/ martes 25 de mayo de 2021

Cambiavía | El erasmismo revisitado

Segunda y última

Dice Marcel Bataillon, hispanista francés, autor del libro Erasmo en España, que para comprender el erasmismo español es necesario verlo más allá de lo que la Inquisición trataba por ese entonces de contener: el de los que propugnan un recogimiento o un dejamiento.

Lo que se plantea dentro del erasmismo es que si ya se definió dónde está y qué se va a hacer con Dios, entonces eso le resta importancia a la iglesia como el centro, como institución. Por lo tanto, se abre paso a las nuevas ideas, a la ciencia y, posteriormente, con la llegada de esos nuevos científicos, se establecen las pautas para el arribo de la Ilustración. El erasmismo es más bien una base conceptual para acercarse a Dios, a través del interior, mientras que el iluminismo es como la acción en la que se proponen dos modos para llegar a Dios: El recogimiento y el dejamiento, veamos en qué consisten:

El recogimiento “es la espiritualidad que florece entre los franciscanos […] es un florecimiento del misticismo que encuentra su máxima expresión en los trabajos de Osuna. Es un “método por el cual el alma busca a Dios en su propio seno, en un desprendimiento tan total del mundo, que deja a un lado el pensamiento de toda cosa creada, y hasta todo pensamiento discursivo”. Se trata de abandonar las cosas materiales, “el corazón es lo que importa, mucho más que las manos, que la cabeza, que los ojos o los pies: las ceremonias exteriores no son nada sin las disposiciones íntimas”.

Por otra parte, el dejamiento, tiene como representantes típicos a Isabel de la Cruz y a Pedro Ruiz de Alcaraz. Esta corriente se caracteriza por una gran desconfianza hacia toda manifestación llamativa de amor divino. Las gracias sobrenaturales que una espiritualidad ambiciosa se complace en publicar, las tienen ellos por engaños del demonio, y aun sospechan que son pura comedia”.

El dejamiento es, según Bataillon, una corriente netamente heterodoxa, más que semiprotestante a la que se le opone el recogimiento como una forma de espiritualidad ortodoxa que va más allá de las formas usuales de la piedad católica, pero sin negarlas.

El recogimiento se manifiesta ante todo a través del Tercer abecedario, en el que se encuentran sus tendencias espirituales; el dejamiento, por el contrario, es conocido gracias al Edicto, y al proceso que se le siguió a Pedro Ruiz de Alcaraz. Agrega el autor que la iluminación a que aspira el dejamiento tiene un carácter menos excepcional que los arrobamientos o las revelaciones de los recogidos.

Bataillon resume ambas corrientes al expresar que: “El dejamiento no es la negación de todo esfuerzo ascético, puesto que adopta como fórmula el mortificate ergo membra vestra (por lo tanto, haced morir lo terrenal). El recogimiento, por su parte, se basa en un ascetismo moderado y humano.

Otra de las grandes aportaciones de Erasmo de Róterdam se encuentra en su primera gran obra importante: Enchiridion miliitis christiani, traducido como Manual del soldado cristiano, escrito en 1503. Fue redactado por Erasmo a la manera de una carta para dirigirse a un “amigo laico” con la finalidad de “instruirlo” en la manera de vivir cristianamente en un mundo en el que se presenta un combate espiritual que amenaza el alma. La principal conseja es que hay que volver a la Biblia como el único medio para renovar la vida espiritual.

Bataillon explica que el libro fue traducido en 1524, por un canónigo de Palencia, el Arcediano del Alcor, Alonso Fernández de Madrid, traductor, humanista y corrector de libros litúrgicos; logra, en fin, una edición delicada y sumamente cuidadosa. El contenido del libro está dirigido a “las almas que sufren oscuramente” y les “habla en ese tono íntimo, familiar, que llega hasta lo más secreto del alma. Multiplica las comparaciones tomadas de la vida del cuerpo para despertar en el hombre el presentimiento de una vida más preciosa”. Es un libro en el que la figura “paulina” se instala y devela la metáfora que le permita adentrarse en “el espíritu del lector”. Es San Pablo quien habla en un tono amigable y persuasivo. Propone una imagen del “caballero cristiano” el cual dispone de dos armas: “la oración y el conocimiento de la ley divina”. San Pablo, pues, ocupa un primerísimo lugar. Ahora bien, este incipiente humanismo reflejado en la obra, tiene su antecedente en las culturas grecolatinas, pues el paideia griego se transmitió a la cultura latina como humanitas, del que se derivó el término humanidades que abarca paradigmas antropológicos, cosmogónicos, teológicos, pedagógicos, y sociales, aptos para el cultivo del espíritu y para el desarrollo de la dignidad humana. Esas ideas habrán de influir en las diversas formas de humanismo que se desarrolló durante el siglo XVI. Posteriormente, surge el “conócete a ti mismo” (Deuteronomio, 15, 9: atendí tibi, (estate atento a ti mismo). Pero, ¿cómo conocerse a sí mismo, según el Enchiridion?: El hombre aprende a conocerse reconociéndose en la imagen que los filósofos han trazado de él. Y por eso Erasmo eleva a su miles christianus (soldado de Cristo), por encima de las necesidades urgentes de la acción, hasta la consideración de una naturaleza humana dividida en la cual hay que poner orden.

