/ viernes 27 de julio de 2018

Con café y a media luz | Changos por cacahuates

Recientemente escuché un jocoso refrán que nunca había llegado hasta mis oídos: “Si pagas con cacahuates, trabajarán los changos”. Lo anterior, durante una plática entre un empresario de experiencia radicado en la huasteca potosina y un novel aprendiz que daba sus primeros pasos en el mundo de la iniciativa privada en Ciudad Valles, lugar al que, por cierto, le estaré eternamente agradecido, pues fue parte medular de mi crecimiento profesional.

La charla giraba en torno a que el “chamaco” aseguraba que la mejor forma de incrementar las ganancias de su empresa de manera rápida y constante era a través del “ahorcamiento” a los salarios de sus trabajadores ya que, según él, a menor salario vendría una mayor conservación de la riqueza que estaba pretendiendo acumular a costa del esfuerzo de sus empleados.

El hombre maduro lo escuchó hasta el final y cuando el discurso concluyó me miró y con un guiño me lanzó una pregunta: “¿Cómo ves, negro?”. Yo solamente guardé silencio y encogí de hombros pues nunca he sido dueño ni de mis decisiones y mucho menos de una empresa, así que esperé la lección de este personaje y ésta no tardó en llegar adornada con la máxima que le escribí en el primer párrafo de la entrega de este viernes, gentil amigo lector.

El viejo dictó al muchacho: “Si pagas poco solo conseguirás empleados mal preparados que no se esforzarán en procurar la calidad de los productos que portan tu nombre y eso no te llevará a conservar las ganancias sino a perder clientela, cosa que es muy grave; por el contrario si conservas en tu planta a profesionistas capacitados, comprometidos y bien preparados con sueldos raquíticos, éstos trabajarán a disgusto y pronto se marcharán y entonces habrás perdido cliente, producto y empleado, y eso, amigo mío, será mucho peor. De ambas maneras estás poniendo a la empresa en riesgo”.

Se hizo un silencio y después de unos instantes que parecieron horas la charla continuó entre ellos y este servidor se despidió de ambos, con una serie de dudas en el pensamiento, todas ellas en torno a la próxima administración a car- go de Andrés Manuel López Obrador.

De momento, a la mayoría de los mexicanos les pareció “justa”, agradable y esperanza- dora la promesa de reducción de salarios que perciben los funcionarios públicos teniendo como tope lo percibido por la figura sobre la que recae el Poder Ejecutivo y como dice el tabasqueño: “De allí, pa ́bajo”.

Los “ojos del pueblo” de in- mediato se posaron en diputa- dos, senadores, jueces de la Suprema Corte, titulares de las diferentes secretarías, los subsecretarios, jefes de órganos y otras tantas figuras cuyo ingreso por una jornada de ocho horas de lunes a viernes representa, por lo menos, diez años de trabajo para el resto de la población.

Sin embargo, existe un grupo de funcionarios públicos de carácter operativo que no ocupan altos puestos y cuya preparación es de “primer mundo” y que se quedarán en una situación de franca desventaja, pues a pesar de tener maestrías y doctorados percibirán mucho menos de lo que un egresado de posgrado merece. Estos hombres y mujeres son los que llevan a cuestas la responsabilidad de implementar los programas declarados ante la Federación y generar los resultados que presentan los titulares de éstas cuando son llamados a cuentas.

¿Cuál es el riesgo? Muchos de estos funcionarios estarán buscando mejores horizontes salariales en la iniciativa priva- da dejando “al garete” sus cargos, departamentos y responsabilidades que actualmente ostentan en el servicio profesional de carrera pues su paga no será acorde a su nivel de preparación académica.

Me imagino que usted ya estará pensando en que por cada uno que renuncie habrá veinte que se peleen el puesto, y no lo dudo; sin embargo, esto nos estará llevando por dos ca- minos que no siempre serán satisfactorios. El primero de ellos es que los resultados en beneficio de la población no serán los esperados por facto- res como la poca experiencia del recién contratado, la poca preparación en el aula, la limitante del recurso para la aplicación de la estrategia, etcétera, lo cual, además de lamentable resultaría gravísimo para el desarrollo del bienestar del mexicano común.

El segundo, que, como país, estaríamos promoviendo una subvaloración de cerebros y de profesionistas y posgraduados, generando, a la larga, una situación económica lamentable.

En este caso, el presidente de los Estados Unidos Mexicanos deberá ser muy cauto sobre la disminución del salario al burócrata operativo ya que, el trabajo de la gran mayoría de ellos debe remunerarse acorde a su esfuerzo y ninguno de los que desempeñan su labor “en campo” merece ser pagado “con cacahuates”.

