/ martes 2 de junio de 2020

Cambiavía | Los abrazos

Ahora que nos encontramos en este encierro voluntario nos damos cuenta de todo lo que hemos dejado de hacer y de cuánto extrañamos las cosas de la vida cotidiana.

Según he leído en mis redes sociales, hay muchas actividades que las personas quisieran hacer en este momento, si es que pudieran, entre ellas: salir a bailar, caminar de la mano con la pareja, correr, pasear en un parque, caminar en la playa en el atardecer, tomar energía en las pirámides, brindar con los amigos y las amigas, reunirse para tomar café y charlar, ir a una librería, pasear por las calles de París, visitar el Vaticano, ver una película en el cine y, al final, pero no por ello menos importante, abrazarnos y volvernos a abrazar.

Cuando trabajaba en oficina, tenía la costumbre de abrazar, para ello le decía a quien me encontrara en los pasillos: “Sabes, me han dicho que si te dan cuatro abrazos tendrás un gran día, llevo tres, ¿me das el cuarto?” Nadie se negaba, aunque bien sabían que eso lo repetía frecuentemente. Un abrazo es uno de los gestos más poderosos que conlleva diversos significados, casi siempre positivos. En mi familia, como en miles más, en Nochebuena o Año Nuevo tenemos la costumbre de abrazarnos y expresar buenos deseos, algunos duran segundos, otros son más duraderos, a veces sonreímos, a veces lloramos. Y es que abrazar encierra un acto de amor que se propicia a través del contacto entre dos cuerpos.

Los seres humanos somos diversos, dispares, con un abanico amplio para manifestar nuestras emociones; debido a eso, no es ninguna sorpresa que haya tantos tipos de abrazos, en los que se revela mucha información sobre la relación entre quienes se abrazan.

Abrazar a la pareja por detrás y por la cintura es un abrazo que quiere brindar protección, es típico de los hombres, para manifestar apoyo y seguridad.

En ocasiones abrazamos y, al mismo tiempo, acariciamos la espalda dos o tres veces seguidas, para consolar y hacerle sentir a la persona lo importante que es para el otro. Cuando conocemos a alguien por primera vez, o cuando no sentimos confianza en la otra persona, la abrazamos tratando de mantener la mayor distancia posible. Se abraza con la parte superior del cuerpo, manteniendo la parte inferior bastante separada; el acto se produce más por compromiso que por verdadero gusto o placer; representa una cordialidad tensa e incluso una actuación que intenta aparentar un afecto que en realidad no está presente.

A veces abrazamos y damos una palmadita en la espalda para significar que existe comodidad, camaradería, pero si quien da la palmada lo hace muy fuerte, es que intenta mostrar superioridad; es a fin de cuentas una falta de confianza en sí mismo.

El abrazo romántico por excelencia sucede cuando la persona abraza a la otra por la cintura y la otra rodea su cuello con los brazos. Si a esto le sigue una suave danza, mientras se miran a los ojos, es muy seguro que ambos se encuentran enamorados, sí, también cierran los ojos para sentir mejor.

Pero también existen los abrazos que se dan para mostrar superioridad, como sucede frecuentemente, entre la clase política, el abrazo acompañado de fuertes palmadas puede tener diversos significados: “Te voy a ganar”, “Cuidado y te pases”, “Necesito tu voto”. Quien recibe ese abrazo sabe que la mayoría de las ocasiones es una falsedad, hipocresía, pues la sobreactuación de quien abraza no logra empatizar con la otra persona.

Y, por otra parte, hay personas que se resisten a los abrazos. Hay abrazos que ocasionan estrés y amenaza. A fin de cuentas se trata de un tipo de contacto físico caracterizado por una elevada intimidad y ese es un umbral que no todos pueden cruzar. Un estudio realizado por psicólogos suecos centrado, en exclusiva, en el significado del abrazo en distintas culturas, concluyó que la reacción que una persona puede tener frente a los abrazos depende de las demostraciones de afecto del entorno familiar en que creció. Si no se manifestó durante la niñez, eso hace que la persona vea como natural el no contacto físico y, por eso, lo rechace.

Lo que no podemos negar es que la mayoría de los seres humanos necesita dar o recibir un abrazo, pues al hacerlo habitual proporciona innumerables beneficios para nuestra salud emocional; nos brinda seguridad, confianza, tranquilidad; es efectivo para reducir el estrés, la angustia, la rabia. Abrazar para conectar con los demás, para aumentar el sentimiento de empatía, para sentirnos aceptados, en síntesis, para generar un sentimiento de profundo agradecimiento.

Cuando esta pandemia haya pasado, seamos generosos, disfrutémoslo a diario: los abrazos son gratuitos, reconfortan y no necesitan palabras. Termino con esta frase del querido Gustavo Cerati: “Y si te abrazo, es para sentir… Que a nuestro amor nunca podrán sacarlo de raíz”.

