/ martes 5 de octubre de 2021

Cambiavía | Tres colores: rojo

"Con él no caben matices. A diferencia del timorato azul, el rojo es un color orgulloso, lleno de ambiciones y sediento de poder, un color que quiere dejarse ver y que está decidido a imponerse a todos los demás, pese a tanta insolencia, su pasado no fue siempre glorioso.

Hay una cara oculta del rojo, un mal rojo (como también se habla de “mala sangre”) que ha causado estragos a lo largo de los tiempos, una herencia aviesa cargada de violencia y de furia, de crímenes y pecados. Desconfiad del rojo: este color esconde duplicidad. Es fascinante y candente cómo las llamas de Satanás”. S. D.

Michel Pastoureau estudió en la École Nationale des Chartes de archivos y bibliotecas, obtuvo el grado con una tesis sobre el bestiario heráldico en la Edad Media. Se desempeñó como archivista y paleógrafo, en el departamento de monedas y medallas y antigüedades, en la prestigada Biblioteca Nacional de Francia hasta 1982.

Con respecto del color rojo, Pastoureau comenta que algunas palabras como coloratus en latín, o colorado en español, significan “rojo” y “coloreado”, respectivamente. En ruso, krasnoï designa a la palabra “rojo”, pero también “bello”, “hermoso”. Según la etimología, la Plaza Roja es la “plaza hermosa”. En la antigüedad, el sistema cromático giraba en torno de tres polos: el blanco representaba lo incoloro, el negro, lo sucio y el rojo, el color, el único digno de ese nombre.

Haciendo un poco de historia, el autor expresa que 35 mil años antes de la era cristiana, el arte paleolítico utilizaba el rojo, el cual se obtenía a partir de la tierra ocre-rojo, como aparece en el bestiario de la gruta de Chauvet. En el periodo neolítico se explotó la granza, una hierba que posee raíces tintóreas. Después se utilizaron ciertos metales como el óxido de hierro o el sulfuro de mercurio.

Al color rojo se le confiaban los atributos del poder: religión y guerra. El dios Marte, los centuriones romanos, algunos sacerdotes, todos vestían de rojo. El uso de este color tenía que ver con su estrecha relación con el fuego y la sangre.

El cristianismo primitivo le designó una simbología tan poderosa que, aún en nuestros días, persiste: el rojo fuego es la vida, el Espíritu Santo de Pentecostés, las lenguas de fuego regeneradoras que descienden de los apóstoles; pero también es la muerte, el infierno, las llamas de Satanás que consumen y aniquilan. Por asociación directa, el rojo sangre, es la sangre que Cristo derramó. Pero también, la carne mancillada, los crímenes (de sangre), el pecado y las impurezas de los tabúes bíblicos.

En este recorrido histórico, Pastoureau explica que a partir de los siglos XIII y XIV, el papa, que anteriormente solía vestirse de blanco, se decanta por el rojo; los cardenales harán lo mismo, lo cual pudiera significar que estaban dispuestos a derramar su sangre por Cristo; paradójicamente, al mismo tiempo, en los cuadros, el diablo aparece pintado de rojo; en las noveles suele presentarse un caballero felón y rojo, con escudos de armas en las gualdrapas de su caballo, que desafía al héroe. La ambivalencia (presente en todos los colores) tuvo gran aceptación.

En lo literario, resulta necesario mencionar “Caperucita roja”. En todas las versiones del cuento, desde la más remota, la niña viste de rojo. Según algunos historiadores, ¿eso era para no perderlos de vista?, pero según afirman algunos textos antiguos, es porque la historia transcurre el día de Pentecostés y en la fiesta del Espíritu Santo, cuyo color litúrgico es el rojo; o porque, tal vez, ¿la niña iba vestida de rojo porque se encontraría en la cama con el lobo y correría la sangre? Pastoureau recurre a una explicación semiológica: una niña de rojo lleva un tarrito de manteca blanca a una abuela vestida de negro, se trata pues, de los tres colores básicos del sistema antiguo.

Pero no sólo en este cuento el rojo está presente: Blanca Nieves recibe una manzana roja de una bruja negra; el cuervo negro suelta su queso que atrapa un zorro rojo.

En la vida religiosa, el rojo era visto como inmoral por parte del ala reformista, pues según un pasaje del Apocalipsis, san Juan cuenta cómo la gran prostituta de Babilonia cabalgaba, vestida de rojo, encima de una bestia llegada del mar. Lutero consideraba que Babilonia era Roma y, por lo mismo, habría que expulsar el rojo del templo y de la vestimenta de todo buen cristiano.

