/ domingo 17 de mayo de 2020

Café y Cultura | Yo sólo sé...

Las tardes de mi infancia en Jerez se vieron habitualmente aromadas de fantasía. Como gran estudioso de la Historia y gran Maestro devoto de la educación, mi padre abordaba este universo con un dominio cálido, caricia para mi entendimiento. Abstraída en la trama que representaba el juego de muñecas, oía yo esparcidas aquellas disquisiciones cual si hubiesen brotado de un manual del cuento. A esa edad era difícil comprender la trascendencia de los hechos históricos, y vislumbrar su importancia en la formación del intelecto andando el tiempo...

En nuestro país, la educación ha carecido en general de elementos categóricos que puedan despertar el interés de los alumnos, dado el escaso presupuesto que se destina para este fin. Los grandes conceptos parecen perderse lentamente en las aulas hasta convertirse en fórmulas sin movimiento. El estudiante conserva en su memoria mayormente aquello que le interesa y percibe cercano y aplicable a su vida, debido a que los métodos de hoy lo llevan a creer que parte de ese aprendizaje no le será útil en su profesión.

Usted y yo bien sabemos que cuando los gobiernos hacen recortes al presupuesto, la tijera va directo a la Educación y la Cultura. ¿Ignorarán ellos que la educación ennoblece a los pueblos…? Debemos tener muy presente que México es uno de los dos países de América con mayor diversidad lingüística viva dentro de su territorio. Sin embargo, por distintas razones no puede decirse todavía que han quedado atrás las imprecisiones respecto al uso que se ha dado al concepto lengua. Aquí es bueno recordar una vez más que en las políticas educativas del Estado Mexicano aplicadas a los pueblos originarios, ha prevalecido la cómoda idea de homologar a todos los ciudadanos independientemente de sus lenguas. Esto sucede porque la educación indígena no ha sido nunca planeada. No se rescata la oralidad, la raigambre, la comunidad como tal; no tienen los programas educativos las herramientas necesarias ni existe interés en ello. ¿Dónde han quedado los narradores, la tradición oral que honra el conocimiento de los ancianos? Si sabemos que los planes de estudio, los exámenes de admisión, los libros de texto siguen siendo en español, no nos extrañe que los intentos educativos encaminados a enseñar en sus lenguas a los hermanos indígenas se vengan abajo, y tengan los estudiantes que renunciar a su cultura al salir de sus comunidades, si no es que se limitan la mayoría a una educación básica e informal impartida por miembros de las mismas comunidades, por carecer de un presupuesto que posibilite la estructura educativa oficial.

Sí… en los lugares pequeños se entreteje la trama de la vida y los sueños. El Jerez de López Velarde ha resguardado la perspectiva central de poblado y su dignidad, pese a que los pueblos son movimiento y pierden algo de lo suyo con el paso del tiempo. Pienso en nuestro país cultural de lo distinto donde los pueblos son, y no se discute por qué son o cómo podrían ser. Los barrios, los campanarios, las casas y sus fotografías, las calles en que se vacía el santo olor de la panadería... La música mexicana antigua escapa en sonidos quedos del fonógrafo de los abuelos, pintando escenas de otro siglo en mi pensamiento. En su mesa de noche mi padre ajusta sus espejuelos mientras lee en voz alta, bajo la luz amarillenta de la lámpara, la Historia de México: “Tornando a los edificios y poblaciones destas Indias, muchas hobo cierto grandes y populosas en esta nueva España dentro de trecientas leguas. La ciudad de Machuacan, cuarenta leguas de México, puesta en rededor de una gran laguna; la de la Mextitlan; con infinitas poblaciones de la provincia de Pánuco a la mar del Norte, y la provincia de Zacatula a la del Sur. Las ciudades de Guaxaca, con innumerables grandes poblaciones, de la provincia que se llama de los mistecas y zapotecas; la provincia grande de Nexapa, la provincia de Tecuantepeque, la de Soconusco...”

