/ martes 22 de junio de 2021

Cambiavía | Algunas ideas sobre las ideas

Primera de dos partes

El ensayo, como casi todas las manifestaciones artísticas, tiene un origen milenario y se le puede encontrar en diversas formas y estilos. Destacan las obras de las culturas prehistóricas y, posteriormente, las grandes aportaciones universales de griegos y romanos. Entre los siglos dieciocho y diecinueve, la actividad alcanza un lugar prominente y se afirma como uno de lo géneros literarios. Es en Inglaterra y en Francia donde mejor se pueden hallar ejemplos de producciones ensayísticas como los trabajos producidos por el enorme Miguel de Montaigne.

Como es sabido, nuestra Hispanoamérica arriba tardíamente al mundo literario, a pesar de que se había escrito una prosa y una poesía sublimes, en las escasas muestras que se han recuperado de la literatura maya y náhuatl. Es a partir de la conquista española cuando se producen las primeras obras, en los trabajos de Hernán Cortés o en Bernal Días del Castillo. Más adelante habría de surgir Sor Juana Inés de la Cruz, en donde resulta iluminadora su famosísima Respuesta a Sor de la Cruz o la del inca Garcilaso de la Vega con sus Comentarios Reales. En el siglo diecinueve, los pensadores y líderes de los movimientos de independencia sobresalen con sus aportaciones literarias, como es el caso de Simón Bolívar y Teresa de Mier. Los escritores de la segunda mitad del siglo diecinueve y comienzos del veinte adoptan este género como una vía para manifestar sus inquietudes políticas y literarias. Aquí es necesario mencionar a Domingo Faustino Sarmiento, Andrés Bello, Justo Sierra y a José Martí, quienes con sus aportaciones prepararon el camino para que este género se consolidara en el siglo veinte.

El modernismo, la primera gran corriente literaria que surge en América y que trasciende en Europa, cuenta con escritores que abordan el ensayo de manera sobresaliente, como Rubén Darío, (su máximo representante) quien en trabajos como Los raros, hace patente su indiscutida calidad literaria, el sentido cosmopolita de la vida y la cultura.

En nuestro país los integrantes del grupo Ateneo de la Juventud renovaron las tendencias intelectuales, se alejaron del positivismo y dieron nuevo brío a las humanidades. Son parte fundamental de nuestra historia literaria los nombres de Alfonso Reyes, José Vasconcelos y Pedro Henríquez Ureña.

En cuanto a la temática que se ha procurado en la obra ensayística de Hispanoamérica, resulta muy complicado trazar esquemas o aspectos particulares. De manera inicial se puede decir que, según las tendencias de los escritores (políticas o literarias), transitaron en sus trabajos hacia la búsqueda de una identidad americana, pero también había quienes buscaban incorporarse a lo universal, lo cosmopolita y moderno. En general se procura un encuentro con las raíces, con los valores de esta América nuestra, el nacionalismo, su porvenir, el mestizaje, el imperialismo económico serán (y siguen siendo) temas recurrentes de los grandes escritores americanos.

En México, el legado de Octavio Paz y la presencia de Samuel Ramos y Leopoldo Zea son indispensables para conocer el pensamiento de mediados del siglo veinte. A estos nombres se pueden agregar los de Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa. Hay, sin embargo, otros nombres que se han convertido en lugares obligados para conocer la enorme diversidad temática que la dinámica pluralista del ensayo permite desarrollar.

El ensayo es ante todo un híbrido, en el que se “mezcla” la actividad científica y el trabajo poético. El ensayo conjuga verdad y ficción, realidad e imaginación, hechos concretos y vuelos abstractos, rigor y libertad. Este carácter dual del ensayo propicia la asimilación de la ciencia y de la poesía. Su amplia variedad temática, a veces infinita, permite que germine la idea y el conocimiento, la verdad y la poesía. Permite trazar pequeños esbozos sobre un tema elemental o arriesgarse a empresas de un alcance superior.

Otra de las características que quisiera resaltar es que es un instrumento que intenta la explicación de una verdad objetiva, pero nunca la de alcanzar la verdad absoluta. Lejos de propiciar un final, el ensayo abre caminos, lejos de cerrar una puerta, deja abiertas otras muchas. Esta libertad de interpretación es una vía para el florecimiento del pensamiento postmoderno. Es una manera de ejercitar el intelecto, de cuestionar, de indagar, de profundizar, de navegar, desde miradas distintas y con diferentes perspectivas.

En la próxima entrega comentaré acerca del porqué se le conoce como “el centauro de los géneros”, expresión que alude al carácter híbrido del género y presentaré algunas breves reseñas ensayísticas de escritores hispanoamericanos que sobresalieron en este importante género literario.

Besitos a las niñas azules, a las mariposas amarillas y a mi gaviota que gusta contemplar amaneceres para ubicar en dónde se asoma el amor.



