/ lunes 20 de enero de 2020

Con café y a media luz | A buscar el huerfanito

No habían pasado dos días de haber compartido con usted, gentil amigo lector, un escrito en el que hacíamos referencia al error de perspectivas que cometemos gobierno y pueblo cuando se habla de la figura del presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador y las declaraciones que hace en cada una de sus conferencias, cuando, nuevamente, caímos en el mismo error y ahora todos andamos “buscando el huerfanito” para la rifa del avión presidencial y nadie comenta ninguna de las otras cuatro vías planteadas por el Ejecutivo.

Quizá porque así es el morbo derivado de una postura un tanto disparatada, tal vez porque es más aventurado imaginarnos dueños de la aeronave o, simplemente, porque de las primeras alternativas no hay mucho qué decir pues carecen de rasgos tan extraordinarios como la última que ha ocasionado una serie interminable de publicaciones en las redes sociales de los medios digitales.

En una rápida lista podremos citar que, el primero de los medios para deshacerse del flamante avión es a través de la venta directa. Como dijo el mandatario: “Tener un comprador”. Lamentablemente, este “personaje” no ha aparecido y, por tanto, el vehículo no puede ser vendido. Mera lógica. Para tal efecto, habrá que esperar nuevamente a que surja algún interesado en invertir su capital para obtener la unidad.

El riesgo es que, como en cualquier otro objeto, con el transcurso del tiempo se siga abaratando hasta que su precio de venta sea risible y, lo más lamentable, que no alcance para cubrir en lo económico las promesas de campaña hechas por el tabasqueño al pueblo de México que confió en él.

La segunda que citó es, como en la antigüedad, un trueque. Un mero intercambio de productos, en el que nuestro país otorgaría la aeronave y los Estados Unidos de Norteamérica, otorguen el valor del aparato en equipos médicos. Aunque la idea no suena tan descabellada, no creo que el gobierno de una nación como la de los vecinos del norte, esté interesado en hacer un negocio en el que no haya dinero de por medio y que no podríamos garantizar la calidad de los recursos que nos darían por el avión.

Además de eso, por cada equipo debería existir una capacitación para los médicos y enfermeras responsables del uso y cuidado de estos, así como considerar las reparaciones en caso de desperfecto y la adquisición posterior de los insumos para que continúen dando el servicio y esos detalles sí correrían por cuenta de las autoridades de nuestro país. La pregunta es ¿Esos gastos están considerados por la Secretaría de Salud en el plan de trabajo anual de este 2020? De no haberlo hecho, estamos en un dilema.

La tercera vía propuesta por AMLO, fue la venta a empresarios nacionales en doce partes. Aunque no me quedó muy clara esa postura me imagino que es una venta en grupo y, posteriormente cada uno de los doce individuos, decidiría qué hacer, cómo usar, cuándo viajar y cuánto tiempo tener la aeronave y, hasta en un momento dado, quién sería el poseedor final del vehículo.

Aquí me asaltan varias dudas, algunas importantes; otras no tanto. ¿Por qué doce empresarios y no más o menos?, ¿Por qué necesariamente nacionales?, ¿Quién y cómo determinaría la cantidad de inversión por individuo o sería forzosamente en partes iguales?, ¿A qué empresario le conviene realizar una inversión de varios millones de pesos para adquirir un bien compartido con otros once individuos?, ¿Cuánto tiempo tardaría un empresario en recuperar el capital si tiene que esperar a que otros once también hagan lo propio con la aeronave? Desde el punto de vista empresarial, ¿Es un buen negocio?

La cuarta, es ya no venderlo y dedicarlo a la renta por hora al mejor postor, siendo este modelo de negocio administrado por la fuerza aérea mexicana. Aquí hay dos cosas que vale la pena subrayar y las pongo a su amable dispensa en los siguientes párrafos.

La promesa de campaña del presidente López fue “vender el avión que no lo tiene ni Obama”. Lo dijo hasta el cansancio. Lo repitió desde que Calderón anunció la adquisición del objeto y enfatizó sus mensajes propagandísticos cuando el expresidente Peña lo presentó. Por ello y por la conducta obcecada mostrada por el actual mandatario, no creo que se rente pues esta acción terminaría contradiciendo lo anunciado por tantos años y la idea fundamental es deshacerse del vehículo, no administrarlo.

