/ martes 24 de noviembre de 2020

Cambiavía | El latido de los sueños

“Mi padre se ahogó en un río lejano, poco antes de cumplir 26 años, cuando iniciaba el otoño de 1959. A los tres días lo sacaron, medio comido por los peces. Tres días. Setenta y dos horas. Desde entonces un golpe sordo invadió mi sueño y lo desbordó, para que nunca olvidara esos tres días, esas setenta y dos horas, en que mi padre tuvo al agua como tumba”.

Así comienza El latido de los sueños (2020), novela con la que el poeta Gastón Alejandro Martínez confirma que, además del oficio poético, es un excelente narrador. Esta obra pertenece a lo que se ha dado en llamar “novela de formación” o “novela de aprendizaje”, término proveniente del alemán “Bildungsroman”, puesto que narra la vida del personaje desde la niñez hasta los 18 años. Como en casi todo, no podemos acuñar dicha definición literalmente. Porque a fin de cuentas la formación o el aprendizaje no ocurre necesariamente desde la niñez; se puede crecer y madurar a los veinte o a los treinta años de vida. Ramón Córdoba la define de mejor manera: “Quiero proponer que consideremos novela de aprendizaje a toda aquella donde su protagonista llega a un punto de inflexión donde su confortable, metódica, regulada o hasta idílica vida (…) se convierte en un viacrucis de donde no saldrá crucificado, sino desengañado pero sabio, curtido, dueño de verdades que lo harán… mejor persona”. Siguiendo a Ramón Córdoba, son “novelas de aprendizaje” Bajo la rueda de Hermann Hesse; Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco; El guardián entre el centeno de J. D. Salinger; El cumpleaños de Juan Ángel, de Mario Benedetti y De perfil, de nuestro querido José Agustín.

Gastón Alejandro Martínez, distinguido poeta, ha publicado los poemarios Solar de pájaros (1989); El horizonte (2006); La música (2006); Estación Árbol Grande (2011).

El latido de los sueños (2020), su primera novela, cuenta la vida de un personaje que, siendo un niño, se encuentra con que su padre ha muerto, ahogado. Este hecho lo marcará a lo largo de la vida. El protagonista descubrirá al paso de los años, que para sobrevivir hay que disimular, huir, alejarse. A lo largo de la historia nunca se revelará su nombre. Mediante un ritmo ágil, vigoroso, seremos cómplices de “las primeras veces”, conoceremos los ritos de iniciación que comprenden el viaje de la niñez a la vida adulta: la primera vez que se masturbó, los enamoramientos, el despertar sexual, los rompimientos amorosos; los encuentros y desencuentros con los grandes amigos, las primeras incursiones en la política. El espacio geográfico con el que se hace acompañar atraviesa los lugares típicos de Ciudad Madero y Tampico: Árbol Grande, la vieja refinería, las escolleras de la playa Miramar, Plaza de Armas; los cines que vivieron una gran época y de los cuales no queda uno solo: Hilda, Tamesí, Plaza, Tampico, Alhambra, Alcázar.

Otro ingrediente con el que particularmente me identifico al leer esta obra tiene que ver con la música. Los éxitos musicales de los sesentas y los setentas, pero especialmente con el tema “Juan El Pescador”, compuesta por Emilio Domínguez y que fuera todo un éxito al lado de sus Estrellas de plata, canción que recordará con frecuencia el protagonista; pero también Gabilondo Soler “Cri-Cri”, y ya en la juventud: Creedence, los Zombies, The Turtles, Shocking Blue, The Animals, The Beatles, Bob Dylan, El Ritual, Peace and Love, los Dug Dugs. Sí, incluso el rock mexicano al que se le consideraba “Tan malvado y peligroso para la mayoría de los adultos como el comunismo o los movimientos estudiantiles”.

