/ martes 10 de noviembre de 2020

Cambiavía | Juan José Arreola, el prodigioso

Considerado como el maestro del cuento corto, Juan José Arreola (1918), es un escritor que expresa con gran sentido del humor una realidad fantástica, mágica; no obstante, existe una finalidad ulterior: plantear una realidad absurda y grotesca de nuestro mundo.

A lo largo de su vida Arreola desempeñó una variedad de oficios y empleos. Fue panadero, comediante, impresor, cobrador de banco, vendedor ambulante, periodista. Bueno, hasta aceptó ser comentarista de futbol cuando el mundial en nuestro país. Como editor dirigió, junto con Antonio Alatorre, la revista Pan; con Rivas Sainz, la revista Eos. A él se debe, por lo menos en nuestro país, la creación de los talleres literarios, hoy tan vivos y tan promovidos por la oficialidad y por los grupos independientes. Dirigió importantes publicaciones como Los presentes, Libros del unicornio, la revista Mester, así como las ediciones del mismo nombre. Entre sus obras más importantes se puede mencionar Varia invención (1949), Confabulario (1952), La hora de todos (teatro, 1954), Bestiario (1958), La feria (novela, 1963).

De Confabulario me interesa exponer algunos comentarios sobre el cuento: “El guardagujas”.

“El guardagujas” se podría mirar desde dos ángulos: uno, digamos de horizonte nacional y otro personal, interno. En nuestro contexto, y sobre todo desde hace varias décadas, las vías ferroviarias en nuestro país han caído en el abandono. De tal suerte que esa realidad aparentemente fantástica e imposible, de pronto se convierte en algo absolutamente posible. Yo soy de El oro (un municipio ubicado al norte del estado de México), mi pueblo vivió sus años de gloria y era uno de los pocos a los que se podía llegar en tren. Su estación es ahora un museo y las vías son ocupadas por empedrados que poco a poco la han ido desapareciendo. Al final de la estación queda como un lamento y una protesta, un par de vías que se retuercen hacia el cielo, como pidiendo una explicación.

En la parte interna del ser humano tenemos presente la metáfora de querer viajar hacia cualquier parte, pero descubrimos que no es posible ir a ningún lado, nos encontramos en un laberinto infinito, en el cual nuestros destinos son absolutamente inciertos. Creo que el gran tema de este formidable cuento es que refleja nuestra condición humana. El del forastero que quería llegar lo antes posible “mañana mismo” a T. Sin embargo cuando se presenta el guardagujas y comienzan a dialogar, poco a poco se entera que quizás se trate de una hazaña imposible. Incluso el consejo del guardagujas es devastador: “Suba Usted al tren con la idea fija de que va a llegar a T”. ¿Es una invitación a creer, a mirar hacia nuestro interior para conseguir lo “imposible”?

Si miramos de cerca el aspecto formal del cuento podemos observar que consta de tres partes esenciales: La primera en la que el narrador introduce la historia y cuenta el encuentro entre el forastero y el guardagujas; el segundo apartado constituye la mayor parte del relato, y es a base de una situación dialógica; en la última, vuelve el narrador para presentar el final del cuento.

En la primera parte se introduce a los dos personajes, pero no sabemos quiénes son, es decir, no existe una descripción física de los personajes (aquí se empieza a mostrar el ingenio y el talento de Arreola) pues se trata de apenas unos trazos, vagos de los personajes: “Alguien salido de quién sabe dónde, le dio una palmada muy suave. Al volverse, el forastero se halló ante un viejecillo de vago aspecto ferrocarrilero.” En el segundo apartado, los diálogos nos permiten observar que el forastero apenas y participa en la conversación. Es el guardagujas quien ocupa con gran extensión discursiva la mayor parte de las intervenciones. El forastero apenas y habla mientras que el guardagujas abunda en explicaciones: “—Pero ¿hay un tren que pasa por esta ciudad? —Afirmarlo equivaldría a cometer una inexactitud. Como usted puede darse cuenta, los rieles existen, aunque un tanto averiados. En algunas poblaciones están sencillamente indicados en el suelo, mediante dos rayas de gis”.

Otra característica presente a lo largo del cuento es el juego entre lo posible y lo imposible. El autor inserta con bastante frecuencia el juego de lo razonable a lo ilógico, del acierto a la incertidumbre y de lo real y tangible a lo fantástico: “—Es que yo tengo un boleto en regla para ir a T. lógicamente, debo ser conducido a ese lugar, ¿no es así? —Cualquiera diría que tiene razón. En la fonda para viajeros podrá usted hablar con personas que han tomado sus precauciones, adquiriendo grandes cantidades de boletos”. O como está otra: “—Podría yo hacer alguna cosa para facilitar ese resultado? —Claro que puede usted. Lo que no se sabe es si le servirá de algo. Inténtelo de todas maneras”. En estos casos se aprecia la intención de trastocar la realidad a través de establecer certezas, pero también divagaciones, exageraciones y sobre todo ambigüedades.

En “El guardagujas” hay siempre un ambiente de espera, al igual que en el fondo de la vida. Pero además está presente en la obra un sentido social. La denuncia y la crítica se apersonan. Se trata de un texto en el que es relativamente fácil advertir la influencia de Kafka; pero a la vez es un tributo, un homenaje. La ironía se advierte de inmediato. La lógica de las situaciones y la cercanía con lo natural deviene en la expresión fantástica, pero al mismo tiempo definitivamente real. Lo posible dando paso a lo inverosímil.

En estos días de confinamiento en que el que muchos permanecemos en casa, bien valdría la pena disfrutar los textos del maestro Juan José Arreola, un prodigioso de la literatura mexicana.

