/ miércoles 30 de junio de 2021

Con café y a media luz | A esperar, esperando

Perdone por lo rudo, incrédulo y hasta majadero que pueda resultar el día de hoy, pero creo, salvo su mejor opinión, gentil amigo lector, que el “teatro” que se armó entre el gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles y el presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador, raya en una falta de respeto que las figuras políticas encargadas del poder ejecutivo y que traen consigo la representación popular, no deberían darse el lujo de tener.

Y con lo anterior, no es mi intención decir quién o cuál tuvo la razón, el empacho, la desfachatez o el equívoco de estar o no; de declarar o guardar silencio y de exigir como de comprobar lo pechado. En esta doble pista de ridículos, ambas figuras están compartiendo la responsabilidad y, si usted gusta verlo así, hasta la culpa.

En el caso del michoacano, que se atrevió a declarar en los medios de comunicación que los fundamentos administrativos y políticos de su entidad de origen tenían fuertes raíces impropias ligadas al fenómeno delincuencial, gracias a la participación en el mundo “electorero” que ha tenido el hombre originario de Macuspana ¿Qué ganaba con esa declaración? ¿Cuál es la pretensión? ¿Qué buscaba desestabilizar?

Si, a fin de cuentas, Aureoles tiene algo que denunciar, que lo haga ante las instancias correspondientes; que aporte las pruebas; que invite amablemente a los testigos a rendir las declaraciones necesarias cuando estos sean requeridos, en otras palabras, que se apegue al estado de derecho mexicano que se sustenta en los códigos jurídicos de carácter penal a través de los organismos correspondientes.

Ir a la puerta de Palacio Nacional, sentarse en un banquito, con el portafolios en las piernas y aguardar a ser atendido por el presidente López, buscando, nuevamente, ser tomado por las cámaras de los medios de comunicación y ganar entrevistas “gratis” por los representantes de la prensa quienes, vieron en esa acción, la nota del día que ocuparía el espacio “de ocho” en los periódicos no fue otra cosa que el segundo acto de un tinglado mal armado y de pésimo gusto para cualquiera que lo vea.

Por otra parte, y como dicen en el rancho, “tan malo el pinto como el colorado”, puesto que, como lo hemos dicho en otras ocasiones, al jefe del estado mexicano constantemente se le olvida que la campaña ya se acabó y ahora sus ocupaciones son otras, todas ellas distantes a este tipo de situaciones que, pésele a quien le pese, él mismo provocó.

No debemos dejar de lado que el tabasqueño fue quien invitó de viva voz al michoacano a “mostrar las pruebas”; allí en el marco preferido del mandatario – las conferencias mañaneras del Salón Tesorería – que, por cierto, luce cada vez más desgastado y desvirtuado por el mal uso que el mandatario le da a la oportunidad de atender a la nación desde el entorno mediático.

Sin darse cuenta, AMLO cayó en un juego de declaraciones que, en otras ocasiones y de forma astuta, había podido evadir por la capacidad desarrollada por los años para detectar las provocaciones que le hacían los rivales en turno. Algunas muy evidentes y otras, por el contrario, de forma velada. No obstante, hasta hace unos días, ninguna había burlado la postura de López Obrador.

Hoy, simplemente, y como dicen los muchachos: “Se le barrió” o “Se le fue”

El haber contestado a las acusaciones hechas, cuando – insisto – él ya debe ocuparse de otras cosas, fue el colofón del primer acto de un nuevo pleito del ejecutivo de la nación. Y es que así como fue el INE, los jueces, Cabeza de Vaca, la clase media, los médicos, el sector aeroportuario, los empresarios, Darío León y otros más que ahorita se escapan a mi memoria, ahora toca el turno del gobernador michoacano Silvano Aureoles.

¿Qué seguirá? Pues en realidad no se necesita ser erudito.

La intentona de Silvano Aureoles no era que lo recibiera López Obrador. ¡Por el contrario! ¡Él buscaba no ser atendido por el mandatario! De esa manera podría argumentar un sinnúmero de cuestiones respecto al comportamiento del tabasqueño. Detalles que pueden ir desde el “no quiso enfrentarse a la verdad de los datos” hasta la clásica frase de barrio: “me tuvo miedo”. Aunque sabemos que el asunto no se trata de temor, sino de “no engordarle el caldo” a Don Silvano, empero, recalco que fue el tabasqueño quien detonó esta situación.

Por otra parte, el mandatario nacional declaró que se debe “cuidar la investidura presidencial” y, efectivamente, tiene razón. No obstante, ese cuidado, debe provenir desde la conducta que debe mostrar el hombre que la porta al cumplir de forma digna con las normas y protocolos que le indica el hecho de ser representante de una nación y no prestarse a este tipo de “papeles” que traen como resultado lo que ya hemos atestiguado.

Nuevamente a AMLO las cosas se le salieron de las manos y la imagen presidencial fue puesta en entredicho.

No cabe duda de que ahora, a todos nos toca esperar. Silvano Aureoles debe esperar a ser atendido; la fiscalía esperará a Silvano Aureoles con las pruebas; el presidente López esperará que este asunto se le olvide a la nación y la nación esperará que a su mandatario se le olvide que, desde hace tres años, ya se acabó la campaña.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.

