa sobre un reloj blando, propuesta concluida con otros temas suyos como una cabeza cortada en la arena. Al pie de esa inscripción podía leerse: "Dibujo perteneciente a una serie de ilustraciones del eminente surrealista Salvador Dalí, inspiradas en la belleza de las medias Bryan".

Uno de sus biógrafos, el irlandés Ian Gibson, jura que nuestro personaje está poseído "por sentimientos de vergüenza tan agudos y tenaces que casi literalmente le hacían la vida imposible y que sólo pudo sobrellevarlos expresándolos en su obra, creando una máscara exhibicionista para tratar de ocultarlos, comportándose a veces de manera vergonzante".

Dalí gladiador de encanto que en su guerra más íntima hende a aquellos cuyas creaciones pueden rebajar su propia pintura. Centro de su centro y de su vida de luces y entrevistas relata, ratifica, glorifica su inmortalidad, aunque aceptar morir y aun rehusarse, haya sido una de las más patéticas inscripciones dalinianas. Dalí "espermatozoide–cósmico, perverso polimorfo". Hábil en el juego de la luz imaginativa, clasifica en este orden las prioridades del hombre: el instinto sensual, el sentimiento de la muerte, la angustia del espacio-tiempo. Blandiendo su delirio dionisíaco, en nombre del erotismo embrolla todas sus avideces sexuales, todas sus avideces contextuales...

Requebrado en la melodía de la sensualidad, el erotismo daliniano parece entonar un himno lírico–místico–atávico–orgásmico. Dalí paisaje. Dalí catalán mediterráneo, apto poseedor de un fragmento de la Costa Brava. Dalí imperturbable ante el ritmo de aquel mar y aquella pradera. Aquí la exageración no existe. Existe sólo el reencuentro con su primera luz y su aire perenne. Sensaciones, fascinaciones, apego al origen...

Breton ha dicho: "La belleza será convulsiva o no será". Dalí ha dicho: "La belleza será comestible o no será".

E-mail: amparo.gberumen@gmail.com

León Felipe

Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos.

Todo el mundo está cuerdo, terrible, monstruosamente cuerdo.

Usted recordará que, al cumplirse un siglo del nacimiento de Salvador Dalí, España y el mundo lo celebraron con mil y una expresiones, en un afán de acercarse al personaje en guerra de la guerra, al copista fiel de aquel paisaje ampurdanés que taladrara su espíritu–materia...

Bien se ha dicho que la oralidad es la vía de acceso al universo daliniano. Y el punto de partida y la génesis de su personalidad. Porque Dalí quiere comer lo que sea en todas partes, ¡siempre! En comerlo todo se centra el misterio obsesional de su vivencia: "Todo lo que es comestible me exalta... Mordía todo: la remolacha, las cebollas. Soñaba hacer de pan los muros de la casa que habitábamos en Cadaqués. Deseaba que todas las sillas fuesen de chocolate. Es un proyecto al que aún hoy no he renunciado (...) proyectaba construir una gran mesa de huevos duros que se pudiera engullir. Todas mis tomas de conciencia se transformaban en golosinas y todas mis golosinas se transformaban en tomas de conciencia. Toma de conciencia de lo real por las mandíbulas... Yo como a Gala".

Y en esa oralidad obsesiva, al fin los surrealistas entran al remolino: "Salvador Dalí propone que se intente comer también a los surrealistas, porque nosotros surrealistas somos alimento de buena calidad, porque nosotros surrealistas... somos caviar".

Dalí loco de sí mismo, de su oficio de pintar y de sus obras maestras. Loco, cuya habilidad jamás se vio afectada por sus desequilibrios. Dalí loco de ponderación con sus singulares relojes desleídos, sensaciones de un tiempo fuera del tiempo. O con su cráneo atmosférico sodomizando un piano de cola yendo al mar. Loco que ilustró la irrealidad con un meticuloso realismo y describió estas obras como "fotografías de sueños pintadas a mano". Loco que arroja una bañera contra el escaparate de un almacén neoyorquino…

Dalí loco que se adelanta a la sociedad del entretenimiento mediático y a la cultura como argumento, mancillando su arte en un torbellino de propuestas propagandísticas. Al incursionar en el campo de la publicidad con cuatro aceites maravillosos que embellecían cuerpo, rostro, labios y párpados femeninos, dibuja un querubín botticellesco vertiendo aceite en el pecho excitante de una Venus enlazada a una concha, y cedida a contemplarse frente a un espejo. Dalí loco al anunciar las medias traslucientes de una pierna torneada cuyo pie se posa sobre un reloj blando, propuesta concluida con otros temas suyos como una cabeza cortada en la arena. Al pie de esa inscripción podía leerse: "Dibujo perteneciente a una serie de ilustraciones del eminente surrealista Salvador Dalí, inspiradas en la belleza de las medias Bryan".

Uno de sus biógrafos, el irlandés Ian Gibson, jura que nuestro personaje está poseído "por sentimientos de vergüenza tan agudos y tenaces que casi literalmente le hacían la vida imposible y que sólo pudo sobrellevarlos expresándolos en su obra, creando una máscara exhibicionista para tratar de ocultarlos, comportándose a veces de manera vergonzante".

Dalí gladiador de encanto que en su guerra más íntima hende a aquellos cuyas creaciones pueden rebajar su propia pintura. Centro de su centro y de su vida de luces y entrevistas relata, ratifica, glorifica su inmortalidad, aunque aceptar morir y aun rehusarse, haya sido una de las más patéticas inscripciones dalinianas. Dalí "espermatozoide–cósmico, perverso polimorfo". Hábil en el juego de la luz imaginativa, clasifica en este orden las prioridades del hombre: el instinto sensual, el sentimiento de la muerte, la angustia del espacio-tiempo. Blandiendo su delirio dionisíaco, en nombre del erotismo embrolla todas sus avideces sexuales, todas sus avideces contextuales...

Requebrado en la melodía de la sensualidad, el erotismo daliniano parece entonar un himno lírico–místico–atávico–orgásmico. Dalí paisaje. Dalí catalán mediterráneo, apto poseedor de un fragmento de la Costa Brava. Dalí imperturbable ante el ritmo de aquel mar y aquella pradera. Aquí la exageración no existe. Existe sólo el reencuentro con su primera luz y su aire perenne. Sensaciones, fascinaciones, apego al origen...

Breton ha dicho: "La belleza será convulsiva o no será". Dalí ha dicho: "La belleza será comestible o no será".

E-mail: amparo.gberumen@gmail.com

León Felipe

Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos.

Todo el mundo está cuerdo, terrible, monstruosamente cuerdo.