/ martes 28 de abril de 2020

Cambiavía | Rubem Fonseca

La pandemia del coronavirus es, en sí misma, una tragedia. Pero, en los últimos días, a ésta se le suma la partida de tres grandes personajes: Gabriel Retes, actor y cineasta; Amparo Dávila, poeta y narradora, y Rubem Fonseca, narrador y guionista de cine, una de las letras más brillantes y estremecedoras de la literatura brasileña.

“A ningún escritor le gusta escribir. Me gusta hacer el amor y beber vino. A mi edad yo no pierdo el tiempo con cualquier cosa, pero no puedo dejar de escribir. Es una enfermedad”. Así se expresaba Fonseca sobre el significado de la escritura, la que, efectivamente, nunca abandonó.

Nació en 1925 y falleció el 15 de abril de 2020. Estudió Derecho Penal, pero su verdadera vocación fue la escritura, la que inició formalmente a los 38 años, una edad interesante en la que ya cuenta con un fuerte bagaje de experiencias en el mundo policial. Es en 1963, cuando escribe su primer libro de cuentos: “Los prisioneros”, con el que generó un gran revuelo, tanto por la temática descarnada, cruda, como por el giro con el que establece una nueva manera de escribir, lo que para esa época representaba todo un desafío. Su primera novela fue publicada en 1963: “El caso Morel”; “Carne cruda”, escrita en 2019, sería su última obra. Desde sus primeros cuentos se aprecia que la ciudad era una constante temática, especialmente por el rompimiento del tejido social, las enormes diferencias sociales y económicas y por la serie de conflictos que hacen de ella un lugar peligroso.

Fonseca dominaba la fluidez narrativa, era un maestro en el manejo de los diálogos, y los personajes son construidos con gran verosimilitud, a esto habría que añadir el conocimiento detallado y el refinamiento extenso de una cultura literaria y de vivir de manera directa el mundo criminal, pues ejerció como abogado en ese ramo jurídico. Fonseca expresó que: “Toda gran visión de la realidad es producto de la imaginación”.

“Paseo nocturno” y “El cobrador”, son dos los cuentos que más aprecia este pisateclas. “El cobrador” (diez cuentos) da título a la obra publicada en 1979. Es, tal vez, el relato más brutal del conjunto y uno de los cuentos más extraordinarios de la literatura latinoamericana. Su trama es sumamente ingeniosa y singular: El protagonista es un poeta y un vengador que hace justicia con sus propias manos a falta de la que debiera existir. Un psicópata se dedica a matar a cualquier persona que se le ponga en frente, de preferencia a las personas de la alta sociedad, pues según el protagonista, todos le deben cosas y está dispuesto a cobrárselas: “La calle abarrotada de gente. A veces digo para mí, y hasta para afuera ¡todos me las tienen que pagar! ¡Todos me deben algo! Me deben la comida, cobertores, zapatos, casa, coche, reloj, muelas; todo me lo deben. […] Leo los periódicos, para saber qué es lo que están comiendo, bebiendo, haciendo. Quiero vivir mucho para tener tiempo de matarlos a todos”.

La vida urbana, con todos sus riesgos, es su principal fuente narrativa, y desde ese orilla, se dispone a criticar los absurdos de la sociedad brasileña, aquella de tremendos contrastes entre los grandes edificios y las favelas, como en el cuento “Paseo nocturno”, en el que el protagonista, un hombre adinerado, mantiene una relación enfermiza entre sus posesiones y el destruir (matar) por placer. Pretende no sólo describir la cruda realidad mediante la palabra, pero también acercarse al lector para incomodar, para obligarlo a reflexionar sobre nuestro mundo, grotesco, en el que la lucha consiste en acabar con el otro.

La escritura de Fonseca se caracteriza por la economía del lenguaje, es contundente, pero no vulgar, su narrativa mantiene un ritmo rápido, nervioso, versátil. Estamos ante un escritor que seguirá vigente a través del tiempo. Su obra es, a fin de cuentas, una profunda reflexión sobre la violencia, la muerte, las desigualdades, la vida misma.

Le podría decir, sin temor a equivocarme, estimado lector, que una vez iniciada la lectura de su obra, no será capaz de abandonarla.

Rubem Fonseca narrador y guionista de cine

A ningún escritor le gusta escribir. Me gusta hacer el amor y beber vino. A mi edad yo no pierdo el tiempo con cualquier cosa, pero no puedo dejar de escribir. Es una enfermedad”.

