/ martes 19 de enero de 2021

Cambiavía | El sentido de la locura en la obra de Edgar Allan Poe

A pesar de que su obra fue escrita entre 1830 y 1840, este afamado escritor ha conquistado a los lectores de este nuevo milenio. Su trascendencia en la cultura popular es cautivadora y duradera. Sus cuentos y poemas son un referente en el abanico de la imaginación estadounidense. Desde H. P. Lovecraft hasta Stephen King, desde el terror hasta la ciencia ficción policial, la influencia de Poe está más que presente.

Uno de sus legados más importantes es, quizá, la noción de locura. En su tiempo, muchos debieron preguntarse cómo es que alguien podría ser capaz de escribir de manera tan convincente sobre un asesino que es capaz de escuchar los latidos del corazón de su víctima muerta o de cómo alguien es capaz de encerrar a una persona en un laberinto subterráneo. A lo largo de la historia de la literatura la gente suele pensar que el trabajo artístico refleja la personalidad del creador. En el caso de Poe, un “enemigo”, Rufus Griswold, (editor, poeta y crítico literario) planteó que sus textos contenían reflejos de su carácter personal y que deambulaba por las calles, en un estado de locura o melancolía, moviendo los labios, formulando imprecisas maldiciones.

Otro (enemigo) más, Thomas Dunn English (escritor y compositor de canciones) narró una historia en la que ubicó a Poe en el Asilo de Lunáticos de Utica.

Diez años después de que falleciera, el destacado psiquiatra británico Harold Maudsley hizo un estudio de caso sobre la monomanía de Poe y desde entonces se asocia la erudición de Poe con un estado de locura.

Y es que esa conexión entre la locura y la obra literaria es muy significativa. En la mayoría de sus obras literarias, los narradores son perfectamente normales, excepto por una cosa: lo que por entonces se conoció como “monomanía”. Este término fue creado por Jean Etienne Esquirol: “Con él se quería denominar a la locura parcial o insania parcial; se distinguían tres tipos. La monomanía instintiva correspondería a lo que hoy llamamos trastorno obsesivo, la monomanía intelectual a lo que hoy se considera trastorno delirante, y la afectiva que correspondería a la manía”. Poe trazó personajes que eran particularmente astutos y muy inteligentes, pero al mismo tiempo trastornados debido a un toque de locura; así, en el cuento “El gato negro”, podemos “observar” un parche blanco en forma de horca en el gato. El narrador mira fijamente los dientes blancos de su amada, en el cuento “Berenice”; hay más ejemplos, desde luego.

Para Edgar Allan Poe, la locura es un aparato funcional más que un complejo de procesos biológicos. La cordura es una delgada línea con la que tropiezan sus personajes antes de cometer actos infernales.

Esta idea, de que las personas “normales” pueden “caer” en un estado de locura era una idea bastante inmersa en el imaginario popular de la época de Poe; es decir, que la locura “ocurre” en lugar de desarrollarse. Como si camináramos a ciegas por una cornisa, listos para caernos y desatar el horror si, por desgracia, nos demoramos malsanamente en una situación. Eso es, a fin de cuentas, el legado de la monomanía ficticia la cual, paradójicamente, funcionaba muy bien en la ficción y no en los libros de psiquiatría.

Lo que sí podemos afirmar es que Poe estaba inmerso en los conocimientos médicos de su tiempo. En sus textos podemos encontrar términos como “delirium tremens”, “irracionalidad mórbida”, “hipocondríaco”, “histeria”, “trastorno cataléptico” y “agitación nerviosa”. Con frecuencia, sus personajes a menudo hacen referencia a “amigos médicos” y “libros de medicina”; de hecho, es posible que Poe haya aludido en sus obras al “Tratado sobre jurisprudencia médica de la locura”, escrito por Isaac Ray, psiquiatra estadounidense, pionero en la disciplina de la psiquiatría forense; es más, Poe aceptaba la idea de que la forma del cráneo revelaba la personalidad de uno. Lo que sí podemos afirmar es que nunca tuvo la intención de que su ficción se convirtiera en sentido común. Poe fue un gran escritor y producto de su propia época que será recordado al paso de los siglos. Su obra literaria es apreciada en los Estados Unidos y en todo el mundo. Sus cuentos y sus poemas se leen en las aulas y en las cafeterías.

Edgar Allan Poe fue un autor asombroso y revolucionario escritor que será recordado por las generaciones venideras como el inventor de la historia de detectives y pionero del cuento psicológico moderno. No hay mejor manera de celebrarlo que leyéndolo. Acérquese al poema “El cuervo” uno de los más memorables, o a sus cuentos, como “El gato negro”, “El pozo y el péndulo” o “El corazón delator”.

¡Que viva Edgar Allan Poe!

Besitos a las mariposas amarillas, a las niñas azules y a mi gaviota que apenas clarea se lanza en picada para acariciar el mar.

Diez años después de que falleciera, el destacado psiquiatra británico Harold Maudsley hizo un estudio de caso sobre la monomanía de Poe y desde entonces se asocia la erudición de Poe con un estado de locura.

