/ martes 10 de agosto de 2021

Cambiavía | La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades

La novela picaresca siguió una evolución que tuvo distintas etapas, desde 1599 hasta 1605, donde floreció el género con las mejores novelas: La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, mejor conocida como El Lazarillo de Tormes y Guzmán de Alfarache. El Lazarillo de Tormes es considerada como precursora del género de la novela picaresca y fue un éxito en el correr del siglo XVII.

Aunque es habitual incluir el LazariIlo de Tormes en el género picaresco, el primer personaje literario que fue llamado “pícaro” por su autor es Guzmán de Alfarache. El auge del pícaro en la novela nació, de hecho, con la publicación de la primera parte de Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán.

Cuando se reanuda la escritura del género —tras el paréntesis que enmarca aproximadamente el éxito de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605-1614) — el carácter cómico y ligero de La vida del Buscón se prolonga en varias obras que pretenden enlazar con el punto de partida de la picaresca. Las más famosas fueron la Vida del escudero Marcos de Obregón de Vicente Espinel, El domado hablador, del médico Jerónimo de Alcalá Yáñez y la anónima Vida y hechos de Estebanillo González.

Juan Luis Alborg señala: “lo que importa en un libro no es la materia prima de que se nutre, sino el producto que elabora con ella”. Así que la valoración del Lazarillo oscila entre verlo como un producto de denuncia social o como una mera obra artística. La obra, en efecto, contiene una intención moral, didáctica, llena de ironía. Pero además, muchos críticos han visto en ella una influencia del erasmismo. Bataillon se ha manifestado en contra de esa tesis, pues argumenta que “el anticlericalismo de la novela procede de la tradición medieval y nada nuevo añade que pueda relacionarse con la crítica de Erasmo”, pues no les reprocha a los sacerdotes “vivir mal” sino “creer mal”. En lo que sí está de acuerdo Bataillon es en que el erasmismo contribuyó a que naciera El Lazarillo. Esos argumentos han sido aceptados por la mayoría de los estudiosos, nos dice Alborg; es decir, hay un propósito: reducir al mínimo la intención realista y satírica y afirmar su condición de “libro de burlas”, visto esto como una reacción contra los excesos del realismo testimonial. No obstante, eso, Alborg reconoce que la tesis de Bataillon ha encontrado justificadas resistencias y que, según Asensio, hay en la obra un propósito de hacer sátira religiosa, simplemente desde el punto de vista de su creación, pues cinco personajes pertenecen a la Iglesia, incluso el episodio con el ciego plantea problemas religiosos importantes para la época. Más aún, Alborg establece que: “la novela demuestra al cabo de qué manera los amos de Lázaro con su conducta y mal ejemplo, siembran en él, el desengaño religioso, fomentan en forma progresiva su deformación moral y espiritual, le inclinan a la práctica de la hipocresía y el disimulo, y acaban por convertirle en un redomado bellaco”.

Márquez de Villanueva explica que el Lazarillo ha de abandonar “los valores absolutos de la moral cristiana para identificarse con la relatividad de lo que realmente cuenta para la sociedad en cuyo seno vive”. También Américo Castro ha subrayado la actitud de protesta que permea todo el libro. Es así que, de acuerdo con diversos estudios, se considera a El Lazarillo como un libro cargado de “contenido ideológico”. De hecho, el recurso técnico de que el mismo pícaro sirva a varios amos, es un pretexto excepcional para hacer desfilar a diversas clases sociales a las que Lázaro pone en evidencia.

El Lazarillo está narrado en primera persona, estilo narrativo que habrán de seguir escritores posteriores. Este cuenta historias, sus penas y desdichas. La escritura es descuidada, lo que ha llevado a pensar a muchos que se trata de una autobiografía auténtica, aunque también aparecen algunas citas eruditas. En el Lazarillo se presenta una picaresca “recién nacida”, con una verdad esencial sobre las costumbres, tipos y lugares. En la obra se aprecia la observación particular de ciertos tipos de la sociedad. Existe, sí, la sátira y la ironía, pero no llega a dominar del todo, pues no oculta el realismo y el ingenio.

El tono es más bien familiar y acusa un “vocabulario pobre y sobrio, pero pintoresco y colorista a veces. Las expresiones vivas son rápidas y sencillas, pero de indudable efecto de naturalidad”.

El tratamiento de los personajes es singular, principalmente cuando se trata de los tres, digamos, principales: el ciego, el cura y el escudero, ellos son fieles representantes de los agentes dominadores de España; ofrecen, dice Balbuena, “un valor de época y perenne, que se destaca entre la literatura retórica coetánea”.

En cuanto a lo formal, se aprecia en la obra un “arte sencillo y preciso”. Los tres primeros episodios se constituyen como capítulos concretos y acabados de una novela. La narración es simple y llena de interés que, después de los primeros capítulos, se hace rápida. Así, la obra es una sátira y un cuadro de costumbres, un género esencialmente castellano que quedará fijado de por vida. Los tipos y los ambientes están perfectamente logrados. De manera similar a Chaucer, creador de arquetipos, en los cuales se inspirará Shakespeare, el fraile ocupa en el Lazarillo un lugar especial pues hay en él un carácter. Por su parte, Lázaro es un personaje “lleno de humanidad”, que causa nuestra simpatía, el tono autobiográfico abona a la sencillez de la narración. Se trata, pues, de una obra llena de ironía, fiel reflejo de la época.

