/ miércoles 14 de noviembre de 2018

Coincidencias y casualidades

Existencoincidencias tan grandes que no creemos que puedan ser producto de una mera casualidad. Por el contrario, pensamos que debe haber algo más en el fondo.

Se nota una serie casi “ridícula” de coincidencias entre los presidentes de Estados Unidos, Abraham Lincoln y John F. Kennedy. “Lincoln fue elegido en el congreso en 1846, Kennedy en 1946. Uno fue elegido presidente en 1860, y otro en 1960. Ambos presidentes estuvieron muy interesados en mejorar los derechos civiles. Ambos fueron asesinados en viernes. A ambos les dispararon en la cabeza. La secretaria de Lincoln era de apellido Kennedy y la secretaria de Kennedy…Lincoln. Ambos fueron asesinados por sureños y reemplazados por políticos de apellido Johnson. Andrew Johnson que reemplazó a Lincoln, nació en 1808, y Lyndon B. Johnson que reemplazó a Kennedy, nació en 1908. John Wilkes Booth, el asesino de Lincoln, nació en 1839, Lee Harvey Oswald, el asesino de Kennedy, nació en 1939. Ambos asesinos usaban y se les conocía por sus tres nombres, algo no muy practicado en la cultura norteamericana. La suma de las letras de los nombres da el mismo número: 15. A Lincoln le dispararon en un Teatro llamado Ford. A Kennedy le dispararon en un coche Lincoln hecho por la compañía Ford. Booth y Oswald fueron asesinados antes de ir a juicio…”.

Un incidente real, aseveran, es la persona que cerró con candado todas las puertas de su casa y olvidó las llaves adentro; pero para su fortuna en ese preciso instante llega el cartero para hacerle entrega de una carta que le envió un familiar que reside a miles de kilómetros de distancia y contiene las llaves de repuesto que éste le había pedido y prometió devolverle. Raro. ¿No?

Hay sucesos que más parecen una premonición. Por ejemplo, pensar en una persona determinada que hace meses no vemos y repentinamente encontrarnos con ella el mismo día. Esto quizás no es demasiado inusual, después de todo. Pero está el caso Bobby Leach, sujeto que sobrevivió a una caída por las Cataratas del Niágara para morir pocos años después al resbalar con la cáscara de una naranja. Y Sir Edmond Godfrey, asesinado en su residencia en Green Berry Hill en 1911 por tres individuos apellidados Green, Berry y Hill, respectivamente. Nadie daba crédito a este hecho. ¿Una broma del destino?

El científico suizo, Carl G. Jung, postuló el concepto de sincronicidad en 1952, para definir actos que denominamos coincidencias con los que se podría explicar eventos extraños que surgen en el mundo que llamamos “real”. Según Jung, generalmente desconocemos la serie de coincidencias que abundan en la vida, hecho que responde a que el individuo sólo es capaz de comprender la causa y efecto en relación a experiencias cotidianas; aunque de acuerdo a la Sincronicidad es probable que existan otras formas de espacio y tiempo.

Se debate que el sentido de sincronía es la realización de un deseo buscado inconscientemente; pudiera ser, nada es descartable, pero lo cierto es que sabemos menos del universo y sus leyes físicas que lo que conocemos.

La esencia de la sincronicidad para Carl Jung consiste en que una experiencia sincrónica suele aparecer en momentos no esperados, pero siempre en el momento exacto, cambiando incluso a veces la dirección de nuestras vidas para influir en nuestros pensamientos.


Existencoincidencias tan grandes que no creemos que puedan ser producto de una mera casualidad. Por el contrario, pensamos que debe haber algo más en el fondo.

Se nota una serie casi “ridícula” de coincidencias entre los presidentes de Estados Unidos, Abraham Lincoln y John F. Kennedy. “Lincoln fue elegido en el congreso en 1846, Kennedy en 1946. Uno fue elegido presidente en 1860, y otro en 1960. Ambos presidentes estuvieron muy interesados en mejorar los derechos civiles. Ambos fueron asesinados en viernes. A ambos les dispararon en la cabeza. La secretaria de Lincoln era de apellido Kennedy y la secretaria de Kennedy…Lincoln. Ambos fueron asesinados por sureños y reemplazados por políticos de apellido Johnson. Andrew Johnson que reemplazó a Lincoln, nació en 1808, y Lyndon B. Johnson que reemplazó a Kennedy, nació en 1908. John Wilkes Booth, el asesino de Lincoln, nació en 1839, Lee Harvey Oswald, el asesino de Kennedy, nació en 1939. Ambos asesinos usaban y se les conocía por sus tres nombres, algo no muy practicado en la cultura norteamericana. La suma de las letras de los nombres da el mismo número: 15. A Lincoln le dispararon en un Teatro llamado Ford. A Kennedy le dispararon en un coche Lincoln hecho por la compañía Ford. Booth y Oswald fueron asesinados antes de ir a juicio…”.

Un incidente real, aseveran, es la persona que cerró con candado todas las puertas de su casa y olvidó las llaves adentro; pero para su fortuna en ese preciso instante llega el cartero para hacerle entrega de una carta que le envió un familiar que reside a miles de kilómetros de distancia y contiene las llaves de repuesto que éste le había pedido y prometió devolverle. Raro. ¿No?

Hay sucesos que más parecen una premonición. Por ejemplo, pensar en una persona determinada que hace meses no vemos y repentinamente encontrarnos con ella el mismo día. Esto quizás no es demasiado inusual, después de todo. Pero está el caso Bobby Leach, sujeto que sobrevivió a una caída por las Cataratas del Niágara para morir pocos años después al resbalar con la cáscara de una naranja. Y Sir Edmond Godfrey, asesinado en su residencia en Green Berry Hill en 1911 por tres individuos apellidados Green, Berry y Hill, respectivamente. Nadie daba crédito a este hecho. ¿Una broma del destino?

El científico suizo, Carl G. Jung, postuló el concepto de sincronicidad en 1952, para definir actos que denominamos coincidencias con los que se podría explicar eventos extraños que surgen en el mundo que llamamos “real”. Según Jung, generalmente desconocemos la serie de coincidencias que abundan en la vida, hecho que responde a que el individuo sólo es capaz de comprender la causa y efecto en relación a experiencias cotidianas; aunque de acuerdo a la Sincronicidad es probable que existan otras formas de espacio y tiempo.

Se debate que el sentido de sincronía es la realización de un deseo buscado inconscientemente; pudiera ser, nada es descartable, pero lo cierto es que sabemos menos del universo y sus leyes físicas que lo que conocemos.

La esencia de la sincronicidad para Carl Jung consiste en que una experiencia sincrónica suele aparecer en momentos no esperados, pero siempre en el momento exacto, cambiando incluso a veces la dirección de nuestras vidas para influir en nuestros pensamientos.