Dice Bataillon que en el lenguaje de San pablo, la razón puede llamarse espíritu, hombre interior o ley del alma, mientras que “la inclinación o vicio contrario” a la razón se le llama carne, cuerpo, hombre exterior, ley de los miembros. Esa oposición es, precisamente, el tema del Enchiridion, libro fundamental que será la base para ordenar todo su concepto sobre la esencia del cristianismo.

Quizás por eso la obra establece la posibilidad de separar la ciencia y la iglesia, pues, dice Bataillon, con respecto del análisis de la cuarta regla: “Si tú te clavas en el estudio en lugar de hacerlo servir a la ciencia y al amor de Cristo, todo tu saber es vano: vuelve al precepto primero: conócete a ti mismo, toma tu propia medida. Más vale saber poco y amar a Jesucristo mucho, que mucho saber y amarle poco”.

El legado del ilustre Erasmo de Róterdam persiste a través del tiempo y del espacio geográfico, especialmente en Europa y de manera muy particular en España, la del poderoso Carlos V, la que vivió el esplendor del Siglo de oro español. Erasmo es considerado precursor del espíritu moderno; sus críticas a la vida religiosa de la época generaron polémica, pues consideraba que esa vida litúrgica estaba llena de barbarie e ignorancia. Leer el Elogio de la locura (necedad) o El manual del soldado cristiano, es un buen pretexto para acercarse a la ideología cristiana y a la influencia que ésta mantuvo en la literatura en uno de los siglos de mayor esplendor español.

Segunda y última

Dice Marcel Bataillon, hispanista francés, autor del libro Erasmo en España, que para comprender el erasmismo español es necesario verlo más allá de lo que la Inquisición trataba por ese entonces de contener: el de los que propugnan un recogimiento o un dejamiento.

Lo que se plantea dentro del erasmismo es que si ya se definió dónde está y qué se va a hacer con Dios, entonces eso le resta importancia a la iglesia como el centro, como institución. Por lo tanto, se abre paso a las nuevas ideas, a la ciencia y, posteriormente, con la llegada de esos nuevos científicos, se establecen las pautas para el arribo de la Ilustración. El erasmismo es más bien una base conceptual para acercarse a Dios, a través del interior, mientras que el iluminismo es como la acción en la que se proponen dos modos para llegar a Dios: El recogimiento y el dejamiento, veamos en qué consisten:

El recogimiento “es la espiritualidad que florece entre los franciscanos […] es un florecimiento del misticismo que encuentra su máxima expresión en los trabajos de Osuna. Es un “método por el cual el alma busca a Dios en su propio seno, en un desprendimiento tan total del mundo, que deja a un lado el pensamiento de toda cosa creada, y hasta todo pensamiento discursivo”. Se trata de abandonar las cosas materiales, “el corazón es lo que importa, mucho más que las manos, que la cabeza, que los ojos o los pies: las ceremonias exteriores no son nada sin las disposiciones íntimas”.

Por otra parte, el dejamiento, tiene como representantes típicos a Isabel de la Cruz y a Pedro Ruiz de Alcaraz. Esta corriente se caracteriza por una gran desconfianza hacia toda manifestación llamativa de amor divino. Las gracias sobrenaturales que una espiritualidad ambiciosa se complace en publicar, las tienen ellos por engaños del demonio, y aun sospechan que son pura comedia”.

El dejamiento es, según Bataillon, una corriente netamente heterodoxa, más que semiprotestante a la que se le opone el recogimiento como una forma de espiritualidad ortodoxa que va más allá de las formas usuales de la piedad católica, pero sin negarlas.

