/ viernes 26 de octubre de 2018

Con café y a media luz | ¿Capricho o necesidad?

Una parte fundamental de la agenda mediática a nivel nacional de los últimos quince días ha sido la “consulta” sobre la conclusión del aeropuerto de Texcoco o, caso contrario, la readecuación del recurso, destinándolo a la modernización y ampliación de la base de Santa Lucía, como destacó durante toda su campaña el presidente electo de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador.

Esto ha traído una serie interminable de críticas, principalmente, en tres sentidos: La causa, raíz o razón fundamental para la evaluación popular; la metodología aplicada y el valor de la muestra de un total de datos estadísticos y, por último, la determinación que se tomará con base en la respuesta “legítima” del pópulo que tache una u otra opción durante este proceso.

En el caso de la causa raíz, los grandes analistas se han preguntado fundamentalmente el por qué de hacer este ejercicio. ¿Será acaso únicamente para cumplir con una promesa de campaña y que esta acción sirva para evidenciar que el hombre está dispuesto a ser coherente con sus actos presidenciales y lo prometido en su etapa de candidato? Si esto fuera así, ¿qué caso tendría gastar dinero en una referencia que no le da ni le quita la legitimidad o autoridad dada por el voto popular?

Pensemos que las intenciones son las de disminuir la corrupción y las componendas a través de los contratos multimillonarios que se llevaron unos cuantos que muy probablemente son los mismos de siempre. ¿Por qué no limitarse a formar una comisión de juristas expertos que pudieran revisar documento por documento y llegar a un acuerdo con el inversionista?

¿O la razón fundamental del tabasqueño es demostrar “quién es quién” a partir del primero de diciembre y ser “a la brava” un parteaguas en el ejercicio histórico del Poder Ejecutivo de México? Si la respuesta es “sí”, estamos enfrentándonos a un capricho.

En el caso del método también hay muchas observaciones. En caso de que se superen las expectativas de participación ciudadana, ¿de verdad tendrán validez las fotocopias de las boletas originales? ¿No es ese un factor de vulnerabilidad al proceso de la consulta y, por ende, un aumento en el margen de error y falta de seriedad a la acción? Y, en caso contrario, si no existe la suficiente colaboración de la ciudadanía ¿qué garantía de certidumbre ofrece esta “consulta” si está adecuada a los intereses de un mínimo no representativo de la sociedad?

Eso me lleva a una duda más ¿la cantidad de “centros de votación” están en condiciones tanto cuantitativas como cualitativas para generar la respuesta de una muestra verdaderamente confiable que permita madurar un raciocinio acorde a la opinión pública? Y si la gente no se muestra participativa ¿Se repetirá “la consulta” hasta que se satisfaga la curiosidad del mandatario?

Como parte indirecta y previa al proceso ¿en dónde quedaron los dictámenes entregados por los colegios de arquitectos e ingenieros de nuestro país que señalan como mejor opción a Texcoco y por qué después de su entrega no se han vuelto a mencionar ni siquiera por algún error mediático? Y, en contrasentido, en este mismo tenor apriorístico, ¿no le parece curioso que justamente un día antes de la consulta el futuro secretario de Comunicación y Transportes, Javier Jiménez Espriú, muestre un estudio técnico de la consultora Navblue que costó 159 mil dólares, cuyos resultados indican la viabilidad de los dos proyectos y cite como fuente de información a Grupo Riobóo, organización simpatizante de AMLO?

Y para concluir, en el último punto. El resultado de todo este “espectáculo” y perdone que lo llame así, será la generación del argumento perfecto del futuro presidente para deslindarse de cualquier contratiempo administrativo, económico, social o de cualquier otra índole si las cosas no resultan como espera y, si este no fuera el caso, pues podrá seguir con la campaña que lo llevó al poder.

En resumen, para unos, como decimos en el barrio “es ganar, ganar”, para otros, estamos en un albur que, de perderlo, nos puede costar una crisis como la del noventa y cuatro. ¿Cómo ve, gentil amigo, lector?

¡Hasta la próxima!