He perdido la cuenta de los ayeres... La casa velardeana de las tardes olfativas con su cocina y su olor a sacristía permanece inamovible aquí dentro. Y mi pueblo de ensueño que entreveró la trama de fantasmas antiguos en mi andar introverso.

amparo.gberumen@gmail.com

Alejandro Magno

Estoy en deuda con mi padre por vivir,

pero estoy en deuda con mi maestro por vivir bien"

El Jerez de López Velarde ha resguardado la

perspectiva central de poblado y su dignidad

Las tardes de mi infancia en Jerez se vieron habitualmente aromadas de fantasía. Como gran estudioso de la Historia y gran Maestro devoto de la educación, mi padre abordaba este universo con un dominio cálido, caricia para mi entendimiento. Abstraída en la trama que representaba el juego de muñecas, oía yo esparcidas aquellas disquisiciones cual si hubiesen brotado de un manual del cuento. A esa edad era difícil comprender la trascendencia de los hechos históricos, y vislumbrar su importancia en la formación del intelecto andando el tiempo...

En nuestro país, la educación ha carecido en general de elementos categóricos que puedan despertar el interés de los alumnos, dado el escaso presupuesto que se destina para este fin. Los grandes conceptos parecen perderse lentamente en las aulas hasta convertirse en fórmulas sin movimiento. El estudiante conserva en su memoria mayormente aquello que le interesa y percibe cercano y aplicable a su vida, debido a que los métodos de hoy lo llevan a creer que parte de ese aprendizaje no le será útil en su profesión.

Usted y yo bien sabemos que cuando los gobiernos hacen recortes al presupuesto, la tijera va directo a la Educación y la Cultura. ¿Ignorarán ellos que la educación ennoblece a los pueblos…? Debemos tener muy presente que México es uno de los dos países de América con mayor diversidad lingüística viva dentro de su territorio. Sin embargo, por distintas razones no puede decirse todavía que han quedado atrás las imprecisiones respecto al uso que se ha dado al concepto lengua. Aquí es bueno recordar una vez más que en las políticas educativas del Estado Mexicano aplicadas a los pueblos originarios, ha prevalecido la cómoda idea de homologar a todos los ciudadanos independientemente de sus lenguas. Esto sucede porque la educación indígena no ha sido nunca planeada. No se rescata la oralidad, la raigambre, la comunidad como tal; no tienen los programas educativos las herramientas necesarias ni existe interés en ello. ¿Dónde han quedado los narradores, la tradición oral que honra el conocimiento de los ancianos? Si sabemos que los planes de estudio, los exámenes de admisión, los libros de texto siguen siendo en español, no nos extrañe que los intentos educativos encaminados a enseñar en sus lenguas a los hermanos indígenas se vengan abajo, y tengan los estudiantes que renunciar a su cultura al salir de sus comunidades, si no es que se limitan la mayoría a una educación básica e informal impartida por miembros de las mismas comunidades, por carecer de un presupuesto que posibilite la estructura educativa oficial.

Sí… en los lugares pequeños se entreteje la trama de la vida y los sueños. El Jerez de López Velarde ha resguardado la perspectiva central de poblado y su dignidad, pese a que los pueblos son movimiento y pierden algo de lo suyo con el paso del tiempo. Pienso en nuestro país cultural de lo distinto donde los pueblos son, y no se discute por qué son o cómo podrían ser. Los barrios, los campanarios, las casas y sus fotografías, las calles en que se vacía el santo olor de la panadería... La música mexicana antigua escapa en sonidos quedos del fonógrafo de los abuelos, pintando escenas de otro siglo en mi pensamiento. En su mesa de noche mi padre ajusta sus espejuelos mientras lee en voz alta, bajo la luz amarillenta de la lámpara, la Historia de México: “Tornando a los edificios y poblaciones destas Indias, muchas hobo cierto grandes y populosas en esta nueva España dentro de trecientas leguas. La ciudad de Machuacan, cuarenta leguas de México, puesta en rededor de una gran laguna; la de la Mextitlan; con infinitas poblaciones de la provincia de Pánuco a la mar del Norte, y la provincia de Zacatula a la del Sur. Las ciudades de Guaxaca, con innumerables grandes poblaciones, de la provincia que se llama de los mistecas y zapotecas; la provincia grande de Nexapa, la provincia de Tecuantepeque, la de Soconusco...”

He perdido la cuenta de los ayeres... La casa velardeana de las tardes olfativas con su cocina y su olor a sacristía permanece inamovible aquí dentro. Y mi pueblo de ensueño que entreveró la trama de fantasmas antiguos en mi andar introverso.

amparo.gberumen@gmail.com

Alejandro Magno

Estoy en deuda con mi padre por vivir,

pero estoy en deuda con mi maestro por vivir bien"

El Jerez de López Velarde ha resguardado la

perspectiva central de poblado y su dignidad