El recogimiento se manifiesta ante todo a través del Tercer abecedario, en el que se encuentran sus tendencias espirituales; el dejamiento, por el contrario, es conocido gracias al Edicto, y al proceso que se le siguió a Pedro Ruiz de Alcaraz. Agrega el autor que la iluminación a que aspira el dejamiento tiene un carácter menos excepcional que los arrobamientos o las revelaciones de los recogidos.

Bataillon resume ambas corrientes al expresar que: “El dejamiento no es la negación de todo esfuerzo ascético, puesto que adopta como fórmula el mortificate ergo membra vestra (por lo tanto, haced morir lo terrenal). El recogimiento, por su parte, se basa en un ascetismo moderado y humano.

Otra de las grandes aportaciones de Erasmo de Róterdam se encuentra en su primera gran obra importante: Enchiridion miliitis christiani, traducido como Manual del soldado cristiano, escrito en 1503. Fue redactado por Erasmo a la manera de una carta para dirigirse a un “amigo laico” con la finalidad de “instruirlo” en la manera de vivir cristianamente en un mundo en el que se presenta un combate espiritual que amenaza el alma. La principal conseja es que hay que volver a la Biblia como el único medio para renovar la vida espiritual.

Bataillon explica que el libro fue traducido en 1524, por un canónigo de Palencia, el Arcediano del Alcor, Alonso Fernández de Madrid, traductor, humanista y corrector de libros litúrgicos; logra, en fin, una edición delicada y sumamente cuidadosa. El contenido del libro está dirigido a “las almas que sufren oscuramente” y les “habla en ese tono íntimo, familiar, que llega hasta lo más secreto del alma. Multiplica las comparaciones tomadas de la vida del cuerpo para despertar en el hombre el presentimiento de una vida más preciosa”. Es un libro en el que la figura “paulina” se instala y devela la metáfora que le permita adentrarse en “el espíritu del lector”. Es San Pablo quien habla en un tono amigable y persuasivo. Propone una imagen del “caballero cristiano” el cual dispone de dos armas: “la oración y el conocimiento de la ley divina”. San Pablo, pues, ocupa un primerísimo lugar. Ahora bien, este incipiente humanismo reflejado en la obra, tiene su antecedente en las culturas grecolatinas, pues el paideia griego se transmitió a la cultura latina como humanitas, del que se derivó el término humanidades que abarca paradigmas antropológicos, cosmogónicos, teológicos, pedagógicos, y sociales, aptos para el cultivo del espíritu y para el desarrollo de la dignidad humana. Esas ideas habrán de influir en las diversas formas de humanismo que se desarrolló durante el siglo XVI. Posteriormente, surge el “conócete a ti mismo” (Deuteronomio, 15, 9: atendí tibi, (estate atento a ti mismo). Pero, ¿cómo conocerse a sí mismo, según el Enchiridion?: El hombre aprende a conocerse reconociéndose en la imagen que los filósofos han trazado de él. Y por eso Erasmo eleva a su miles christianus (soldado de Cristo), por encima de las necesidades urgentes de la acción, hasta la consideración de una naturaleza humana dividida en la cual hay que poner orden.

Dice Bataillon que en el lenguaje de San pablo, la razón puede llamarse espíritu, hombre interior o ley del alma, mientras que “la inclinación o vicio contrario” a la razón se le llama carne, cuerpo, hombre exterior, ley de los miembros. Esa oposición es, precisamente, el tema del Enchiridion, libro fundamental que será la base para ordenar todo su concepto sobre la esencia del cristianismo.

Quizás por eso la obra establece la posibilidad de separar la ciencia y la iglesia, pues, dice Bataillon, con respecto del análisis de la cuarta regla: “Si tú te clavas en el estudio en lugar de hacerlo servir a la ciencia y al amor de Cristo, todo tu saber es vano: vuelve al precepto primero: conócete a ti mismo, toma tu propia medida. Más vale saber poco y amar a Jesucristo mucho, que mucho saber y amarle poco”.

El legado del ilustre Erasmo de Róterdam persiste a través del tiempo y del espacio geográfico, especialmente en Europa y de manera muy particular en España, la del poderoso Carlos V, la que vivió el esplendor del Siglo de oro español. Erasmo es considerado precursor del espíritu moderno; sus críticas a la vida religiosa de la época generaron polémica, pues consideraba que esa vida litúrgica estaba llena de barbarie e ignorancia. Leer el Elogio de la locura (necedad) o El manual del soldado cristiano, es un buen pretexto para acercarse a la ideología cristiana y a la influencia que ésta mantuvo en la literatura en uno de los siglos de mayor esplendor español.