Escríbame y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día

licajimenezmcc@hotmail.com


Una parte fundamental de la agenda mediática a nivel nacional de los últimos quince días ha sido la “consulta” sobre la conclusión del aeropuerto de Texcoco o, caso contrario, la readecuación del recurso, destinándolo a la modernización y ampliación de la base de Santa Lucía, como destacó durante toda su campaña el presidente electo de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador.

Esto ha traído una serie interminable de críticas, principalmente, en tres sentidos: La causa, raíz o razón fundamental para la evaluación popular; la metodología aplicada y el valor de la muestra de un total de datos estadísticos y, por último, la determinación que se tomará con base en la respuesta “legítima” del pópulo que tache una u otra opción durante este proceso.

En el caso de la causa raíz, los grandes analistas se han preguntado fundamentalmente el por qué de hacer este ejercicio. ¿Será acaso únicamente para cumplir con una promesa de campaña y que esta acción sirva para evidenciar que el hombre está dispuesto a ser coherente con sus actos presidenciales y lo prometido en su etapa de candidato? Si esto fuera así, ¿qué caso tendría gastar dinero en una referencia que no le da ni le quita la legitimidad o autoridad dada por el voto popular?

Pensemos que las intenciones son las de disminuir la corrupción y las componendas a través de los contratos multimillonarios que se llevaron unos cuantos que muy probablemente son los mismos de siempre. ¿Por qué no limitarse a formar una comisión de juristas expertos que pudieran revisar documento por documento y llegar a un acuerdo con el inversionista?

¿O la razón fundamental del tabasqueño es demostrar “quién es quién” a partir del primero de diciembre y ser “a la brava” un parteaguas en el ejercicio histórico del Poder Ejecutivo de México? Si la respuesta es “sí”, estamos enfrentándonos a un capricho.

En el caso del método también hay muchas observaciones. En caso de que se superen las expectativas de participación ciudadana, ¿de verdad tendrán validez las fotocopias de las boletas originales? ¿No es ese un factor de vulnerabilidad al proceso de la consulta y, por ende, un aumento en el margen de error y falta de seriedad a la acción? Y, en caso contrario, si no existe la suficiente colaboración de la ciudadanía ¿qué garantía de certidumbre ofrece esta “consulta” si está adecuada a los intereses de un mínimo no representativo de la sociedad?

Eso me lleva a una duda más ¿la cantidad de “centros de votación” están en condiciones tanto cuantitativas como cualitativas para generar la respuesta de una muestra verdaderamente confiable que permita madurar un raciocinio acorde a la opinión pública? Y si la gente no se muestra participativa ¿Se repetirá “la consulta” hasta que se satisfaga la curiosidad del mandatario?

Como parte indirecta y previa al proceso ¿en dónde quedaron los dictámenes entregados por los colegios de arquitectos e ingenieros de nuestro país que señalan como mejor opción a Texcoco y por qué después de su entrega no se han vuelto a mencionar ni siquiera por algún error mediático? Y, en contrasentido, en este mismo tenor apriorístico, ¿no le parece curioso que justamente un día antes de la consulta el futuro secretario de Comunicación y Transportes, Javier Jiménez Espriú, muestre un estudio técnico de la consultora Navblue que costó 159 mil dólares, cuyos resultados indican la viabilidad de los dos proyectos y cite como fuente de información a Grupo Riobóo, organización simpatizante de AMLO?

Y para concluir, en el último punto. El resultado de todo este “espectáculo” y perdone que lo llame así, será la generación del argumento perfecto del futuro presidente para deslindarse de cualquier contratiempo administrativo, económico, social o de cualquier otra índole si las cosas no resultan como espera y, si este no fuera el caso, pues podrá seguir con la campaña que lo llevó al poder.

En resumen, para unos, como decimos en el barrio “es ganar, ganar”, para otros, estamos en un albur que, de perderlo, nos puede costar una crisis como la del noventa y cuatro. ¿Cómo ve, gentil amigo, lector?

¡Hasta la próxima!

Escríbame y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día

licajimenezmcc@hotmail.com