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El ensayo, como casi todas las manifestaciones artísticas, tiene un origen milenario y se le puede encontrar en diversas formas y estilos. Destacan las obras de las culturas prehistóricas y, posteriormente, las grandes aportaciones universales de griegos y romanos. Entre los siglos dieciocho y diecinueve, la actividad alcanza un lugar prominente y se afirma como uno de lo géneros literarios. Es en Inglaterra y en Francia donde mejor se pueden hallar ejemplos de producciones ensayísticas como los trabajos producidos por el enorme Miguel de Montaigne.

Como es sabido, nuestra Hispanoamérica arriba tardíamente al mundo literario, a pesar de que se había escrito una prosa y una poesía sublimes, en las escasas muestras que se han recuperado de la literatura maya y náhuatl. Es a partir de la conquista española cuando se producen las primeras obras, en los trabajos de Hernán Cortés o en Bernal Días del Castillo. Más adelante habría de surgir Sor Juana Inés de la Cruz, en donde resulta iluminadora su famosísima Respuesta a Sor de la Cruz o la del inca Garcilaso de la Vega con sus Comentarios Reales. En el siglo diecinueve, los pensadores y líderes de los movimientos de independencia sobresalen con sus aportaciones literarias, como es el caso de Simón Bolívar y Teresa de Mier. Los escritores de la segunda mitad del siglo diecinueve y comienzos del veinte adoptan este género como una vía para manifestar sus inquietudes políticas y literarias. Aquí es necesario mencionar a Domingo Faustino Sarmiento, Andrés Bello, Justo Sierra y a José Martí, quienes con sus aportaciones prepararon el camino para que este género se consolidara en el siglo veinte.

El modernismo, la primera gran corriente literaria que surge en América y que trasciende en Europa, cuenta con escritores que abordan el ensayo de manera sobresaliente, como Rubén Darío, (su máximo representante) quien en trabajos como Los raros, hace patente su indiscutida calidad literaria, el sentido cosmopolita de la vida y la cultura.

En nuestro país los integrantes del grupo Ateneo de la Juventud renovaron las tendencias intelectuales, se alejaron del positivismo y dieron nuevo brío a las humanidades. Son parte fundamental de nuestra historia literaria los nombres de Alfonso Reyes, José Vasconcelos y Pedro Henríquez Ureña.

En cuanto a la temática que se ha procurado en la obra ensayística de Hispanoamérica, resulta muy complicado trazar esquemas o aspectos particulares. De manera inicial se puede decir que, según las tendencias de los escritores (políticas o literarias), transitaron en sus trabajos hacia la búsqueda de una identidad americana, pero también había quienes buscaban incorporarse a lo universal, lo cosmopolita y moderno. En general se procura un encuentro con las raíces, con los valores de esta América nuestra, el nacionalismo, su porvenir, el mestizaje, el imperialismo económico serán (y siguen siendo) temas recurrentes de los grandes escritores americanos.

En México, el legado de Octavio Paz y la presencia de Samuel Ramos y Leopoldo Zea son indispensables para conocer el pensamiento de mediados del siglo veinte. A estos nombres se pueden agregar los de Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa. Hay, sin embargo, otros nombres que se han convertido en lugares obligados para conocer la enorme diversidad temática que la dinámica pluralista del ensayo permite desarrollar.

El ensayo es ante todo un híbrido, en el que se “mezcla” la actividad científica y el trabajo poético. El ensayo conjuga verdad y ficción, realidad e imaginación, hechos concretos y vuelos abstractos, rigor y libertad. Este carácter dual del ensayo propicia la asimilación de la ciencia y de la poesía. Su amplia variedad temática, a veces infinita, permite que germine la idea y el conocimiento, la verdad y la poesía. Permite trazar pequeños esbozos sobre un tema elemental o arriesgarse a empresas de un alcance superior.

Otra de las características que quisiera resaltar es que es un instrumento que intenta la explicación de una verdad objetiva, pero nunca la de alcanzar la verdad absoluta. Lejos de propiciar un final, el ensayo abre caminos, lejos de cerrar una puerta, deja abiertas otras muchas. Esta libertad de interpretación es una vía para el florecimiento del pensamiento postmoderno. Es una manera de ejercitar el intelecto, de cuestionar, de indagar, de profundizar, de navegar, desde miradas distintas y con diferentes perspectivas.

En la próxima entrega comentaré acerca del porqué se le conoce como “el centauro de los géneros”, expresión que alude al carácter híbrido del género y presentaré algunas breves reseñas ensayísticas de escritores hispanoamericanos que sobresalieron en este importante género literario.

Besitos a las niñas azules, a las mariposas amarillas y a mi gaviota que gusta contemplar amaneceres para ubicar en dónde se asoma el amor.



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