Así, el uso de los colores se vuelve a transformar. Ahora los hombres ya no se vestían de rojo; en cambio las mujeres sí podían hacerlo. El azul se convierte en masculino (por ser más discreto) y el rojo en femenino, dice Pastoureau que de algún modo conservamos algún rastro de ello: azul si el bebé es niño y rosa para las niñas (cuestión que en nuestros días poco a poco se va perdiendo).

El rojo seguirá siendo también el color de la novia hasta el siglo XIX, sobre todo entre los campesinos, que en aquel entonces eran la mayoría. Se consideraba que el día de la boda se ponían las mejores ropas y una prenda bonita y rica era necesariamente roja.

Por otra parte, durante mucho tiempo las prostitutas tenían la obligación de vestir con alguna prenda de color rojo para que en la calle las cosas estuviesen muy claras. Además se colgaba una lámpara roja a la entrada de los burdeles (en Tampico y sus alrededores sigue siendo costumbre colocar un discreto foco rojo en las casas que funcionan como burdel).

Como se puede apreciar, a lo largo de la historia, vemos cómo van cambiando los símbolos y significados en el uso: el rojo describe las dos vertientes del amor: lo divino y el pecado de la carne, como tal, el rojo de la prohibición fue impuesto. Ya estaba presente en la ropa de los jueces y en los guantes y la capucha del verdugo, el que derrama sangre. A partir el siglo XVIII, un trapo rojo significará peligro, aún solemos poner una franela roja en el camino.

Poco a poco el rojo se quedó entre nosotros. El rojo es señal de fiesta, la Navidad es roja preeminentemente, Santa Claus y hasta la Coca Cola. Los teatros solían decorarse con rojo. Es ya toda una costumbre colocar una alfombra roja en la entrega de los grandes premios; el rojo asociado al erotismo y la pasión.

Equipos electrodomésticos, de cómputo y fotografía, ahora son rojos. El simbolismo de lo prohibido ha perdurado: semáforos rojos, el famoso teléfono rojo, la tarjeta roja, la Cruz Roja, y hasta en estos tiempo de pandemia, el rojo para indicar altos niveles de contagio y fallecidos. El rojo es a fin de cuentas un símbolo de amor y erotismo, porque no hay fruto más deseado, que lo prohibido.

  • ernesto.jimher@gmail.com
  • @OsirisJimenez

"Con él no caben matices. A diferencia del timorato azul, el rojo es un color orgulloso, lleno de ambiciones y sediento de poder, un color que quiere dejarse ver y que está decidido a imponerse a todos los demás, pese a tanta insolencia, su pasado no fue siempre glorioso.

Hay una cara oculta del rojo, un mal rojo (como también se habla de “mala sangre”) que ha causado estragos a lo largo de los tiempos, una herencia aviesa cargada de violencia y de furia, de crímenes y pecados. Desconfiad del rojo: este color esconde duplicidad. Es fascinante y candente cómo las llamas de Satanás”. S. D.

Michel Pastoureau estudió en la École Nationale des Chartes de archivos y bibliotecas, obtuvo el grado con una tesis sobre el bestiario heráldico en la Edad Media. Se desempeñó como archivista y paleógrafo, en el departamento de monedas y medallas y antigüedades, en la prestigada Biblioteca Nacional de Francia hasta 1982.

Con respecto del color rojo, Pastoureau comenta que algunas palabras como coloratus en latín, o colorado en español, significan “rojo” y “coloreado”, respectivamente. En ruso, krasnoï designa a la palabra “rojo”, pero también “bello”, “hermoso”. Según la etimología, la Plaza Roja es la “plaza hermosa”. En la antigüedad, el sistema cromático giraba en torno de tres polos: el blanco representaba lo incoloro, el negro, lo sucio y el rojo, el color, el único digno de ese nombre.

Haciendo un poco de historia, el autor expresa que 35 mil años antes de la era cristiana, el arte paleolítico utilizaba el rojo, el cual se obtenía a partir de la tierra ocre-rojo, como aparece en el bestiario de la gruta de Chauvet. En el periodo neolítico se explotó la granza, una hierba que posee raíces tintóreas. Después se utilizaron ciertos metales como el óxido de hierro o el sulfuro de mercurio.

Al color rojo se le confiaban los atributos del poder: religión y guerra. El dios Marte, los centuriones romanos, algunos sacerdotes, todos vestían de rojo. El uso de este color tenía que ver con su estrecha relación con el fuego y la sangre.

