/ martes 19 de mayo de 2020

Cambiavía | Los gatos en la literatura


En el universo literario los animales han tenido un papel destacado en cuentos, novelas, fábulas: ballenas, calamares gigantes, burros, cuervos, cisnes, tortugas, perros, conejos, etcétera, han sido los protagonistas de esas narraciones y de destacados poemas. Sin embargo, existe un animal favorito que ha destacado a través de los siglos: el gato.

En la literatura recordamos el famoso cuento “El gato con botas” de Charles Perrault, en el que El molinero del reino deja como herencia al más pequeño de sus hijos un gato. El hijo quiere abandonar al gato o comérselo, pero para su sorpresa el gato habla y escucha; el gato le pide un par de botas y un saco. La valentía y la astucia del gato le llevará a conocer al rey; el hijo del molinero habrá de convertirse en Marqués de Carabás y alcanzar la felicidad al conocer al amor de su vida.

Otro protagonista alucinante es El Gato Sonriente, personaje de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, escrita por Lewis Carroll. Alicia se lo encuentra por primera vez en la cocina de la casa de la Duquesa, luego sobre la rama de un árbol, conversa con Alicia mientras aparece y desaparece a voluntad, lo que a ella le molesta. El punto más importante se refleja en las cuestiones filosóficas que confunden a Alicia, por ejemplo:

“—Pero es que a mí no me gusta tratar a gente loca —protestó Alicia.

—¿Cómo sabes que yo estoy loca? —Preguntó Alicia.

—Tienes que estarlo, afirmó el gato— o no habrías venido aquí”.

Otro gran escritor que amaba a los gatos es Edgar Allan Poe, autor del escalofriante relato titulado “El gato negro”. Poe tuvo dos gatos negros y una gata color castaño llamada Catterina. Poe gustaba de escribir acompañado de sus gatos y como le gustaba beber demasiado, añadía un chorrito de whisky a la leche de su gatita, la que luego se acurrucaba sobre sus hombros. Plutón era un gato de angora un tanto fiero. Es curioso que ese nombre lo haya utilizado para bautizar al gato del cuento “El gato negro”. Según cuenta la leyenda, Plutón se enfadaba cuando el escritor bebía demasiado y lo arañaba para que dejara de beber. En el cuento, Poe escribió: “Una noche que volvía a casa completamente embriagado, después de mis correrías por la ciudad, me pareció que el gato evitaba mi presencia. Lo alcé en brazos, pero, asustado por mi violencia, me mordió ligeramente en la mano. Al punto se apoderó de mí una furia demoníaca y ya no supe lo que hacía”. No le voy a contar todo el cuento, pero sí le recomiendo su lectura, se estremecerá.

Haruki Murakami escribió “Kafka en la orilla”, la cual fue considerada en 2005 como la mejor novela del año por los críticos del suplemento literario del New York Times. Según relata Juan Gabriel Vásquez, en su columna publicada en la revista Letras Libres, los capítulos pares se ocupan del personaje llamado Satoru Nakata, quien durante una excursión para recoger setas es víctima de un coma colectivo. Al despertar había perdido gran parte de sus facultades mentales, pero a cambio, adquiere el don de hablar con los gatos. Cierto día, mientras buscaba un gato perdido, Nakata se topa con Johnny Walker, un cruel personaje que se dedica a matar gatos, comerse sus corazones y coleccionar sus almas. Nakata, quien después de tantos años de convivir con los gatos se ha encariñado, no soporta semejante acción y asesina de varias puñaladas a Johnny Walker, con lo que se ve obligado a huir de la ciudad.

Por su parte, Juan García Ponce, escritor mexicano, autor de la novela erótica Inmaculada o los placeres de la inocencia, también era asiduo a los gatos. Escribió un cuento largo o novela corta (da lo mismo) titulada “El gato”. Se trata de una historia en donde aparentemente no sucede nada extraordinario. Una historia con escasos diálogos y extensas descripciones mediante los que se narra los fines de semana cotidianos de una pareja. La vida del protagonista llamado simplemente D trascurre contemplando la habitación donde él y su compañera pasan los fines de semana sin otra cosa que hacer como no sea dejar pasar las horas en la cama, leer el periódico o cocinar. La protagonista, de la que nunca se sabe su nombre, pasa la vida postrada en la cama, sumida en sus pensamientos, en dejarse admirar desnuda e inmóvil, hora tras hora, mientras el pequeño gato gris se pasea por la cama y explora los rincones del cuerpo de la mujer. Es, por decirlo así, una mirada interiorista a la vida de los personajes, incluida la del gato, por supuesto. Aquí un fragmento: “Tomó al gato y volvió a ponerlo sobre su cuerpo desnudo, cerca de sus pechos, en el mismo lugar en el que D lo había dejado antes. Él se sentó en la cama y los dos se quedaron viendo al gato sobre el cuerpo de ella”.

Podríamos seguir relatando un sinnúmero de obras en donde los gatos son protagonistas. Pero también conversar sobre la relación con los gatos de grandes personajes de la literatura y las artes en general. Ese será motivo de otra entrega. Baste, por ahora, con estos ejemplos, para reconocer cómo a través de la literatura se nos presenta a esta criatura fascinante.