Junto con sus amigos: Jano “el comunista, el Fedayín, el aprendiz de guerrillero (…) jipiteca huasteco, gozoso pacheco y bebedor de cerveza”; El Tolo, El chino Lee, Toño Colombo, Chacho Montelongo, Alejandro Mena, Mario, Gaspar Tinoco, apodado “Serrat”, contará las pequeñas grandes historias de amor: La tía Amelia, su primer amor, con quien de niño dormía por las noches “mientras la abrazaba por la espalda y me apretaba muy fuerte a ella para sentir su respiración, el latido de su corazón, los suspiros de sus pechos”. Lucero sería la otra mujer cuya relación de encuentros y despedidas lo seguirá hasta el final, pues según ella, el protagonista sería su “siempre siempre”. Juana María “Delgada, de cara angulosa y ojos rasgados, su pelo negro y quebrado, amiga en la preparatoria, confidente, paño de lágrimas” y, quizá, el amor más prendido, más encendido, del personaje principal.

En ese mundo de ensoñación, la literatura es un complemento que permite conocer el proceso de cambio que se va gestando en el protagonista: García Lorca, Miguel Hernández, Rimbaud, Neruda, Pound, Pessoa, la literatura y sus “maestros de vida” le permitirán descubrir otros horizontes y cuestionar su propia vida, la de sus amigos, la del mundo dividido entre burgueses y comunistas.

El capítulo en el que se narra la muerte de uno de los personajes (Mario) es, acaso, un episodio en el que mejor se aprecia el mundo surrealista, onírico y, a la vez, el oficio narrativo de Gastón Alejandro. Con la muerte de Mario, la historia se hace circular, primero el padre, al final el amigo. Novela de la que, es cierto, se acumulan desengaños, abandonos, certezas e incertidumbre, con que uno supondría que el protagonista será un hombre nuevo.

Para terminar, déjeme decirle que además de esta novela, también ha publicado el poemario Camino a Puglia (2020), del que Alicia García Bergua ha expresado: “…Es un canto a la vida minuciosa, un canto con un fondo musical inaudible pero imaginable de Mozart, Vivaldi, Bach, Beethoven y Satie, gracias al gran oído con el que versifica este autor, poeta y músico. Con ese canto Gastón Alejandro Martínez conduce de regreso a ciertos hechos de su existencia y los eleva como pequeñas maravillas”.

Dos obras que de algún modo se complementan, que concitan a la lectura, para nostalgiar, para re-vivir, para rememorar y que Usted, amable lector, no debe perderse.

Besitos a las niñas azules, a las mariposas amarillas y mi gaviota que por estos días suele volar a gran altura.

“Mi padre se ahogó en un río lejano, poco antes de cumplir 26 años, cuando iniciaba el otoño de 1959. A los tres días lo sacaron, medio comido por los peces. Tres días. Setenta y dos horas. Desde entonces un golpe sordo invadió mi sueño y lo desbordó, para que nunca olvidara esos tres días, esas setenta y dos horas, en que mi padre tuvo al agua como tumba”.

Así comienza El latido de los sueños (2020), novela con la que el poeta Gastón Alejandro Martínez confirma que, además del oficio poético, es un excelente narrador. Esta obra pertenece a lo que se ha dado en llamar “novela de formación” o “novela de aprendizaje”, término proveniente del alemán “Bildungsroman”, puesto que narra la vida del personaje desde la niñez hasta los 18 años. Como en casi todo, no podemos acuñar dicha definición literalmente. Porque a fin de cuentas la formación o el aprendizaje no ocurre necesariamente desde la niñez; se puede crecer y madurar a los veinte o a los treinta años de vida. Ramón Córdoba la define de mejor manera: “Quiero proponer que consideremos novela de aprendizaje a toda aquella donde su protagonista llega a un punto de inflexión donde su confortable, metódica, regulada o hasta idílica vida (…) se convierte en un viacrucis de donde no saldrá crucificado, sino desengañado pero sabio, curtido, dueño de verdades que lo harán… mejor persona”. Siguiendo a Ramón Córdoba, son “novelas de aprendizaje” Bajo la rueda de Hermann Hesse; Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco; El guardián entre el centeno de J. D. Salinger; El cumpleaños de Juan Ángel, de Mario Benedetti y De perfil, de nuestro querido José Agustín.

Gastón Alejandro Martínez, distinguido poeta, ha publicado los poemarios Solar de pájaros (1989); El horizonte (2006); La música (2006); Estación Árbol Grande (2011).