Vale mucho la pena regresar a la literatura “clásica”, especialmente si lo que buscas es entretenimiento y reír un buen rato. Besitos a las mariposas amarillas, a las niñas azules y la gaviota que ha regresado de lejanas y altas cumbres.

ernesto.jimher@gmail.com

Twitter: @OsirisJimenez

La novela picaresca siguió una evolución que tuvo distintas etapas, desde 1599 hasta 1605, donde floreció el género con las mejores novelas: La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, mejor conocida como El Lazarillo de Tormes y Guzmán de Alfarache. El Lazarillo de Tormes es considerada como precursora del género de la novela picaresca y fue un éxito en el correr del siglo XVII.

Aunque es habitual incluir el LazariIlo de Tormes en el género picaresco, el primer personaje literario que fue llamado “pícaro” por su autor es Guzmán de Alfarache. El auge del pícaro en la novela nació, de hecho, con la publicación de la primera parte de Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán.

Cuando se reanuda la escritura del género —tras el paréntesis que enmarca aproximadamente el éxito de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605-1614) — el carácter cómico y ligero de La vida del Buscón se prolonga en varias obras que pretenden enlazar con el punto de partida de la picaresca. Las más famosas fueron la Vida del escudero Marcos de Obregón de Vicente Espinel, El domado hablador, del médico Jerónimo de Alcalá Yáñez y la anónima Vida y hechos de Estebanillo González.

Juan Luis Alborg señala: “lo que importa en un libro no es la materia prima de que se nutre, sino el producto que elabora con ella”. Así que la valoración del Lazarillo oscila entre verlo como un producto de denuncia social o como una mera obra artística. La obra, en efecto, contiene una intención moral, didáctica, llena de ironía. Pero además, muchos críticos han visto en ella una influencia del erasmismo. Bataillon se ha manifestado en contra de esa tesis, pues argumenta que “el anticlericalismo de la novela procede de la tradición medieval y nada nuevo añade que pueda relacionarse con la crítica de Erasmo”, pues no les reprocha a los sacerdotes “vivir mal” sino “creer mal”. En lo que sí está de acuerdo Bataillon es en que el erasmismo contribuyó a que naciera El Lazarillo. Esos argumentos han sido aceptados por la mayoría de los estudiosos, nos dice Alborg; es decir, hay un propósito: reducir al mínimo la intención realista y satírica y afirmar su condición de “libro de burlas”, visto esto como una reacción contra los excesos del realismo testimonial. No obstante, eso, Alborg reconoce que la tesis de Bataillon ha encontrado justificadas resistencias y que, según Asensio, hay en la obra un propósito de hacer sátira religiosa, simplemente desde el punto de vista de su creación, pues cinco personajes pertenecen a la Iglesia, incluso el episodio con el ciego plantea problemas religiosos importantes para la época. Más aún, Alborg establece que: “la novela demuestra al cabo de qué manera los amos de Lázaro con su conducta y mal ejemplo, siembran en él, el desengaño religioso, fomentan en forma progresiva su deformación moral y espiritual, le inclinan a la práctica de la hipocresía y el disimulo, y acaban por convertirle en un redomado bellaco”.

Márquez de Villanueva explica que el Lazarillo ha de abandonar “los valores absolutos de la moral cristiana para identificarse con la relatividad de lo que realmente cuenta para la sociedad en cuyo seno vive”. También Américo Castro ha subrayado la actitud de protesta que permea todo el libro. Es así que, de acuerdo con diversos estudios, se considera a El Lazarillo como un libro cargado de “contenido ideológico”. De hecho, el recurso técnico de que el mismo pícaro sirva a varios amos, es un pretexto excepcional para hacer desfilar a diversas clases sociales a las que Lázaro pone en evidencia.

El Lazarillo está narrado en primera persona, estilo narrativo que habrán de seguir escritores posteriores. Este cuenta historias, sus penas y desdichas. La escritura es descuidada, lo que ha llevado a pensar a muchos que se trata de una autobiografía auténtica, aunque también aparecen algunas citas eruditas. En el Lazarillo se presenta una picaresca “recién nacida”, con una verdad esencial sobre las costumbres, tipos y lugares. En la obra se aprecia la observación particular de ciertos tipos de la sociedad. Existe, sí, la sátira y la ironía, pero no llega a dominar del todo, pues no oculta el realismo y el ingenio.

El tono es más bien familiar y acusa un “vocabulario pobre y sobrio, pero pintoresco y colorista a veces. Las expresiones vivas son rápidas y sencillas, pero de indudable efecto de naturalidad”.

El tratamiento de los personajes es singular, principalmente cuando se trata de los tres, digamos, principales: el ciego, el cura y el escudero, ellos son fieles representantes de los agentes dominadores de España; ofrecen, dice Balbuena, “un valor de época y perenne, que se destaca entre la literatura retórica coetánea”.

En cuanto a lo formal, se aprecia en la obra un “arte sencillo y preciso”. Los tres primeros episodios se constituyen como capítulos concretos y acabados de una novela. La narración es simple y llena de interés que, después de los primeros capítulos, se hace rápida. Así, la obra es una sátira y un cuadro de costumbres, un género esencialmente castellano que quedará fijado de por vida. Los tipos y los ambientes están perfectamente logrados. De manera similar a Chaucer, creador de arquetipos, en los cuales se inspirará Shakespeare, el fraile ocupa en el Lazarillo un lugar especial pues hay en él un carácter. Por su parte, Lázaro es un personaje “lleno de humanidad”, que causa nuestra simpatía, el tono autobiográfico abona a la sencillez de la narración. Se trata, pues, de una obra llena de ironía, fiel reflejo de la época.

Vale mucho la pena regresar a la literatura “clásica”, especialmente si lo que buscas es entretenimiento y reír un buen rato. Besitos a las mariposas amarillas, a las niñas azules y la gaviota que ha regresado de lejanas y altas cumbres.

ernesto.jimher@gmail.com

Twitter: @OsirisJimenez