Besitos a las niñas azules, a las mariposas amarillas. Un beso amoroso, en caída libre, para mi gaviota que en este otoño sus

Considerado como el maestro del cuento corto, Juan José Arreola (1918), es un escritor que expresa con gran sentido del humor una realidad fantástica, mágica; no obstante, existe una finalidad ulterior: plantear una realidad absurda y grotesca de nuestro mundo.

A lo largo de su vida Arreola desempeñó una variedad de oficios y empleos. Fue panadero, comediante, impresor, cobrador de banco, vendedor ambulante, periodista. Bueno, hasta aceptó ser comentarista de futbol cuando el mundial en nuestro país. Como editor dirigió, junto con Antonio Alatorre, la revista Pan; con Rivas Sainz, la revista Eos. A él se debe, por lo menos en nuestro país, la creación de los talleres literarios, hoy tan vivos y tan promovidos por la oficialidad y por los grupos independientes. Dirigió importantes publicaciones como Los presentes, Libros del unicornio, la revista Mester, así como las ediciones del mismo nombre. Entre sus obras más importantes se puede mencionar Varia invención (1949), Confabulario (1952), La hora de todos (teatro, 1954), Bestiario (1958), La feria (novela, 1963).

De Confabulario me interesa exponer algunos comentarios sobre el cuento: “El guardagujas”.

“El guardagujas” se podría mirar desde dos ángulos: uno, digamos de horizonte nacional y otro personal, interno. En nuestro contexto, y sobre todo desde hace varias décadas, las vías ferroviarias en nuestro país han caído en el abandono. De tal suerte que esa realidad aparentemente fantástica e imposible, de pronto se convierte en algo absolutamente posible. Yo soy de El oro (un municipio ubicado al norte del estado de México), mi pueblo vivió sus años de gloria y era uno de los pocos a los que se podía llegar en tren. Su estación es ahora un museo y las vías son ocupadas por empedrados que poco a poco la han ido desapareciendo. Al final de la estación queda como un lamento y una protesta, un par de vías que se retuercen hacia el cielo, como pidiendo una explicación.

En la parte interna del ser humano tenemos presente la metáfora de querer viajar hacia cualquier parte, pero descubrimos que no es posible ir a ningún lado, nos encontramos en un laberinto infinito, en el cual nuestros destinos son absolutamente inciertos. Creo que el gran tema de este formidable cuento es que refleja nuestra condición humana. El del forastero que quería llegar lo antes posible “mañana mismo” a T. Sin embargo cuando se presenta el guardagujas y comienzan a dialogar, poco a poco se entera que quizás se trate de una hazaña imposible. Incluso el consejo del guardagujas es devastador: “Suba Usted al tren con la idea fija de que va a llegar a T”. ¿Es una invitación a creer, a mirar hacia nuestro interior para conseguir lo “imposible”?

Si miramos de cerca el aspecto formal del cuento podemos observar que consta de tres partes esenciales: La primera en la que el narrador introduce la historia y cuenta el encuentro entre el forastero y el guardagujas; el segundo apartado constituye la mayor parte del relato, y es a base de una situación dialógica; en la última, vuelve el narrador para presentar el final del cuento.

En la primera parte se introduce a los dos personajes, pero no sabemos quiénes son, es decir, no existe una descripción física de los personajes (aquí se empieza a mostrar el ingenio y el talento de Arreola) pues se trata de apenas unos trazos, vagos de los personajes: “Alguien salido de quién sabe dónde, le dio una palmada muy suave. Al volverse, el forastero se halló ante un viejecillo de vago aspecto ferrocarrilero.” En el segundo apartado, los diálogos nos permiten observar que el forastero apenas y participa en la conversación. Es el guardagujas quien ocupa con gran extensión discursiva la mayor parte de las intervenciones. El forastero apenas y habla mientras que el guardagujas abunda en explicaciones: “—Pero ¿hay un tren que pasa por esta ciudad? —Afirmarlo equivaldría a cometer una inexactitud. Como usted puede darse cuenta, los rieles existen, aunque un tanto averiados. En algunas poblaciones están sencillamente indicados en el suelo, mediante dos rayas de gis”.

Otra característica presente a lo largo del cuento es el juego entre lo posible y lo imposible. El autor inserta con bastante frecuencia el juego de lo razonable a lo ilógico, del acierto a la incertidumbre y de lo real y tangible a lo fantástico: “—Es que yo tengo un boleto en regla para ir a T. lógicamente, debo ser conducido a ese lugar, ¿no es así? —Cualquiera diría que tiene razón. En la fonda para viajeros podrá usted hablar con personas que han tomado sus precauciones, adquiriendo grandes cantidades de boletos”. O como está otra: “—Podría yo hacer alguna cosa para facilitar ese resultado? —Claro que puede usted. Lo que no se sabe es si le servirá de algo. Inténtelo de todas maneras”. En estos casos se aprecia la intención de trastocar la realidad a través de establecer certezas, pero también divagaciones, exageraciones y sobre todo ambigüedades.

En “El guardagujas” hay siempre un ambiente de espera, al igual que en el fondo de la vida. Pero además está presente en la obra un sentido social. La denuncia y la crítica se apersonan. Se trata de un texto en el que es relativamente fácil advertir la influencia de Kafka; pero a la vez es un tributo, un homenaje. La ironía se advierte de inmediato. La lógica de las situaciones y la cercanía con lo natural deviene en la expresión fantástica, pero al mismo tiempo definitivamente real. Lo posible dando paso a lo inverosímil.

En estos días de confinamiento en que el que muchos permanecemos en casa, bien valdría la pena disfrutar los textos del maestro Juan José Arreola, un prodigioso de la literatura mexicana.

Besitos a las niñas azules, a las mariposas amarillas. Un beso amoroso, en caída libre, para mi gaviota que en este otoño sus