Ahora que nos encontramos en este encierro voluntario nos damos cuenta de todo lo que hemos dejado de hacer y de cuánto extrañamos las cosas de la vida cotidiana.

Según he leído en mis redes sociales, hay muchas actividades que las personas quisieran hacer en este momento, si es que pudieran, entre ellas: salir a bailar, caminar de la mano con la pareja, correr, pasear en un parque, caminar en la playa en el atardecer, tomar energía en las pirámides, brindar con los amigos y las amigas, reunirse para tomar café y charlar, ir a una librería, pasear por las calles de París, visitar el Vaticano, ver una película en el cine y, al final, pero no por ello menos importante, abrazarnos y volvernos a abrazar.

Cuando trabajaba en oficina, tenía la costumbre de abrazar, para ello le decía a quien me encontrara en los pasillos: “Sabes, me han dicho que si te dan cuatro abrazos tendrás un gran día, llevo tres, ¿me das el cuarto?” Nadie se negaba, aunque bien sabían que eso lo repetía frecuentemente. Un abrazo es uno de los gestos más poderosos que conlleva diversos significados, casi siempre positivos. En mi familia, como en miles más, en Nochebuena o Año Nuevo tenemos la costumbre de abrazarnos y expresar buenos deseos, algunos duran segundos, otros son más duraderos, a veces sonreímos, a veces lloramos. Y es que abrazar encierra un acto de amor que se propicia a través del contacto entre dos cuerpos.

Los seres humanos somos diversos, dispares, con un abanico amplio para manifestar nuestras emociones; debido a eso, no es ninguna sorpresa que haya tantos tipos de abrazos, en los que se revela mucha información sobre la relación entre quienes se abrazan.

Abrazar a la pareja por detrás y por la cintura es un abrazo que quiere brindar protección, es típico de los hombres, para manifestar apoyo y seguridad.

En ocasiones abrazamos y, al mismo tiempo, acariciamos la espalda dos o tres veces seguidas, para consolar y hacerle sentir a la persona lo importante que es para el otro. Cuando conocemos a alguien por primera vez, o cuando no sentimos confianza en la otra persona, la abrazamos tratando de mantener la mayor distancia posible. Se abraza con la parte superior del cuerpo, manteniendo la parte inferior bastante separada; el acto se produce más por compromiso que por verdadero gusto o placer; representa una cordialidad tensa e incluso una actuación que intenta aparentar un afecto que en realidad no está presente.

A veces abrazamos y damos una palmadita en la espalda para significar que existe comodidad, camaradería, pero si quien da la palmada lo hace muy fuerte, es que intenta mostrar superioridad; es a fin de cuentas una falta de confianza en sí mismo.

El abrazo romántico por excelencia sucede cuando la persona abraza a la otra por la cintura y la otra rodea su cuello con los brazos. Si a esto le sigue una suave danza, mientras se miran a los ojos, es muy seguro que ambos se encuentran enamorados, sí, también cierran los ojos para sentir mejor.

Pero también existen los abrazos que se dan para mostrar superioridad, como sucede frecuentemente, entre la clase política, el abrazo acompañado de fuertes palmadas puede tener diversos significados: “Te voy a ganar”, “Cuidado y te pases”, “Necesito tu voto”. Quien recibe ese abrazo sabe que la mayoría de las ocasiones es una falsedad, hipocresía, pues la sobreactuación de quien abraza no logra empatizar con la otra persona.

Y, por otra parte, hay personas que se resisten a los abrazos. Hay abrazos que ocasionan estrés y amenaza. A fin de cuentas se trata de un tipo de contacto físico caracterizado por una elevada intimidad y ese es un umbral que no todos pueden cruzar. Un estudio realizado por psicólogos suecos centrado, en exclusiva, en el significado del abrazo en distintas culturas, concluyó que la reacción que una persona puede tener frente a los abrazos depende de las demostraciones de afecto del entorno familiar en que creció. Si no se manifestó durante la niñez, eso hace que la persona vea como natural el no contacto físico y, por eso, lo rechace.

Lo que no podemos negar es que la mayoría de los seres humanos necesita dar o recibir un abrazo, pues al hacerlo habitual proporciona innumerables beneficios para nuestra salud emocional; nos brinda seguridad, confianza, tranquilidad; es efectivo para reducir el estrés, la angustia, la rabia. Abrazar para conectar con los demás, para aumentar el sentimiento de empatía, para sentirnos aceptados, en síntesis, para generar un sentimiento de profundo agradecimiento.

Cuando esta pandemia haya pasado, seamos generosos, disfrutémoslo a diario: los abrazos son gratuitos, reconfortan y no necesitan palabras. Termino con esta frase del querido Gustavo Cerati: “Y si te abrazo, es para sentir… Que a nuestro amor nunca podrán sacarlo de raíz”.