/ martes 28 de septiembre de 2021

Cambiavía | Tres colores: azul

“De tanto tenerlos ante nuestros ojos hemos terminado por no verlos. No nos lo tomamos en serio. ¡Tremendo error! Los colores no son algo anodino, todo lo contrario. Transmiten códices, tabúes y prejuicios a los que obedecemos sin ser conscientes de ello, poseen sentidos diversos que ejercen una profunda influencia en nuestro entorno, nuestras actitudes y comportamientos, nuestro lenguaje y nuestro imaginario”.

Eso es apenas una ventana para adentrarnos en la historia e influencia religiosa, política y económica que se transmiten a través de los colores, según lo escribe Simonnet Dominique, en el prefacio del libro Breve historia de los colores, un libro interesantísimo, en el que mediante una sabrosa conversación, Michel Pastoureau (historiador francés especializado en historia medieval y conocido por sus estudios sobre el color) nos cuenta con brevedad pero rica en matices, algunos episodios de los colores.

Para este autor los colores son seis: azul, rojo, blanco, verde, amarillo y negro. Aquí les comparto algunos datos curiosos, un poco de historia de tres colores, todo bajo la perspectiva de Michel Pastoureau, con la esperanza de que este breve resumen los anime a leer el libro completo.

Azul, el color conformista

Según el autor, desde 1890 aproximadamente, el azul ocupa el primer puesto en todo occidente, tanto en Francia como en Sicilia, en Estados Unidos y Nueva Zelanda y tanto entre hombres como en mujeres, con independencia de su clase social o profesión. Pero no siempre fue así, en la antigüedad no se consideraba realmente un color, excepto en Egipto donde se aseguraba que procuraba la felicidad en el más allá.

En Roma era el color de los bárbaros, del extranjero (a los pueblos del norte como los germanos les gustaba el azul). Tener los ojos azules era en una mujer señal de mala vida, para los hombres, una marca de ridículo. En los textos bíblicos antiguos en hebreo, en arameo y en griego utilizan pocas palabras para designar los colores.

Pero a partir de los siglos XII y XIII se rehabilitó y promocionó el azul, debido a un cambio profundo en las ideas religiosas. El Dios de los cristianos se convierte precisamente en un Dios de luz. Y la luz se vuelve ¡azul! Se estaba entonces en plena expansión del culto mariano.

A partir del siglo XII, la Virgen aparece en las imágenes cubierta con un manto o un vestido azules. La virgen se convierte en la principal promotora del azul. De repente, el azul se vio divinizado y se difundió no sólo en los vitrales y en las obras de arte, sino también en toda la sociedad.

Pastoureau cuenta que, al cabo de tres generaciones, el azul se convirtió en una moda aristocrática. La técnica vino después: animados y solicitados, los tintoreros rivalizaban por encontrar nuevos métodos, y así consiguieron fabricar azules magníficos.

En el siglo XVIII se convierte en el color favorito de los europeos. En la década de 1720, un farmacéutico de Berlín inventa por accidente el famoso azul de Prusia, que permitirá a los pintores y a los tintoreros diversificar la gama de matices oscuros, empieza a importarse masivamente el índigo de las Antillas y de América central, cuyo poder colorante es más fuerte y su precio de coste, más bajo, pues lo fabrican esclavos.

El azul se pone de moda en todos los ámbitos. El romanticismo acentuará esta tendencia: al igual que su héroe, el Werther de Goethe, los jóvenes europeos se visten de azul y la poesía romántica alemana celebra el culto de este color tan melancólico; algún eco de esta melancolía ha quedado en el vocabulario, como blues…

Comenta Pastoureau que en 1850, una prenda de ropa le da otro empujoncito: los tejanos (jeans), inventados en San Francisco por un sastre judío, Levi-Strauss, son el pantalón ideal, y, con su gruesa tela teñida al índigo, introducen el azul en el mundo del trabajo.