A pesar de que su obra fue escrita entre 1830 y 1840, este afamado escritor ha conquistado a los lectores de este nuevo milenio. Su trascendencia en la cultura popular es cautivadora y duradera. Sus cuentos y poemas son un referente en el abanico de la imaginación estadounidense. Desde H. P. Lovecraft hasta Stephen King, desde el terror hasta la ciencia ficción policial, la influencia de Poe está más que presente.

Uno de sus legados más importantes es, quizá, la noción de locura. En su tiempo, muchos debieron preguntarse cómo es que alguien podría ser capaz de escribir de manera tan convincente sobre un asesino que es capaz de escuchar los latidos del corazón de su víctima muerta o de cómo alguien es capaz de encerrar a una persona en un laberinto subterráneo. A lo largo de la historia de la literatura la gente suele pensar que el trabajo artístico refleja la personalidad del creador. En el caso de Poe, un “enemigo”, Rufus Griswold, (editor, poeta y crítico literario) planteó que sus textos contenían reflejos de su carácter personal y que deambulaba por las calles, en un estado de locura o melancolía, moviendo los labios, formulando imprecisas maldiciones.

Otro (enemigo) más, Thomas Dunn English (escritor y compositor de canciones) narró una historia en la que ubicó a Poe en el Asilo de Lunáticos de Utica.

Diez años después de que falleciera, el destacado psiquiatra británico Harold Maudsley hizo un estudio de caso sobre la monomanía de Poe y desde entonces se asocia la erudición de Poe con un estado de locura.

Y es que esa conexión entre la locura y la obra literaria es muy significativa. En la mayoría de sus obras literarias, los narradores son perfectamente normales, excepto por una cosa: lo que por entonces se conoció como “monomanía”. Este término fue creado por Jean Etienne Esquirol: “Con él se quería denominar a la locura parcial o insania parcial; se distinguían tres tipos. La monomanía instintiva correspondería a lo que hoy llamamos trastorno obsesivo, la monomanía intelectual a lo que hoy se considera trastorno delirante, y la afectiva que correspondería a la manía”. Poe trazó personajes que eran particularmente astutos y muy inteligentes, pero al mismo tiempo trastornados debido a un toque de locura; así, en el cuento “El gato negro”, podemos “observar” un parche blanco en forma de horca en el gato. El narrador mira fijamente los dientes blancos de su amada, en el cuento “Berenice”; hay más ejemplos, desde luego.

Para Edgar Allan Poe, la locura es un aparato funcional más que un complejo de procesos biológicos. La cordura es una delgada línea con la que tropiezan sus personajes antes de cometer actos infernales.

Esta idea, de que las personas “normales” pueden “caer” en un estado de locura era una idea bastante inmersa en el imaginario popular de la época de Poe; es decir, que la locura “ocurre” en lugar de desarrollarse. Como si camináramos a ciegas por una cornisa, listos para caernos y desatar el horror si, por desgracia, nos demoramos malsanamente en una situación. Eso es, a fin de cuentas, el legado de la monomanía ficticia la cual, paradójicamente, funcionaba muy bien en la ficción y no en los libros de psiquiatría.

Lo que sí podemos afirmar es que Poe estaba inmerso en los conocimientos médicos de su tiempo. En sus textos podemos encontrar términos como “delirium tremens”, “irracionalidad mórbida”, “hipocondríaco”, “histeria”, “trastorno cataléptico” y “agitación nerviosa”. Con frecuencia, sus personajes a menudo hacen referencia a “amigos médicos” y “libros de medicina”; de hecho, es posible que Poe haya aludido en sus obras al “Tratado sobre jurisprudencia médica de la locura”, escrito por Isaac Ray, psiquiatra estadounidense, pionero en la disciplina de la psiquiatría forense; es más, Poe aceptaba la idea de que la forma del cráneo revelaba la personalidad de uno. Lo que sí podemos afirmar es que nunca tuvo la intención de que su ficción se convirtiera en sentido común. Poe fue un gran escritor y producto de su propia época que será recordado al paso de los siglos. Su obra literaria es apreciada en los Estados Unidos y en todo el mundo. Sus cuentos y sus poemas se leen en las aulas y en las cafeterías.

Edgar Allan Poe fue un autor asombroso y revolucionario escritor que será recordado por las generaciones venideras como el inventor de la historia de detectives y pionero del cuento psicológico moderno. No hay mejor manera de celebrarlo que leyéndolo. Acérquese al poema “El cuervo” uno de los más memorables, o a sus cuentos, como “El gato negro”, “El pozo y el péndulo” o “El corazón delator”.

¡Que viva Edgar Allan Poe!

Besitos a las mariposas amarillas, a las niñas azules y a mi gaviota que apenas clarea se lanza en picada para acariciar el mar.

Diez años después de que falleciera, el destacado psiquiatra británico Harold Maudsley hizo un estudio de caso sobre la monomanía de Poe y desde entonces se asocia la erudición de Poe con un estado de locura.