AMLO no se arriesgaría a que la oposición le dictara una cantaleta mediática de “No pudo vender el avión” al más puro estilo de un infantil “Lero – lero” y es algo que, con ansias desmedidas, esperan los miembros de las corrientes contrarias al tabasqueño y su gobierno.

Y, el último de los caminos que señaló el ejecutivo federal fue, debemos reconocerlo, tan ajeno a la realidad nacional que pareciera ser “una cortina de humo” para desviar la atención de situaciones tan graves – el Insabi y la inseguridad – que aquejan al país.

¿Por qué decimos que es tan ajena a la realidad nacional? Verá usted, gentil amigo lector, si se llegara a hacer la rifa por la lotería nacional, por tómbola o por cualquier otro medio legal y con el visto bueno del gobierno mexicano, el afortunado ganador de este flamante vehículo seminuevo debería pagar a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público una cantidad, por concepto de impuestos, cercana a los setenta millones de pesos, según el valor registrado del fastuoso premio.

Y no creo que cada uno de nosotros tengamos esa “feriecilla” como “cosa pérdida” ahorrada abajo del colchón. El manifestar, aunque hubiera sido de manera impensada, la intentona de la rifa, fue una burla para “el pueblo pobre”, “el pueblo bueno”, pues muy contados mexicanos, que no llegan ni a cincuenta, podrían pagar la cantidad mencionada.

Además de que, creo que en este “chispazo” de imaginación, el señor Andrés Manuel López Obrador, olvidó que es el presidente de una nación, es el representante de 130 millones de mexicanos y es el jefe de un estado que no puede gastarse ciertas ocurrencias como esta que, a la postre, fomentarían cosas como la desconfianza de la iniciativa privada, la burla internacional y la inestabilidad del peso en la bolsa, pues ningún presidente, se pone a “sortear entre la gente ” una propiedad de un gobierno.

Y le dejamos hasta aquí, gentil amigo lector, pues como decía un periodista “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

¡Hasta la próxima!

No habían pasado dos días de haber compartido con usted, gentil amigo lector, un escrito en el que hacíamos referencia al error de perspectivas que cometemos gobierno y pueblo cuando se habla de la figura del presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador y las declaraciones que hace en cada una de sus conferencias, cuando, nuevamente, caímos en el mismo error y ahora todos andamos “buscando el huerfanito” para la rifa del avión presidencial y nadie comenta ninguna de las otras cuatro vías planteadas por el Ejecutivo.

Quizá porque así es el morbo derivado de una postura un tanto disparatada, tal vez porque es más aventurado imaginarnos dueños de la aeronave o, simplemente, porque de las primeras alternativas no hay mucho qué decir pues carecen de rasgos tan extraordinarios como la última que ha ocasionado una serie interminable de publicaciones en las redes sociales de los medios digitales.

En una rápida lista podremos citar que, el primero de los medios para deshacerse del flamante avión es a través de la venta directa. Como dijo el mandatario: “Tener un comprador”. Lamentablemente, este “personaje” no ha aparecido y, por tanto, el vehículo no puede ser vendido. Mera lógica. Para tal efecto, habrá que esperar nuevamente a que surja algún interesado en invertir su capital para obtener la unidad.

El riesgo es que, como en cualquier otro objeto, con el transcurso del tiempo se siga abaratando hasta que su precio de venta sea risible y, lo más lamentable, que no alcance para cubrir en lo económico las promesas de campaña hechas por el tabasqueño al pueblo de México que confió en él.

La segunda que citó es, como en la antigüedad, un trueque. Un mero intercambio de productos, en el que nuestro país otorgaría la aeronave y los Estados Unidos de Norteamérica, otorguen el valor del aparato en equipos médicos. Aunque la idea no suena tan descabellada, no creo que el gobierno de una nación como la de los vecinos del norte, esté interesado en hacer un negocio en el que no haya dinero de por medio y que no podríamos garantizar la calidad de los recursos que nos darían por el avión.