El latido de los sueños (2020), su primera novela, cuenta la vida de un personaje que, siendo un niño, se encuentra con que su padre ha muerto, ahogado. Este hecho lo marcará a lo largo de la vida. El protagonista descubrirá al paso de los años, que para sobrevivir hay que disimular, huir, alejarse. A lo largo de la historia nunca se revelará su nombre. Mediante un ritmo ágil, vigoroso, seremos cómplices de “las primeras veces”, conoceremos los ritos de iniciación que comprenden el viaje de la niñez a la vida adulta: la primera vez que se masturbó, los enamoramientos, el despertar sexual, los rompimientos amorosos; los encuentros y desencuentros con los grandes amigos, las primeras incursiones en la política. El espacio geográfico con el que se hace acompañar atraviesa los lugares típicos de Ciudad Madero y Tampico: Árbol Grande, la vieja refinería, las escolleras de la playa Miramar, Plaza de Armas; los cines que vivieron una gran época y de los cuales no queda uno solo: Hilda, Tamesí, Plaza, Tampico, Alhambra, Alcázar.

Otro ingrediente con el que particularmente me identifico al leer esta obra tiene que ver con la música. Los éxitos musicales de los sesentas y los setentas, pero especialmente con el tema “Juan El Pescador”, compuesta por Emilio Domínguez y que fuera todo un éxito al lado de sus Estrellas de plata, canción que recordará con frecuencia el protagonista; pero también Gabilondo Soler “Cri-Cri”, y ya en la juventud: Creedence, los Zombies, The Turtles, Shocking Blue, The Animals, The Beatles, Bob Dylan, El Ritual, Peace and Love, los Dug Dugs. Sí, incluso el rock mexicano al que se le consideraba “Tan malvado y peligroso para la mayoría de los adultos como el comunismo o los movimientos estudiantiles”.

Junto con sus amigos: Jano “el comunista, el Fedayín, el aprendiz de guerrillero (…) jipiteca huasteco, gozoso pacheco y bebedor de cerveza”; El Tolo, El chino Lee, Toño Colombo, Chacho Montelongo, Alejandro Mena, Mario, Gaspar Tinoco, apodado “Serrat”, contará las pequeñas grandes historias de amor: La tía Amelia, su primer amor, con quien de niño dormía por las noches “mientras la abrazaba por la espalda y me apretaba muy fuerte a ella para sentir su respiración, el latido de su corazón, los suspiros de sus pechos”. Lucero sería la otra mujer cuya relación de encuentros y despedidas lo seguirá hasta el final, pues según ella, el protagonista sería su “siempre siempre”. Juana María “Delgada, de cara angulosa y ojos rasgados, su pelo negro y quebrado, amiga en la preparatoria, confidente, paño de lágrimas” y, quizá, el amor más prendido, más encendido, del personaje principal.

En ese mundo de ensoñación, la literatura es un complemento que permite conocer el proceso de cambio que se va gestando en el protagonista: García Lorca, Miguel Hernández, Rimbaud, Neruda, Pound, Pessoa, la literatura y sus “maestros de vida” le permitirán descubrir otros horizontes y cuestionar su propia vida, la de sus amigos, la del mundo dividido entre burgueses y comunistas.

El capítulo en el que se narra la muerte de uno de los personajes (Mario) es, acaso, un episodio en el que mejor se aprecia el mundo surrealista, onírico y, a la vez, el oficio narrativo de Gastón Alejandro. Con la muerte de Mario, la historia se hace circular, primero el padre, al final el amigo. Novela de la que, es cierto, se acumulan desengaños, abandonos, certezas e incertidumbre, con que uno supondría que el protagonista será un hombre nuevo.

Para terminar, déjeme decirle que además de esta novela, también ha publicado el poemario Camino a Puglia (2020), del que Alicia García Bergua ha expresado: “…Es un canto a la vida minuciosa, un canto con un fondo musical inaudible pero imaginable de Mozart, Vivaldi, Bach, Beethoven y Satie, gracias al gran oído con el que versifica este autor, poeta y músico. Con ese canto Gastón Alejandro Martínez conduce de regreso a ciertos hechos de su existencia y los eleva como pequeñas maravillas”.

Dos obras que de algún modo se complementan, que concitan a la lectura, para nostalgiar, para re-vivir, para rememorar y que Usted, amable lector, no debe perderse.

Besitos a las niñas azules, a las mariposas amarillas y mi gaviota que por estos días suele volar a gran altura.