Hacia 1930 los jeans se convierten en una prenda para el tiempo libre, y luego, en la siguiente, en marca de rebeldía, pero sólo por un breve tiempo, pues el azul no puede ser realmente rebelde. Hoy, fijémonos en los grupos de adolescentes en la calle: forman una masa uniforme y… azul.

Agrega el autor que el azul también permeó el ámbito de la política. En Francia fue el color de los republicanos, que se oponía al blanco de los monárquicos y al negro del partido clerical. Pero poco a poco de desplazó hacia el centro, dejándose desbordar a su izquierda por el rojo socialista y luego comunista. De algún modo fue expulsado hacia la derecha. Después de la Primera Guerra Mundial, pasó a ser un color conservador… y sigue siéndolo.

Los organismos internacionales, la ONU, la Unesco, la Unión Europea, todos han elegido un emblema azul. Es un color que no impacta, no disgusta y suscita unanimidad.

Por eso mismo ha perdido su fuerza simbólica. Añade el autor que incluso la música de la palabra es tranquila, atenuada: bleu, en francés,blue en inglés, blu en italiano… es líquido y suave.

Para Pastoureau, el hecho de que alguien diga que le gusta el azul (es el caso de este tecleador) significa que quiere que se lo ubique entre las personas sensatas, conservadoras, entre los que no quieren revelar nada de sí mismos.

Si hace un poco de memoria, seguro le llegarán a la mente una serie de obras artísticas, de símbolos religiosos, deportivos, partidos políticos, etcétera. Mientras escribo esto, pienso, por ejemplo, en la “Rapsodia en azul” de Georges Gershwin; en la balada “Song, song blue” de Neil Diamond; en el grandioso “Azul”, de Rubén Darío, su obra más importante; en el blues, ¡por supuesto! Y hasta recuerdo al “Flaco de oro” con su canción “Azul”: “Como un ojera de mujer, / como un listón azul / azul, azul, de amanecer. / Mi paisaje triste se vistió de azul / con ese azul, que tienes tú”.

Y a usted, ¿qué le evoca?

  • ernesto.jimher@gmail.com
  • @OsirisJimenez

“De tanto tenerlos ante nuestros ojos hemos terminado por no verlos. No nos lo tomamos en serio. ¡Tremendo error! Los colores no son algo anodino, todo lo contrario. Transmiten códices, tabúes y prejuicios a los que obedecemos sin ser conscientes de ello, poseen sentidos diversos que ejercen una profunda influencia en nuestro entorno, nuestras actitudes y comportamientos, nuestro lenguaje y nuestro imaginario”.

Eso es apenas una ventana para adentrarnos en la historia e influencia religiosa, política y económica que se transmiten a través de los colores, según lo escribe Simonnet Dominique, en el prefacio del libro Breve historia de los colores, un libro interesantísimo, en el que mediante una sabrosa conversación, Michel Pastoureau (historiador francés especializado en historia medieval y conocido por sus estudios sobre el color) nos cuenta con brevedad pero rica en matices, algunos episodios de los colores.

Para este autor los colores son seis: azul, rojo, blanco, verde, amarillo y negro. Aquí les comparto algunos datos curiosos, un poco de historia de tres colores, todo bajo la perspectiva de Michel Pastoureau, con la esperanza de que este breve resumen los anime a leer el libro completo.

Azul, el color conformista

Según el autor, desde 1890 aproximadamente, el azul ocupa el primer puesto en todo occidente, tanto en Francia como en Sicilia, en Estados Unidos y Nueva Zelanda y tanto entre hombres como en mujeres, con independencia de su clase social o profesión. Pero no siempre fue así, en la antigüedad no se consideraba realmente un color, excepto en Egipto donde se aseguraba que procuraba la felicidad en el más allá.

En Roma era el color de los bárbaros, del extranjero (a los pueblos del norte como los germanos les gustaba el azul). Tener los ojos azules era en una mujer señal de mala vida, para los hombres, una marca de ridículo. En los textos bíblicos antiguos en hebreo, en arameo y en griego utilizan pocas palabras para designar los colores.

