/ lunes 8 de abril de 2019

Con café y a media luz | Cambio de Horario

En estos casi cinco años que vamos a cumplir usted y yo, gentil amigo lector, de mantener una estrecha relación a través de la entrega que en sus manos cada tercer día, a través de las páginas de EL SOL DE TAMPICO, hemos platicado de muchos temas, tan diversos como los devenires de una realidad social que cambia a cada instante

Quizá, por esa razón, y porque la memoria ya me está fallando, es que en ocasiones le he narrado la misma anécdota desde perspectivas distintas. Tal vez y en esta mañana de lunes, vivamos una situación similar.

Y es que el controvertido tema del horario de verano que empezó el día de ayer será siempre motivo de discusión, con mayor razón en este año en el que la población atisbó una posibilidad de que dicha estrategia de “ahorro” fuera derogada después de cuatro sexenios de haberse implementado. Dicho sea de paso, que cerca del 80% de los mexicanos está en desacuerdo con la determinación de adelantar o atrasar su reloj cada determinado tiempo.

Las redes sociales han sido ese panel público en el que se vierten las opiniones a este respecto y se han podido segmentar dos grandes grupos de comentarios: el primero de ellos que manifiesta su total rechazo a tener un horario de invierno y otro de verano y, el segundo, que dicta que no importa si se adelanta una hora o se atrasa, pero que ya no haya cambio alguno en la posterioridad. Que, para fines prácticos, como dirían los abuelitos, ambos son “la misma gata, nomás que revolcada”

Curiosamente, el encono y coincidencia de ambos sectores no radican en la estrategia en sí, sino en la campaña mediática que se lanzó durante el periodo de Ernesto Zedillo Ponce de León, en ese entonces presidente de los Estados Unidos Mexicanos, en la que se le dijo a la ciudadanía que, realizando este esfuerzo como sociedad, los recibos de la energía eléctrica empezarían a llegar con cobros más bajos, pues no se gastaría tanto recurso debido a que se aprovecharía más la luz solar.

Los anuncios propagandísticos mostraban a una serie de familias de clase media cocinando la cena aun con claridad, sonriendo al ver los talones de la desaparecida “Luz y Fuerza del Centro” o de la Comisión Federal de Electricidad, a niños jugando en plazas públicas sin las amenazas de la noche y a un novio que dejaba a su “Dulcinea” en la puerta de su hogar con una tranquilidad que resultaba imposible en otras condiciones.

Con todos esos argumentos visuales, la sociedad accedió. Solamente bastó el primer año para percatarse que los costos en lugar de disminuir continuaban ascendiendo y que la inseguridad tomaba tintes que nunca se imaginó. Fue entonces cuando se desató la inconformidad que se ha venido acrecentando año con año y que hoy es un total y rotundo rechazo al cambio de horario.

Bien recuerdo que fue en un ciclo de conferencias de comunicación realizado en el salón de actos de la muy honorable Facultad de Derecho y Ciencias Sociales del Centro Universitario Tampico-Madero, cuando el Dr. Julio César Morales Saldaña cuestionó, muy a su estilo y bien fundamentado en el marco del derecho, a un representante de la CFE.

El cuestionamiento era claro. ¿Por qué decían que los usuarios economizarían al dejar de consumir la electricidad en horas de la noche, si cuando se tienen que levantar está demasiado oscuro y hay que “prender la luz”?

Este buen amigo que ocupaba el cargo de jefe de prensa de la paraestatal trató de argumentar, con poco éxito, una respuesta que satisfaciera la inquietud plasmada por el decano de la facultad y maestro de un sinfín de abogados que laboran a lo largo y ancho de nuestro país.

El Dr. Julio, conocido entre el alumnado por su carácter enérgico, recalcó en más de una ocasión que el discurso planteado por el Gobierno Federal era inviable, falto de credibilidad, oscuro e, incluso, rayaba en la burla a la inteligencia del mexicano, pues en la economía real de la clase media -esa que se percibe en el bolsillo- no había el ahorro que tanto se presumía.

Con el paso de los años pudimos ver en los medios nacionales reportes sumamente interesantes, de cifras impresionantes que aseguraban que con el horario de verano se había ahorrado lo que consumía en energía eléctrica en un año un estado como Tlaxcala, o como Colima, que son espacios territoriales sumamente pequeños y se nos felicitaba como nación por ajustarse a la medida impulsada a mitad de los noventa.

No obstante, y con una historia de más de 20 años de esta iniciativa, es de suponerse que la CFE ha optimizado tanto su tecnología que ya no será necesario depender de un cambio de horario que ha perjudicado en gran parte la salud del mexicano. También me pongo a pensar que ahora, gracias a la implementación de energías limpias, la estrategia de adelantar o atrasar una hora ya puede ser considerada obsoleta.

Por último, y rememorando lo que dijo un importante funcionario de “la comisión”, en un coloquio en materia de energía, realizado recientemente por el Gobierno de Tamaulipas en el Centro de Convenciones de Tampico: “El grave problema de la producción energética es que aún no se encuentra una forma óptima de almacenarse”, por tanto, ¿Cómo se puede hablar en términos llanos y reales de ahorro, si no existe la conservación del recurso optimizado?

Y antes de despedirme, no me sorprendería que la derogación, si es que esta ocurriera, fuera al terminar este sexenio como estrategia política y, en un futuro, ganar votos cuando la carrera presidencial esté “calientita”.

Recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

¡Hasta la próxima!

licajimenezmcc@hotmail.com

En estos casi cinco años que vamos a cumplir usted y yo, gentil amigo lector, de mantener una estrecha relación a través de la entrega que en sus manos cada tercer día, a través de las páginas de EL SOL DE TAMPICO, hemos platicado de muchos temas, tan diversos como los devenires de una realidad social que cambia a cada instante

Quizá, por esa razón, y porque la memoria ya me está fallando, es que en ocasiones le he narrado la misma anécdota desde perspectivas distintas. Tal vez y en esta mañana de lunes, vivamos una situación similar.

Y es que el controvertido tema del horario de verano que empezó el día de ayer será siempre motivo de discusión, con mayor razón en este año en el que la población atisbó una posibilidad de que dicha estrategia de “ahorro” fuera derogada después de cuatro sexenios de haberse implementado. Dicho sea de paso, que cerca del 80% de los mexicanos está en desacuerdo con la determinación de adelantar o atrasar su reloj cada determinado tiempo.

Las redes sociales han sido ese panel público en el que se vierten las opiniones a este respecto y se han podido segmentar dos grandes grupos de comentarios: el primero de ellos que manifiesta su total rechazo a tener un horario de invierno y otro de verano y, el segundo, que dicta que no importa si se adelanta una hora o se atrasa, pero que ya no haya cambio alguno en la posterioridad. Que, para fines prácticos, como dirían los abuelitos, ambos son “la misma gata, nomás que revolcada”

Curiosamente, el encono y coincidencia de ambos sectores no radican en la estrategia en sí, sino en la campaña mediática que se lanzó durante el periodo de Ernesto Zedillo Ponce de León, en ese entonces presidente de los Estados Unidos Mexicanos, en la que se le dijo a la ciudadanía que, realizando este esfuerzo como sociedad, los recibos de la energía eléctrica empezarían a llegar con cobros más bajos, pues no se gastaría tanto recurso debido a que se aprovecharía más la luz solar.

Los anuncios propagandísticos mostraban a una serie de familias de clase media cocinando la cena aun con claridad, sonriendo al ver los talones de la desaparecida “Luz y Fuerza del Centro” o de la Comisión Federal de Electricidad, a niños jugando en plazas públicas sin las amenazas de la noche y a un novio que dejaba a su “Dulcinea” en la puerta de su hogar con una tranquilidad que resultaba imposible en otras condiciones.

Con todos esos argumentos visuales, la sociedad accedió. Solamente bastó el primer año para percatarse que los costos en lugar de disminuir continuaban ascendiendo y que la inseguridad tomaba tintes que nunca se imaginó. Fue entonces cuando se desató la inconformidad que se ha venido acrecentando año con año y que hoy es un total y rotundo rechazo al cambio de horario.

Bien recuerdo que fue en un ciclo de conferencias de comunicación realizado en el salón de actos de la muy honorable Facultad de Derecho y Ciencias Sociales del Centro Universitario Tampico-Madero, cuando el Dr. Julio César Morales Saldaña cuestionó, muy a su estilo y bien fundamentado en el marco del derecho, a un representante de la CFE.

El cuestionamiento era claro. ¿Por qué decían que los usuarios economizarían al dejar de consumir la electricidad en horas de la noche, si cuando se tienen que levantar está demasiado oscuro y hay que “prender la luz”?

Este buen amigo que ocupaba el cargo de jefe de prensa de la paraestatal trató de argumentar, con poco éxito, una respuesta que satisfaciera la inquietud plasmada por el decano de la facultad y maestro de un sinfín de abogados que laboran a lo largo y ancho de nuestro país.

El Dr. Julio, conocido entre el alumnado por su carácter enérgico, recalcó en más de una ocasión que el discurso planteado por el Gobierno Federal era inviable, falto de credibilidad, oscuro e, incluso, rayaba en la burla a la inteligencia del mexicano, pues en la economía real de la clase media -esa que se percibe en el bolsillo- no había el ahorro que tanto se presumía.

Con el paso de los años pudimos ver en los medios nacionales reportes sumamente interesantes, de cifras impresionantes que aseguraban que con el horario de verano se había ahorrado lo que consumía en energía eléctrica en un año un estado como Tlaxcala, o como Colima, que son espacios territoriales sumamente pequeños y se nos felicitaba como nación por ajustarse a la medida impulsada a mitad de los noventa.

No obstante, y con una historia de más de 20 años de esta iniciativa, es de suponerse que la CFE ha optimizado tanto su tecnología que ya no será necesario depender de un cambio de horario que ha perjudicado en gran parte la salud del mexicano. También me pongo a pensar que ahora, gracias a la implementación de energías limpias, la estrategia de adelantar o atrasar una hora ya puede ser considerada obsoleta.

Por último, y rememorando lo que dijo un importante funcionario de “la comisión”, en un coloquio en materia de energía, realizado recientemente por el Gobierno de Tamaulipas en el Centro de Convenciones de Tampico: “El grave problema de la producción energética es que aún no se encuentra una forma óptima de almacenarse”, por tanto, ¿Cómo se puede hablar en términos llanos y reales de ahorro, si no existe la conservación del recurso optimizado?

Y antes de despedirme, no me sorprendería que la derogación, si es que esta ocurriera, fuera al terminar este sexenio como estrategia política y, en un futuro, ganar votos cuando la carrera presidencial esté “calientita”.

Recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

¡Hasta la próxima!

licajimenezmcc@hotmail.com