Perdone por lo rudo, incrédulo y hasta majadero que pueda resultar el día de hoy, pero creo, salvo su mejor opinión, gentil amigo lector, que el “teatro” que se armó entre el gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles y el presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador, raya en una falta de respeto que las figuras políticas encargadas del poder ejecutivo y que traen consigo la representación popular, no deberían darse el lujo de tener.

Y con lo anterior, no es mi intención decir quién o cuál tuvo la razón, el empacho, la desfachatez o el equívoco de estar o no; de declarar o guardar silencio y de exigir como de comprobar lo pechado. En esta doble pista de ridículos, ambas figuras están compartiendo la responsabilidad y, si usted gusta verlo así, hasta la culpa.

En el caso del michoacano, que se atrevió a declarar en los medios de comunicación que los fundamentos administrativos y políticos de su entidad de origen tenían fuertes raíces impropias ligadas al fenómeno delincuencial, gracias a la participación en el mundo “electorero” que ha tenido el hombre originario de Macuspana ¿Qué ganaba con esa declaración? ¿Cuál es la pretensión? ¿Qué buscaba desestabilizar?

Si, a fin de cuentas, Aureoles tiene algo que denunciar, que lo haga ante las instancias correspondientes; que aporte las pruebas; que invite amablemente a los testigos a rendir las declaraciones necesarias cuando estos sean requeridos, en otras palabras, que se apegue al estado de derecho mexicano que se sustenta en los códigos jurídicos de carácter penal a través de los organismos correspondientes.

Ir a la puerta de Palacio Nacional, sentarse en un banquito, con el portafolios en las piernas y aguardar a ser atendido por el presidente López, buscando, nuevamente, ser tomado por las cámaras de los medios de comunicación y ganar entrevistas “gratis” por los representantes de la prensa quienes, vieron en esa acción, la nota del día que ocuparía el espacio “de ocho” en los periódicos no fue otra cosa que el segundo acto de un tinglado mal armado y de pésimo gusto para cualquiera que lo vea.

Por otra parte, y como dicen en el rancho, “tan malo el pinto como el colorado”, puesto que, como lo hemos dicho en otras ocasiones, al jefe del estado mexicano constantemente se le olvida que la campaña ya se acabó y ahora sus ocupaciones son otras, todas ellas distantes a este tipo de situaciones que, pésele a quien le pese, él mismo provocó.

No debemos dejar de lado que el tabasqueño fue quien invitó de viva voz al michoacano a “mostrar las pruebas”; allí en el marco preferido del mandatario – las conferencias mañaneras del Salón Tesorería – que, por cierto, luce cada vez más desgastado y desvirtuado por el mal uso que el mandatario le da a la oportunidad de atender a la nación desde el entorno mediático.

Sin darse cuenta, AMLO cayó en un juego de declaraciones que, en otras ocasiones y de forma astuta, había podido evadir por la capacidad desarrollada por los años para detectar las provocaciones que le hacían los rivales en turno. Algunas muy evidentes y otras, por el contrario, de forma velada. No obstante, hasta hace unos días, ninguna había burlado la postura de López Obrador.

Hoy, simplemente, y como dicen los muchachos: “Se le barrió” o “Se le fue”

El haber contestado a las acusaciones hechas, cuando – insisto – él ya debe ocuparse de otras cosas, fue el colofón del primer acto de un nuevo pleito del ejecutivo de la nación. Y es que así como fue el INE, los jueces, Cabeza de Vaca, la clase media, los médicos, el sector aeroportuario, los empresarios, Darío León y otros más que ahorita se escapan a mi memoria, ahora toca el turno del gobernador michoacano Silvano Aureoles.

¿Qué seguirá? Pues en realidad no se necesita ser erudito.

La intentona de Silvano Aureoles no era que lo recibiera López Obrador. ¡Por el contrario! ¡Él buscaba no ser atendido por el mandatario! De esa manera podría argumentar un sinnúmero de cuestiones respecto al comportamiento del tabasqueño. Detalles que pueden ir desde el “no quiso enfrentarse a la verdad de los datos” hasta la clásica frase de barrio: “me tuvo miedo”. Aunque sabemos que el asunto no se trata de temor, sino de “no engordarle el caldo” a Don Silvano, empero, recalco que fue el tabasqueño quien detonó esta situación.

Por otra parte, el mandatario nacional declaró que se debe “cuidar la investidura presidencial” y, efectivamente, tiene razón. No obstante, ese cuidado, debe provenir desde la conducta que debe mostrar el hombre que la porta al cumplir de forma digna con las normas y protocolos que le indica el hecho de ser representante de una nación y no prestarse a este tipo de “papeles” que traen como resultado lo que ya hemos atestiguado.

Nuevamente a AMLO las cosas se le salieron de las manos y la imagen presidencial fue puesta en entredicho.

No cabe duda de que ahora, a todos nos toca esperar. Silvano Aureoles debe esperar a ser atendido; la fiscalía esperará a Silvano Aureoles con las pruebas; el presidente López esperará que este asunto se le olvide a la nación y la nación esperará que a su mandatario se le olvide que, desde hace tres años, ya se acabó la campaña.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.