El cristianismo primitivo le designó una simbología tan poderosa que, aún en nuestros días, persiste: el rojo fuego es la vida, el Espíritu Santo de Pentecostés, las lenguas de fuego regeneradoras que descienden de los apóstoles; pero también es la muerte, el infierno, las llamas de Satanás que consumen y aniquilan. Por asociación directa, el rojo sangre, es la sangre que Cristo derramó. Pero también, la carne mancillada, los crímenes (de sangre), el pecado y las impurezas de los tabúes bíblicos.

En este recorrido histórico, Pastoureau explica que a partir de los siglos XIII y XIV, el papa, que anteriormente solía vestirse de blanco, se decanta por el rojo; los cardenales harán lo mismo, lo cual pudiera significar que estaban dispuestos a derramar su sangre por Cristo; paradójicamente, al mismo tiempo, en los cuadros, el diablo aparece pintado de rojo; en las noveles suele presentarse un caballero felón y rojo, con escudos de armas en las gualdrapas de su caballo, que desafía al héroe. La ambivalencia (presente en todos los colores) tuvo gran aceptación.

En lo literario, resulta necesario mencionar “Caperucita roja”. En todas las versiones del cuento, desde la más remota, la niña viste de rojo. Según algunos historiadores, ¿eso era para no perderlos de vista?, pero según afirman algunos textos antiguos, es porque la historia transcurre el día de Pentecostés y en la fiesta del Espíritu Santo, cuyo color litúrgico es el rojo; o porque, tal vez, ¿la niña iba vestida de rojo porque se encontraría en la cama con el lobo y correría la sangre? Pastoureau recurre a una explicación semiológica: una niña de rojo lleva un tarrito de manteca blanca a una abuela vestida de negro, se trata pues, de los tres colores básicos del sistema antiguo.

Pero no sólo en este cuento el rojo está presente: Blanca Nieves recibe una manzana roja de una bruja negra; el cuervo negro suelta su queso que atrapa un zorro rojo.

En la vida religiosa, el rojo era visto como inmoral por parte del ala reformista, pues según un pasaje del Apocalipsis, san Juan cuenta cómo la gran prostituta de Babilonia cabalgaba, vestida de rojo, encima de una bestia llegada del mar. Lutero consideraba que Babilonia era Roma y, por lo mismo, habría que expulsar el rojo del templo y de la vestimenta de todo buen cristiano.

Así, el uso de los colores se vuelve a transformar. Ahora los hombres ya no se vestían de rojo; en cambio las mujeres sí podían hacerlo. El azul se convierte en masculino (por ser más discreto) y el rojo en femenino, dice Pastoureau que de algún modo conservamos algún rastro de ello: azul si el bebé es niño y rosa para las niñas (cuestión que en nuestros días poco a poco se va perdiendo).

El rojo seguirá siendo también el color de la novia hasta el siglo XIX, sobre todo entre los campesinos, que en aquel entonces eran la mayoría. Se consideraba que el día de la boda se ponían las mejores ropas y una prenda bonita y rica era necesariamente roja.

Por otra parte, durante mucho tiempo las prostitutas tenían la obligación de vestir con alguna prenda de color rojo para que en la calle las cosas estuviesen muy claras. Además se colgaba una lámpara roja a la entrada de los burdeles (en Tampico y sus alrededores sigue siendo costumbre colocar un discreto foco rojo en las casas que funcionan como burdel).

Como se puede apreciar, a lo largo de la historia, vemos cómo van cambiando los símbolos y significados en el uso: el rojo describe las dos vertientes del amor: lo divino y el pecado de la carne, como tal, el rojo de la prohibición fue impuesto. Ya estaba presente en la ropa de los jueces y en los guantes y la capucha del verdugo, el que derrama sangre. A partir el siglo XVIII, un trapo rojo significará peligro, aún solemos poner una franela roja en el camino.

Poco a poco el rojo se quedó entre nosotros. El rojo es señal de fiesta, la Navidad es roja preeminentemente, Santa Claus y hasta la Coca Cola. Los teatros solían decorarse con rojo. Es ya toda una costumbre colocar una alfombra roja en la entrega de los grandes premios; el rojo asociado al erotismo y la pasión.

Equipos electrodomésticos, de cómputo y fotografía, ahora son rojos. El simbolismo de lo prohibido ha perdurado: semáforos rojos, el famoso teléfono rojo, la tarjeta roja, la Cruz Roja, y hasta en estos tiempo de pandemia, el rojo para indicar altos niveles de contagio y fallecidos. El rojo es a fin de cuentas un símbolo de amor y erotismo, porque no hay fruto más deseado, que lo prohibido.

  • ernesto.jimher@gmail.com
  • @OsirisJimenez