¡Hasta la próxima!

Recientemente escuché un jocoso refrán que nunca había llegado hasta mis oídos: “Si pagas con cacahuates, trabajarán los changos”. Lo anterior, durante una plática entre un empresario de experiencia radicado en la huasteca potosina y un novel aprendiz que daba sus primeros pasos en el mundo de la iniciativa privada en Ciudad Valles, lugar al que, por cierto, le estaré eternamente agradecido, pues fue parte medular de mi crecimiento profesional.

La charla giraba en torno a que el “chamaco” aseguraba que la mejor forma de incrementar las ganancias de su empresa de manera rápida y constante era a través del “ahorcamiento” a los salarios de sus trabajadores ya que, según él, a menor salario vendría una mayor conservación de la riqueza que estaba pretendiendo acumular a costa del esfuerzo de sus empleados.

El hombre maduro lo escuchó hasta el final y cuando el discurso concluyó me miró y con un guiño me lanzó una pregunta: “¿Cómo ves, negro?”. Yo solamente guardé silencio y encogí de hombros pues nunca he sido dueño ni de mis decisiones y mucho menos de una empresa, así que esperé la lección de este personaje y ésta no tardó en llegar adornada con la máxima que le escribí en el primer párrafo de la entrega de este viernes, gentil amigo lector.

El viejo dictó al muchacho: “Si pagas poco solo conseguirás empleados mal preparados que no se esforzarán en procurar la calidad de los productos que portan tu nombre y eso no te llevará a conservar las ganancias sino a perder clientela, cosa que es muy grave; por el contrario si conservas en tu planta a profesionistas capacitados, comprometidos y bien preparados con sueldos raquíticos, éstos trabajarán a disgusto y pronto se marcharán y entonces habrás perdido cliente, producto y empleado, y eso, amigo mío, será mucho peor. De ambas maneras estás poniendo a la empresa en riesgo”.

Se hizo un silencio y después de unos instantes que parecieron horas la charla continuó entre ellos y este servidor se despidió de ambos, con una serie de dudas en el pensamiento, todas ellas en torno a la próxima administración a car- go de Andrés Manuel López Obrador.

De momento, a la mayoría de los mexicanos les pareció “justa”, agradable y esperanza- dora la promesa de reducción de salarios que perciben los funcionarios públicos teniendo como tope lo percibido por la figura sobre la que recae el Poder Ejecutivo y como dice el tabasqueño: “De allí, pa ́bajo”.

Los “ojos del pueblo” de in- mediato se posaron en diputa- dos, senadores, jueces de la Suprema Corte, titulares de las diferentes secretarías, los subsecretarios, jefes de órganos y otras tantas figuras cuyo ingreso por una jornada de ocho horas de lunes a viernes representa, por lo menos, diez años de trabajo para el resto de la población.

Sin embargo, existe un grupo de funcionarios públicos de carácter operativo que no ocupan altos puestos y cuya preparación es de “primer mundo” y que se quedarán en una situación de franca desventaja, pues a pesar de tener maestrías y doctorados percibirán mucho menos de lo que un egresado de posgrado merece. Estos hombres y mujeres son los que llevan a cuestas la responsabilidad de implementar los programas declarados ante la Federación y generar los resultados que presentan los titulares de éstas cuando son llamados a cuentas.

¿Cuál es el riesgo? Muchos de estos funcionarios estarán buscando mejores horizontes salariales en la iniciativa priva- da dejando “al garete” sus cargos, departamentos y responsabilidades que actualmente ostentan en el servicio profesional de carrera pues su paga no será acorde a su nivel de preparación académica.

Me imagino que usted ya estará pensando en que por cada uno que renuncie habrá veinte que se peleen el puesto, y no lo dudo; sin embargo, esto nos estará llevando por dos ca- minos que no siempre serán satisfactorios. El primero de ellos es que los resultados en beneficio de la población no serán los esperados por facto- res como la poca experiencia del recién contratado, la poca preparación en el aula, la limitante del recurso para la aplicación de la estrategia, etcétera, lo cual, además de lamentable resultaría gravísimo para el desarrollo del bienestar del mexicano común.

El segundo, que, como país, estaríamos promoviendo una subvaloración de cerebros y de profesionistas y posgraduados, generando, a la larga, una situación económica lamentable.

En este caso, el presidente de los Estados Unidos Mexicanos deberá ser muy cauto sobre la disminución del salario al burócrata operativo ya que, el trabajo de la gran mayoría de ellos debe remunerarse acorde a su esfuerzo y ninguno de los que desempeñan su labor “en campo” merece ser pagado “con cacahuates”.

¡Hasta la próxima!