Pero a partir de los siglos XII y XIII se rehabilitó y promocionó el azul, debido a un cambio profundo en las ideas religiosas. El Dios de los cristianos se convierte precisamente en un Dios de luz. Y la luz se vuelve ¡azul! Se estaba entonces en plena expansión del culto mariano.

A partir del siglo XII, la Virgen aparece en las imágenes cubierta con un manto o un vestido azules. La virgen se convierte en la principal promotora del azul. De repente, el azul se vio divinizado y se difundió no sólo en los vitrales y en las obras de arte, sino también en toda la sociedad.

Pastoureau cuenta que, al cabo de tres generaciones, el azul se convirtió en una moda aristocrática. La técnica vino después: animados y solicitados, los tintoreros rivalizaban por encontrar nuevos métodos, y así consiguieron fabricar azules magníficos.

En el siglo XVIII se convierte en el color favorito de los europeos. En la década de 1720, un farmacéutico de Berlín inventa por accidente el famoso azul de Prusia, que permitirá a los pintores y a los tintoreros diversificar la gama de matices oscuros, empieza a importarse masivamente el índigo de las Antillas y de América central, cuyo poder colorante es más fuerte y su precio de coste, más bajo, pues lo fabrican esclavos.

El azul se pone de moda en todos los ámbitos. El romanticismo acentuará esta tendencia: al igual que su héroe, el Werther de Goethe, los jóvenes europeos se visten de azul y la poesía romántica alemana celebra el culto de este color tan melancólico; algún eco de esta melancolía ha quedado en el vocabulario, como blues…

Comenta Pastoureau que en 1850, una prenda de ropa le da otro empujoncito: los tejanos (jeans), inventados en San Francisco por un sastre judío, Levi-Strauss, son el pantalón ideal, y, con su gruesa tela teñida al índigo, introducen el azul en el mundo del trabajo.

Hacia 1930 los jeans se convierten en una prenda para el tiempo libre, y luego, en la siguiente, en marca de rebeldía, pero sólo por un breve tiempo, pues el azul no puede ser realmente rebelde. Hoy, fijémonos en los grupos de adolescentes en la calle: forman una masa uniforme y… azul.

Agrega el autor que el azul también permeó el ámbito de la política. En Francia fue el color de los republicanos, que se oponía al blanco de los monárquicos y al negro del partido clerical. Pero poco a poco de desplazó hacia el centro, dejándose desbordar a su izquierda por el rojo socialista y luego comunista. De algún modo fue expulsado hacia la derecha. Después de la Primera Guerra Mundial, pasó a ser un color conservador… y sigue siéndolo.

Los organismos internacionales, la ONU, la Unesco, la Unión Europea, todos han elegido un emblema azul. Es un color que no impacta, no disgusta y suscita unanimidad.

Por eso mismo ha perdido su fuerza simbólica. Añade el autor que incluso la música de la palabra es tranquila, atenuada: bleu, en francés,blue en inglés, blu en italiano… es líquido y suave.

Para Pastoureau, el hecho de que alguien diga que le gusta el azul (es el caso de este tecleador) significa que quiere que se lo ubique entre las personas sensatas, conservadoras, entre los que no quieren revelar nada de sí mismos.

Si hace un poco de memoria, seguro le llegarán a la mente una serie de obras artísticas, de símbolos religiosos, deportivos, partidos políticos, etcétera. Mientras escribo esto, pienso, por ejemplo, en la “Rapsodia en azul” de Georges Gershwin; en la balada “Song, song blue” de Neil Diamond; en el grandioso “Azul”, de Rubén Darío, su obra más importante; en el blues, ¡por supuesto! Y hasta recuerdo al “Flaco de oro” con su canción “Azul”: “Como un ojera de mujer, / como un listón azul / azul, azul, de amanecer. / Mi paisaje triste se vistió de azul / con ese azul, que tienes tú”.

Y a usted, ¿qué le evoca?

  • ernesto.jimher@gmail.com
  • @OsirisJimenez