La pandemia del coronavirus es, en sí misma, una tragedia. Pero, en los últimos días, a ésta se le suma la partida de tres grandes personajes: Gabriel Retes, actor y cineasta; Amparo Dávila, poeta y narradora, y Rubem Fonseca, narrador y guionista de cine, una de las letras más brillantes y estremecedoras de la literatura brasileña.

“A ningún escritor le gusta escribir. Me gusta hacer el amor y beber vino. A mi edad yo no pierdo el tiempo con cualquier cosa, pero no puedo dejar de escribir. Es una enfermedad”. Así se expresaba Fonseca sobre el significado de la escritura, la que, efectivamente, nunca abandonó.

Nació en 1925 y falleció el 15 de abril de 2020. Estudió Derecho Penal, pero su verdadera vocación fue la escritura, la que inició formalmente a los 38 años, una edad interesante en la que ya cuenta con un fuerte bagaje de experiencias en el mundo policial. Es en 1963, cuando escribe su primer libro de cuentos: “Los prisioneros”, con el que generó un gran revuelo, tanto por la temática descarnada, cruda, como por el giro con el que establece una nueva manera de escribir, lo que para esa época representaba todo un desafío. Su primera novela fue publicada en 1963: “El caso Morel”; “Carne cruda”, escrita en 2019, sería su última obra. Desde sus primeros cuentos se aprecia que la ciudad era una constante temática, especialmente por el rompimiento del tejido social, las enormes diferencias sociales y económicas y por la serie de conflictos que hacen de ella un lugar peligroso.

Fonseca dominaba la fluidez narrativa, era un maestro en el manejo de los diálogos, y los personajes son construidos con gran verosimilitud, a esto habría que añadir el conocimiento detallado y el refinamiento extenso de una cultura literaria y de vivir de manera directa el mundo criminal, pues ejerció como abogado en ese ramo jurídico. Fonseca expresó que: “Toda gran visión de la realidad es producto de la imaginación”.

“Paseo nocturno” y “El cobrador”, son dos los cuentos que más aprecia este pisateclas. “El cobrador” (diez cuentos) da título a la obra publicada en 1979. Es, tal vez, el relato más brutal del conjunto y uno de los cuentos más extraordinarios de la literatura latinoamericana. Su trama es sumamente ingeniosa y singular: El protagonista es un poeta y un vengador que hace justicia con sus propias manos a falta de la que debiera existir. Un psicópata se dedica a matar a cualquier persona que se le ponga en frente, de preferencia a las personas de la alta sociedad, pues según el protagonista, todos le deben cosas y está dispuesto a cobrárselas: “La calle abarrotada de gente. A veces digo para mí, y hasta para afuera ¡todos me las tienen que pagar! ¡Todos me deben algo! Me deben la comida, cobertores, zapatos, casa, coche, reloj, muelas; todo me lo deben. […] Leo los periódicos, para saber qué es lo que están comiendo, bebiendo, haciendo. Quiero vivir mucho para tener tiempo de matarlos a todos”.

La vida urbana, con todos sus riesgos, es su principal fuente narrativa, y desde ese orilla, se dispone a criticar los absurdos de la sociedad brasileña, aquella de tremendos contrastes entre los grandes edificios y las favelas, como en el cuento “Paseo nocturno”, en el que el protagonista, un hombre adinerado, mantiene una relación enfermiza entre sus posesiones y el destruir (matar) por placer. Pretende no sólo describir la cruda realidad mediante la palabra, pero también acercarse al lector para incomodar, para obligarlo a reflexionar sobre nuestro mundo, grotesco, en el que la lucha consiste en acabar con el otro.

La escritura de Fonseca se caracteriza por la economía del lenguaje, es contundente, pero no vulgar, su narrativa mantiene un ritmo rápido, nervioso, versátil. Estamos ante un escritor que seguirá vigente a través del tiempo. Su obra es, a fin de cuentas, una profunda reflexión sobre la violencia, la muerte, las desigualdades, la vida misma.

Le podría decir, sin temor a equivocarme, estimado lector, que una vez iniciada la lectura de su obra, no será capaz de abandonarla.

Rubem Fonseca narrador y guionista de cine

A ningún escritor le gusta escribir. Me gusta hacer el amor y beber vino. A mi edad yo no pierdo el tiempo con cualquier cosa, pero no puedo dejar de escribir. Es una enfermedad”.