Además de eso, por cada equipo debería existir una capacitación para los médicos y enfermeras responsables del uso y cuidado de estos, así como considerar las reparaciones en caso de desperfecto y la adquisición posterior de los insumos para que continúen dando el servicio y esos detalles sí correrían por cuenta de las autoridades de nuestro país. La pregunta es ¿Esos gastos están considerados por la Secretaría de Salud en el plan de trabajo anual de este 2020? De no haberlo hecho, estamos en un dilema.

La tercera vía propuesta por AMLO, fue la venta a empresarios nacionales en doce partes. Aunque no me quedó muy clara esa postura me imagino que es una venta en grupo y, posteriormente cada uno de los doce individuos, decidiría qué hacer, cómo usar, cuándo viajar y cuánto tiempo tener la aeronave y, hasta en un momento dado, quién sería el poseedor final del vehículo.

Aquí me asaltan varias dudas, algunas importantes; otras no tanto. ¿Por qué doce empresarios y no más o menos?, ¿Por qué necesariamente nacionales?, ¿Quién y cómo determinaría la cantidad de inversión por individuo o sería forzosamente en partes iguales?, ¿A qué empresario le conviene realizar una inversión de varios millones de pesos para adquirir un bien compartido con otros once individuos?, ¿Cuánto tiempo tardaría un empresario en recuperar el capital si tiene que esperar a que otros once también hagan lo propio con la aeronave? Desde el punto de vista empresarial, ¿Es un buen negocio?

La cuarta, es ya no venderlo y dedicarlo a la renta por hora al mejor postor, siendo este modelo de negocio administrado por la fuerza aérea mexicana. Aquí hay dos cosas que vale la pena subrayar y las pongo a su amable dispensa en los siguientes párrafos.

La promesa de campaña del presidente López fue “vender el avión que no lo tiene ni Obama”. Lo dijo hasta el cansancio. Lo repitió desde que Calderón anunció la adquisición del objeto y enfatizó sus mensajes propagandísticos cuando el expresidente Peña lo presentó. Por ello y por la conducta obcecada mostrada por el actual mandatario, no creo que se rente pues esta acción terminaría contradiciendo lo anunciado por tantos años y la idea fundamental es deshacerse del vehículo, no administrarlo.

AMLO no se arriesgaría a que la oposición le dictara una cantaleta mediática de “No pudo vender el avión” al más puro estilo de un infantil “Lero – lero” y es algo que, con ansias desmedidas, esperan los miembros de las corrientes contrarias al tabasqueño y su gobierno.

Y, el último de los caminos que señaló el ejecutivo federal fue, debemos reconocerlo, tan ajeno a la realidad nacional que pareciera ser “una cortina de humo” para desviar la atención de situaciones tan graves – el Insabi y la inseguridad – que aquejan al país.

¿Por qué decimos que es tan ajena a la realidad nacional? Verá usted, gentil amigo lector, si se llegara a hacer la rifa por la lotería nacional, por tómbola o por cualquier otro medio legal y con el visto bueno del gobierno mexicano, el afortunado ganador de este flamante vehículo seminuevo debería pagar a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público una cantidad, por concepto de impuestos, cercana a los setenta millones de pesos, según el valor registrado del fastuoso premio.

Y no creo que cada uno de nosotros tengamos esa “feriecilla” como “cosa pérdida” ahorrada abajo del colchón. El manifestar, aunque hubiera sido de manera impensada, la intentona de la rifa, fue una burla para “el pueblo pobre”, “el pueblo bueno”, pues muy contados mexicanos, que no llegan ni a cincuenta, podrían pagar la cantidad mencionada.

Además de que, creo que en este “chispazo” de imaginación, el señor Andrés Manuel López Obrador, olvidó que es el presidente de una nación, es el representante de 130 millones de mexicanos y es el jefe de un estado que no puede gastarse ciertas ocurrencias como esta que, a la postre, fomentarían cosas como la desconfianza de la iniciativa privada, la burla internacional y la inestabilidad del peso en la bolsa, pues ningún presidente, se pone a “sortear entre la gente ” una propiedad de un gobierno.

Y le dejamos hasta aquí, gentil amigo lector, pues como decía un periodista “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

¡Hasta la próxima!