En el universo literario los animales han tenido un papel destacado en cuentos, novelas, fábulas: ballenas, calamares gigantes, burros, cuervos, cisnes, tortugas, perros, conejos, etcétera, han sido los protagonistas de esas narraciones y de destacados poemas. Sin embargo, existe un animal favorito que ha destacado a través de los siglos: el gato.

En la literatura recordamos el famoso cuento “El gato con botas” de Charles Perrault, en el que El molinero del reino deja como herencia al más pequeño de sus hijos un gato. El hijo quiere abandonar al gato o comérselo, pero para su sorpresa el gato habla y escucha; el gato le pide un par de botas y un saco. La valentía y la astucia del gato le llevará a conocer al rey; el hijo del molinero habrá de convertirse en Marqués de Carabás y alcanzar la felicidad al conocer al amor de su vida.

Otro protagonista alucinante es El Gato Sonriente, personaje de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, escrita por Lewis Carroll. Alicia se lo encuentra por primera vez en la cocina de la casa de la Duquesa, luego sobre la rama de un árbol, conversa con Alicia mientras aparece y desaparece a voluntad, lo que a ella le molesta. El punto más importante se refleja en las cuestiones filosóficas que confunden a Alicia, por ejemplo:

“—Pero es que a mí no me gusta tratar a gente loca —protestó Alicia.

—¿Cómo sabes que yo estoy loca? —Preguntó Alicia.

—Tienes que estarlo, afirmó el gato— o no habrías venido aquí”.

Otro gran escritor que amaba a los gatos es Edgar Allan Poe, autor del escalofriante relato titulado “El gato negro”. Poe tuvo dos gatos negros y una gata color castaño llamada Catterina. Poe gustaba de escribir acompañado de sus gatos y como le gustaba beber demasiado, añadía un chorrito de whisky a la leche de su gatita, la que luego se acurrucaba sobre sus hombros. Plutón era un gato de angora un tanto fiero. Es curioso que ese nombre lo haya utilizado para bautizar al gato del cuento “El gato negro”. Según cuenta la leyenda, Plutón se enfadaba cuando el escritor bebía demasiado y lo arañaba para que dejara de beber. En el cuento, Poe escribió: “Una noche que volvía a casa completamente embriagado, después de mis correrías por la ciudad, me pareció que el gato evitaba mi presencia. Lo alcé en brazos, pero, asustado por mi violencia, me mordió ligeramente en la mano. Al punto se apoderó de mí una furia demoníaca y ya no supe lo que hacía”. No le voy a contar todo el cuento, pero sí le recomiendo su lectura, se estremecerá.

Haruki Murakami escribió “Kafka en la orilla”, la cual fue considerada en 2005 como la mejor novela del año por los críticos del suplemento literario del New York Times. Según relata Juan Gabriel Vásquez, en su columna publicada en la revista Letras Libres, los capítulos pares se ocupan del personaje llamado Satoru Nakata, quien durante una excursión para recoger setas es víctima de un coma colectivo. Al despertar había perdido gran parte de sus facultades mentales, pero a cambio, adquiere el don de hablar con los gatos. Cierto día, mientras buscaba un gato perdido, Nakata se topa con Johnny Walker, un cruel personaje que se dedica a matar gatos, comerse sus corazones y coleccionar sus almas. Nakata, quien después de tantos años de convivir con los gatos se ha encariñado, no soporta semejante acción y asesina de varias puñaladas a Johnny Walker, con lo que se ve obligado a huir de la ciudad.

Por su parte, Juan García Ponce, escritor mexicano, autor de la novela erótica Inmaculada o los placeres de la inocencia, también era asiduo a los gatos. Escribió un cuento largo o novela corta (da lo mismo) titulada “El gato”. Se trata de una historia en donde aparentemente no sucede nada extraordinario. Una historia con escasos diálogos y extensas descripciones mediante los que se narra los fines de semana cotidianos de una pareja. La vida del protagonista llamado simplemente D trascurre contemplando la habitación donde él y su compañera pasan los fines de semana sin otra cosa que hacer como no sea dejar pasar las horas en la cama, leer el periódico o cocinar. La protagonista, de la que nunca se sabe su nombre, pasa la vida postrada en la cama, sumida en sus pensamientos, en dejarse admirar desnuda e inmóvil, hora tras hora, mientras el pequeño gato gris se pasea por la cama y explora los rincones del cuerpo de la mujer. Es, por decirlo así, una mirada interiorista a la vida de los personajes, incluida la del gato, por supuesto. Aquí un fragmento: “Tomó al gato y volvió a ponerlo sobre su cuerpo desnudo, cerca de sus pechos, en el mismo lugar en el que D lo había dejado antes. Él se sentó en la cama y los dos se quedaron viendo al gato sobre el cuerpo de ella”.

Podríamos seguir relatando un sinnúmero de obras en donde los gatos son protagonistas. Pero también conversar sobre la relación con los gatos de grandes personajes de la literatura y las artes en general. Ese será motivo de otra entrega. Baste, por ahora, con estos ejemplos, para reconocer cómo a través de la literatura se nos presenta a esta criatura fascinante.